Una cabaña de madera, rodeada de una capa nívea de muchos centímetros de espesor, brillando como si tuviera un resplandor propio. Algunos árboles salpicaban el lugar, la mayoría de hoja perenne, con tonos verdosos muy apagados. El invierno era duro en aquellos parajes, aunque los habitantes estuvieran acostumbrados. El cielo estaba teñido de una luminosidad extraña, salpicado con nubes de un gris oscuro que avisaban de una nueva nevada. Era por la mañana temprano; el momento en el que la mayoría de la gente se levantaba para comenzar un nuevo día.
En esa tranquilidad, en esa paz que solo puede tener una casa en medio de la naturaleza, donde los animales y aves estaban despertándose del sopor nocturno, se escuchó un grito, no de miedo, sino de sorpresa, dentro de la casa. Rápidamente, se escuchaban los pasos de una persona, que iba sin vacilar a un lugar concreto de la casa. Se paró en seco, parecía por los sonidos que se oían que descolgaba el teléfono y llamaba a alguien. ¿Se puede saber qué me está pasando? Se decía la figura que llamaba. Por fin, consiguió contactar con la persona deseada y empezó una conversación un tanto agitada por los nervios.
-Su-san, me ha pasado una cosa muy extraña –la voz de Finlandia, la persona que había llamado, estaba un tanto entrecortada y nerviosa –no sé qué hacer.
-Tranqu'líz'te, por f'v'r. N' t' ent'end' muy bi'n. (Tranquilízate, por favor. No te entiendo muy bien.)
-¡No quiero tranquilizarme! ¡Es horrible lo que me ha pasado! Tengo… tengo el pecho hinchado, las caderas más anchas, y la camisa me va más ajustada de lo normal. Me siento muy extraño…
-¿Est's enf'erm'? Voy p'r' all'. (¿estás enfermo? Voy para allí).
-¡No Su-san, no vengas! –la voz sonaba más avergonzada –no quiero que me veas así.
-V'y a 'r. No pu'do est'r de br'z's cruz'd's (Voy a ir. No puedo estar de brazos cruzados) –la voz de Suecia sonaba severa, como si no admitiera un no por respuesta.
-Pero… -Finlandia estaba terriblemente avergonzado -¡es que soy ahora una mujer!
La cara de Suecia era un poema, y no hablaba. Un silencio incómodo inundó la llamada, hasta que Fin decidió romperlo, porque se encontraba cada vez peor.
-¿Su-san, sigues ahí?
-Voy p'r' all' (voy para allí) –y colgó, dejando a Finlandia de pie, ante el teléfono, con la cara roja por la vergüenza. Pero no sabía que eso sería solo el comienzo de sus problemas.
Finlandia, un muchacho de pelo rubio, corto y brillante, siempre coronado con una boina blanca como la nieve, junto con unos ojos violáceos, muy hermosos. Su carácter era desenfadado y alegre, siempre tenía una sonrisa en sus labios y veía el lado bueno de las cosas. Aunque en un principio se mostraba tímido con los demás, cuando adquiría confianza le encantaba hablar de cualquier tema. Así era el joven conocido como Finlandia. Pero, sin saber muy bien por qué, su fisonomía había cambiado: su pelo había crecido considerablemente, transformándose en una cascada de dorados cabellos que caía por sus hombros, y su pecho había crecido considerablemente, haciendo que su camisa estuviera un poco más ajustada. Ya no era un chico, sino una chica. Su interlocutor, de una altura muchísimo mayor que Finlandia, también tenía pelo rubio, mucho más corto, unas gafas sencillas y unos ojos de un azul muy profundo, siempre con el ceño fruncido, como si estuviera todo el rato enfadado, aunque en el fondo fuera una persona muy atenta. Era conocido como Suecia; Su-san para Finlandia y familiares cercanos.
El día anterior…
Era por la tarde, y Finlandia se encontraba sentado en una de las sillas situadas en el exterior, en el pequeño jardín cubierto de nieve. Cubierto con una manta, estaba aprovechando los últimos rayos de la tarde que calentaban un poco el ambiente. Dentro de poco, empezaría a caer el sol, y sería sustituido por la luna. Pero hasta ese momento, quería aprovechar al máximo. Hanatamago, su dulce perrita, se encontraba acurrucada a sus pies, acompañándole en todo momento. Dormitaba tranquila, aguantando el frío gracias a su blanco pelaje.
A Finlandia le encantaba esa vida tan apacible, donde podía escuchar extasiado los sonidos de la naturaleza, como el canto de los pájaros, y poder poner orden a sus ideas. No le gustaban las reuniones con sus compañeros, porque tenía que escuchar un montón de discursos un tanto aburridos o hacer todo tipo de papeleos. Era tan agotador el trabajo, que no tenía ni un segundo para respirar, y eso lo agobiaba sobre manera. Era en esos momentos cuando agradecía con toda su alma que Su-san, Nor, Den o Ice-kun estuvieran a su lado. Tenía suerte de tener a unos familiares tan cercanos y preocupados por él. Aunque la gente pensaba que no nos llevábamos muy bien por las pequeñas discusiones que tenían entre ellos, eso solo era la superficie, porque en el fondo tanto Finlandia como el resto sabían que se apreciaban entre ellos.
Su momento de tranquilidad fue interrumpido por el sonido de la puerta, chirriante, y una serie de pasos que se dirigían hacia él. Desperezándose un poco, cosa que también hacía Hanatamago, se frotó los ojos, como si hubiera estado durmiendo durante mucho tiempo. Cuando volvió a abrir los ojos, tenía frente a él a Suecia, que lo esperaba con su mirada seria y reflexiva. Con su sola presencia, sin emplear palabras, Finlandia se acordó de algo que ocurriría esa misma tarde.
-Es cierto, esta tarde tenemos visita. Después de tanto tiempo, por fin estaremos todos reunidos bajo un mismo techo. Tengo ganas de verlos a todos. ¿Tú también, Su-san?
Su compañero rubio simplemente gruñó un poco, como gesto afirmativo. Fin sonrió para sí. Aunque era un poco complicado vivir con una persona que no hablaba en casi ningún momento, uno se acababa acostumbrando. Incluso se llegaba a saber el significado de sus gestos y sonidos, por lo que las palabras ya no eran necesarias. Era uno de los encantos de su compañero. Ya despierto del todo, entró en la casa, seguido de Su-san y de la perrita, que ladraba alegremente mientras movía la cola. Fin siempre que veía a la perrita tan feliz, no podía evitar sentirse también contento. Amaba demasiado a aquella perrita. Pero no podía seguir pensando en esas cosas, pues los invitados estaban a punto de llegar.
Tenían que dejar adecentada la casa para la llegada del resto de los Nórdicos. Su-san se encargaría de preparar las bebidas y algo de picar para la reunión, mientras que Fin se encargaría de limpiar un poco la habitación de las visitas, disponer la mesa para las bebidas y organizar un poco las cosas. Siempre dejaba a Su-san los asuntos referentes a la cocina, porque su compañero se desenvolvía muy bien allí, al contrario que él. Desde la última vez que cocinó, Su-san le había prohibido de forma velada que se acercara a la cocina. Cada vez que intentaba hacer algo, se interponía en su camino y le mandaba algún recado o le disuadía para que al final no se acercara. Y Fin, que no era tonto, se daba cuenta de ello. Pero aceptaba que era un negado en la cocina, mientras que Su-san era un genio… sobre todo cuando hacía dulces. Le encantaban sus dulces.
Así pasó una hora, hasta que llamaron a la puerta. Por las voces que se oían, no podían ser otros que no fueran los Nórdicos, su familia. Una sonrisa afloró en su rostro, pues tenía muchísimas ganas de verlos. Rápidamente se dirigió a la puerta y la abrió para recibirlos.
-¡Buf, sí que hace frío en tu casa, Fin! –decía un despreocupado Dinamarca –a poco más se congela el vaho que salía de mi boca.
-Mira que eres exagerado –comenzaba a decir Noruega, que no podía evitar meterse con su hermano –si en tu casa hace el mismo frío, o incluso más.
-Pues la sensación que tengo es que hace mucho frío –seguía insistiendo Dinamarca –por una vez podrías apoyarme, Noru.
-Nunca
Mientras seguían discutiendo, Fin se acercó a Islandia, el más callado y distante de todos los Nórdicos. Lo saludó alegremente y le preguntaba si estaba bien, qué tal le iban las cosas… lo típico cuando hace mucho tiempo que no ves a una persona. Siempre que hablaba con Islandia, sentía que podía comentarle cualquier cosa, porque siempre guardaba los secretos y no compartía apenas nada con el resto; como mucho, con su familia, pero a nadie más. Con un gesto de sus manos, Fin guió a sus invitados a la sala de invitados, donde ya estaba la mesa dispuesta y las bebidas colocadas en sus respectivos sitios.
-Veo que Suecia está en todo –dijo Dinamarca, no sin cierto sarcasmo –no me extraña que quieras que esté siempre a tu lado, Fin.
-Den-kun, no digas esas cosas.
-Solo te tiene envidia, Fin. Déjalo.
-¿Yo, envidia de Fin? Creo que si tuviera que vivir con una persona que apenas habla enloquecería.
-Sí, teniendo en cuenta que tienes que hablar todo el día y a todas horas –esas últimas palabras Noruega lo decía con tono de reproche -.
-Ya empezamos con las peleas… -decía en un susurro Islandia -.
-¿P's' alg' c'n Fin? (¿Pasa algo con Fin?) –Suecia, como si de un fantasma se tratara, apareció justo detrás de Dinamarca, con su cara de enfado tan característica. Cada vez que se encontraban en la misma sala, Dinamarca y Suecia acababan lanzándose cosas, literalmente-.
-¡Ah! ¡Suecia, no sabes aparecer en una conversación de forma normal! Tranquilo, solo estaba diciendo que cómo Fin podía vivir contigo, nada más.
-Rep't'l' (Repítelo) –decía Suecia, con un timbre de amenaza en su voz -.
-He dicho que no entiendo cómo Fin puede vivir contigo, nada más –decía, provocando a su hermano. Hacía mucho que no se veían, y nunca estaba de más demostrar a su querido hermano que seguía en forma -.
-Estamos aquí para tener una charla civilizada entre nosotros, no a acabar gritando y discutiendo entre nosotros. Por favor, parad de una vez –Finlandia, sabiendo lo que se avecinaba, se había interpuesto entre los dos gigantes del Norte, para calmar el ambiente que cada vez estaba tornándose más tenso -.
Suecia respondió con otro de sus extraños sonidos, como signo de aprobación. Si Finlandia se lo decía, se tragaría todo su orgullo para cumplir su petición. Dinamarca, que tenía una sangre vikinga muy belicosa, daría por empatado el enfrentamiento, pero no lo consideraba como el último de aquella tarde.
Pasaron una tarde tranquila, sin muchos incidentes, charlando animadamente como nunca lo habían hecho. Tampoco faltaron los típicos comentarios de Noruega, cortos pero directos, el silencio de Islandia o los piques entre Dinamarca y Suecia. Finlandia lo observaba todo con una sonrisa en los labios. Esa era su familia, y lo que más quería en el mundo. Gracias a ellos, su vida no era tan aburrida, sino todo lo contrario. En la parte final de la velada, cansados un poco todos los presentes, Finlandia y Suecia se dedicaron a retirar todas las cosas de la mesa, dejando solos a sus invitados.
-Su-san, cuando limpies las copas, déjalas ahí mismo y ya las colocaré en su sitio –decía Finlandia en la cocina a su compañero -.
-N' t' Mol'st's. Ya l's c'l'car' yo. (No te molestes. Ya las colocaré yo).
-Venga, Su-san. Vale que no soy muy diestro cocinando, pero tampoco soy un patoso. Puedo llevar las copas hasta su sitio.
En la sala de invitados, los tres nórdicos que quedaban, escuchaban la conversación muy atentos. Dinamarca sonreía divertido, mientras que Noruega e Islandia tenían una cara indescifrable, no se podía saber si escuchaban la conversación, les parecía graciosa o no. Finalmente, Dinamarca decidió romper el silencio, un tanto incómodo, pues no soportaba las extrañas miradas de sus acompañantes.
-Y dice Finlandia que no son pareja… parecen marido y mujer.
-A algunos les cuesta más aceptar sus sentimientos que a otros –decía Noruega, como si fuera una sentencia y no admitiera discusión alguna -.
-Ya pero… cuando algo es tan evidente, es simple cabezonería –decía Dinamarca, bajando el tono de voz, como si fuera más una reflexión en voz alta-.
-Y lo dijo el mayor cabezón del mundo –intervino Islandia -, es mejor que les dejemos en paz. Se tomarán el tiempo que haga falta.
-Is, creo que se te ha pegado la mala costumbre de tu hermano. ¡Ahora tú también te metes conmigo!
-Noruega no es mi hermano –enfatizó mucho la palabra no -.
-Bueno, es un gran progreso. Ahora aparece la palabra hermano y mi nombre en la misma frase. El siguiente paso es unirlo dentro de la frase.
-Jamás.
-Nunca digas nunca, her-ma-no.
-Bueno, bueno, creo que debemos dejar el tema a un lado –Dinamarca había temblado ante la forma en que Noruega dijo hermano. Es cierto que se parecían mucho Noruega e Islandia, pero tener como hermano a Noruega debía de ser algo muy extraño. Demasiado, a decir verdad -. Volvamos al tema de Suecia y Fin.
-¿Qué te pasa con ellos? –preguntó Islandia -.
-Que se dejen de tonterías y admitan que viven juntos. Así las cosas son más fáciles.
-Podrían vivir en la misma casa. Cierto, sería todo más fácil –añadía Noruega, que andaba distraído mirando las cosas que había en la habitación-. Además, Finlandia es un negado cocinando. Necesita a Suecia cerca si quiere comer decentemente.
-Yo creo que Fin piensa que Suecia se merece algo mejor. Es lo típico.
-De las novelas, no de la vida real –completaba Noruega -.
-Pero es posible que Fin piense eso de verdad. No estamos seguros…
-Pero Suecia quiere a Fin tal y como es, y teniendo en cuenta que uno de los pocos que le entiende y soporta, cosas muy importantes, no creo que piense eso –aportaba Islandia -.
-Yo lo solucionaré –dijo de pronto Noruega -.
-¿Seguro? No sé si debería fiarme de ti –Dinamarca no estaba muy convencido del rápido ofrecimiento de Noruega. Seguro que había pensado en algo, pues no solía decir las cosas a la ligera. Sentía curiosidad, a la vez que cierto temor. Esto no era más que el antecedente de una serie de líos mucho mayores. Como una telenovela -.
-No diré nada de lo que me arrepienta. Al menos no me traiciona la lengua, no como otros.
-¿Qué me traiciona la lengua? ¿Ya empezamos otra vez?
Así pasó la tarde, discutiendo de nuevo, hasta que llegaron de nuevo Suecia y Finlandia. Retomaron la conversación con nuevas risas y entretenimiento, hasta que cayó la tarde. En la entrada, se despidieron de sus invitados. También era el momento en el que Suecia tenía que volver a su casa también. El último que se despidió de ellos fue Noruega, que dijo unas extrañas palabras a Finlandia que no supo comprender.
-Te ayudaré a ver la verdad.
Dicho esto, se fueron todos, incluido Suecia. Se quedó en silencio, meditando las palabras de Noruega, intentando sacar un significado claro, una conclusión. Pero nada. Como siempre, su hermano Noruega era una caja de misterios… y sorpresas.
