Este OS participó en el segundo desafío de DZ del GE: LA MÚSICA ENRIQUECE EL ALMA. Pero lo llevo a edición para hacer una versión más larga de la misma, espero que lo disfruten y lo actualizaré cada vez que pueda. Los personajes no son de mi persona sino de Nakamura-sensei.


—¡POR FAVOR, AYÚDENME! —Exclamó angustiada una joven de aproximadamente 17 años, vestida como una kunoichi en color rojo, de cabello negro y ojos color dorado, sosteniendo en su regazo a otra joven que sangraba y apenas respiraba.

—Al final… Creo que no podré cumplir mi promesa… de quedarme contigo. —Susurró a duras penas la joven que sangraba que al igual que ella llevaba un traje de kunoichi solo que de color rosado.

—No hables, pron… pronto te… te recuperarás. —decía llorando sin poder contenerlo.

—Algo no está bien. —Susurró un joven vestido completamente de negro, de cabello negro y ojos grises, viendo a lo lejos la escena, resultaba de que estaba viendo la obra de teatro donde sus hermanas eran protagonistas, pero algo le indicaba que había algún inconveniente puesto que conocía muy bien a sus hermanas.

—Me pregunto que será. —dijo la persona a su lado que tenía un vestuario de un antiguo guerrero chino, muy estrafalario para estar viendo una obra teatral.

—¡Por favor, ayúdenme!, no quiero que muera —dijo de manera desgarradora, conmoviendo a los presentes y más de uno lloraba ya que la escena parecía muy real —¡Kyoko resiste! —añadió alertando tanto al staff como a los más cercanos a ellas. Eso ya no era una actuación, realmente la joven llamada Kyoko sangraba y poco a poco perdía el conocimiento, el primero en acudir a ellas, fue su hermano mayor y el señor que vestía de manera estrafalaria.

Era difícil pensar que meses atrás no podían verse ni en pintura pero se dice que para todo hay una explicación y en este caso son muchos años atrás, pero para ser más exactos hace 23 años.

—Con esto el contrato ha sido renovado, como en todos estos años a su servicio, nos aseguraremos que nada falle. —afirmó una joven de aproximadamente 21 años de cabello castaño y ojos dorados, la joven vestía de manera formal y juvenil, era una extraña combinación pero que se le veía de maravilla, ella residía en Japón era una de las mejores a la hora de cerrar negocios.

—Gracias señorita Mogami y confió en ustedes. —exclamó una señora elegante de aproximadamente 50 años siendo acompañada por dos hombres vestidos completamente de negro.

Una vez la señora se retiró de la oficina, Mogami respiró profundo y se acomodó en su cómoda silla. Ya tenía 3 años de estar trabajando en una empresa de construcciones pero simplemente no se acostumbraba a la presión que el trabajo requería.

—Señorita Saena… Debería descansar un poco... —susurraba tímidamente una joven de cabello rojizo y ojos azules escondiéndose en la puerta apenas asomando su cabeza.

—Hikari no voy a comerte… Entra. —declaró con los ojos cerrados y una sonrisa. Hikari era una pasante la cual estaba a su cargo, sin embargo, la joven era muy tímida pero cuando lo requería era muy eficiente.

—Solo vine a decirle que el jefe de sección quiere hablar con usted. —anunció cerrando rápidamente la puerta sin haber entrado totalmente a la oficina, dejando a Saena un poco confundida.

Meses después Saena Mogami se encontraba en el famoso restaurante de la Torre Eiffel tratando de cerrar un negocio el cual había dedicado mucho tiempo y que tanto trabajo le había costado, pero como iban las cosas todo indicaba que ese día no le iría tan bien como ella esperaba y para empeorar la situación el lugar le provocaba nauseas porque ella le tenía miedo a las alturas y estaba en una de las mesas más cercanas a la ventana de la cual se podía divisar parte de la ciudad parisina y mayormente lo lejos que están del suelo.

—Señorita Mogami fui específico con mis cláusulas y no quiero cambios. —aseveró un señor de aproximadamente 60 años vestido elegantemente con un traje de color verde oscuro, de ojos negros y cabello canoso.

—Lo sé señor Abadie pero para poder construir el edificio con seguridad es necesario este cambio. —sostuvo Saena respirando tranquilamente para mantenerse lo más calmada posible y no cometer errores en su trabajo (el cual era su prioridad).

—Lo dire de nuevo, no quiero cambios en la construcción o buscaré otra constructora. —exclamó molesto abandonando el lugar y dejando a Saena decepcionada por haber perdido otro día y no haber cerrado ese contrato, que por más cambios que le hiciera el señor Abadie no estaba de acuerdo.

—Esto va a ser más difícil de lo que imagine —murmuró suspirando al cabo de algunos minutos se levantó pero inmediatamente recordó donde se encontraba parada y por equivocación volteo a ver hacia abajo lo que provoco que se mareara y se sostuviera de la mesa.

—¿Se encuentra bien señorita? —preguntó un joven de cabello negro y ojos grises que había visto ponerse pálida al ver hacia abajo.

—Si… Muchi… Muchísimas gracias… —dijo Saena bastante insegura pero con una gran sonrisa de la cual nadie notaria que se encontraba mal.

—Permítame ayudarle. —Insistió amablemente extendiendo su mano.

—Con el debido respeto pero me encuentro bien y no necesito su ayuda —puntualizó parándose firme un poco molesta, caminando lentamente para rápidamente volver a marearse y apoyarse en lo primero que encontró —. Odio las alturas y pensar que por ese estúpido contrato tengo que regresar a este lugar—susurró en japonés para que nadie le entendiera pero sintió el calor de su apoyo, por lo que levantó su mirada encontrando unos hermosos y brillantes ojos grises.

—La escolto hasta el final de la Torre. —dijo al igual que ella en japonés pero con una sonrisa burlona y autosuficiente ganándose una mirada de odio de parte de Saena.

Desde lejos una señora de cabello negro y ojos verdes veía la escena y sonreía, era la primera vez desde que había conocido a Saena que permitía que la ayudasen.

—Esto sí que es una sorpresa. —exclamó una joven de cabello castaño y ojos negros viendo por igual la escena.

—¿Conoce a la pareja? —preguntó curiosa la señora de ojos verdes atrayendo la atención de la otra joven.

—A la chica no la conozco pero al chico si y es extraño verlo interactuar con alguna chica sin que esta se le lance eufórica —dijo acomodando los objetos que cargaba en sus manos—. Pero me imagino que usted conoce a la chica —añadió con suspicacia.

—Que puedo decir —dijo acomodándose en una de las mesas —, es difícil ser la supervisora de una chica que le tiene miedo a las alturas pero supongo que es más difícil cuidar de una celebridad y más siendo tan joven. —exclamó suavemente apoyando sus manos en sus mejillas.

—Una vez te acostumbras es muy sencillo, además que no me gustan los hombres. —aseguró con una sonrisa.

En todo el trayecto del descenso los dos estuvieron muy callados y muy tensos, fue hasta que llegaron al final de la torre que Saena se animó a dirigirle la palabra.

—Gracias por traerme a un lugar mucho más seguro que aquel restaurante. —dijo Saena con más color y un mejor semblante.

—De nada. —dijo con incomodidad, era la primera vez que una chica no se emocionaba con su presencia. Tenía la mala costumbre de que al ver una chica llorando o un poco mal, se acercaba, aunque en muchas ocasiones eso le traía consigo muchos problemas.

—¿Cómo se llama? —Preguntó con curiosidad sacándolo de sus pensamientos por lo que solamente atino a verle confundido— Me refiero que me gustaría conocer el nombre de la persona a la que le debo un favor —puntualizó sonrojada y un poco nerviosa.

—Mi nombre es Heel… Hans Heel. —contestó sin pensar al ver lo tierna y hermosa que se veía al sonrojarse, pero rápidamente se arrepintió al ver su silencio.

—Es un placer conocerlo señor Heel, mi nombre es Saena Mogami—dijo amablemente con una sonrisa tan sincera que cautico al instante a Hans—. Espero volver a verle en otras circunstancias —añadió mientras el viento movía su cabello castaño.

Los días siguieron pasando y ninguno de los dos se volvieron a encontrar, ambos estaban muy ocupados en sus respectivos trabajos. Saena cada día estaba más desesperada porque el cliente nunca estaba de acuerdo con ella. Por otra parte Hans Heel grababa una película policiaca, él era conocido por ser una persona muy amable, sincero y respetuoso pero sobretodo muy hábil en lo que hacía.

—Por hoy terminaremos. —anunció el director mientras todos se iban retirando, algunos a recoger del material utilizado y los actores se retiraban a su camerino.

—Oye Hans, ¿Qué te parece si vamos al restaurante de la Torre Eiffel? —preguntó un joven de cabello rubio y ojos azules.

—Pensé Kuu que tu novia Juliena tenía una pasarela. —se extrañó Hans.

—Su pasarela es mañana, te dije hoy en la mañana… —dijo un poco confundido para luego decirle con burla—: ay amigo te traen con el mundo de cabeza.

—¿Tú crees?

—Y todavía lo preguntas… —susurró negando con la cabeza— Acompáñame a la Torre, allí está mi hermosa Julie esperándonos… Y si no te llevo lo más probable es que me reclame —dijo sacándolo del estudio de grabación sin recibir respuesta.

Saena poco a poco se acostumbraba a la altura de la Torre y ya no se mareaba tan seguido, sin embargo su dolor de cabeza aumentaba poco a poco, al igual que la desesperación y la ira.

—Ya le dije señorita Mogami, que no me gustan los cambios. —dijo el señor Abadie el cual le estaba dificultando el cierre del contrato al punto que era demasiado.

—Si seguimos de esta manera, no llegaremos a ningún acuerdo —dijo con calma—, quiero que sea claro, me diga que es lo que desea y el porque me trajo a Paris si este contrato no avanza —dijo lo más tranquila posible.

—Es muy lista Saena… —susurro con picardía— Es verdad que la razón por la que la traje a Paris no es por el contrato, ya que éste desde la primera vez que lo leí me gusto… Lo que no puedo dejar pasar es la belleza que la rodea mi joven dama —dijo con doble intención—. Si desea que firme y cerremos el contrato… Que le parece si intimamos más… —añadió con una sonrisa y mirada morbosa.

—Creo que se ha confundido de persona… —afirmó molesta, tratando de mantener la calma para no darle un buen golpe para que se quedara callado.

Hans y Kuu llegaron al restaurante, en una de las mesas se encontraba una joven de cabello rubio ondulado portadora de unos brillantes ojos verdes… Kuu no tenía ojos para nadie más que su joven novia y Hans estaba buscando alrededor por si veía a Saena, a lo lejos la diviso pero se veía que contenía su enojo por lo que no dudo en ir a ayudarla.

—Kuu adelántate, enseguida los alcanzo. —le dijo extrañando a Kuu.

—Claro… —alcanzo a decirle mientras Hans ya estaba caminando con destino desconocido.

—Si desea que firme y cerremos el contrato… Que le parece si intimamos más… —Logró escuchar Hans que lo molesto pero antes que hablara Saena le contesto con una voz cargada de odio y deseos de sangre—. Creo que se ha confundido de persona… —él estaba seguro que si dejaba las cosas como estaba necesitarían una camilla.

—Saena... —dijo Hans utilizando sus dotes de actor cumpliendo con su finalidad el cual era atraer la atención de la susodicha— Creí que ya habrías terminado de cerrar el contrato y ya estarías libre para que almorzáramos. —añadió sorprendiéndola aunque no se le noto demasiado pero él le dio una pequeña seña para que le siguiera el juego.

—Lo siento cariño… El señor Abadie no está de acuerdo con mis clausulas, así que no podré acompa… —decía Saena siguiéndole el juego hasta que fue interrumpida.

—No se preocupe señorita Mogami... ¿Dónde debo firmar? —dijo el señor Abadie sacando una pluma del bolsillo de su saco.

—En ésta parte de aquí, aquí y aquí —dijo Saena señalando las líneas donde debía de firmar pero con una gran sonrisa, mientras Hans seguía serio y con un aura oscura.

—Disfruten de su almuerzo… Seguiremos en contacto señorita Mogami… Buenas tardes joven Heel —dijo retirándose rápidamente.

—¡Wow! —dijo Saena ocultando su rostro con sus manos— Creí que jamás lograría que firmara —susurraba aliviada.

—Tanto lleva en este proyecto. —preguntó curioso.

—Demasiado para mi gusto —contesto por inercia para luego preguntarle —: dígame señor Heel a ¿Qué debo su ayuda nuevamente?

—Simplemente vi a alguien que necesitaba mi ayuda señorita Mogami —dijo Hans con una sonrisa recargándose en una de las sillas.

—Sabe la otra noche estaba viendo una película e imagine mi sorpresa al verlo como el personaje principal, sinceramente nunca imagine que fuera un actor y uno muy conocido debo resaltar. —dijo Saena acomodando todos sus papeles y revisando alguna que otra página.

—¿Es eso algo malo? —cuestionó Hans con el ceño fruncido, apretando ligeramente la silla.

—No para nada… Solo es… ¿Interesante? —exclamó con indiferencia, sin voltearlo a ver.

—Veo que usted no es como las demás mujeres, señorita Saena. —aseguró Hans con una sonrisa.

—Es todo un halago viniendo de usted. —expreso Saena devolviéndole la sonrisa pero esta vez posando sus ojos dorados en los grises de Hans.

A lo lejos una pareja de rubios veía la escena con una sonrisa y se abrazaban más de lo que ya estaban.

—Es como una linda historia de amor —comentó con un suspiro la joven de cabellera rubia ondulada; portadora de unos lindos y grandes ojos verdes.

—¿Tú crees Julie? —cuestionó su acompañante ganándose una mirada de reproche de parte de su novia.

—Kuu… Cariño… Hablo en serio. —aseveró Julie levantando una de sus elegantes cejas.

—Cálmate Julie solo bromeaba —explico Kuu levantando los brazos en señal de rendición, pero después de un momento volvió a hablar dirigiendo su mirada a la pareja que sonreía de lo más tranquila y normal—: Me alegro por Hans, solo espero que no vaya a tener la mala experiencia de su relación anterior.

—Nos encargaremos de que eso no suceda. —dijo con gran esperanza Julie.

—Entonces mi bella novia vamos a conocer a la chica que tengo curiosidad —propuso Kuu levantándose y extendiendo la mano para que su novia Julie la tomara.

—No me parece correcto… —dijo Julie con un poquito de pena colocándose las manos en su pecho en una escena bastante tierna que sabía que su novio caía fácilmente— A quien engaño, muero de curiosidad también. —añadió tomando la mano de Kuu, para después caminar con ligereza y elegancia de una manera que donde y como caminara atraía las miradas, las cuales Kuu se encargaba de alejar.

Continuara…