Hola a todos, les traigo esta nueva historia que espero sea de su agrado. Me estuvo dando vueltas mucho tiempo. Esta pareja está muy abandonada, solo vi un fanfic sobre ellos y era ligerito. Así que me dije a mi misma ¡Mi misma debes hacer un fanfic de ellos! ¡Y aquí está!

Disclaimer: Los personajes y sus versiones Nyo! pertenecen al genialísimo Himaruya Hidekaz.

México: José María Canek Moctezuma Bocanegra es de mi creación.

Pareja principal: México x Nyo!Rusia.

Otras parejas: Unilateral Nyo!Bielorrusia x Nyo!Rusia; Unilateral Nyo!Lituania x Nyo!Bielorrusia.

Aclaraciones:

Esta historia esta basada en la canción "25 rosas" de Joan Sebastián.

La canción que canta Chema es "Cielo rojo" de los hermanos Zaizar.

Nyo!Rusia: Anastasia "Anya" Braginskaya.

Nyo!Bielorrusia: Vladislav Arlovsky.

Nyo!Lituania: Irina Laurinaitis.

Nyo!Ucrania: Dimitri.

Guatemala: Sofía.

En letra normal, los eventos en tiempo presente.

En letra cursiva, los eventos en tiempo pasado.

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Veinticinco girasoles.

Era una mañana soleada cuando un hombre caminaba por la acera de una calle concurrida, esquivando con éxito a las personas mientras entonaba una canción:

Solo sin tu cariño

Voy caminando

Voy caminando

Y no sé que hacer

Ni el cielo me contesta

Cuando pregunto por ti, mujer.

José María dejo de cantar cuando llego a la florería a unas calles de su hogar.

—Buenos días, Lupita —saluda a la joven dependienta con una sonrisa como cada mañana.

—¡Buenos días, Chema! —responde la muchacha—. Un ramo grande girasoles —afirma con una sonrisa mientras escoge las flores más grandes y hermosas del local.

—Como siempre —responde el moreno sacando su cartera del pantalón.

—Aquí tienes.

Lupita entrega un precioso ramo de rebosantes girasoles, envuelto en papel celofán y adornado con un listón rojo.

—Gracias, nos vemos mañana —Chema se despide y empieza a caminar calle arriba con una sonrisa en su rostro.

Anya Braginskaya escucho el sonido del timbre de la casa, rápidamente corrió a la puerta de su habitación y la cerro con llave por dentro. Lentamente se metió a su armario, cerró las puertas y se acurruco mejor en su refugio. Pasaron varios segundos que se le tornaban horas antes de escuchar unos pasos acercándose a su habitación. La rusa tembló en su lugar al imaginar el cuchillo que siempre portaba su hermano menor, arañar en cualquier momento la puerta de su habitación hasta destruirla. Para sorpresa de Anya se escucharon unos leves toques en su puerta, al instante reconoció la voz de Irina, una de sus asistentes pidiendo permiso para entrar en la habitación. La rusa se levanto despacio, abriendo la puerta de su armario, salió acomodándose su pulcro vestido color salmón. Abrió la puerta encontrándose con un hermoso ramo de girasoles frescos, fragantes y muy hermosos.

—Buenos días, señorita Anastasia —saludo una bonita castaña detrás del regalo.

—Privet, Irina —respondió la rusa con una sonrisa, era el efecto de esos pequeños soles, la ponían de buen humor.

—Llego este ramo para usted —hablo más tranquila la joven.

Los girasoles hacían inmensamente feliz a su patrona cada vez que adornaban en un ramo en su habitación. La felicidad de Anya Brangiskaya garantizaba la tranquilidad de todos los trabajadores en su hogar.

—¿Son de Vladislav? —pregunto Anya, temerosa que apareciera frente a ella en cualquier momento su hermano menor.

—No, señorita Anastasia —respondió Irina—. El joven Vladislav traería el ramo personalmente —se apresuro a agregar, algo triste por la ausencia del hermano de la rusa, de la que estaba perdidamente enamorada.

Anya tomo entre sus delicadas manos la tarjeta. Suspiro. Lo había olvidado, su hermano menor entregaba los regalos personalmente cuando se trataba de ella. Eso significaba que Vladislav aun no llegaba de visita todo el día como todos los domingos.

—Colócalas donde siempre —ordeno con voz dulce al comprobar que las flores eran de su admirador no tan secreto.

—Enseguida —Irina agarro uno a uno esos bellos girasoles del ramo ante la mirada resplandeciente de la rusa, colocándolos delicadamente en el jarrón con agua fresca que previamente había preparado en el interior de la habitación—. ¿Se le ofrece algo más señorita Anastasia? —pregunto la chica con una sonrisa.

—Si necesito de tus servicios, te lo hare saber —dijo Anya acariciando los pétalos de un girasol.

—Con su permiso me retiro —la castaña hizo una reverencia antes de salir de la habitación.

—Irina —llamo Anya a la castaña antes que esta cruzara la puerta.

—Si, señorita Anastasia —la voz de la lituana salió temblorosa, temiendo haber hecho algo que disgustase a su señora.

—Esto debe quedar entre nosotras como siempre ¿Da? —la voz era fría y amenazante.

—Como usted ordene, señorita Anastasia.

Irina salió de la habitación temblando, al bajar de las escaleras se encontró con sus primas. Ellas tenían estrictamente prohibido revelar que la señorita Anastasia recibía flores todos los días de un admirador secreto o recibirían la furia del joven Vladislav Arlovsky, si es que sobrevivían a la ira de su señora.

La rusa se sentó en su cama y volvió a leer la tarjeta:

"Me imagino lo ocupada que debes estar con tus obligaciones, perdóname si en algo te interrumpí mandándole estos veinticinco girasoles. Cada una de estas flores representa cada hora que pienso en ti. Si algún día siente frio tu corazón recuerda que hay alguien que te ama."[1]

José María.

Anastasia sonrió ante las palabras escritas. Hace un poco más de 2 años había recibido los primeros girasoles de su admirador secreto. El tener entre sus manos aquellos pequeños soles, la hacían sentirse dichosa. Conocía esas flores desde que era una chiquilla, le fascinaron por su semejanza con el sol, el cual se aparecía por poco tiempo y en menor intensidad en su natal Rusia.

La rubia suspiro recordando aquel primer ramo.

Ese día se cumplían dos años de haber comenzado una nueva vida lejos de Rusia. Estaba muy feliz había hecho amigos en su trabajo, era verdad lo que decían de México, era un país muy cálido y amable.

Señorita Anastasia, este ramo es para usted —hablo una castaña de ojos verdes mostrándole un hermoso ramo de girasoles.

¿Para mí? —susurro acariciando los pétalos amarillos.

Sí, el repartidor menciono su nombre —respondió Irina con una sonrisa.

Irina, colócalas en un jarrón con agua fría y en la mesita de la sala —ordeno la rusa con una sonrisa dulce en su rostro.

La lituana obedeció inmediatamente. Anya se sentó en el sofá individual con intenciones de leer el periódico pero los girasoles robaron su atención, le era difícil resistirse a ellos.

Así pasaron los días y un ramo de girasoles nunca faltaba en su casa. Primero sin tarjeta y después con mensajes románticos pero sin nombre. Al final ella le dio una nota a Irina para que se la entregara al repartidor cuando este trajera el próximo ramo con la orden de entregar la carta que enviaría a su vez a su admirador. Ella quería conocer a su admirador o al menos saber su nombre.

El timbre se escucho, Anya espero a que pasara frente a ella alguna de sus tres asistentes. Ninguna atendió al llamado inmediatamente. Paso un minuto y nada. La rusa frunció el seño molesta, esas niñas recibirían un castigo por su irresponsabilidad. Se levanto a abrir la puerta.

Buenos días, flores para la señorita Anastasia Brangiskaya —dijo un joven moreno vestido de traje.

¿José María? —pregunto sorprendida la rusa de ver ahí a su amigo.

El que viste y calza —respondió con una sonrisa.

¿Qué te trae por aquí? —pregunto Anya poniendo un dedo en sus labios e intentando recordar si tenían algún pendiente.

Vengo a traerte este humilde obsequio —Chema mostro el ramo con relucientes girasoles—. Tu amiga me dio la nota en donde decía que deseas conocerme… y aquí me tienes —dijo viendo ese par de amatistas que poseía la dueña de sus desvelos.

La rusa quedo estática viendo esos ojos color marrón que por efecto del sol tomaban una coloración rojiza. José María, su compañero de trabajo era su admirador secreto.

Anastasia me gustas mucho —la verdad era que le encantaba pero no quería asustarla diciéndole que la amaba—. ¿Aceptarías salir conmigo? —pregunto esperando un si o en dado caso un rechazo pero no pensó ser casi arrastrado hacia dentro de la casa de la rubia.

Espera un momento —pidió con una sonrisa sentándolo en la sala.

José María solo asintió como niño bueno. Anya tomo el obsequio de las manos del moreno y subió a su habitación a toda prisa. Acomodo el ramo junto a su ventana. La rusa tomo su bolso, era un lindo día para salir a pasear. De regreso a la sala paso frente a un espejo. Se acomodo mejor la bufanda que le había obsequiado su hermano Dimitri. Dejo una nota a sus asistentes para que no la esperaran.

Vámonos —dijo sonriendo.

Si me permite señorita —el mexicano ofreció su brazo. Ella acepto. Juntos salieron a disfrutar del domingo.

Anya suspiro. Todo iba de maravilla entre los dos, el tiempo hizo que se conocieran más íntimamente y al final decidieron convertirse en novios. Todo era perfecto a sus ojos. Cuando decidieron a dar a conocer su relación al mundo, apareció su hermano menor.

Escucho el timbre de la puerta y de reojo vio pasar a la pequeña letona. Anya suspiro volviendo acariciar esos hermosos pétalos.

¡Señor Vladislav!—grito aterrada la pequeña asistente.

La rusa al escuchar el grito sintió un escalofrió recorrer su columna vertebral, se estremeció al ver a su hermano menor llegar hasta ella y apretarla en un abrazo que le quitaba el aire.

Vlad… ¡Vladislav qué haces aquí! —exclamo entre sorprendida y algo temerosa.

Vine a protegerte —respondió apretándola más a su cuerpo.

No… no es necesario… —la rusa se removió algo incomoda entre los brazos del joven.

¿Que sucede Anya? —pregunto preocupado.

Me estas apretando mucho, Vlad —dijo ella bajando los ojos.

El joven la soltó pidiéndole una disculpa. El bielorruso tomo las manos de su hermana colocándolas cerca de su corazón.

Esta ciudad es peligrosa, podía pasarte… —el rubio callo al darse cuenta de la presencia de los girasoles—. ¿Quién te regalo esas flores, Anya? —pregunto apretando inconscientemente las manos de la joven y exigiendo la verdad.

Vladislav —la rubia cerró los ojos dejando escapar un quejido. La fuerza de su hermano era demasiada—. Las mande a comprar, sabes que me encantan los girasoles —dijo lo primero coherente que le vino a la mente.

No será necesario que las compres mas —Vladislav la miro a los ojos—. A partir de mañana te traeré a diario girasoles.

El rubio soltó lentamente a su hermana.

Gracias —respondió Anya intentando sonreír.

La rusa se sentó en el sillón escuchando lejanamente las palabras de su hermano sobre una cena para celebrar el reencuentro. Su atención la tenían como siempre los girasoles y aquel que siempre enviaba diariamente un ramo.

Desde ese día recibía dos ramos de girasoles cada mañana. El ramo de Vladislav permanecía en la mesita de la sala mientras el ramo que recibía de José María estaba en su habitación, cuyo acceso era vedado con excepción de Irina quien hacia el aseo.

Ella le pidió a José María que mantuvieran su noviazgo en secreto a pesar de las protestas de su novio que dijo que estaba dispuesto a pedirle de rodillas a Vladislav, si era posible para que diera su aprobación a su relación. Ella se negó. No quería que su hermano lo lastimara por su culpa. Desde ese momento mantenía una relación oculta a los ojos de los demás sobretodo de su hermano menor.

Anya se dirigió al último cajón de su cómoda. Lo abrió quitando el falso fondo que poseía. Coloco en una pequeña caja decorada con girasoles secos la tarjeta junto a sus hermanas. Volvió a colocar el falso fondo. Tomo un girasol del jarrón y se encamino a su ventana.

—¿Dónde estás? —se pregunto abriendo su ventana y dando un vistazo al exterior. Sonrió al ver no muy lejos de su casa a su novio. "Te amo mi morenito" Dijo utilizando el lenguaje de los sordomudos para que lo entendiera.

"Te amo mi güerita" respondió con una sonrisa en el mismo lenguaje que ella.

—Muy pronto estaremos juntos… te lo prometo —se dijo muy decidido, era hora de hablar con su cuñado celoso. Chema se recargo mejor en un árbol del parque cercano a la casa de su amada. No podía esperar más para su próximo encuentro.

—¿Qué haces aquí, José María? —pregunto una muchacha castaña de ojos chocolate.

—¡Hola Chofis!... aquí disfrutando de la naturaleza —respondió como siempre.

—¡Me llamo Sofía! —le dio un coscorron a su primo—. ¿Tienes idea de qué hora es? —pregunto con una sonrisita maliciosa.

José María fijo su vista en su reloj de pulsera.

—Son las 8:00 am. —dijo rascándose la nuca.

—No se supone que debes ir al trabajo —menciono Sofía ensanchando su sonrisa.

—¡Eh! ¡Nos vemos! —grito echándose a correr ¿Dónde rayos había estacionado su camioneta?... esperen un momento—. ¡Hoy es sábado! —grito deteniendo su carrera al acordarse de que ese día era su descanso. Escucho las risas de Sofía.

—Debiste ver tu cara —dijo su prima, conteniéndose la risa.

—Mmm yo no trabajo pero tu si.

La muchacha paro de golpe sus carcajadas.

—¡Me las vas a pagar Chema! —grito corriendo en busca de un taxi.

—¡Espera Sofía, yo te llevo! —grito Chema tras ella aguantándose la risa.

Ambos se subieron al auto del mexicano. José María se recargo en el volante mirando hacia la casa de Anya.

—¡Apúrate idiota!

Sofía agarro a coscorrones a su primo sacándolo de su nube.

—¡Cálmate Chofis! —dijo el moreno, su prima tenía la mano pesada—. ¡Eso me dolió! —grito al recibir un bolsazo en la cara.

—¡Cállate y arranca de una vez! —grito al borde del colapso… ¡Su malvado jefe la iba a poner de patitas en la calle!

—¡Te voy a acusar con la FEPADE! —grito arrancando a toda velocidad.

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Notas mías.

[1]: Las palabras son extractos de la canción "25 rosas" de Joan Sebastián. El titulo también lo saque de esa canción, solo cambie rosas por girasoles.