No es mio, es de Kishi
*.*.-Beso-.*.*
Hinata se alzo de puntillas, intentando alcanzar la manzana más baja del árbol ubicado frente a ella. ¿Por qué tenía que ser tan bajita? Solo le faltaban unos pocos centímetros para coger la fruta. Por su color se veía bastante apetitosa, aumentando sus ganas de alcanzarla y con ello su frustración por no lograrlo.
Tomó la cesta de frutas del suelo y la levantó decidida, era justo la distancia que le faltaba para alcanzar aquella fruta infernal. Unos cuantos golpes y cayó al suelo, por fortuna de su propia salud mental.
La sostuvo entre sus manos y la limpió con su vestido. Observó su brillante y rojo color y se preguntó, como es que la princesa del reino vecino, una tal Blancanieves había sido tan afortunada de encontrar a un encantador príncipe o mejor dicho, que él la encontrase a ella, gracias a una insignificante manzana envenenada.
Tal vez, si tenía suerte, aquel podría ser el mismo manzano, caería rendida en medio del bosque y vendría el príncipe de sus sueños a despertarle de su letargo. Solo esperaba que no hubiesen 7 enanos de por medio.
No tenía esa peculiar y ridícula habilidad de cantar y atraer a los animalillos del bosque para que le ayudasen en las labores hogareñas. Mucho menos un hada madrina. No le hacía falta Su vida era tan monótona, nunca ocurría nada extraordinario.
Sin embargo tenia poderes. No tenía porque negarlo. Era una hechicera en decadencia. Ahora que lo pensaba... si podía hacer magia, ¿por que perdió 20 minutos de su vida bajando aquella manzana del árbol? ¡Por Merlín! A veces era tan descuidada.
Al llegar a su hogar, observó que Hanabi hacía el intento de cocinar. Intento porque siempre quemaba la comida, y cuando no, esta quedaba terriblemente insípida. La cocina no era la mejor especialidad de su hermana. Ella era mejor dotada en ese aspecto
-Hanabi! Alejate de la estufa!- gritó Hinata con miedo, ya comenzaba a correr un poco de humo ennegrecido y olor a quemado
Tras apagar lo que pudo haberse convertido en cenizas, que hubiese sido mejor porque aquello estaba pésimo, se asomó por la ventana viendo a su padre cortar leña. Suspiró profundamente. Era lo mismo todos los días. Incluso su padre no hacía magia para algo tan sencillo, solo por pasar el rato haciendo algo pesado.
Se dirigió a las afueras de su hogar, recostándose en el tronco de un árbol frente a la entrada. La brillante manzana estaba tentándola y no podía pasar de ella. Le dió un mordisco embargándose de su dulce sabor. Se decepcionó un poco al notar que no estaba envenenada. Según las lecciones de la academia, las manzanas envenenadas tenían un sabor ácido al final, posteriormente la persona caía en un sueño profundo del que solo podía salir gracias al beso de un príncipe.
Cerró los ojos intentando disfrutar los sonidos del bosque, el cantar de los pájaros... el golpeteo del hacha cortando madera. ¿Cómo demonios podía uno disfrutar del ambiente con un sonido tan estruendoso? Aunque... aquello no se comparaba con una voz chillona que se iba haciendo cada vez más fuerte. ¿Qué decía? No podía comprenderlo.
-¡Naruto!- Alcanzó a escuchar.
¿Acaso se había dormido y estaba teniendo pesadillas? Porque no le estaba gustando nada aquel barullo. Al abrir los ojos vio que incluso los pájaros volaban despavoridos. ¿Sería una bruja? Se levantó de inmediato y vio de un lado a otro, observando que su padre ya no estaba donde lo había dejado. ¿No quería romper la rutina? Siempre se decía que lo que deseas se cumple. Pues allí lo tenía. Comenzó a correr hacia la entrada de su hogar, tropezando con algo. ¿Y si era la bruja? ¡Estaba perdida! Era demasiado joven para morir.
Observó el panorama sin ver nada extraño. No había nadie alrededor, entonces ¿Con qué había chocado? Al ver el suelo, justo en frente, observó un pequeño zorro naranja con unos profundos y porque no, lindos ojos azules. Lo miró extrañada, jamas había visto un animal tan tierno en aquel bosque. Una... dos... tenía 9 colas felpudas. ¿Por qué? Qué cosa más extraña.
El zorrito le enviaba una expresión cargada de súplica. Emitía unos ligeros aullidos lastimeros. Al final se compadeció de él, tomándole entre sus brazos, se metió rápidamente a su hogar antes de que a la bruja se le ocurriese pisar suelo cercano. Puso al pequeño zorro en el suelo, este se le quedo mirando curioso. Hinata le hizo una seña para que hiciese silencio. La chica vio a todos lados observando que Hanabi dormía al igual que su padre. Comenzó a conjurar un hechizo en una lengua extraña, ocultando su hogar y mimetizándolo con la naturaleza.
-Creo que servirá por ahora. ¿Acaso eras tú al que perseguía esa bruja?- pregunto Hinata acariciando el suave pelaje del zorro. Abrió los ojos sorprendida al ver que el pequeño animal asentía.
-¿Puedes entenderme?- preguntó, solo para asegurarse que no alucinaba, obteniendo como respuesta otro asentimiento
-Wow. Y yo pensé que solo las princesas podían hablar con los animales- Se dijo a si misma- Soy una hechicera. Pertenezco a una gran familia de magos. Lamentablemente fuimos exiliados de nuestro reino y aquí solo vivimos mi hermana, mi padre y yo- le confesó la chica al pequeño animal.
Hinata cargo al zorrito, quien se dejo hacer sin chistar. Observó cada centímetro de su pequeño cuerpo y miro sus ojos con detenimiento.
-Eres humano- Sentenció- Has sido hechizado. ¿Fue Orochimaru?- el zorrito asintió emocionado- Lo sabía. Apuesto a que envió a uno de sus súbditos a buscarte. Y por su voz chillona podría afirmar que se trata de la odiosa Tayuya. ¿Cómo te libraremos de este maleficio?- le preguntó
La chica depositó al zorro en el suelo, buscando un libro en un estante cercano
-Quédate quieto. Pronto hallaremos alguna solución-dijo ella hojeando el libro- Dragones... venenos... ¡acá esta!- Exclamó- encantamientos- pronunció con una sonrisa.
Hizo primero una pócima. Una infusión de miel, té, hierbas y otros cuantos ingredientes. Tras dárselo a beber descubrió que solo había sido una perdida de tiempo. El único cambio fue que su pelaje paso de naranja a rojizo por un rato, luego todo volvió a la normalidad. En fin, siempre podía seguir intentándolo.
Lo próximo fue un balde de agua fría extraída de un río cercano. Sin resultados, excepto el zorro tiritando de frío.
Intentó también soplar detrás de su oreja derecha, cortó poco de pelo y realizo un conjuro, luego algo de sangre extraída de la patita. Nada parecía funcionar.
-Esto está difícil- Susurro la chica caminando de un lugar a otro y mordiendo la punta de su dedo pulgar de vez en cuando- Tal vez si esperamos a que anochezca... probablemente vuelvas a tu forma original mientras el sol esté oculto, como la princesa de ese reino lejano que se convertía en cisne...
¿Un beso de princesa tal vez? Pero ella no era una princesa. Y la mas cercana ya estaba casada, y no iba a querer darle un beso a un animal... Bueno, al menos no era un pringoso sapo, todo lo contrario, era lo suficientemente lindo como para que cualquier chica accediese a besarlo. Si tan solo fuese una princesa podría ayudarlo, y quien sabe... probablemente tuviese la suerte de las princesas de los reinos vecinos. Aunque, si la cosa no era un simple beso sino un beso de amor verdadero, amor predestinado y ese tipo de cursilerías pues... No, ese no era el estilo del mago serpiente.
Estaba un poco sorprendida. Después de todo aquel escándalo que había armado con el pequeño zorro, la casa estaba en total silencio. Ni su padre ni su hermana le habían reclamado, como normalmente lo harían. Probablemente habían puesto un encantamiento anti-ruidos en sus respectivas habitaciones.
Solo quedaba esperar un tiempo más. El hechizo que envolvió al chico era del tipo animal. Esa clase de encantamientos tenían la misma base, por lo que, en algún momento se transformaría en humano por unas pocas horas, posiblemente hasta el amanecer. Aprovecharía ese momento para hablar con él y preguntarle como había sido inducido y la forma de romper el hechizo. ¿Por qué le ayudaba? Realmente estaba divirtiéndose mientras hallaba una solución al embrollo. Le hacía recordar sus días en la academia de magia.
Se sentó en el mueble tomando al zorro entre sus brazos y colocándolo sobre sus piernas, comenzó a acariciarle el suave pelaje. Casi parecía su osito de felpa apostado en su cama, aunque mas grande y calentito.
El zorro estaba muy tranquilo. ¿Estaría dormido? Incluso estaba acurrucado en sus piernas. De repente se levanto viéndole a los ojos, y luego, toda la habitación se iluminó. Ya lo sabía. Estaba a punto de transformarse. Instantáneamente, la luz se esfumó.
Los ojos de Hinata se abrieron de par en par sin que pudiese hacer nada por evitarlo. Su corazón comenzó a palpitar mas rápido de lo que hubiese recordado jamás, y sintió como su cara se calentaba en señal de sonrojo. Los ojos azules del zorrito le miraban de frente, pero ya no era un zorrito. Era... era un... ¡galanazo! Sí, eso era. Estaba mas bueno que cualquier ensalada de frutas o aperitivo que hubiese preparado, incluso mas buenazo que la comida de su difunta madre. ¡Merlín!, con semejante adonis sobre su cuerpo y... estaba sobre ella, en una pose bastante comprometedora. Y oh sorpresa... estaba desnudo ¡Desnudo! Por Merlín, sentía que podía morir en paz. ¿Para qué príncipes guapos y princesas encantadoras? Aquel guapísimo chico era todo lo que necesitaba en la vida.
-¡Hey! ¿señorita hechicera? responda- Grito el rubio algo alarmado. Parecía en otro mundo la pobrecita. ¿Tendría fiebre? Estaba bastante roja.
-¡Por Merlín!- Exclamó una voz masculina, con ira
Genial. Su padre había despertado de su siesta matutina. ¿Y que mejor despertar que ver a tu hija con un chico megabuenisimo, desnudo y sobre ella como si estuviesen a punto de... bueno hacer eso, que sinceramente a ella no le hubiese molestado, aunque no le conociese de nada... Rayos... ya parecía una de esas vulgares cortesanas. No podía caer tan bajo. Aunque con semejante prospecto pues...
-Cúbrete- susurro la chica entre tartamudeos, con el corazón a mil, antes de caer desmayada.
Olía a comida quemada. Hanabi estaba cocinando otra vez. Es que no se rendía. Había tenido el sueño mas estupendo de sus 16 años de vida. Soñó que un guapísimo chico de cabello rubio y ojos azules le veía de frente y estaba desnudo y sobre ella. Si tan solo fuese cierto.
-Abre la boca Naru-chan, di a- Escucho que decía Hanabi con voz jovial. Pobre del tal Naru-chan, iba a morir envenenado. Un momento. ¿Naru-chan? el mismo Naruto que tanto chillaba Tayuya en el bosque... ¿Era real?
Abrió los ojos de sopetón y se levanto dirigiéndose a la cocina. Allí vio al rubio sentado en la mesa junto a Hanabi que tenia un delantal puesto, y su padre mirándoles a ambos con los ojos entrecerrados. Ella frunció el ceño. Había puesto sus ojos en ese chico y no iba a dejar que su caprichosa hermana se lo quitase. Lo mas raro es que el rubio comía como si aquel montón de comida chamuscada fuese la mejor exquisitez que había probado. ¿Estaría encantada? Le dio tiempo a probar otro bocado, luego tomo su mano en un arranque de coraje y celos, llevándoselo a las afueras de la casa, dejando atrás los reclamos de su hermana y las advertencias de su padre.
Respiró hondo y soltó su mano al llegar al portal y cerrar la puerta.
-Tenía mucha hambre señorita hechicera. ¿Por qué interrumpió la hora de la cena?- preguntó el joven con una voz ronca y sexy que hizo a Hinata temblar como gelatina
-Pu... pues...
-No imagine que fuese tímida señorita hechicera. Parecía bastante decidida cuando era un zorro. No noté que tartamudease de esa manera
Aquel trato aristocrático, aunado a la voz y el traje de príncipe que tenia puesto, probable confección de Hanabi, sin contar sus ojos azules mirándole directamente, habían nublado su mente, no podía procesar ningún pensamiento coherente. Ni siquiera recordaba su propio nombre.
Un notorio sonrojo se apodero de sus mejillas al ver el minucioso escrutinio por el que estaba siendo sometida por parte del rubio.
-Usted es realmente hermosa, señorita hechicera- pronunció el chico mirando sus ojos.
De inmediato su vista se dirigió al suelo, su corazón repiqueteaba realmente fuerte y,por algún extraño motivo comenzó a juntar sus dedos índices insistentemente.
-Es Hinata- Tartamudeó como pudo, revelando su nombre
-Un hermoso nombre para una preciosa doncella- dijo el ojiazul con una sonrisa
Por merlín, estaba a punto de estallar de pena, vergüenza, timidez. no sabia que demonios era, pero, es que nadie le había dicho jamas aquellas insignificantes palabras, que aunque sencillas eran realmente significativas. Además aquella voz ronca le hacia honor al físico. Solo tenia una palabra pala definirlo: perfecto.
-¿Está enferma, señorita Hinata?- pregunto el rubio, posando su mano en la frente de ella.
Comenzó a respirar entrecortadamente, ya lo veía venir, iba a desmayarse, estaba a punto, ¡oh demonios! Y esas marquitas en forma de bigotes en sus mejillas eran tan.. sexys, oh joder, era demasiado.
-¡Hey!- Exclamó Naruto preocupado
La tomó entre sus brazos antes de que cayese. Solo era un leve mareo, malditos nervios y maldita timidez. Si fuese otra, ya se lo hubiera comido a besos.
-¿Está mejor?- pregunto el rubio, y al recibir un tímido asentimiento la deposito suavemente en el suelo.
-Gra... gracias- susurro la chica tímidamente
-Soy yo quien debe que darle las gracias. Me salvó de esa bruja loca. Me presento formalmente- exclamó con una alegre sonrisa- soy Uzumaki Naruto, príncipe del reino de Konoha- dijo el chico haciendo una leve reverencia
Un.. príncipe. Oh por dios. ¡Por Merlín! Su príncipe la había encontrado... aunque en una situación nada romántica.
-Hyugga Hinata, hechicera- dijo la chica entre tartamudeos.- ¿Puedes tutearme?- pregunto la chica temerosa
-Como desees
-¿Qué te ocurrió?
-Mi reino entro en guerra con el reino del sonido. El príncipe Sasuke fue raptado por Orochimaru. Fui en su ayuda, es mi mejor amigo. Al llegar, me di cuenta de que ese teme había escapado. Me atraparon como idiota y me pusieron un conjuro. Cuando vi la mas mínima oportunidad me escabullí de su guarida. Entonces me tope contigo. ¡Qué emocionante! ¿No crees?
¿Emocionante? Estaba loco, ese chico estaba loco. Podría haber muerto, ¡Por Merlín! Pudo haberle sucedido algo peor, como esas inimaginables torturas a las que Orochimaru sometía a sus presas.
-¿Cómo se rompe el hechizo?- pregunto Hinata
-Un beso
Típico. ¡Qué poco original!
-¿De princesa?
-Creo que menciono algo parecido al amor y esa cursilería barata. ¿Me besas ahora o más tarde?
-¿Eh?- preguntó la chica sorprendida. El rubio era bastante directo. Mira que hacer ese tipo de proposiciones a una recién conocida
-No es broma- Dijo el chico con una sonrisa sincera- Me gustas. Además se nota que eres una buena chica. Y a cada segundo que paso contigo me gustas más y más. ¿No te atraigo ni un poquito?
¿Que si le atraía? Se enamoró al primer vistazo. No creía en el amor a primera vista, pero ya podía asegurar que existía, que sí pasaba, y que los príncipes no solo se fijaban en princesas en desgracia, o fortuna en los casos de matrimonios por conveniencia.
-Que sepas que no ando besando a cada chica que se me atraviese por el camino. Tengo gustos bastante particulares en lo que a mujeres se refiere. De hecho he rechazado a unas cuantas princesas por ese motivo. Algunas son vanidosas, otras muy tontas, incluso hay algunas que son demasiado frías.
Hablaba demasiado, a diferencia suya, ¿es que no se iba a callar? Ya había escuchado suficiente de sus antiguas pretendientes. No quería saber más de esas
-Una vez me toco bailar con una princesa bastante odiosa. Se quejaba por cada cosa que veía, por cada cosa que otro hacía y...
¿Cuál sería el método más efectivo para indicarle hacer silencio?
-Entonces la princesa saco un látigo y comenzó a azotar a su sirviente personal como si fuese un perro. ¿No crees que es una desalmada? Estaba...
No creía poder soportar ese monólogo por mas tiempo. Con mirada decidida se le acerco lo suficiente. Respiro profundo y halo la tela del cuello de su camisa, plasmando un beso en sus labios.
En cuanto se separo, vio un poco sorprendida como desaparecían los bigotes de zorro de sus mejillas. Solo hacía falta un beso. Era lógico, nadie va a enamorarse así de buenas a primeras. Bueno, ella sí, pero... Qué hechizo tan ridículo. Tuvo que haberlo conjurado algún aprendiz de Orochimaru.
-¿Y cuando nos vamos a Konoha?- pregunto el rubio con una sonrisa mas que seductora
-¿Qué?- pregunto la chica sorprendida
-A casarnos. Seras la princesa heredera de mi reino. Ya lo hable con mi suegro- dijo el, tomándole de la cintura y dándole un dulce y prolongado beso que correspondió con cariño.
Al separarse su rostro estaba totalmente rojo. Comenzó a hiperventilar otra vez y, lo quisiese o no, sucumbió al desmayo nuevamente.
Al final todo había salido mejor de lo que se hubiese imaginado. Había conseguido a su príncipe azul sin pretenderlo, no había tenido que comer manzanas envenenadas. No le hacia falta un hada madrina, ella era una hechicera. No fue encerrada en la torre mas alta a esperar la llegada de su príncipe. Fue su príncipe quien sufrió de un hechizo y ella quien intentó y logró deshacerlo. Todo había salido a pedir de boca y ella ni siquiera tenía sangre real.
Después de todo, no siempre es la chica la que debe sufrir en los cuentos de hadas ¿no?
Fin
Inspirado en un manga llamado Ludwig Kakumei que trata acerca de algunos cuentos de hadas, dibujados desde la perspectiva de Kaori Yuki.
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