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Ingreso


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El silencio en aquella gran sala era gutural, parecia que no habian personas allí, por el contrario el juzgado estaba por tomar la decisión crucial que guiaria el destino de las cuatro chicas que se encontraban ahí, detrás de un escritorio esposadas de manos y píes.

– ¿Algo más que agregar? – cuestionó la juez sentada en su gran silla viendo a todos hacia abajo.

Era una mujer rubia, ojos color miel que a pesar de su edad se veía todavía con cuerpo magnifico y cutis perfecto.

– Nada, mi señoria. – respondió otro hombre, este vestía formal con un traje negro y corbata gris.

– Bien, entonces. – la mujer se levantó de su asiento tomando el papel que el juzgado le estaba otorgando, lo leyó con detenimiento para después decir: – El jurado a tomado la decisión y se nombrán a las acusadas como: Culpables.

La sala siguió en silencio, pues la respuesta era más que obvia.

– Condeno a la banda Kunoichis a quince años de prisión – continuó la juez –sin derecho a fianza por estafa y lavado de dinero con monto más de diez millones de dolares a diferentes bancos y a empresarios de la ciudad. – tomó el martillo y lo estrelló contra su escritorio dando el ultimo veredicto. – Se cierra sesión.

Todas las personas que estaban presentes en la sala se pusieron de pie en silencio y comenzaron a salir. Mientras que el grupo de chicas esposadas de pies y manos se quedaron en sus lugares.

– Lo siento, chicas. No pude hacer más. – se disculpó el hombre de traje girandose al grupo de hikas.

– No te preocupes, Kakashi. – sonrió una pelirrosa. – No es como si tuvieramos muchas esperanzas.

El peligris solo las miraba con ojos tristes.

– Venga, no te pongas así. Nos la sabremos arreglar. – trató de animar aquella rubia de cabello largo.

– Soy un abogado de papel, Ino – sonrió sarcastico – Solo pude reducir los años de condena. – se recriminó él mismo.

– Y lo hiciste muy bien – otra chica como pudo le talló el hombro a Kakashi – Preferimos quince años a veinticinco. ¿Cierto, chicas? – todas asintieron en respuesta.

– No trates de animarme, Tenten, que no lo lograrás. – la castaña solo le miró. – Y tu Hinata… – la nombrada alzó su vista hacia él – Cuidate, ¿si? – ella asintió – Todas, por favor, cuídense. – con ambos brazos las acunó a todas en su pecho.

Pequeñas lagrimas se formaron en los ojos negros del peligris haciendo que las cuatro chicas tambien sollozaran un poco. Estuvieron varios minutos así, despidiendose con un fuerte abrazo sin decir nada.

– Sakura, Ino, Tenten, Hinata. – las nombró una por una mientras se separaba de ellas – Las visitaré cada que pueda, no se preocupen.

– No tienes que hacerlo… – comenzó Sakura.

– Puedo y quiero hacerlo – interrumpió el hombre – Se reciben visitas cada quince días, así que ahí estaré y quiero verlas a todas juntas, ¿de acuerdo? – las cuatro asintieron, sabian que no podian hacerlo cambiar de opinión – Bien.

Con esto ultimo, caminaron a la entrada de la sala de juzgado y divisaron a un par de policias que la estaban esperando para reclutarlas hacia la patrulla.

Antes de llegar Kakashi les dio un ultimo abrazo a cada una. No queria soltarlas pero eso era lo que tenia que hacer por ahora. Con su pulgar se limpio sus propias lagrimas y las ajenas tambien, las chicas aunque quisieran mostrarse serenas y fuertes, sus ojos demostraban lo contrario, se les reflejaba la tristeza. Sin embargo, no podian ser las victimas, ya que habian robado y estafado a muchas personas, sus caras de angel camuflajean bien su interior.

Por eso, cuando las condenaron, muchos jueces dudaban el meterlas a la carcel, no se les veía la pinta de ser criminales, pero cuando se veian las evidencias, nada podian refutar, eran ellas.

En una camioneta las metieron a las cuatro, Kakashi se quedó viendo a lo lejos, ya no podia estar cerca de ellas, su abogado, quien las defendió a capa y espada solo pudo quitar años de la condena, para su desgracia, no pudo hacer nada más, queriendo arrancarse cada cabello gris por la desesperación, sin embargo, confiaba en ellas para portarse adecuadamente y que salieran antes por buen comportamiento. Aunque muy internamente, Kakashi sabia que esas cuatro juntas eran un torbellino. Sonrió melancolico.

Vio alejarse la camioneta del recinto y, derrotado, se dirigió de nuevo a su hogar.

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– Los he llamado aquí, Naruto, Shikamaru, Sai, Sasuke… – comenzó un hombre de cabello largo y negro hasta la espalda – Puesto que es fin de mes y en estas fechas, llegan nuevas reclusas. – avisó caminando detrás de los cuatro hombres que se encontraban formados y rígidos en su oficina – Esta vez son solo cuatro, pero son una de las bandas más peligrosas, son mujeres pero eso no quiere decir que sean menos habilidosas – regresó de nuevo a su asiento principal – Así que tengan cuidado con ellas.

– Si, Orochimaru. – respondieron todos en coro. El nombrado sonrió satisfecho.

– Bien, aquí está el expediente de cada una. – dijo mientras les pasaba carpetas con hojas dentro.

Los chicos los tomaron y empezaron a hojear meticulosamente, cada quien tenia uno diferente. Orochimaru le hizo una seña al primer policia de la fila para que empezara a leer.

– Tenten Ama – comenzó el rubio – Mujer de veinticinco años de edad, complexión delgada, cabello y ojos café, maestra en armas de fuego, era quien ejecutaba los planes junto con una de sus compañeras de banda, seducía y drogaba a los empresarios para robarles pertenencias de valor y dinero en efectivo.

Suspiró. De verdad que las generaciones de ahora solo pensaban en dinero. Giró si rostro a la derecha indicándole a su compañero que ya había terminado de leer.

– Sakura Haruno – siguió el policía con cabello de piña – Mujer de veintitres años de edad, complexión delgada, cabello rosa y ojos color verde, inteligente, es el cerebro de la banda pues era quien formulaba los planes de estafa y robo, tambien cuenta con conocimientos basicos en artes marciales.

Problemático. Pensó enseguida, mujeres y artes marciales para él no era una buena combinación y menos cuando habia riñas entre ellas y él las tenia que separar dificilmente. Pero ya tenia experiencia en ello, sin embargo, no le dejaba de parecer fastidioso.

– Hinata Hyuga – continuó leyendo Sai – Mujer de veintidos años de edad, complexión delgada, cabello negro azulado, ojos color perla, tiene habilidades computacionales, ella era la encargada de hackear las cuentas de los bancos y asi poder traspasarse dinero a sus propias cuentas.

Solo veintidos años y la joven ya robaba bancos, Sai abrió ligeramente los ojos, le sorprendia de sobremanera pues la cara que la chica tenia reflejaba que no seria capaz ni de romper un plato.

– Y por último… – insitió Orochimaru mirando al policia con la unica carpeta que no habian leido – Por favor, Sasuke.

El hombre fijo sus ojos en el expediente empezando a leer.

– Ino Yamanaka, mujer de veintitrés años, complexión delgada, cabello rubio y ojos azules, era una de las que implementaba técnicas de seducción para robar a sus víctimas, jugaba con sus mentes haciendo que le revelaran las contraseñas de sus cuentas bancarias.

De nuevo reinó el silencio despues de leer las descripciones de las nuevas reclusas que estaban por llegar, es decir, era increible que un grupo de chicas jovenes hayan robado y estafado a cientos de empresarios y a sus cuentas bancarias, asi tambien como traspasar dinero de los bancos para su propio beneficio.

– Como ven, los rostros de estas chicas son como de cualquier joven comun y corriente – los cuatro policias dirigieron su mirada a las fotos que tenian en cada carpeta, no podian negar que eran muy bonitas, si se las encontraban en la calle jurarian que estaban estudiando la universidad – Pero ellas son criminales y deben tratárseles como tal – sentenció mirandolos serio.

– Si, Orochimaru. – respondieron al unísono, nuevamente.

– Llegaran en un par de días, yo les avisaré para que las escolten hasta sus celdas. – avisó – Pueden retirarse.

Los hombres salieron de ahí sin decir alguna palabra, ya cuando estaban a varios metros de la oficina se suspiraron aliviados y sus cuerpos se relajaron, cada que estaban en la oficina de Orochimaru debian ser muy serios y pararse como soldados, eso en cierta manera los ponia nerviosos, su jefe era demasiado perfeccionista con sus trabajadores, y más si era el Jefe del Reclusorio Femenil de Tokio.

– Cada vez llegan más jóvenes – suspiró decepcionado Naruto – Las generaciones de ahora están más podridas.

– Cierto – concordó Sai caminando a lado del rubio – No se que es lo que piensan ahora, esas chicas deberian de estar estudiando para salir adelante, no estar robando para su conveniencia.

– No deberiamos juzgar… – regañó Shikamaru girandose a verlos – Siempre ha habido condenas injustas, y si lo piensan bien, esas chicas no se ven como si fueran ladronas.

– Pero también recuerda lo que dijo Orochimaru, sus caras son como cualquier joven pero eso era lo que les ayudaba a hacerse de todo el dinero, seducían y robaban, además están las evidencias. – opinó Sasuke cuando llegaron a su descanso. – Todos son inocentes hasta que se demuestra lo contrario. Y por lo visto, a ellas les demostraron que eran culpables.

Con esta última frase, Shikamaru se encogió de hombros y dieron terminada la conversación, no tenía ganas de discutir sobre si aquellas mujeres eran inocentes o no.

Los cuatro chicos se sentaron en una mesa con sus respectivas sillas, estaban en la cafetería del reclusorio, solo que no había nadie, todas las reclusas estaban en sus celdas pues eran las nueve de la mañana y ellas desayunaban hasta las diez, pidieron su comida y cada uno ingirió lo que pidió. Estuvieron charlando un buen rato, de cosas triviales y de cómo se la había pasado el fin de semana, dadas las nueve con treinta minutos, se levantaron y se dispusieron a cubrir sus puestos.

Naruto le tocaba el área del patio, afuera, en donde la mayoría de las reclusas se pasaban el rato pues estaban cansadas de estar encerradas. Donde caminaban, conversaban y pasaban el rato.

Sasuke se quedó en el comedor, donde tenía que verificar que todas las reclusas comieran, no quería que nadie muriera de desnutrición, también tenía que vigilar que todas ingirieran sus alimentos de forma ordenada.

Por su parte, Shikamaru se fue hacia los baños de la estancia, ahí era en donde más se hacían las riñas entre las mujeres, lo que decía que eran demasiado problemáticas, sin embargo, él siempre controlaba la situación antes de que se saliera de las manos.

Sai se dirigió hacia los pasillos del reclusorio donde estaban las celdas, corroborando que nadie se quedara ahí, también vigilaba que nadie tomara pertenencias ajenas.

Los cuatro se conocieron ahí, el primero en llegar fue Sasuke, después de unas semanas se integró Naruto seguido de Sai, y el que apenas había entrado era Shikamaru. Ya llevaban un par de meses de ser compañeros de trabajo, ninguno nunca se imaginó hacer amigos ahí dentro y fue algo estupendo, no querían estar todo el día aburridos sin conversar con alguien, las reclusas no contaban, tenían estrictamente prohibido relacionarse con ellas más de lo necesario.

El reclusorio lo manejaba Orochimaru junto con su mano derecha, Kabuto. Nadie repelaba las decisiones del pelinegro, se hacía a diestra y siniestra lo que él ordenaba. Las reclusas en cuanto llegaban le tenían miedo injustificable, pues Orochimaru nunca les daba razones para temerle.

Solo que cuando alguien infringía una regla, tomaba medidas drásticas para que no lo volvieran a hacer, las mandaba al Hoyo, como decían comúnmente las reas. Que ciertamente se trataba de celdas alejadas de las demás, en donde no podían salir por ningún motivo, no veían la luz solar en días ocasionando que se perdieran de las horas, les llevaban comida solo para no perecer, por lo que cuando regresaban a las celdas normales, se sentían en el paraíso.

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El día había pasado tranquilo, no hubo ningún problema que el consideraría problemático, veía por las ventanas que ya estaba oscureciendo indicando que pronto podría irse a casa, miró su reloj y marcaban 7:28 de la noche, por lo que se propuso ir a donde las reclusas y avisar que era hora de ducharse.

Todas y cada una regresaba del baño con una toalla en la cabeza, él estaba en la puerta sin embargo no podía ver nada hacia dentro. Supuso que la última reclusa ya se había duchado cuando atrás de él sintió una presencia. Se giró sobre sus talones y bufó.

– Avisé hace una hora que era tiempo de ducharse. – regañó a la rubia frente a él, normalmente usaba cuatro coletas pero ahora lo llevaba suelto hasta sus hombros.

La mujer sonrió, solamente estaba cubierta con una toalla de sus pechos hasta las rodillas.

– Sabes que no me gusta ducharme cuando hay más gente ahí, Shikamaru… –esta ultima parte lo dijo con una voz aterciopelada que erizó los bellos de él.

– Eso debiste pensar antes de hacer las cosas que te metieron aquí, ¿no lo crees? – contraatacó el pelinegro. – Y es oficial Nara, para ti. – esto ultimo lo dijo para converncerse más a él que a ella. Porque era imposible no pensar en lo bien que se oía su nombre en esos rosaceos labios.

Ella hizo un mohín inflando las mejillas.

Siempre hacia lo mismo, todos los días, todas las reclusas compartian el baño, pero Temari, siempre era la ultima en hacerlo, pues le disgustaba compartir regaderas.

– Y tú, siempre me dejas bañarme al final, no hagas de esta una excepción. – lo miró divertida, le encantaba él, sus gestos, su forma de ser, la forma en que todo le parecia problemático. Pero obviamente, él no lo sabia.

– Tienes 5 minutos. – terminó y salió para cuidar la puerta y no los descubriesen rompiendo las reglas, ya que no se permitían usar los baños a estas horas.

No sabía como, pero esa mujer siempre hacia que flaqueara, y verla ahí, solamente con una toalla alrededor, hizo que su cabeza se imaginara un mundo de cosas, que rapidamente desechó al dejarla sola.

Escuchó como las gotas de agua empezaron a caer, suponiendo que la rubia ya empezó a ducharse, imaginó como esa manta transparente recorre su cuerpo, como el agua tibia la hace relajar sus musculos, imaginarse ese cuerpo sin la toalla encima…

Me estoy volviendo loco. Confesó mentalemente. No debo involucrarme con ninguna de ellas.

Pasaron los segundos y Shikamaru todavia no podía sacarse de la cabeza a esa rubia. Como por arte de magia su sentido común lo abandonó y disimuladamente empezó a acercarse hacia las duchas.

Maldición, sabia que estaba completamente incorrecto hacer lo que iba a hacer, pero ¡al diablo! Con un vistazo no dañaba a nadie.

A pasos lentos a dentró la cabeza a los baños, no sin antes percatarse que los pasillos estaban completamente abandonados, y sus compañeros probablemente esten cambiandose para irse a casa.

Visualizó como aquella mujer masajeaba sus hombros, Shikamaru tenía una vista precisa de su blanca espalda, desgraciadamente para él, la puerta le tapaba el trasero de la chica sin embargo, podia seguir viendo sus curvilineas piernas. Tragó en seco cuando Temari volteó, pero no fue a él si no para enguagarse la parte posterior del cuerpo.

El corazón lo tenía a mil por hora y fue ahí cuando su sentido comun regresó a él.

Eres un idiota. Se recriminó. Mira que espiar a esta mujer como si fueras un maldito adolescente, y para colmo, nuestro amigo se despertó. Dijo palpandose sus pantalones y poder sentir un bulto comenzando a crecer.

Escuchó como se cerraban las regaderas, y volvió a su posición carraspeando un poco para disimular, sus manos posicionas una arriba de la otra de tal modo para parecer un correcto policia que estaba en todo momento en su deber.

¡Patrañas! Le gritó su cabeza y él en respuesta chasqueó la lengua.

Observó de reojo como la mujer salía de la puerta igual que cuando entró, solo que esta vez su cabello estaba metido en una toalla tambien.

– Muchas gracias, oficial Nara – caminó sonriente por todo el pasillo hasta perderse en él.

Se golpeó la frente con la palma de su mano.

En vez de mejorar la situación, solo la habia empeorado. El bulto de sus pantalones habia crecido considerablemente después de escucharla decir oficial Nara, aunque sinceramente creyó que lo habia hecho a proposito. Y no ayudaba mucho tampoco el haberla visto contonearse por todo el pasillo y ver su trasero remarcarse por debajo de la toalla.

– Es ofical Nara, para ti – se burló de sí mismo– Idiota.

Miró su reloj y se encaminó hasta donde se supone que deberían estar sus compañeros, no sin antes acomodarse los pantalones y esperar a que su erección disminuyera sino sus esos tarados pasarían años molestándolo.

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– Apresurense, el carruaje ha de estar por llegar – mencionó divertido Naruto, pues él se referia a la camioneta donde cada sabado por la mañana llegaban más reclusas.

– Eso dejó de ser divertido desde… oh, espera, nunca lo fue. – atacó Sasuke a pasos igualmente apresurados.

– Si no llegamos a tiempo, Orochimaru nos va a colgar – todos voltearon a ver a Sai con algo de terror, esa idea les ponia los pelos de punta.

– Si eso sucede, le aventamos a Sasuke a su oficina, y asunto arreglado – sugirió el rubio divertido.

– Naruto hijo de perra…

– Es cierto, despues de todo siempre has sido su favorito – Shikamaru igualmente se involucró en la platica.

– Pudranse.

Y entre bromas pesadas, llegaron al estacionamiento del recinto.

– Que alivio. – dijo Naruto, pues la camioneta de traslado todavía no llegaba.

Los cuatro oficiales se pararon rectamente en la acera, minutos después sonaban sus altavoces.

Traslado numero 137 – se escuchó del otro lado – En unos minutos llegará.

– Entendido – contestó Sai por todos – Estamos listos.

Y como fue, minutos después una camioneta de alta seguridad y blindada se posicionó delante de ellos. De él se bajaron dos oficiales más que se dirigieron hacia la parte de atrás del vehículo. Abriéndola dejando ver a cuatro mujeres.

– Salgan – demandó uno de los oficiales que manejaba – Este será su reclusorio.

Entoces las muchachas se levantaron y caminaron encorbadas una tras la otra hasta estar pisando la acera de aquel reclusorio, de espaldas a los cuatro oficiales que esperaban por ellas.

– Estos cuatro oficiales que están aquí, las guiarán y les explicarán las reglas del establecimiento, sus derechos y obligaciones como reclusas y les dirán en donde se quedarán a dormir a partir de ahora – terminó señalando a Naruto, Sasuke, Sai y Shikamaru que todavia estaban de pie detrás de ellas.

– Nos vamos– anunció el oficial subiendose a la camioneta junto con su comañero para despues de unos segundos marcharse.

– Atención. – habló fuerte Sasuke, algo que hizo respingar a las chicas –. Media vuelta, ahora. – mandó y ellas asi lo hicieron, quedando frente a los cuatro muchachos.

Vaya, eran las mismas a las que Orochimaru les hizo leer sus expedientes, las mujeres que estafaron y robaron a los bancos y empresarios más prestigiosos de todo Japón. Si no fuera porque estaban esposadas de pies y manos, Naruto hubiera creído que era una equivocación, pero como recordaba, eran esas mismas que días antes estaban esperando.

Tenían cara de no romper ningún maldito plato, a diferencia de las reclusas que siempre llegaban ahí. Todas vestían ropa normal, pues todavía no les entregaban el uniforme. Y maldición, las cuatro estaban buenísimas, ¿Qué? ¿Apoco creyeron que siendo hombres no tendrían ese tipo de pensamientos? Deberían estar en una pasarela de modelaje, no en un lugar así. Pero bueno, ya no se podía cambiar nada.

Aunque un presentimiento cubrió a Sai, Naruto y Sasuke, y carajo, no sabían si bueno o malo. Solo sentían que con la llegada de esas chicas, su vida en el reclusorio iba a ser completamente diferente a partir de ahora. Shikamaru por su parte, al estar ahí, no dejaba de pensar en una rubia de ojos verdes.


¿Qué dicen? ¿Vale la pena seguirla?