Semana Jon/Damian.
Día 1

(Hanahaki)

.


FLOWER

(Inspirado en la letra de L'arc en Ciel)


.

Tengo muchas semillas que llevaré a una colina
llena de hermosas flores.
Vamos, búscame, búscame.

Yo estaré ahí.

.

Sus despedidas, siempre eran peleas dónde uno intentaba imponerse sobre el otro. O mejor aún, pretender que podría olvidarse del otro. En esa ocasión no sucedió así. Ni siquiera estaban solos o se encontraban en la Tierra.

Robin, simplemente se desvaneció, comenzó a tener problemas para respirar luego de recibir un ataque directo que estaba destinado a él. Sus padres tomaron medidas inmediatas, el Caballero de la Noche envolvió a su hijo con su manto oscuro, activó algún dispositivo para teletransportarse y desaparecieron sin dejar rastro alguno. Recordaba haberlo llamado a voz en grito, olvidando las identidades secretas, imaginando lo peor porque era muy típico de ese idiota, creerse invencible e inmortal cuando de los dos, él era el superhumano.

Pasaron meses sin saber de él.

Supo por los Jóvenes Titanes que se encontraba mal pues no había regresado a la Torre y requerían de su auxilio. Preocupado, ofendido y sumamente enfadado, viajó a Ciudad Gótica para amedrentarlo. ¿A caso pescó alguna enfermedad que no pertenecía a este planeta? ¿Tendría cura, lo podrían salvar?

.

.

.

Bruce Wayne fue escueto en su explicación. Damian no era un chico precisamente normal. Su madre lo modificó en un laboratorio y por tanto era la única que podría ayudarlo estando ya, tan delicado.

.

"¿Qué le pasó?"—preguntó con voz trémula.

"Dio instrucciones específicas de que no se le hablara a nadie de su condición"

"¿Por qué…?" —sus ojos se anegaron en llanto, los puños se cerraron. —¿¡Hasta enfermo, seguía siendo tan molesto!? ¿¡Qué había de malo con que alguien quisiera ayudarlo!?

"Porque a pesar de lo que diga, le preocupa que no exista una cura" —aquellas palabras le pesaron como un puñal. Perdió la concentración y junto con ella, la capacidad de volar.

"Mi padre…"—ofreció una vez sus zapatos tocaran el piso, admirando los pétalos color celeste que Batman tan celosamente acariciaba, pensando que tal vez, ellos dos podrían examinar el planeta que visitaron. Recuperar muestras, aislar componentes…

"Él, Hall Jordan y John Jones ya han hecho cualquier cosa que te podrías imaginar. Lo que sea que infectara a Damian se originó en la Tierra, pero no es nada que se haya visto jamás" —lágrimas transparentes comenzaron a ensuciar su rostro y un desconocido dolor a instalarse en su pecho. ¿Por qué se lo ocultaron…? ¡Ese maldito dijo que jamás serían amigos, pero lo eran! ¡MALDITA SEA, LO ERAN!

"No queríamos que te angustiaras" —concilió el magnate, al ser testigo de la tribulación de su mente. "Justo ahora, sólo nos queda confiar en su madre"

"Pero ella…"—Damian le había dicho una y mil veces que era el hijo de una mujer que no dudó en asesinarlo.

Es verdad.

Una vez murió y regresó. ¿Pero y si ya no lo hacía?—el dolor de su pecho se volvió insoportable, necesitaba sentarse, serenarse, pero lo mejor que consiguió hacer fue caer al piso y vomitar el pétalo de una flor. Sus ojos estaban desorbitados de asombro, todo su cuerpo temblando. Batman se levantó de inmediato y no dudó en determinar su estado.

"Santo Dios, ¿¡Tú también!?"

.

Mi corazón duele,
duele demasiado porque es muy frágil.
Si no puedes venir.

Yo iré a ti

.

La madre de Damian logró salvarlo. Su enfermedad era en extremo rara y delicada. Se trataba de una flor que crece en tu pecho si no eres correspondido en el amor. Y la solución que ofreció a él, misma que rechazó, era abrirle el pecho y extirparla de su interior. No era únicamente un procedimiento quirúrgico, no se refería a extirpar un órgano dañino.

Al sacarla, literalmente lo borraría de su corazón.

El niño que se postró ante él y que regresó a la mansión no era el que recordaba. No había luz en sus ojos, expresión en su rostro, bravuconearía en su voz. Tan sólo era una cáscara, una representación cruel del que conoció como Damian Wayne. Sus hermanos y padre también lo reconocieron, todos estaban dolidos. La abnegada madre se limitó a decir que era eso o verlo morir.

Nunca logró arrebatarle la identidad del que tenía por amado, lo intentó con tortura y métodos poco ortodoxos pero su hijo, insistió en decir que no permitiría que lo conociera y después lo usara en contra suya.

Prefería morir a sabiendas de que resultaría imposible ser correspondido por él.

Era un hombre.

Y eso era todo lo que necesitaba saber.

.

.

.

"Debemos intentarlo, Jon" —comentó su padre, apostado a los pies de su cama en Metrópolis. "¿Por qué estas tan seguro de no ser correspondido? Eres un buen chico, atento y apuesto. Si temes que descubran tus habilidades, te ayudaré a explicárselo a ella"

"Él…"—confesó entre más dolorosa tos. Sus inhalaciones ya no conseguían llevar la suficiente cantidad de oxígeno a los pulmones, su aliento olía a tierra. Su madre lloraba cada que lo observaba. Su pobre niño, él era su único hijo y a pesar de saberlo, él solo pensaba que en realidad eran preciosos.

Pétalos de un agradable tono pistacho.

"¡No importa su sexo! Hablaremos con él, dime dónde vive y te llevaré de inmediato"

"No servirá de nada. Si quieres llevarme a algún sitio que sea uno dónde permanezcan las flores"

"Jon…"

"Así quedará testimonio de nuestro amor"

"¡NO! Sólo dime quien es. Si te enamoraste debe poseer un corazón noble, sabrá corresponderte, evitarte la muerte"

"Tal vez, pero sucede que Damian, ya no puede sentir nada"

"¿¡Qué…!?"

.

.

.

Volaron a mitad de la noche. Su cuerpo débil y enfermo como nunca antes lo había sentido. Hablar o comer ya no constituían una opción, la flor en su pecho era tan grande que cada que abría sus labios la observaba.

Moriría.

En cuestión de horas y verdaderamente quería preservar el recuerdo de su amor. Sus despedidas eran especiales. Una confrontación de almas, un duelo entre dos necios que no quieren aceptar que se quieren en extremo.

Su padre lo llevó a los linderos de la Mansión Wayne, él no entendía lo que hacía. Estaba claro que Damian no existía. Asesinaron a una de sus mascotas para comprobarlo. Jason Todd plomeo a Batcow y el niño sólo observó.

¿Lo vería? Con aquella expresión neutra y austera. ¿Se condolería por su pérdida? Honestamente, le dolería si no lo hiciera. Pero otra parte de él, creía que los jardines de su mansión, serían el escenario perfecto para preservar su amor.

Cerró los ojos, aspirando el aroma de flores frescas y tierra mojada. Su madre decía que así olía el Campo Santo. ¿Cómo es que existía una enfermedad tan cruel en la Tierra?

No lo sabían, ni importaba ahora que habían llegado.

"Bruce me ha prometido que conservará tus flores y tanto tu madre como yo, podremos venir en cualquier momento a visitarte. Este lugar es su mausoleo. Las tumbas de sus padres se encuentran al otro extremo. ¿No es lo que querías? Seremos familia"

Asintió pero no supo si su padre lo vio. Se estaba cansando y postrado como estaba sólo podía ver las estrellas y la inmensidad de la noche.

Percibió sus pasos, lentos, estudiados. Hubiera querido imaginar la sonrisa de superioridad en su cara, pero no había tal. Sólo una tez morena que se esforzaba por sentir lo que fuera. Llevaba las ropas de héroe, la casaca roja, la capa negra, no obstante se deshizo del antifaz y se recostó a su lado, enlazó sus manos y a sabiendas de que él, ya no podía hablar.

Optó por monologar.

"Hemos intentado de todo pero no puedo salvarte. Madre me convirtió al fin en el arma perfecta. Es decir, que podrían asesinar a Alfred delante de mis ojos y probablemente yo, clamaría venganza sin derramar una lágrima.

No pretendía enamorarte, tampoco enamorarme. Que irónico que sucediera así pues cuando enfermé, fue al evitar la que pensé, sería tu fatal despedida. La contemplación de una vida sin ti, me hizo reconocer muchas otras cosas. No es sólo que fueras mi único amigo en todo el ancho y basto mundo. Es que tú me entendías. Me aceptaste, a pesar de todas las cosas horribles que hice para alejarte. —presionó su mano y de poder habría sonreído con encanto. Ya sabía todo eso y aunque jamás lo reconoció, también lo consideraba su único amigo en todo el ancho y basto mundo.

Morir no están malo, Kent. Me pareció una buena opción también.

Los pétalos que vomitaba tenían el color de tu mirada. ¡Que ridículo! porque mis hermanos comparten tu color de ojos y madre creyó que me había prendado de alguno de ellos. Dick, sería el candidato ideal de no estar tan viejo pero ya no siento nada de eso.

Vendré cada noche a cuidar de tus flores, honrarlas y venerarlas. La tuya es esta" —y cuando lo mencionó abrió su casaca y sacó una flor. Parecía un crisantemo, la flor dorada de China que en color azul significaba "amor finito" tenía profundas raíces como una araña. ¿Esas cosas eran las que se aferraban a su cavidad torácica, órganos internos, sangre y demás?

Qué importaba si él lo amaba y era tan idiota, maldito, terco y obseso que se convenció de no tener ninguna oportunidad.

Le habría dicho que sí…

Después de torturarlo con indiferencia durante algunos días, pero ya no había caso en pensar todo esto. Cerró los ojos, aligeró la presión de sus manos. El asesino lo llamó a voz en grito, advirtió verdadera calma en su tono.

Debía ser muy triste, realmente penoso, no poder sentir la pérdida de tu amor.

Pero él la sentiría por los dos.

.

Mira una flor,
Flores nacen con la luz de sol y yo vivo atado a ti.

.


Violette Moore—