Capítulo 1

-¿Por qué tus gafas siempre son del mismo color?

A Acantos Bugle se le habían roto las gafas, como mínimo y que ella recordara, mil veces. Y siempre que conseguía unas nuevas, eran del mismo color, gris. No es que Flox odiara el gris, entiéndase, ella era incapaz de odiar algún color, pero si ella fuese Acantos Bugle cambiaría el color de sus gafas cada dos semanas (que era lo que hacía con las paredes de su cuarto).

-¿Pog qué habgía de cambiaglas? El guis es un buen colog –contestó Acantos, colocándoselas un poco más arriba sobre la nariz.

-Pero podrías cambiarlas de color. Hay más colores aparte del gris. Podrían ser moradas, o magenta, o verde pistacho, ¡o verde esperanza! También podrían ser añiles, o azul cielo, o azul verdoso, como el mar, o del mismo color que los laguitos en verano, o del mismo color que el mar tras una de las marejadas que tanto ama Babú…

-Pego –la interrumpió Acantos antes de que se emocionase y no lograse pararla, Flox conocía demasiados tonos de colores y era capaz de decirlos todos-, cambiaglas cuesta mucho, nogmalmente si se me gompen solamente las agueglo.

-¡Pero podrías pintar las patillas de las gafas tú mismo! Yo a veces pinto mis zapatos –señaló sus zapatitos, que, efectivamente, tenían pintadas flores del valle por todas partes.

-No tengo pintuga en casa –Acantos se encogió de hombros, en su casa no pintaban a menudo.

-¿Qué? ¡Yo tengo mínimo mil botes! De cada vez que he pintado mi cuarto. Hasta ahora ha sido rojo, verde esperanza, azul claro, azul oscuro, púrpura, amarillo como el sol, naranja como una naranja…

-¿Y tus padges no te dicen nada?

-No, les parece bien, aunque a veces entran tan poco en mi cuarto que se pierden dos cambios de color –se encogió de hombros-. Como a mí me cuida Pífano…

-¿Dónde está ahoga? –preguntó Acantos, fijándose en que ella no estaba revoloteando alrededor de la chica, como solían hacer las hadas con las chicas de ese pueblo.

-Con mi tía Hortensia. ¿Y tu hada? ¿No debería estar contigo?

-No es mi hada, es de mi hegmana Maggaguita, así que está en casa, ayudando a mi madge a cuidagla.

-Igualmente, tú tienes quince, así que no necesitas un hada. Yo aún tengo catorce, así que sigo necesitando a mi hada.

-Pego ella se igá pgonto, ¿no? Quiego decig, tu cumpleaños es dentgo de un mes.

Flox se apagó un poco en ese momento, pero en seguida se volvió a ver de su manera normal, aunque aún se le notaba un poco triste, si te fijabas.

-Sí, pero no pasa nada –Se encogió de hombros, intentando hacer ver que no la afectaba.

-¿Estás bien?

-Sí, olvídalo. Las gemelas siempre se preocupan porque ellas ya se quedaron sin Felí en octubre y saben que es triste, pero supongo que ya estoy acostumbrada. Después de todo, Devién…

No pudo acabar, se quedó mirando una hoja la rama de un árbol cercano, de un verde que era bastante bonito.

Acantos conocía la historia de Devién, después de todo siempre había estado en la misma clase que Flox y había conocido a su primera hada. Sabía que se había ido cuando estaba intentando salvarla del enemigo en la última guerra y sabía que tanto Flox como su tía estaban muy unidas a Docesutilessoplosdeviento (sabía su nombre completo, Acantos Bugle era un chico con mucha memoria, muy estudioso).

-Entonces, Flox –comenzó él, sacando a la chica de su ensimismamiento-, ¿cguees que podgías pintag mis gafas de ese colog?

Señaló la hoja a la que Flox estaba mirando hasta hace un segundo y ella sonrió de su manera alegre, se quitó el sombrero de una manera muy cómica e hizo una graciosa reverencia.

-Encantada, caballero. –Y, cogiéndole del brazo, arrancó la hoja del árbol (no sin antes pedirle al Acantos que hiciese crecer una nueva para reponerla) y le guió hacia su enorme casa.

-Ten cuidado, no vayas a pintag el cguistal –rogó Acantos mirando a Flox pintar sus gafas.

Flox había mezclado sus tonos de azul y amarillo hasta conseguir un verde que Acantos habría jurado que era el mismo que el de la hoja, pero Flox y su ojo experto siguieron insistiendo quince minutos más en que era otro tono de verde hasta que consiguió el tono exacto.

-Puedo con esto, Bugle, confía en mí –dijo Flox, alzando el pincel un momento y mirando el resultado de su obra.

No se notaba que Flox había pintado las patillas de lo bien que lo había hecho. Podía ser que Shirley Poppy fuese una artista dibujando, pero en cuanto a colores Flox Polimón la superaba con creces.

-Déjalas secar quince minutos y ya estarán, Acantos.

Se alejó del escritorio y se sentó en la cama, cruzando las piernas. El tiempo ya era primaveral y Flox lo hacía notar en su ropa, puesto que llevaba un sombrero rosa, con una camiseta de manga corta amarilla, encima de la cual había una camiseta de tirantes lila, que llevaba con una falda azul cielo de bolsillos con estampado floral. También llevaba dos pares de calcetines, lo cual significaba que llevaba cuatro colores distintos de calcetines, como no.

Tenía flores de todo tipo en su larga trenza (¿cuánto mediría su pelo suelto? Acantos siempre se lo había preguntado muy seriamente, con al trenza su pelo ya le llegaba a la cadera) , la cual estaba despeinada y pintada de azul, amarillo y verde en varias partes.

-Te has pintado –le hizo notar Acantos, señalando la trenza.

-¿Dónde?

Acantos se levantó, acercándose a Flox, y cogió la punta de la trenza de la chica, donde efectivamente parecía que la punta de la trenza hubiese entrado en la paleta de colores de Flox.

-Ahí.

-Podría usar mi trenza como pincel –bromeó Flox, sonriente.

-Pguébalo la pgóxima vez que pintes las paguedes de tu cuagto –propuso Acantos, soltando la trenza.

-Me parece una idea fantástica. La próxima vez pintaré mi cuarto del mismo verde que tienen mis ojos, ¿te lo imaginas?

-No –dijo Acantos, entrecerrando los ojos mientras miraba la cara de Flox-. No veo tus ojos, las gafas están en tu escguitoguio secándose, ¿guecuegdas?

-Pues acércate a mirarlos –propuso Flox, medio en broma medio en serio, con las cejas alzadas.

Y Acantos, que jamás se atrevería a desobedecer una orden directa, se acercó para mirar los ojos de Flox, pero cuando estaban bastante más cerca de lo que era habitual en dos personas que no fuesen a besarse, entró Pífano preguntando por Flox y ambos se separaron de golpe.

-¡Oh, Acantos, hola! ¿Te puedo robar a Flox? Su tía Hortensia la está llamando para algo.

-Eh, sí, clago que sí, Pífano.

Se acercó a por sus gafas, que aún se estaban secando. Fue un espectáculo ver como intentaba cogerlas sin quitarles la pintura y sin mancharse.

-¿Puedo fiarme de que vuelvas a casa sin gafas sin matarte, Acantos? –preguntó Flox en broma.

-Pog supuesto que sí, mi queguidísima Flox –contestó Acantos, que se lo había tomado en serio -. Bueno, debeguía igme. Adiós, señoguitas.

Y, tropezando una vez con la alfombra, pero sin llegar a caer, salió por la puerta, dejando que Flox volviese con su tía.