Nº 1- Beso de Buenos dias.

Se despertó con la luz que venía procedente del astro del día, el Sol. Abrió lentamente sus ojos, dejando ver su color violáceo. Ladeo la cabeza ligeramente a la izquierda, aun medio dormida, esperando encontrarse con la persona con la cual amanecía todos los días.

Tal fue su sorpresa al no hallarlo ahí, en su lugar tan sólo estaban las sábanas azuladas que tenía la cama. Miró de nuevo a su derecha, viendo el reloj de mesa que había a su lado, en un pequeño velador de madera.

Eran las nueve de la mañana, era sábado y él no trabajaba. Además, solía dormir más de lo habitual los fines de semana, pues los días laborables se despertaba a las siete.

Usualmente, era ella quien se levantaba antes que él aquellos días. ¿Qué habría pasado?

Aún con la duda en la mente, se levantó del cómodo colchón. Llevaba un fino camisón violeta, a juego con el color de sus ojos. Se calzo las pantuflas blancas y salió de la habitación. Escuchó un ruido que la alarmo, empezaba a creer seriamente que algo le había pasado.

Bajó las escaleras, algo más deprisa para ver lo que ocurría. Volvió a escuchar otro ruido, más fuerte que el anterior.

Aún más asustada, se dirigió a donde provenía el sonido: la cocina.

Cuando llegó al lugar, se encontró con una escena bastante cómica, aunque no sabía si reírse o enfadarse. Su esposo, ese al que no había encontrado en la cama al despertarse, estaba sentado en el suelo.

Con un gesto de dolor, se tocaba la cabeza repetidas veces con la mano derecha. Parecía haberse dado un golpe.

Y encima de una silla y de espaldas a ella se encontraba su hija de siete años, Natsuki, quien trataba de hacer que no se quemase lo que había dentro de la sarten. Suponía que era una tortilla de huevo por el olor, pues no alcanzaba a verlo.

Se cruzó de brazos, aparentando estar enfadada. Su mirada se dirigió al hombre que aún estaba en el suelo, quien al sentirse observado, la miro. Sonrió nervioso y se levantó.

- ¿Me puedes explicar que es todo esto, Shinichi?- Preguntó, acercándose a él.

- Lo siento, Ran. Todo fue idea de Natsuki- Respondió, mientras su sonrisa cambiaba a una culpable.

La niña, al escuchar la pequeña conversación de sus padres, se giró rápidamente. Al hacer un movimiento tan brusco, causó que perdiera el equilibrio. Al ver que iba a caer, Shinichi se apresuró a cogerla en brazos y lo hizo a tiempo pues la niña no cayó.

- ¿Estás bien, Natsuki?- Preguntó preocupada por la salud de su hija.

Padre e hija, aun juntos, la miraron con una expresión de pena, sin embargo la niña no respondió a la pregunta. Ran sabía perfectamente lo que quería decir eso, era un modo de disculpa por el desastre que habían hecho en la cocina.

Echo un vistazo a su alrededor. Había algún tipo de líquido regado junto con unos pedazos de una taza rota en el suelo de la habitación. La encimera estaba llena de harina, juntada con algunas yemas de huevo. La nevera derramaba por uno de sus laterales lisos y blancos algo que podría apostar qué se trataba de aceite y se podía apreciar un cierto olor a quemado.

Un desastre total.

Volvió su mirada a aquellos dos. Estaba claro que se parecían demasiado. Con un suspiro de resignación, fijo su vista en la niña que su marido sujetaba.

- ¿Cómo se te ocurrió pedirle ayuda a tu padre, Natsuki?- Fue su única pregunta, que para Shinichi y Natsuki fue como el veredicto final de un juicio.

- Ni yo misma lo sé, mamá. Lo siento.

Miró las ropas de su hija. El bonito vestido rosa que usaba para dormir estaba lleno de manchas de aceite y harina. Seria difícil quitarlas. Su pelo castaño, algo más oscuro que el suyo, estaba enredado con algo que no supo distinguir y su cara también tenía restos de harina.

- Ve a ducharte ahora mismo- Ordenó. La niña no le hizo repetirselo dos veces y se fue de ahí lo más rápido que pudo, soltandose de los brazos de su padre.

Miró a Shinichi, por lo menos él no estaba tan sucio. Tan solo tenía unas manchas marrones ya secas, que suponía que eran de café y algo en su rodilla izquierda que no lograba identificar.

Aparte de eso, nada más. Aunque no era que le sorprendiera pues lo conocía y sabía que nunca se metería en asuntos culinarios.

Siempre se le había dado fatal.

Se acercó a él, o por lo menos eso era lo que pensaba Shinichi. Cuando estaban a menos de un metro de distancia, ella pasó de largo y apago la vitrocerámica donde se cocinaba la tortilla de huevo, algo calcinada. La acción de ella hizo que la siguiera con la mirada, dando media vuelta para ver lo que hacia.

Recibió una mirada fulminante de ella.

- Eres un mal padre, ¿Lo sabías?- Preguntó irónicamente- ¡Dejaste que Natsuki lo hiciera todo sola!

Su sonrisa culpable se alargó más.

- Quise ayudarla pero sabes que soy un cero a la izquierda en este campo- Se excusó- Al final fue ella la que me dijo que dejara de ayudarla o lo estropearia más.

Suspiró de nuevo, ya se lo suponía.

- ¿Y por qué estabas en el suelo?- Preguntó algo más calmada.

Su sonrisa cambio a una mueca de molestia. Se cruzó de brazos y cerró los ojos, desviando su cabeza para otro lado.

- Se me cayó la taza, me resbale con el café y me caí al suelo- Dijo con tono molesto- Me di en la cabeza y ahora me duele

Ran sonrió, su cara era tan graciosa. Ahora comprendía que era lo que estaba en el suelo y los trozos de taza rotos.

- ¿Y a que se debe ese olor a quemado y el desastre de la encimera?

El detective, viendo que no tenía opción de mentir a su mujer, confesó.

- Eso es culpa mía. Natsuki me dijo que quería hacerte un pastel y estaba preparando los ingredientes. Ya tenía los huevos en un tazón, la harina en otro y el aceite estaba en la botella pero no lograba encontrar el azúcar- Explicó- Me acordé que estaba en la estantería que está ahí arriba pero no llegaba a coger el dichoso azúcar. Me subí a la encimera y Sin querer le dí con la pierna a los huevos y la harina. Terminaron por mezclarse y cuando baje para intentar arreglarlo pues casi se cae el aceite. Logré cogerlo a tiempo pero lo apreté mucho y salió disparado a la nevera. Ya sabes, como la botella es de plástico...

Al escuchar la historia, suspiró nuevamente. Su marido nunca cambiaría. Aunque eso en cierto modo le alegraba.

- ¿Y como terminó Natsuki tan sucia, señor torpe?

- Es que me quiso ayudar pero al final acabó manchandose más que yo- Aquella postura que había mantenido durante su explicación cambió, volviendo a abrir los ojos y descruzar los brazos, sonriendo triste- Y ella que quería darte un desayuno sorpresa por tu cumpleaños... Lo siento, Ran.

Se notaba que estaba arrepentido, por lo que Ran le sonrió calidamente y pasó sus brazos por su cuello, acercando sus rostros y fundiéndose en un apacible beso que él correspondió.

Al cortarlo por falta de oxígeno, Shinichi se veía sorprendido. No se lo esperaba.

- ¿Y ese beso por qué, Ran? Me esperaba una paliza karateca de las tuyas.

Viendo la expresión de su esposo, Ran sonrió nuevamente.

- Tómalo como el beso de buenos días que te pensaba dar para que despertarás. Pero la próxima vez que hagas esto, créeme que tendrás una patada de buenos días en vez de un beso. ¿Me has entendido bien, Kudo Shinichi?

Cuando le llamaba por su nombre y apellido, es que iba muy en serio. No dudó en afirmar repetidas veces con la cabeza, aunque después puso una sonrisa burlesca.

- A la perfección, pero... ¿Podrías darme otro? Ya sabes, para entenderlo mejor.

Ran también sonrió burlonamente, eso para Shinichi era algo malo. Muy malo.

- Claro. Pero será después de que limpies todo esto, si no, olvídalo.

Sacó sus manos del cuello de su esposo, se giró y se fue con la cabeza bien alta.

Shinichi sabía que iba en serio, y más le valía hacer lo que había dicho. Y lo peor de todo era que Ran sabía a la perfección que era un adicto a ella y no podía pasar mucho tiempo sin sus besos.

Suspiró resignado y se dispuso a limpiar. La segunda cosa que se le daba peor después de cocinar, pero se animaba pensando en la recompensa que tendría al final.

Aunque ensuciaria limpiaria mil veces más si con eso lograba otro beso de buenos días.