Disclaimer: Los personajes de Naruto NO me pertenecen.
Advertencia: Historia narrada por Itachi Uchiha. Puede herir sensibilidades, así que lean bajo su propio riesgo.
Tiempo
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No hubiera imaginado, ni en un millón de años, cuan duro sería enfrentar solo a la cruda realidad.
No es que hubiese sido un fuerte impacto para mí; claro que no. Pero, si bien tenía la leve sospecha, jamás creí que el asunto fuese tan grave, y mi tiempo tan poco.
Aún sentado tras el volante, con el automóvil aparcado a un lado de la carretera, estrujé aquel maldito papel que arruinaría mi vida contra el volante, apretando los dientes con rabia, pues yo, Itachi Uchiha, el niño prodigio, el joven autosuficiente, el hombre que no le temía a nada ni a nadie, estaba aterrado por primera vez en mi vida.
Total y completamente aterrado.
¿Qué debía hacer? ¿Qué podía hacer?
La respuesta era simple, demasiado para mi gusto: nada.
No había nada por hacer, pues ya todo estaba dicho.
Cansado, derrotado, volví a poner el automóvil en marcha. En realidad no sabía cómo actuar desde ahí en adelante, pero tampoco lo descubriría allí, solo, en medio de la nada.
Conduje por la carretera sin prisa, sólo oyendo el leve sonido del motor. Encendí el radio un momento, buscando algo de música que pudiera amenizar el largo viaje a casa.
Eran pasadas las siete cuando al fin me detuve frente a la residencia que había pertenecido a mis fallecidos padres, y en donde desde hacía años vivíamos mi hermano y yo, teniéndonos solo el uno al otro. Me sorprendió un poco ver todas las luces encendidas, y algunas sombras paseándose frente a las ventanas, pero deduje que él ya debía haber llegado.
Aparqué el auto, abrí la puerta con mis llaves y, al entrar, de inmediato oí las juveniles risas provenientes de todos lados.
Fue entonces cuando lo vi, de pie frente a mí, como si hubiera estado esperando ansiosamente mi regreso.
— ¡Bienvenido a casa, nii-san!— lo contemplé con atención, tan frágil, tan pequeño, como hacía mucho no lo hacia. Él me sonrió con dulzura, pero repentinamente su tierna imagen esfumó, como humo de cigarrillo, y en su lugar apareció un joven, de mirada seria y aspecto ceñudo, que se encontraba de pie frente a mí, observándome como si no fuera la gran cosa.
—Hn. Llegaste— parpadeé repetidas veces, como si esperara que ese joven serio desapareciera, y en su lugar volviera a aparecer mi pequeño hermano, aquel que todas las tardes me esperaba junto a la entrada, ansioso por las nuevas anécdotas que tuviera para contarle.
Y entonces comprendí que ese joven ceñudo era mi hermanito, el cual ya no sonreía ni pedía hasta el cansancio que le contara una de mis historias.
Aun así le sonreí, como solía hacerlo de pequeño.
—Sí— contesté lacónicamente mientras me despojaba de mi calzado— ¿tienes visita?
Mi hermano suspiró pesadamente y se cruzó de brazos.
—Algo así.
—Algo así…— repetí, dejando mis cosas a un lado. Mi hermano se me adelantó, llamándome ansiosamente desde la puerta de la cocina.
— ¡Nii-san, ven!
Alcé la mirada con confusión al no reconocer la infantil voz que me había hablado, y con asombro, una vez más vi a mi pequeño hermanito sonriéndome, parado junto a la entrada. El pequeño Sasuke cerró sus enormes ojos negros y corrió dentro de la cocina, provocando un gran alboroto dentro.
Yo solo abrí los ojos con sorpresa, quedándome de pie en mi lugar durante unos segundos, sopesando las bromas que mi mente estaba jugándome.
— ¡Ven, nii-san!
Tras unos momentos de reflexión, al fin me decidí a seguirlo.
Oyendo pasos ligeros, rechinidos de sillas y suaves risas, me acerqué a la cocina.
Al atravesar el umbral me detuve en seco, completamente pasmado.
El alboroto cesó en cuanto me asomé, y seis pares de enormes y vivaces ojos me observaban atentamente desde la mesa del centro, en donde seis pequeños, incluido mi hermano, se encontraban sentados, mirándome y sonriendo mientras intercambiaban ligeros murmullos entre ellos. No recordaba la última vez que había visto a tantos niños pequeños en mi casa.
— ¡Hey, Itachi! ¡¿Trajiste dulces para nosotros?!— uno de los niños, de cabellos rubios y brillantes y enormes ojos azules, me sonrió desde la mesa del centro, sorbiéndose la nariz mientras se pasaba un brazo cómicamente por el rostro. Lo miré con extrañeza y él me devolvió la mirada, alegre y curioso.
—Buenas tardes, Itachi-san— la pequeña niña junto a él, de corto cabello color rosa y fulgurantes ojos verdes, me sonrió también, sujetándose con ambas manos sobre la silla en la que estaba sentada mientras mecía sus pies graciosamente por el aire.
— ¡Itachi-senpai!— exclamó una bonita niña rubia, corriendo hacia mí para aferrarse a mis rodillas y mirarme desde abajo con sus enormes ojos celestes, sonriéndome con dulzura— ¿Verdad que Sasuke-kun sí va a casarse conmigo?— me preguntó con seriedad, provocando que la niña de cabello rosa se alzara de su asiento.
— ¡No es cierto!
— ¡Claro que lo es!
— ¡Claro que no, Ino-puerca!
— ¡Claro que sí, frente de marquesina!
—Tsk. Que problemático…— bufó el pequeño que se encontraba sentado cerca de la puerta mientras dejaba caer su morena cabeza sobre la tabla de la mesa, enfocando sus ojos castaños en mí—Buenas tardes, Uchiha-san— me saludó, dirigiéndome una mirada aburrida, distrayendo mi atención de la pequeña rubia. Y junto a ese niño había otro, de aspecto sereno y sumamente pálido, leyendo un inmenso libro con gran interés, y acomodándose, de tanto en tanto, las enormes gafas redondas que cubrían sus ojos negros.
Abrí los ojos con auténtica turbación al no entender por qué había tantos niños pequeños en mi cocina, pero sólo atiné a sonreír con ternura, como años atrás solía hacer cada vez que veía aquella misma escena en mi casa.
— ¡Quiero un vaso de leche!
— ¡Oye, oye! ¡Ubícate, dobe! Estás en mi casa…— giré el rostro sólo para ver como mi pequeño hermano reprendía al niño rubio con el ceño levemente fruncido, y apartaba una pesada silla con notable esfuerzo para sentarse junto a él.
—Itachi nii-san, ¿me das un vaso con leche?
— ¡Yo también quiero uno!
— ¡Y yo!
— ¡Todos queremos leche!
— ¡Ash! ¡Ya cállate, Naruto!— exclamó la niña de pelo rosado, golpeándolo en la nuca y haciéndolo llorar por eso.
— ¡Mira lo que hiciste, tonta!— exclamó el niño de mirada aburrida, acercándose al rubio para consolarlo.
— ¡Sakura-san es mala y fea!— añadió el niño de gafas, dejando su lectura momentáneamente de lado.
— ¡Sai!— vociferó la pequeña de ojos verdes, alzando un puño pequeño pero amenazante— ¡Ya te dije que no me digas así!
— ¡Pues Sakura-san es fea, fea, FEA!— comenzaron a pelear, causando un gran revuelo en la habitación.
—Oh… no llores, Naruto-kun…— la niña rubia se había acercado al lloroso niño, hablándole dulcemente mientras lo abrazaba, hasta que mi hermano irrumpió, empujando al niño rubio con falso disimulo para lograr que la pequeña rubia se alejara de él.
—Ya deja de llorar, dobe. Y no dejes que esa niña tonta te toque, o te pegará los piojos.
— ¡Sasuke-kun!— protestó la niña, soltando al niño rubio para correr tras mi hermanito y abrazarse a su espalda—. ¡No estés celoso! Yo sólo te quiero a ti…
Mi hermano se quedó muy quieto, como si no planeara alejarla de sí.
— ¡Ah! ¡Ino y Sasuke son novios! ¡Y se dan besitos!— gritó de pronto el rubio, comenzando a retozar por la habitación.
— ¡Eso no es cierto!— chilló la niña de ojos verdes, deteniéndose antes de golpear al pequeño de lentes.
— ¡Claro que lo es!— repuso la pequeña rubia, sin separarse de Sasuke— ¡Sasuke-kun y yo nos casaremos!
— ¡¿Q-Qué?!— mi hermanito y la niña pelirrosada retrocedieron con horror.
— ¡Yo no me casaré con nadie!
— ¡Qué cruel eres, Sasuke-kun!— la rubiecita también lloró, iniciando un gran alboroto en la cocina.
—Oye, Itachi nii-san…— el pequeño rubio se había acercado a mi, jalando suavemente de mi pantalón para llamar mi atención— ¿me vas a dar un vaso con leche?
— ¡Sí! ¡Yo también quiero!
— ¡Y yo!
— ¡Yo también!
— ¡Sí!— volvieron a exclamar todos al mismo tiempo, provocando otro gran escándalo en mi cocina.
— ¡Ya, ya! Quédense quietos, ¿sí?— los reprendí con serenidad. Repentinamente, todo volvía a estar en calma, y mi hermano, junto a sus pequeños amigos, había vuelto a sentarse en la mesa, observándome, expectante, mientras mecía los pies que no llegaban al suelo por el aire.
Entonces volví a sonreírles, con ternura que no pude contener.
— ¿Qué quieren de tomar?— pregunté mientras cerraba los ojos un momento.
—Sólo tráenos unas cervezas, con eso estaremos bien.
Una vez más me vi completamente confuso. Abrí los ojos con desconcierto, notando que los niños habían desaparecido, y en su lugar, seis jóvenes adultos me observaban sin mucho interés.
El niño rubio seguía frente a mí, sólo que ahora era tan alto como yo; mi hermanito volvía a ser aquel joven ceñudo y callado. La niña de pelo rosa era ahora una bonita joven, de igual carácter irascible, y la pequeña rubia era toda una mujer, de pronunciadas curvas y hermoso rostro, y se mantenía abrazada al brazo de un pálido moreno que ya no usaba gafas, pero que aún leía aquel pesado libro mientras un joven, de expresión cansina y mirada aburrida, lo observaba con tedio, como si fuera una tarea demasiado pesada para él.
—Claro— les sonreí, acercándome a la nevera.
Entonces sonreí una vez más, dándome cuenta de lo rápido que el tiempo había pasado para todos, y de lo efímero que cada segundo de vida me parecía ahora.
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Continuará...
Hola!
Hacía tiempo quería escribir algo así, y una historia que leí hace poco me dio el empujón -y la tristeza- final. No obstante, este fic ES DE MI AUTORÍA.
Bien, esta será una historia de 4 capítulos.
Sé que la catalogué como un SasuIno, más adelante entenderán por qué ;)
Gracias por leer!
Y no olviden dejar sus reviews!
Atte.
H.S.
