Disclaimer: Naruto no me pertenece, es de Masashi Kishimoto.

Aviso: Este fic participa en el reto "¡No al romance!" del foro Secreto en el Valle del fin.

Advertencia: Posible OoC.

499 palabras.


La sangre fue desvaneciéndose entre la tierra y el pasto, y el viento sopló, secando las gotas que habían coloreado las margaritas que Sarada aplastaba con su cuerpo herido. Ella ya sabía que se iba a morir, desde el veinticuatro de noviembre, cuando ChouChou le contó un sueño en el que perseguía una luciérnaga. La mujer quiso dejar en orden su vida, llamó a su padre y se sentaron a hablar en la terraza de una cafetería, mientras en el bar de enfrente sonaba el saxofón de Sidney Bechet en manos y boca de un principiante que no alcanzaba las notas.

—Papá, voy a morirme antes de que termine el año.

Sasuke no dijo nada, pero apartó el café, como si este le impidiera escuchar bien. Era una noche muy espesa, sin estrellas. La luna se dejaba adivinar tras una gruesa manta de nubes negras, y Sarada tenía mucho frío, pero se le había olvidado el suéter en casa y ya nada se podía hacer. Si lo pensaba bien, podía concluir que su relación siempre había sido así; Sasuke siempre inmutable y Sarada siempre intentando decirle algo sin echarse a temblar del frío.

—¿Quieren matarte?

—No, no es eso. Y tampoco estoy enferma. Me voy a morir, eso es todo lo que sé.

—¿Te quieres quitar la vida?

—No, papá. —Sarada soltó un suspiro largo y cargado de tristeza, le ofendía el saber que Sasuke nunca la escuchaba—. Solo moriré. ChouChou tuvo un sueño…

Sasuke habría reído si hubiera sido otro el que se lo dijera. Los ojos negros del hombre repararon en la mujer. El mismo tipo de cabello, las mismas pestañas, los mismos patrones de lunares sobre el cuello, y el mismo labio espantado que tiembla cuando está a punto de llorar.

—Quería despedirme de ti…

—¿Querías o quieres?

Empezó a llorar, dominada por el sentimiento de ira, sin saber por qué podía plantarle cara a todos menos a su padre. Apretó los puños y se marchó del lugar, y al poco tiempo Sasuke la siguió. Mientras Sarada caminaba por las calles solitarias a paso veloz, Sasuke iba detrás de ella, en silencio, como un perro siguiendo a su dueño.

—¡No me sigas! ¡Siempre haces lo mismo! ¡Nunca te preocupas por mí, papá! ¿Alguna vez vienes a mí para verme? Te tengo que perseguir siempre, como una idiota. Y ahora te burlas de mí y ni siquiera me dices que me quieres.

—¿Quieres que diga que te quiero?

—¡No!

Sarada recordó aquella conversación mientras sus ojos se cerraban, memorando la sorpresa que sintió después cuando su padre la alcanzó y le puso su abrigo sobre los hombros, sin decir más.

No sabía cuándo había sido más tonta, cuando creyó que Sasuke no la quería, o en ese momento, por haberse cortado de manera tan profunda practicando con la espada.

Se despertó días más tarde en el hospital, y lo primero que vio fue el abrigo de su padre sobre la silla al lado de su cama.