Este multichapter es realmente una recopilación de one shots relacionados entre sí, que hice inspirados en los fanarts de Scarletrose sobre la pareja. Quise ponerlos juntos y rellenar en los huecos de la historia
Dedicado a Scarlet por terminar sus estudios!
Tendía a complicar todo demasiado, a ver fantasmas, a creer en ellos hasta volverlos reales. O quizás no era nada que él hiciera. Quizás no era su culpa. Quizás eran las complicaciones las que se sentían atraídas por él.
En cualquier caso estaba hasta las narices. Asqueado. Enfermo. Furioso. Harto. Estaba hasta la coronilla. Estaba hasta el último pelo. Estaba cada vez más cerca de que la destrucción de la raza humana le pareciera excelente. Aplaudiría, incluso! Estaba a punto de ponerlo todo a arder. Nunca lo haría, claro. Quizás eso era lo peor de todo. Nunca mandaría todo al demonio, solo vivía apunto de ello. Sentirse al borde de una pataleta, pero demasiado agotado como para tenerla, se había vuelto su nuevo estado normal. Esas responsabilidades no eran suyas. No las quería. No debería tenerlas...Pero qué más da?
Suspiró con amargura. No podía hacer nada por deshacerse de las responsabilidades que ya cargaba pero, al menos, podía asegurarse de no aceptar más. Y eso hacía, religiosamente.
Desde hacía mucho tiempo se había retirado de toda actividad que pudiera complicarse. Eso incluía cualquier asunto que pudiera pasar factura emocional. Incluía hacer de niñera. Muy en especial, incluía hacer de niñera de una pelota hormonada de hiperactividad griega con un imán para los problemas y que apenas sabía afeitarse. Una bola de hormonas que había decidido incordiarlo en este preciso momento. Por que estas cosas siempre pasan cuando llevas prisa?
-Piérdete, Milo. No estoy de humor.
-Tú nunca estás de humor!
La voz aguda y alegre del muchacho taladraba su cerebro cómodamente atrofiado, forzándolo a trabajar, a pensar respuestas. Afrodita odiaba eso. Odiaba interactuar, en general. Estaba cansado. Muy cansado. ...Cansado por guardar secretos. Por hacer el trabajo de todos los santos que no estaban presentes. Cansado, irritado, y furioso con el borrego del demonio, con el supuesto libra que era el único adulto y que ni aparecía, dejando a niños de doce años manejando el mundo. Estaba asqueado de compensar por todos, de hacer de niñera y maestro de otros críos cuando era solo un crío el mismo...Estaba cansado y estaba harto. No veía el día en que Hades se alzara de una maldita vez! ¡Y de perderlos de vista a todos!¡De perderse de vista él mismo!
Moriría de aquí a cuatro años. Lo sabía. DeathMask sentía el inframundo vibrar, sabía cuando llegaría el momento, les avisaba. Incluso consideraba que cuatro años era un plazo optimista. Hades se alzaría entonces, la guerra santa empezaría, y todos ellos morirían entonces. Las guerras santas se caracterizaban por ser muy malas para la salud de la élite de Athena.
Otros santos habían sobrevivido en el pasado, pero la esperanza solo engendra cobardía, y Afrodita no tenía la menor intención de albergar ninguna de las dos cosas. Moriría en cuatro años. Estaba en paz con eso. Había aceptado que moriría joven desde el primer momento en que decidió servir a la Diosa de la Guerra. Solo aspiraba a cumplir su deber llegado el momento, y morir en paz tras ello, y cuanto antes llegara el momento en cuestión, mejor.
Que podía hacer entre tanto? Todo era perder el tiempo! Había nacido para el momento de su muerte, como todos los que habitaban ese lugar, y se preguntaba, a veces, qué podía hacer con el resto de sus días. Que más merecía la pena.
No lo sabía, pero sí tenía claro qué cosas no la merecían, y los dramas interpersonales eran una de ellas. No tenia animo. No le importaban…
-Nunca estás de humor!
-Aham. Y, a pesar de ello, tú sigues siendo incapaz de predecir que ese va a ser el caso.
-Quieres pararte un momento para que te pueda hablar?!
-No.
Mirar el cielo azul, eso valía la pena, era de las pocas cosas que valían hasta esa fecha...Su vista, por supuesto, fue interrumpida por la figura sudorosa del heleno, en ropa de entrenamiento y rebozado en tierra batida, cortesía de Tauro y Leo. Milo le cortaba el camino. Afrodita metió las manos en los bolsillos y recostó un hombro contra la columna del camino. Milo, frente a él, copió el gesto como un espejo, y se recostó contra la columna opuesta.
-Espera un momento, quieres? No voy a comerte!
-Eso me tranquiliza- respondió con voz plana y párpados pesados
-Pense que podríamos charlar un poco.
-No tengo nada que hablar contigo
Milo afilo la sonrisa con malicia ante esa respuesta. Afrodita concentró la mirada un poco por toda reacción, como si estuviera observando la vitrina de una exposición de idiotas.
-Mucha hipocresía en una sola frase, ¿No crees, Piscis?-Preguntó el joven, estirando aun más su sonrisa traviesa. Piscis levantó una ceja con pereza.
-Exceso de educación. Tal vez.
-Eres un estirado.
-Me partes el corazón.
-Te crees mejor que todos, verdad?
-No soy yo el que me esta siguiendo escaleras arriba, sin entender que alguien pueda no querer hablar conmigo.
...No solo el cielo...Otras cosas valían la pena también. Le gustaban las peleas, las peleas igualadas de verdad. Cuando no estaba en su jardín, o mirando el mar desde los riscos, vivía en el coliseo. Le hacía sentir vivo. Le distraía. Pocas cosas valían la pena fuera de eso. Esta payasada de conversación? No, esta no. Era hueca, y amarga. La conversación le molestaba y las expectativas que leía en la cara de Milo le enfurecían. No podía interesarle menos
-Oh, venga, deja de hacerte el interesante- El chico hizo amago de acercarse. Afrodita retrocedió para mantener el espacio entre ellos, obviamente irritado-Por qué tienes que hacer las cosas tan difíciles?
-Milo. Mira...no se que quieres. Pero ahora mismo, solo me interesa ir a casa...
-Venga Piscis... No te aburres de estar solo?
Afrodita suspiró, frustrado.
No siempre fue así de cínico. En el pasado, había sentido curiosidad por las relaciones humanas. Se había preguntado si podría encontrar alguien capaz de entretenerle entre día y día hasta que llegara la guerra. Quizás incluso de darle un sentido más allá de la guerra por Athena. No tenía la menor idea sobre de dónde había sacado la idea, las historias románticas no eran precisamente algo con que les cebaban en su educación de soldados, pero el caso es que la había tenido y explorado, y podía decir con firmeza que era una soberana estupidez.
-Los dos sabemos qué hago aquí.
-¿Te marchaste de la guardería porque otros niños se reían de tí?- Milo sonrió de medio lado, tomándose el insulto como un reto. Sus ojos brillaron con energía concentrada. Afrodita examinó al muchacho frente a él, con un deje de melancolía.
En otro tiempo ese chico y él podrían haber sido buenos amigos. Quizás incluso...Si Escorpio hubiera empezado a incordiar un par de años antes, Afrodita seguramente le habría seguido el juego. El muchacho tenía una sonrisa deslumbrante, eso tenía que admitirlo, pero tantas complicaciones por una sonrisa simplemente no valían la pena. Se le escapaba el aire del pecho solo con pensar en ellas. Ahora mismo, casi diecisiete y más viejo por dentro que por fuera, solo quería que le dejaran amor empeoraba todo. Por amigos, por amantes, o por familia, por todo. Te saca de tus casillas, te vuelve imbécil, y, sobre todo, siempre, siempre, siempre, siempre es igual. Las peleas y las guerras en las que no tiene poder pero que sufres igual. Siempre. Demasiado complicado. Demasiado circular. Demasiado grande demasiado rápido. Fuera él o fuera el resto, le tenía sin cuidado. No tenía ninguna gana de complicarse.
-Se que no haces ascos a una amiga de vez en cuando, me equivoco?
-no eres un poco joven para hablar de esas cosas?
-Tenemos casi la misma edad!-Piscis ignoro al muchacho, y trató de esquivarlo para seguir avanzando, sin mucho esfuerzo, y sin mucho éxito-..Se que no solo te interesan las amigas. Eso no lo comentas tanto.
-Hm. Así que es eso?
-Aham. Me vas a decir que no lo has pensado…?
-Te voy a decir que me dejes en paz, Milo, pero eso ya lo sabes.
-No me has quitado ojo durante el entrenamiento. Ni hoy, ni ayer tampoco-El sueco se plantó, frustrado con la conversación, y clavó la mirada en el chico con violencia.
-¿Y?
La respuesta, lanzada como un guantazo, dejó Escorpio un tanto descolocado. Siendo él, se recuperó rápido. Afrodita no quería eso, y le dirigió una sonrisa condescendiente que puso la sangre del griego a hervir. Milo decidió no caer en la provocación, pero falló por completo.
-Como que ÿ"?¿Me vas a decir que eso no significa que estás interesado? No me hagas reir!
-Significa que me gusta mirar. No que me guste tratar contigo
-Deja de jugar, ¿Quieres?
Escorpio hizo amago de acercarse. Afrodita onduló el cuerpo, esquivo al chico con gracia, y echó a andar hacia las tinieblas del cuarto templo, camino de su propia casa
- Vete con alguien de tu edad, Milo. No tengo ninguna gana de jugar a las niñeras contigo.
-Te tienes esa cara bonita muy creida, sabes?
-Y tu deberías usar otro tipo de pantalones si planeas ser marica de forma tan evidente.
Piscis indicó un bulto en la susodicha prenda con la cabeza. Funcionó de maravilla. El chico se puso rojo de rabia, y le siguió a zancadas. Menos interesado ya en conseguir el interés de Piscis como en hacerle retractarse a bofetadas. Le cortó el paso en la entrada de Cáncer. Afrodita se cruzó de brazos, con un gesto de molestia altiva, mientras Milo le apuntaba y empujaba el pecho con un dedo. Viniendo del santo de Escorpio eso era una amenaza más que peligrosa. Piscis la ignoró completamente. Estaba empezando a enfurecerse lo bastante él mismo. Tenia que salir de allí.
-No puedes tratar a la gente así, como si fuera basura...Eres un mentiroso, un cretino engreído, y un reverendo imbécil que va a morir solo a pesar de su cara bonita
-Diría que me rompes el corazón, pero no me gusta repetirme.
-No soy ningún niño
-Se te ha caído el chupete al suelo
-Estas loco, Lo sabes? Todo el mundo sabe que estas loco. Solo para que lo sepas, Piscis. Si me dignara a liarme contigo, el único que acabaría haciendo de niñera sería yo-siseó el muchacho, golpeando al otro con el dedo mientras hablaba- Aquí tú eres el único chiflado, maníaco depresivo que ha hecho por ahogarse alguna vez. Aqui tu eres el único que no puede cuidarse solo!
-¿Has terminado?
Si. definitivamente, en otro tiempo, el chico le habría atraído. Respetaba esa pasión. Entendía esa testarudez. Le gustaba la franqueza con que esos ojos le miraba ahora, mostrando que se sentía herido, que se sentía furioso, que se sentía rechazado...Era...era una pena.
Por un instante Afrodita sintió el impulso de explicarse.
Entonces recordó que nunca nadie les había explicado a ellos anda de por qué iban a convertirlos en carne de cañón hasta que fue demasiado tarde.
Rodeo a Escorpio y siguió camino de su templo.
-¡No tendrías que cuidar de mí!
Afrodita resopló, y sacudió la cabeza, tratando de apartar pensamientos funestos a base de fuerza centrífuga.
No tenía tiempo para esto. Tenia responsabilidades más urgentes ahora mismo (je, como siempre). Tenía que ver si Maks se encontraba bien a la que pasaba por su templo; ver si había perdido la cabeza de una buena vez, si había rostros nuevos. También tenía que hablar con Shura sobre qué hacer si los había... si la maldita cabra no estaba hecha una pelota en el suelo esta vez. También tenía que hablar de Saga. Saga le había dado un par de órdenes que eran simplemente absurdas, e iban a requerir un poco de "interpretación creativa", peor aún no sabía cual. Necesitaba ayuda maldita fuera! Y algo le decía que si habría rostros nuevos. Y algo le decía que Shura sí iba a estar hecho una pelota en el suelo, murmurando dios sabría qué historias esta vez. Dibujadas contra esos pensamientos, las palabras de Escorpio resultaba horriblemente cómicas. El tipo de cómico que te hace querer arrancarte la piel, reír histéricamente, que te hace romper cosas. Ja-Ja! Le habia dicho Aioria, esa misma tarde, que como conseguía no darle importancia a nada. Perspectiva! Quiso decir. Y quiso reírse también. Y quiso sentarse allí mismo y no hacer nada
Que no tendría que cuidarle. Tenia tres "familiares". Tres. No podía abandonarlos pero los odiaba más cada vez, y maldecía el día en que se había apegado a ellos. Ojala pudiera enviarlos al demonio. Ojala pudiera olvidarse de todos. Ojala Hades se levantara pronto!
- ¡No soy un crío, y lo sabes! ¡He dicho que no tendrías que cuidarme!-La voz furibunda cruzó las nieblas del tiempo de cáncer, mientras Afrodita se perdía en ellas.
-¡Exactamente!. No tengo por qué. ¡Pienso asegurarme de eso!
Eso había dicho entonces. Solo quería estar en calma. Y sin embargo allí estaba, dos años después de la discusión en las escaleras, recién llegado de una misión propia, agotado, pero salvándole el cuello a ese mismo crío con el que se había jurado que no iba a cargar, y aguantando después una estúpida y complicada discusión sobre honor, con cara de que le importaba lo más mínimo, mientras una amargura que no comprendía le llenaba la boca. Ciertamente, aquello había sido todo un éxito, Se las había apañado para tener lo peor de ambos mundos, sin alcanzar lo mejor de ninguno.
Como había Llegado a eso?
