Advertencias: Fem!Shouichi, fic experimental, Byakuran (Es una advertencia en sí mismo), muerte de personaje, mucho drama y angst.
D: "Katekyo Hitman Reborn!" no me pertenece.
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DESPUÉS DE LA VIDA
I. Compasión
-Estoy confiándole lo más importante que tengo a un criminal…Dios, aún no puedo creerlo…-Murmuró ella, apretando delicadamente el bulto entre su brazos. Estaba sentada en el suelo, recargada contra la pared de un edificio cualquiera en la ahora derruida ciudad de Londres, en Inglaterra, pensando en que tal vez, sólo tal vez, había una mejor salida. A lo mejor si pensaba un poco más...
Le interrumpió una risita tan maligna como extraña.
-No te preocupes tanto, Shouko-chan, la pequeña princesa estará bien.- Comentó su interlocutor, recargado en la misma pared y mirándola fijamente. La mujer se volvió y le miró con rabia.
-No la llames así.- La sonrisa en el rostro del único que podía salvar a su hija se agrandó. Shouko tenía las llamas del sol escondidas bajo la piel, muy, muy profundo (era una mujer de ciencia, después de todo) y había poca oportunidad de verla tan exaltada.
-¿Por qué no? Es así como solemos llamarles a las hijas de…
-Cállate Mukuro-kun.
El nombrado rió en voz alta nuevamente, se inclinó y extendió los brazos hacia ella. En respuesta, la pelirroja alejó inconscientemente a la pequeña criatura de él.
Podían escuchar ya los gritos de los ya de por sí pocos sobrevivientes de la ciudad.
-No tenemos mucho tiempo, Shouko.- Dijo, y esta vez parecía serio.
Mordiéndose los labios, la mujer miró a su única razón para vivir con adoración, para después entregarla al Guardián de la Niebla de la Familia Vongola. No tenía opciones, de todas formas. Si quería que ella viviera, tenía que ser así.
Había sido difícil llegar a ese momento, se había roto la cabeza para pensar en alguna otra salida, pero los meses habían pasado (cada uno más infernal que el anterior) y Byakuran seguía buscándola y destruyendo todo lugar en que ella pusiese un píe. Aún más difícil había sido contactar con la su verdadera Familia para pedir ayuda tras huir cobardemente de la misión que se le había asignado de espiar al nuevo dirigente mundial.
Tsunayoshi, como siempre, había entendido que había una razón poderosísima para que ella saliese corriendo de la base Melone de los Millefiore. De todas formas, su perdón y el de casi todos los miembros restantes de la Familia no disminuía la vergüenza y el dolor de la propia Shouko por haberse permitido caer en los juegos de Byakuran, y tampoco hacía menos peligroso el que ella volviese a casa. Lo que quedaba era esconderse lo más lejos de los Vongola que pudiese, también porque eso le daría algo más que hacer al Jefe de los Millefiore que eliminar países completos, y esperar que el plan para salvar a su hija no fracasara.
A pesar de las condiciones precarias en las que había llegado al mundo, la bebé estaba en perfectas condiciones. No era la misma historia con la mujer que había ayudado a parir a Shouko, desgraciadamente.
Hacía a penas un mes del nacimiento. Tardó ocho días en encontrar fuerza para levantarse, dar las gracias, poder fingir que estaba bien y retirarse (Dos días después se enteró de que el lugar había sido destruido); cuatro más en contactar a Tsunayoshi y dos semanas para llegar al lugar de encuentro, a pesar de haber seleccionado un lugar relativamente cercano a donde se encontraba ella para no complicarse demasiado.
Shouko sabía que estaba muriendo. Pero de todas formas, habiendo entregado a su hija, ya tampoco tenía motivación para seguir respirando.
-Más te vale llevarla donde Tsunayoshi.
-Di mi palabra, Shouko-chan.- Shouko le miró y puso en blanco los ojos.
-Como si eso me asegurara algo…-Siseó. El otro le sonrió.
-Te aliviará saber que si no lo hago, Tsunayoshi estará lo suficientemente molesto como para darme caza- Shouko se rió, pero no había gota de humor o felicidad en su voz.
-¿Es posible para Tsunayoshi molestarse por algo?- Se reacomodó, ignorando los pinchazos de dolor que le atacaban cada vez que se movía. Suspiró. –Pero ojalá sea verdad que te matará de no llegar con ella.
-Tus buenos deseos me conmueven, Shouko-chan.- Mukuro se puso de cuclillas y besó la pálida mejilla de la dama con falso cariño. Los gritos habían parado repentinamente -¿Estás lista?
El hombre cargaba a la pequeña con un solo brazo.
Shouko se permitió mirarla por última, directo a los hermosos pero aterradoramente familiares ojos lavanda. Asintió. Para ese preciso momento, seguramente ya la habrían ubicado y la huída debía ser ahora o nunca.
Si alguien era capaz de salir de ahí sin un rasguño, era Rokudo Mukuro
-Bien entonces- Con la mano libre, Mukuro tomó la pistola que había estado guardando dentro de sus ropas. –Arrivederci, Irie Shouko- Y disparó.
Si bien Byakuran no la había matado, su obsesión con ella la había llevado a planear la propia muerte.
Miró el cadáver de la chica antes de partir y la expresión de tranquilidad en su rostro hizo sentir una repentina compasión por ella.
Shou-chan parecía ser finalmente libre.
