Inuyasha no me pertenece a mi, obviamente, sino a la gran Rumiko Takahashi

¡Hola a todos! Bueno, primero que nada, después de muchísimo tiempo, vuelvo al mundo del fanfic de Inuyasha. Después de años y haber reculado en muchas historias ya escritas, he decidido poner de nuevo los pies en estas tierras y escribir una historia que empezó a rondarme por la cabeza ya desde mi más tierna adolescencia (es decir, años atrás, años). He pensado mucho acerca de escribirla o no pero finalmente he decidido que lo haré, poco a poco, eso sí -porque no dispongo de mucho tiempo para escribir, sino prguntadles a los pobres seguidores de mis fics de Harry Potter xD)- y espero que, si os gusta, sigáis la historia y la disfrutéis, así que sin más que decir...

¡Disfruten ustedes de su lectura!


REIKO

Había miles de demonios por todas partes; los cielos se habían llenado de esencia maligna y por todas partes había humanos y youkais muriendo a diestro y siniestro. Luchaban unos contra otros; youkais, mikos, soldados y campesinos. Todos tratando de buscar una vía de escape, una forma de despertar de aquella pesadilla que parecía no tener fin y que había surgido como por arte de magia. Nadie se permitía siquiera una pausa para descansar y cada vez estaban más exhaustos, incluso aquellos más fuertes que estaban en primera línea de batalla; poblados enteros alrededor de todo Japón luchando entre sí, devastadores poderes demoníacos descargados sobre cualquier otro ser vivo que se pusiera por delante mientras que el color del cielo era de un morado intenso y venenoso. Costaba mucho respirar en casi todos los sitios, salvándose algunos templos donde los poderes de los sacerdotes conseguían purificar un poco el aire.

Una mujer de unos treinta y pocos años de pelo castaño y ropajes de miko miraba, sin embargo, el desenlace de los acontecimientos desde su sitio. Se sentía totalmente impotente, pues ni siquiera ella, que era considerada una de las mikos más poderosas de todo el mundo, era capaz de hacer más por la gente; no tenía suficiente poder como para ello y sabía también que tampoco le quedaba mucho tiempo de vida. Llevaba días, semanas, desde que empezó todo aquello sosteniendo una barrera espiritual muy poderosa y aguantaba como podía, pero la reciente herida en el costado derecho del torso le dificultaba muchísimo las cosas. Claro que si hubiera sido una herida normal, quizá tendría algo de esperanza, sin embargo...contra un veneno como aquel, en unas condiciones tan lamentables como las suyas...no podía hacer nada. Miró al youkai que yacía muerto en frente de ella; había conseguido matarle pero había sido demasiado tarde. Su cansancio había mermado muchísimo sus reflejos y por ello estaba en aquella situación.

En su cabeza se barajaban ochenta posibilidades a la vez. No por miedo a morir, sino por miedo a que su muerte no valiera para nada. Tenía que encontrar una solución y se maldijo a sí misma por no haber descubierto todo aquello desde el principio; por no haberlo evitado mucho antes...y fue entonces cuando abrió los ojos desorbitadamente. Había una forma y solo una, así que dejó un sello donde estaba ella para intensificar la barrera en su ausencia y, corriendo como si no hubiera mañana, se dirigió al templo, dónde, entre muchas mujeres, ancianos y niños refugiados, finalmente dio con ella.

Una niña de unos trece años que tenía el pelo tan plateado como la luna y los ojos tan dorados como el sol se giró rápidamente hacia ella tras mover de una forma muy graciosa las pequeñas orejitas de perro que tenía en la cabeza. La miró con muchísimo miedo y, dejando de lado lo que estaba haciendo, fue corriendo hacia ella, jadeando entrecortadamente. No podía ser lo que estaban viendo sus ojos. Quiso tocarla pero la mujer tendió una de sus manos y le acarició la cara suavemente, sonriéndole con tristeza.

Ahora estaba segura, no había otra forma de hacerlo.

-Reiko- dijo, acercándola un poco más a ella. La susodicha empezó a temer lo peor e, instintivamente, apretó fuertemente el Haori rojo que llevaba puesto, como si así se esfumaran todas las malas noticias del mundo. Si había algo malo, no quería escucharlo. -Mírame por favor.

Obedeció, compungida. Su mirada la delataba y no pudo evitar comenzar a llorar en silencio. No quería escucharlo. No quería que le dijera que se estaba muriendo. Si se lo decía, se volvería realidad.

-Reiko, tienes que escucharme -la miko se agazapó para ponerse a su altura y la miró con tristeza, dolor y amor -esto es muy importante ¿de acuerdo? Necesito que hagas algo vital para todos, pero tienes que ser muy fuerte ¿entiendes?

-S..sí...-murmuró ella, desconcertada. Ella se esperaba otra cosa y, aunque seguía asustada, un atisbo de curiosidad surgió en ella. La miko, sin embargo, omitió sus gestos y la miró directamente a los ojos, seria.

-Me estoy quedando sin poder espiritual y las cosas están muy mal -comenzó -y si seguimos así...-se quedó un momento en silencio, tratando se tragarse el nudo que tenía en la garganta y no mostrar miedo frente a ella, no quería asustarla más de lo necesario -si seguimos así se acabó, para todos.

Reiko negó con la cabeza casi instantáneamente.

-Va...vamos a ganar, ya lo verás -le dijo, insegura -papá conseguirá ganarles a todos...¡Ya lo verás! -exclamó, haciendo más visible aún su llanto.

-No es posible, cariño...-le dijo con tristeza -no es posible en estos momentos, es demasiado tarde. No nos dimos cuenta y es demasiado tarde, pero aún hay una salida. Y solo tú puedes salvarnos, Reiko.

-Pe...pero...yo...-empezó, sin saber qué decir. Quería ayudar pero como miko no servía para mucho y como luchadora, tampoco. Por mucho que trataba de entrenar no conseguía estabilizar su poder espiritual con el demoníaco y eso la hacía muy torpe. ¿Qué podía salvar ella si no servía para nada?

-Tienes que confiar en tu poder -le dijo -porque es lo único que te ayudará a a encontrarles y solo ellos podrán ayudarnos.

-¿Quién..? Ellos, ¿quien? -preguntó, desesperada.

La miko sonrió con cierta nostalgia y respiró hondo. Estaba pasándolo realmente mal.

-Voy a utilizar lo último que me queda de poder para enviarte al pasado -siguió -pero una vez allí no voy a poder hacer nada más por ti...así que tienes que ser muy muy fuerte, confiar en mi, en tu padre y en ti misma ¿de acuerdo? Y cuando estés allí..una vez que hayas vuelto al pasado -le acarició la cara con las dos manos, de donde empezaba a emanar una luz cálida y blanca.

-¿Qué...está pasando? -se desconcertó la niña, tratando de comprender, sin embargo, la miko la había inmovilizado y no era capaz de zafarse.

-Reiko, escúchame bien, una vez que estés allí debes buscarles, ellos son los únicos que pueden cambiar la historia. Cuando los hayas encontrado, y esto es MUY importante -enfatizó mucho el "muy" - debes darle el pendiente a ella. Recuérdalo porque es lo más importante del mundo.

-No...¡No! ¡No quiero irme! ¡No! ¡Por favor! ¡No!-exclamó ella, llorando. Le importaba un pimiento la persona de la que estaba hablando la miko, no quería irse y no quería dejarla sola. ¡Que se estaba muriendo, por dios! No quería dejarla ni alejarse de ella. Ni siquiera podía darle un abrazo y eso la estaba matando.

La miko, viendo a la niña tan indefensa, tan triste y desesperada también empezó a llorar. Después de todo, sabía que no la volvería a ver nunca, al menos no de aquella manera y en aquel tiempo.

Reiko, sin embargo, estaba empezando a verlo todo más borroso y el tacto que tantos años había amado estaba sintiéndose cada vez más frío y lejano; traslúcido.

-¡Noooo! -gritó la niña, desesperada -¡Por favor! ¡No quiero irme así! ¡Por favor!

La miko, a pesar del dolor que sentía al ver a la niña en ese estado, no detuvo el proceso y siguió adelante. Debía hacer aquello justamente por ella, para que pudiera tener un futuro de verdad.

-Búscales, Reiko -continuó- busca a Inuyasha y a Kagome -le dijo, en el último momento, justo antes de dejar salir su último soplo de vida.

Reiko, desesperada, sintió que todo su mundo se desgarraba a su alrededor como si fuera un copo de nieve y, mientras veía a su ya casi transparente madre desaparecer, una luz cegadora la envolvió por completo al mismo tiempo que ella gritaba como si estuvieran partiéndola en cuatro, llamando, entre lágrimas, a su madre por última vez antes de perder completamente la consciencia.

Sin embargo, ya no había respuesta.

Continuará.


Bueno, ¡espero que os haya gustado esta dramática introducción a la historia! Nos vemos en el siguiente capítulo ~

Sin mucho más que decir, sigue la línea de puntos y...¡Comenta!

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With love,

K