La historia es inventada por mí y está basada en LOS JUEGOS DEL HAMBRE, de Suzanne Collins.

Me ambiento en los sexásimo terceros Juegos del Hambre, es decir, antes de la historia de Katniss y Peeta.
Los personajes son totalmente ficticios y los únicos que tienen relación con la historia son Caesar Flickerman y el presidente Snow, es decir, que los demás personajes no tienen nada que ver con la historia "que vale".
Iré colgando la historia poco a poco.
Prohibido reproducir la historia en ningún otro lugar sin mi previo consentimiento como autora de la misma.
Y sin más dilación, aquí os dejo el primer capítulo ^^

PRIMERA PARTE: Los Tributos

Cuando me despierto, intento con todas mis fuerzas cerrar los ojos y volver a dormirme.

Hoy es día de fiesta, aunque no es que haya muchas ganas de celebrar lo que hoy se presenta: El día de la Cosecha. Tanto para mi Distrito, el número 4, como el resto de Panem.

Nunca se sabe lo que el destino depara, así que, en vez de aprovechar unas pocas horas de sueño que podrían ser compensadas en el Capitolio, me levanto.

Quiero observar el mar, tocar con los pies la arena, y pegarme un pequeño chapuzón en el agua. Es un ritual que hago desde hace dos años, ya que siempre pienso que me tocará a mí en el día la Cosecha, aunque al final nunca me toca... toda una suerte.

Mi hermano, Lindonaim, aún sigue dormido, como siempre. Él es de los de sueño fácil, se echa en la cama y ya está durmiendo. Pero hoy no es hora de dormir, es hora de disfrutar para después estar nerviosos y después sentir el horrible placer de que no te ha tocado a ti...

Cuando tenía 12 años, estuve llorando durante horas, no por que le hubiera tocado a ningún familiar o amigo mío, si no por que, cuando no dijeron mi nombre, no pude evitar sonreír de alivio. Me di asco a mí misma, un día entero en cama, llorando, por ser como fui. Ahora lo llevo mejor, he aceptado que todos sonríen, unos por fuera y otros por dentro, pero sienten alivio.

- Lindonaim, despierta. –Gruñidos como respuesta- ¡Vamos, hoy es el Día de la Cosecha! – Ahora es cuando abre los ojos de golpe, y sonríe. Odio esa sonrisa; demasiado arrogante y maliciosa... encantadora para las chicas de mi colegio.

- Ahora es cuando vas a la playa para revolcarte por la arena un rato, ¿no? – Me dice, con acritud.

Es difícil comprenderle. Ha sufrido mucho y tiene demasiadas ambiciones. Pero nos tenemos mucho cariño.

- Exacto -Digo, sonriendo abiertamente- y ahora es cuando tú te haces el desayuno y aprovechas tu posible último día comiendo leche con cereales. –Le guiño un ojo. Sé que sabe que nunca hace eso, aunque hago como que no sé nada, y el tampoco.

En realidad, se va a El Cementerio, donde está la tumba de nuestro padre, que murió cuando yo tenía 6 años y mi hermano 8. Ese día había tormenta, y no era una simple lluvia, si no una gran tormenta que hizo que la marea subiera bastante. Nuestro padre insistió en trabajar, aunque se supone que cuando llueve demasiado no es necesario, pero al que va le pagan no el doble, si no el triple. Así que, él, dos hombres y dos mujeres, estaban pescando en el mar, cuando una ola más grande de lo normal, se los llevó por delante; él y una mujer chocaron contra unas rocas... Cuando recuperaron el cuerpo, o mejor dicho, los trozos de cuerpo, era difícil reconocerle según los comentarios. Yo me negué a mirarle, no quería que el último recuerdo de mi padre fuera unos trozos de carne sin vida. Nos dieron una insignia por su valentía, permiso para un mes de luto con su correspondiente dinero, y fin de la historia. Mi madre, con la fuerza de voluntad que tenía, volvió a trabajar. Nosotros teníamos que seguir yendo al colegio. Aunque en las noches de tormenta, mi madre se mete en la cama, se tapa con las sábanas y no se levanta hasta que no le hemos dicho que ya pasó. El tiempo podrá curar el dolor, pero no el recuerdo.

Cuando salgo por la puerta, el sol me deslumbra. Vivimos cerca de la playa, a unos diez minutos, como muchos de los trabajadores. No hay casi nadie en la calle, todos aprovechan su tiempo para estar con su familia, juntos quizá por última vez. Qué bonito.

En mi familia, el Día de la Cosecha lo aprovechamos como queremos; normalmente la cosa va en que mi madre se va a pescar a la playa nuestra propia comida, aunque en teoría es ilegal, pero ya que es nuestra única manera de seguir vivos (porque con el suelo de trabajadora viuda de nuestra madre no es que dé para mucho) lo hacemos, pero no somos los únicos, todo el mundo lo hace, incluso los propios Vigilantes, que tampoco es que reciban muy buen sueldo por parte del Capitolio. También está prohibido ir a la playa a no ser que tengas que ir a trabajar, pero ya ves tú, nunca han matado a nadie por eso. Como ya mencioné, mi hermano durante la Cosecha se va a visitar a nuestro padre, y yo, a revolcarme por la arena y pegarme un posible último chapuzón. Ni comer juntos, ni dormir juntos, ni un abrazo, ni un beso, ni nada. Por suerte, claro, ya que no me imagino durmiendo con mi hermano, que ocupa toda la cama abierto de piernas y brazos; ni con mi madre, que se hace un ovillito y empieza a sollozar silenciosamente. No, mejor en mi cama, sola y sin necesidad de compañía.

Una hora después ya estoy en mi casa, lista para ponerme guapa para nuestro querido Día de la Cosecha. Este año me pongo traje nuevo, ya que nuestra economía nos lo permite, y que el del año pasado no me valía. He pegado un buen estirón en un año.

Mi nuevo vestido es de cuadrados blancos y negros, con escote de pico, un lazo por debajo del pecho, y tirantes; me llega por encima de las rodillas. Cuanta menos tela, más barato.

Como todo habitante del Distrito 4, tengo el pelo rubio, los ojos azules, y la piel broncínea. Todo un lujo, según he podido ver en gente de otros distritos. Desde que aprendí que los de nuestro Distrito somos bastante atractivos, he intentado aprovecharlo. Me hago una coleta y me dejo algunos mechones de pelo sueltos a cada lado. Hay gente a la que le queda mal las coletas; ese no es mi caso.

Mi hermano ya se ha vestido, va bastante guapo con un pantalón vaquero de color negro y una camiseta blanca. Mi madre lleva un vestido rojo bastante antiguo, pero a ella le sienta bien.

Cuando llegamos a la plaza, mi hermano y yo tenemos que separarnos de nuestra madre, ya que a los chicos y chicas de entre 12 y 18 años nos llevan a un área con cuerdas separada por edades y sexo.

Yo estoy en el área de las chicas de 14 años, saludo a algunas chicas de mi clase, y me junto con Tiria y Rossie, dos chicas de mi curso con las que me junto en el recreo. Nos llevamos bastante bien, aunque no es que conectemos en muchos temas, pero eso es lo que hace que me caigan bien, ya que como conectamos en tan pocas cosas, hablamos poco. Las saludo, ellas me saludan a mí también. Con todo este aire de tensión aún tienen tiempo para alabar mi nuevo vestido, llevaba semanas hablando de él. Los suyos siempre parecen estar nuevos, pero es por que su madre hace muy buenos lavados, es la mejor del Distrito. Según me han contado, tienen en total 4 vestidos, Tiria usa uno y al siguiente año usa el que no se puso, y Rossie usa otro y al siguiente año usa el que no se puso, para después intercambiar los vestidos con Tiria y viceversa. Esa táctica aún no les ha valido mucho, por que este es nuestro segundo año en la cosecha, pero a mí me parece una idea estupenda.

En el escenario, de las 4 sillas, una está ocupada por el Alcalde Mittler y otra por su mujer, las otras dos están ocupadas por el mentor y la mentora, aquellos que ganaron Los Juegos del Hambre y ahora tienen que entrenar a los que han sido elegidos para ser sus posibles sucesores. El mentor de los chicos se llama Karlson, y la mentora de las chicas se llama Fílema.

Karlson tiene 21 años, y las mismas características que nosotros, Fílema tiene 28 y también las luce.

Justo cuando el reloj da las doce, Mittler sube al podio y empieza a leer. La misma historia que hace 2 años, y supongo que todos los demás. Sólo presté atención cuando tenía 12 años, y eso ya fue suficiente. Que si Días Oscuros, rebeliones, derrotas a 12 Distritos y destrucción de 1, Tratados de la Traición que nos traen Los Juegos del Hambre, y el maravilloso resultado: 23 adolescentes muertos cada año. Me encanta, vaya.

- Es el momento de arrepentirse, pero también de dar las gracias – Recita Mittler.

Después lee la lista de tributos que han ganado Los Juegos del Hambre en 63 ediciones: 17. Todo un honor, por que por lo visto hay Distritos que solo tienen un ganador.

Aún quedan vivos 13, y, los últimos ganadores que hemos tenido, Karlson y Fílema, son los encargados de buscar patrocinadores, enviar regalos, y dar consejos.

Cuando el alcalde termina, Fílema sube al podio y saluda, con un innovador saludo cada año:

- ¡Felices Juegos del Hambre! ¡Qué aquellos que sean elegidos, den a nuestro Distrito el orgullo que dimos los demás vencedores! Sabemos que sólo uno puede vivir, pero, mientras sea de nuestro Distrito, ¿qué más da? Machacaremos a todos y el Distrito 4 tendrá la gloria que merece.

Un discurso muy bonito, todos saben que el presidente Snow tiene que aprobar cada discurso, no vaya a ser que cualquier vencedor nos venga con un discurso rebelde y menuda se líe por aquí. Todos saben lo simpática que es Fílema cuando quiere (o más bien delante de las cámaras), pero de vez en cuando no lo puede evitar y suelta pequeños regalos algo bordes hacia El Capitolio. Comprensible.

Cuando está por el Distrito, es una persona más normal, agradable, a la vez seria, y sobre todo bastante callada, aunque cuando quiere habla bastante; pero sin duda no tiene ese entusiasmo que muestra ante las cámaras, tampoco esa simpatía derrochante y no es que vaya sonriendo todo el rato. Es algo raro... como si tuviese doble personalidad de alguna extraña manera.

Fílema nos sorprende este año con un ¡La futura vencedora primero! (Eso sí que se llama espíritu) y se acerca a la urna de cristal con los nombres de las chicas.

Mi nombre está perfectamente escrito sobre 12 papeletas, el de mi hermano ni las tengo contadas, por que siempre pedía teselas aunque yo también las pidiera, aproximadamente tendrá unas 24. No es que lo necesitemos como a muchos les pasa, pero se agradecen esos suministros cada mes, y nos da igual arriesgarnos en un principio, aunque luego estemos nerviosos.

Fílema mete la mano en la urna, remueve los papeles que hay, y saca uno.

Cambio de opinión. No, no quiero morir. Ni intentar ganar. No quiero moverme de mi casa. Cierro los ojos con fuerza y empiezo a decir mentalmente No tantas veces como me es posible.

Desdobla el papel. Nooo

Coge aire. Noo

Y dice mi nombre. NOOOOOOOOOOOOOO

- ¡Hallie Blueseim!