Card Captor Sakura y sus respectivos personajes pertenecen a CLAMP.


Lluvia.

Vacío. El invierno de Hong Kong solía ser uno de los más helados, aún más que su natal Japón; sin embargo, no pudo evitar que la brisa fría la confortase al llevarse consigo restos de lo que sería pronto su huida. Sus pequeñas manos sostuvieron febrilmente su pecho, no creyendo que este pudiese soportar demasiado sin romperse.

Sus ojos verdes, anegados de tercas lágrimas calientes, observaron incrédulos el rostro de su acompañante en donde una odiosa piedad la quemaba de pies a cabeza y su leve expresión de tristeza la dividía entre salir corriendo y echarse a llorar. Bien podría –sin arrepentirse –elegir la primera.

Compasivos ojos castaños que ya no soportaban mirarla, examinando manchas inexistentes en el inmaculado piso de madera. Su garganta duele y está haciendo todo lo posible por no llorar; si llora él la consolará y lo que menos desea es sentirse falsamente querida una vez más.

—E-entiendo.

Casi no reconoce la pequeña voz rota que lanza un inútil asentimiento ¿Cómo puede haber sucedido todo esto? La ilusión cándida que traía al cruza el océano destruida con lo que fuere que el muchacho le hubiese dicho ese día. El cielo gris amenazando tormenta y su propios escalofríos impidiéndole reaccionar.

—Sakura… —susurró él, intentando acercarse. Negó con la cabeza, esbozando una fingida sonrisa; consiguió dar unos pasos hacia la puerta y esquivar –al mismo tiempo –a Syaoran que trataba de detenerla. Tocó la puerta de salida, suspirando para sí, esperando por que su boca pronunciara lo que necesitaba decir.

No, Sakura. Basta.

—Sé feliz por mí ¿De acuerdo, Syaoran? —sostuvo —de lo contrario, volveré a asegurarme de ello. —fuerte, dulce. Todas aquellas palabras que la definían. Mordió su labio inferior virando, en su delicado rostro una expansiva sonrisa gentil; la modulación cantarina que solía emplear para dirigirse a él.

—Hasta luego, Syaoran.

Creyó escuchar que el joven la llamaba en su salida, corrió ocultándose en el ascensor del edificio y empujando a las lágrimas fuera. Podía llorar ahora, atrapada entre la lluvia torrencial de la ciudad china y la muda comprensión en el gesto de Tomoyo. Olvidó el auto que esperaba por ellas rompiendo a sollozar sonoramente.

Vacío. El corazón herido que dejaba atrás, a los pies de ese chico; la despedida absurda que se negaba a evocar.


N/A. Sí, esto es raro. Lamentablemente en el amor no todo es color de rosa ¿Saben?, quise imaginarme cómo sería para Sakura que Syaoran la rechazara. Comentarios al botón verde.