Días de gloria

Disclaimer: todo pertenece a George R. R. Martin. (Bueno, Myranda es mía)

Esta historia participa en el reto Dime de dónde eres y te diré quién eres del foro Alas negras, palabras negras.

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No era la primera vez que Myles pensaba que la Compañía Dorada estaba compuesta de hombres que pagaban con su exilio los pecados de otros. Ya lo pensaba cuando él mismo ingresó en las filas, filas de caballeros que decían ser descendientes de tal o de cual que había sido exiliado por este o aquel motivo. Hacía mucho que habían pasado los días de gloria de la Compañía Dorada, cuando los hombres que caían en batalla pasaban a engrosar sus filas y a luchar dando su vida por regresar a su hogar.

Ahora solo quedaban los descendientes de aquellos hombres, hombres que se llenaban la boca con la palabra "regreso" pero que jamás habían estado en el lugar al que con tanto anhelo querían regresar.

Él no era uno de ellos, había conocido Poniente, había vivido en él, incluso había amado allí a una mujer, Myranda, su bella Myranda de sonrisa alegre y mirada perspicaz. No obstante, Myles sabía que él tampoco era como aquellos primeros mercenarios que habían luchado por su causa y caído por honor.

Myles, al igual que tantos otros, estaba allí pagando la deuda de sus antepasados, un guardia real que manchó de rojo su capa blanca, primero el rojo de la pasión, luego el rojo de la sangre; y un bandido al que si era sincero consigo mismo no podía culpar por haberlo sido.

El hombre que le llegaba esta vez, un muchacho de unos veinte años, de cabellos rojos y ojos azules, también había conocido Poniente y en su mirada Myles pudo leer que también había amado allí.

Era un buen caballero a pesar de su juventud, realmente todos los que estaban allí lo eran, y en sus ojos de mar Myles pudo ver ese familiar anhelo que unía a todos los que estaban allí. Esa noche, viéndolos a todos allí, bailando, cantando y bebiendo juntos, Myles corazón Negro pensó que los días de leyenda de la Compañía Dorada habían acabado, pero los días de gloria, los días en que la Compañía Dorada volvería a Poniente como todos esos caballeros de leyenda no habían podido hacer, estaban por comenzar.