Destino

Estimadsseguidors:

No es que vaya a abandonar mis otras historias (Simplemente Lizzie y Darcy y Norte y sur, la historia después del final) pero este nuevo relato apareció en mi mente y tenía la necesidad de escribirlo.

Está obviamente inspirado en Orgullo y Prejuicio y en otras clásicos de ese estilo pero con una ambientación moderna que me resulta mucho más cómoda de imaginar que la era georgiana. Además tiene unos poquitos toques autobiográficos.

Espero que les guste. Comenten!

Laura

Capítulo 1

"Seguro no quieres que me quede a ayudarte?"

"No mamá, seguro. No te preocupes, ya hiciste bastante, no quiero que te esfuerces de más."

"Bueno, como quieras. Te dejé comida en la heladera y también algo de fruta. Si necesitas algo me llamas. No te esfuerces mucho, si?"

"Tranquila, no creo que haga mucho hoy. Además Julie me prometió venir a ayudarme en cuanto se libere de su trabajo."

"Llámame luego."

"Sí mamá, adiós."

Lizzie cerró la puerta detrás de su madre y, una vez sola, miró su nuevo hogar con una mezcla de satisfacción por haber cumplido finalmente el sueño de la casa propia (aunque no fuera más que un pequeño departamento en un segundo piso por escalera) y de espanto por la titánica tarea que tenía por delante: decenas de cajas y enormes bolsas negras cubrían casi totalmente el piso del salón. Le llevaría días ordenar todo eso.

'Primero lo primero', pensó y se abocó a abrir las cajas de libros empezando con una que estaba marcada con grandes cruces rojas y contenía sus tesoros más preciados: Mujercitas, Anne de los tejados verdes, Jane Eyre, Persuasión, Cumbres borrascosas, Norte y sur, Grandes esperanzas, Orgullo y prejuicio, sonrió al rememorar aquellas historias que habían marcado su infancia y juventud. Los limpió con cuidado y los llevó a su cuarto para ponerlos en la biblioteca bajo la ventana, al lado de su cama. Siempre los tenía cerca, eran su medicina para momentos especiales. Cuando estaba particularmente triste o alegre o melancólica, sabía que en las obras de las Bronte, Dickens o Jane Austen, encontraría las palabras justas.

No pudo evitar ojear cada uno de los libros que ponía en la biblioteca y así se le pasó la tarde sin darse cuenta. El timbre de la puerta la sacó de su ensueño y cuando se levantó notó que ya había caído el sol, que tenía las piernas dormidas por la posición y que moría de hambre.

"Uy, qué desastre es todo esto!", dijo Julie cuando entró. "Toma, traje algo para tomar el té."

"Qué bueno, esto famélica." Lizzie puso el agua a hervir.

"En qué andas?", le preguntó Julie que la había seguido hasta la cocina.

"Estaba arreglando las bibliotecas."

"Y la vajilla?", preguntó Julie viendo las alacenas vacías. "Tus libros siempre primero, no? Aunque Alicia en el país de las maravillas podría sernos útil a la hora del té."

"Qué graciosa… Empecé por los libros porque son muchos y quiero liberarme de cajas."

"Empezaste por los libros porque son lo que más te importa, no me lo niegues. Pero no te preocupes, ahora que estoy aquí vamos a acelerar las cosas. Vine con ropa de fajina y dispuesta a quedarme todo el fin de semana si hace falta."

Lizzie miró a Julie con cariño. Se habían conocido hacía más de veinte años y con el tiempo se habían convertido en mejores amigas. Sus caracteres no podían ser más diferentes pero tenían muchos gustos e intereses en común aunque los libros no eran uno de ellos, al menos no los que Lizzie leía. Además Julie era demasiado inquieta para una actividad tan pasiva físicamente como la lectura y nunca leía dos veces la misma historia mientras que Lizzie podía pasarse horas con un buen libro y releía sus novelas preferidas constantemente.

En cuanto terminaron el té se pusieron manos a la obra y en un par de horas habían despejado la habitación y habían colocado las cosas más importantes de la cocina. Calentaron la comida que había dejado la madre de Lizzie y se tiraron en la cama a mirar una película. El sueño las venció pronto. Al día siguiente se levantaron temprano y arremetieron contra las cajas y bolsas con ropa.

"Viendo tus zapatos ya no estoy tan segura de que los libros sean lo que más te importa", le dijo Julie a Lizzie mientras luchaba por acomodar las cajas de zapatos en el placard.

Para la tarde del sábado las cosas se veían un poco mejor y decidieron aceptar la invitación que les había hecho su amiga Carrie al cumpleaños de un nuevo amigo. La fiesta era en la zona de los diques, el barrio más cool y más caro de la ciudad.

"De dónde sacará Carrie esos amigos tan adinerados?", se preguntó Julie. "Supongo que en el restaurante de moda, o el bar de moda, o en el gimnasio de moda, o en el salón de belleza de moda, o en la galería de arte de moda. Sabes que siempre en lo último", respondió Lizzie.

"Tienes idea por qué es nuestra amiga?"

"A decir verdad, no", respondió Lizzie y reflexionó: "Realmente somos amigas?".

Julie levantó los hombros como diciendo 'No sé'.

Carrie era inteligente pero vanidosa, bella pero artificial, simpática pero algo falsa, todo lo contrario de las sencillas y abiertas Lizzie y Julie. La habían conocido unos años antes por amigos en común y sin saber bien por qué se había incorporado a su círculo íntimo. Estaba bien para pasar el rato, ir a bailar o salir a tomar algo pero había algo en ella que no las terminaba de convencer. Tal vez el hecho de que toda su mundo giraba en torno a la búsqueda de un marido apuesto y rico que le asegurara la vida que deseaba. A pesar de todo se veían con bastante asiduidad, especialmente en ocasiones como ésta donde habría más gente aparte de Carrie cuya conversación las aburría soberanamente.

Llegaron finalmente al departamento y tuvieron que admitir que era impresionante, un enorme loft con vista al río y a la ciudad. Encontraron a Carrie vestida con un ajustado y cortísimo vestido que dejaba ver sus piernas largas y delgadas, su cabello rojo fuego brillaba como un rubí. Demasiado para la fiesta de un hombre que apenas conocía, a menos que ya se hubiera convertido en su novio.

"Hola chicas, qué bueno que vinieron!", exclamó Carrie mientras se acercaba a ellas.

"Hola Carrie, estás despampanante", le dijo Lizzie.

"Gracias, es de la última colección de Cavalli. Increíble, no?", mientras hablaba giró para que pudieran apreciar mejor su vestido.

"Increíble… y diminuto!", la retó Julie.

"Ay Julie, por favor! Ahora se usan así."

"Y bien… dónde está el cumpleañero?", preguntó Julie.

"Es aquel medio pelirrojo de camisa a rayas. No saben lo simpático qué es! Se llama Chase."

Las muchachas dirigieron la vista hacia el hombre en cuestión que, efectivamente, parecía muy simpático. Era alto y delgado, pecoso y con unos lindos ojos verdes y una gran sonrisa iluminaba su rostro. Charlaba animosamente con el grupo a su alrededor y se lo notaba cómodo y francamente divertido. Era evidente que se trataba de una persona muy agradable.

"Pero tu estás con él?", le preguntó Lizzie algo asombrada y sin animarse a decir lo que en realidad pensaba: que no parecía ser su tipo.

"Yo no estoy con nadie pero estoy aquí por él. Jonathan…", dijo Carrie señalando disimuladamente a un hombre que se encontraba del otro lado de la habitación, mirándo a todos sin ver a nadie. Era alto, delgado, musculoso, de cabello oscuro, rasgos muy masculinos y ojos de un azul profundo, llevaba una sencilla camisa blanca y un pantalón oscuro pero se notaba que eran de gran calidad, su postura era firme y orgullosa, como si fuera de la realeza. El hombre exudaba seguridad y era indudablemente atractivo pero había algo desagradable en él, pensó Lizzie, orgullo, vanidad… no lo sabía. En el mismo momento en que esos pensamientos cruzaron su cabeza, Jonathan la miró, como si le hubiera leído la mente. Lizzie sintió un escalofrío y desvió la mirada un poco por vergüenza y otro poco porque esa mirada le resultó perturbadora.

Al verlas, Chase se acercó a ellas y a los pocos minutos Lizzie y Carrie notaron divertidas que el pobre hombre caía rendido ante los encantos de Julie. No era nada extraño eso, Julie que era verdaderamente hermosa, rubia y de ojos claros, de una belleza clásica e infalible. Su aspecto y su simpatía natural hacía que todos la adoraran y Chase, por supuesto, no fue la excepción. Al ver que su amiga parecía corresponder las atenciones del muchacho, Lizzie prefirió dejarlos solos y fue a mezclarse un poco con la gente entre la que había algunos conocidos.

Finalmente, después de un rato, los caminos de Lizzie y Jonathan se cruzaron cuando Chase quiso presentarles su amigo a las muchachas.

"Vengan chicas, les presento a mi amigo John", dijo mientras lo arrastraba de un brazo hacia ellas. "No se dejen engañar por su apariencia hosca, con la dosis apropiada de alcohol puede ser bastante divertido."

"Gracias por la presentación…", respondió Jonathan con fingido enojo y saludó a las nuevas favoritas de su amigo. Cuando llegó a Lizzie la saludó con mucha seriedad, tal vez por la mirada desconfiada que ella le dirigía. "Jonathan Darcy", dijo mientras le extendía la mano.

Lizzie se quedó muda al escuchar el nombre pero se las arregló para decir un tímido: "Encantada, soy Elizabeth." Si bien él no dijo nada Lizzie creyó notar un brillo especial en su mirada cuando escuchó como se llamaba.

El saludo entre Lizzie y Jonathan fue tan frío que Carrie olvidó su preocupación ante la presencia de sus amigas. Su mayor temor era Julie porque solía ser la preferida de todo el mundo, pero al verla tan encantada con Chase, supo que no tendría que preocuparse por ella. Lo de Elizabeth era distinto, un misterio, no era tan hermosa como su amiga pero era interesante, delgada, bien formada, con largo cabello castaño y hermosos ojos almendrados. Además era divertida y sensible aunque sus opiniones eran demasiado fuertes y no tenía ningún empacho en expresarlas, así que casi todos los hombres que se sentían atraídos por ella terminaban alejándose. 'Por qué no te guardas un poco tus opiniones? A los hombres no les gustan que los contradigan' le deque cía siempre Carrie pero Lizzie no podía con su genio. Tal vez por ese lado pudiera estar tranquila pero como apenas conocía a Jonathan no tenía idea de qué tipo de mujer le gustaba. Esperaba que fuera su tipo.

"Te pasa algo Lizzie?", le preguntó Julie llevándola a un lado. "Esta bien que ese Jonathan no parezca el tipo más simpático del mundo pero tampoco tienes que ser tan seca con él."

"No te diste cuenta Julie?", preguntó a su vez Lizzie que seguía asombrada.

"De qué?"

"Se llama Darcy!"

"Sí, y?"

"Y yo me llamo Elizabeth!"

"Estás bien amiga? No te entiendo."

"No lo recuerdas? Elizabeth y Darcy, como en Orgullo y Prejuicio!"

"Como qué? Ah… esa novela que tanto te gusta!"

"No te parece raro?"

"A decir verdad no. Tu nombre es precioso pero bastante común y el apellido Darcy no es tan raro."

"Tal vez, pero yo nunca había conocido a un Darcy."

"Bueno, si tu mente fantasiosa y romántica quiere ver cosas raras por ahí porque mejor no piensas que debe ser el destino y que él puede ser el hombre de tu vida."

"Ay por favor!"

"Yo no soy la que está imaginando cosas así que no me digas nada. Y además… qué tienes que perder? Es atractivo no?

"Supongo que sí."

"Pero que difícil eres! Está buenísimo! Y parece que es muy rico."

"Sabes que eso no me importa."

"Y qué te importa? Hace demasiado tiempo que estás sola." Julie se alejó dejando a Lizzie pensativa.

A la madrugada Lizzie decidió partir, estaba muy cansada y quería aprovechar el domingo para terminar de arreglar la casa. Julie se ofreció a acompañarla pero Lizzie le dijo que no hacía falta, Chase la había invitado a navegar al otro día y no pensaba arruinarle ese momento. Saludó a todos y cuando estaba saliendo del edificio se encontró sorpresivamente con Darcy y Carrie que subían juntos al auto de éste. Cuando la vio Darcy se ofreció a llevarla.

"Gracias pero ya pedí un taxi, debe estar por llegar."

"Para mí no es ninguna molestia", insistió él. "Adonde vives?"

"En el barrio antiguo."

"Es bastante lejos. Sube, te llevo." La invitación sonó a orden.

"No gracias. Estoy bien." A Lizzie no le gustaba recibir ordenes y además no quería lidiar con el mal humor de Carrie que la dirigía una mirada fulminante desde el auto.

"Como quieras. Nos vemos", Darcy se despidió de ella pensando lo insoportables que podían ser a veces las mujeres independientes.