Disclaimer: La franquicia de Bungo Stray Dogs NO es mia. La historia original, manga y personajes son obra de Harukawa 35 y Asagiri Kafka. En cambio esta historia SI es mía, al igual que los OC que puedan aparecer en ella.
Tipo de Fanfic: Long-fic, Personaje x Personaje Original [CharacterxOC] Narración en segunda persona. No Yaoi.
Rating: K+ (Puede cambiar mas adelante)
Genero: Romance, Familiar, Drama.
Glosario:
*Totsuka-No-Tsurugi: Totsuka-no-Tsurugi (十拳剣, lit. "Espada con Diez Puños de longitud") no es una espada específica, sino un nombre común para cualquier espada de esta longitud. En la mitología japonesa, numerosas deidades poseen una espada de este tipo.
*Kazuo Uchibori: Miembro verdadero y actualmente posible cabecilla del Inagawa-Kai.
*Kusanagi No Tsurugi: Espada legendaria que supuestamente brotó del cuerpo de Yamata No Orochi después de que el dios Susanoo cortase una de sus colas para luego ofrecerle la espada como regalo a su hermana, la diosa Amaterasu. Se dice que era una espada capaz de controlar los vientos.
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"Perder la calma puede matar incluso al mas habil."
-Kunikida Doppo, Bungo Stray Dogs.
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Después del final de las clases y tras haber arreglado todo el papeleo correspondiente en la sala de profesores, él debía regresar a pie desde la escuela secundaria hasta su casa. Para regresar, debía caminar tres cuadras y así alcanzar la estación del metro, y por ultimo debía viajar por siete estaciones para luego caminar por otras dos cuadras hasta llegar a la pequeña residencia de la, en aquel momento, medianamente reconocida Agencia de Detectives Armados. Fuese en verano, en otoño, en primavera o en invierno, el trayecto era siempre el mismo y él no pensaba en cambiarlo.
Aun así, todos los días, él la observaba estar allí, en silencio.
Cerca de la residencia, a tan solo una cuadra para ser más específico, había un pequeño parque para niños que había visto tiempos mejores y ahora normalmente se encontraba solitario, comenzando a oxidarse muy rápidamente gracias a la brisa salada que siempre reinaba en la ciudad portuaria de Yokohama. Para ese momento, además, el pequeño parque con juegos de hierro y caucho era azotado por el terrible invierno. En Yokohama era extraño que ocurriesen nevadas, pero justo ese año una ola de frío golpeó las costas japonesas, y las calles de una ciudad que estaba acostumbrada al calor ahora estaban repletas de nieve.
Allí, en medio de la soledad fría de ese parque, todos los días se encontraba una chica.
Llevando una larga gabardina y el uniforme negro de escuela secundaria, la chica siempre estaba sentada en el único banco que quedaba en pie dentro de ese parque. Se podía adivinar que llegaba a ese lugar después de salir de clases, pues su bolso lleno de libros siempre estaba a un lado sobre el banco. Aun desde esa distancia, él podía darse cuenta de que ella sentía el frío calar por sus piernas desnudas, y se estremecía ligeramente mientras sus ojos permanecían observando hacia el suelo y a un lado, el rostro en una expresión que daba un aire distante y solitario. Frágil y triste.
Él la conocía. Ella era una de sus estudiantes, y por ende la veía dos veces por semana en la escuela secundaria en donde estaba trabajando. De hecho, si él mal no recordaba, ella vivía a tan solo un par de cuadras más lejos de allí, pero...
... ¿Cuál era su nombre? ¿Por qué no podía recordar el color de sus ojos, o la forma de su sonrisa?
¿Por qué, cada vez que la veía, sentía que estaba olvidando algo muy importante?
Él abrió la boca y la llamó, pero no fue capaz de oír su propia voz. La terrible brisa del atardecer hizo que sus oídos zumbaran, y por un momento pensó que ella no había podido oírlo tampoco. Sin embargo, ella movió el rostro en su dirección.
Sus lentes se empañaron y congelaron, el rostro de la muchacha se veía borroso e imposible de identificar a través de ellos. Su difuminada expresión se mantuvo tan fría como el clima a su alrededor mientras se ponía lentamente de pie, tomaba su bolso y decía algunas cosas que él no pudo escuchar por el sonido del viento. Tan solo podía ver como su boca de labios pálidos se movía, humo blanco saliendo gracias al contraste entre su aliento y el invierno.
Él tampoco era capaz de recordar el sonido de la voz de esa chica... Pero su corazón se contrajo dolorosamente en su pecho con la sensación de que estaba olvidando algo muy, muy importante al no hacerlo. De nuevo abrió la boca y supo que estaba diciendo su nombre con entonación desesperada, mas no podía recordar como sonaba, o qué clase de caracteres lo conformaban. La joven solo se mantuvo estática y silenciosa tras ello.
A pesar de que habían colores a su alrededor, ella estaba en blanco y negro. Su piel era pálida como la cal, sus medias negras como la boca de un lobo y su uniforme y ropa de invierno estaban en un extremo o en el otro de la escala. El viento revolvía la nieve en el aire y volvía el espacio a su alrededor de color blanco al convertir los copos en torbellinos. Azotaba la gabardina, la falda negra y el corto cabello de un siniestro y brillante rojo, el único punto de color en ella, haciéndolo danzar en el aire violentamente alrededor de su rostro semicubierto por una obscura bufanda.
Como si sus palabras no hubiesen llegado a ella, lentamente se dio la vuelta y comenzó a alejarse entre los torbellinos de nieve.
De nuevo él pronunció su nombre mudo, y podía sentir que estaba gritándolo porque sus pulmones ardían dentro de su pecho. Incluso podía sentir que sus músculos intentaban en vano moverse para correr detrás de ella, pero como si estuviese paralizado, la chica monocromática se alejó de él con paso sereno, siendo envuelta lentamente por el blanco de los copos después de que se girara por un momento hacia él, quien le observaba desaparecer de su vista terriblemente desesperado...
-No importa cuanto intentes negarlo...
Leyendo aquello en sus labios blancos por encima del profundo negro de la bufanda, el blanco de la nieve se la tragó violentamente, como quien borra algo dibujado en un papel.
-La luna siempre tendrá un lado obscuro, y tus ideales no pueden cambiarlo.
Escuchando esas ultimas palabras resonar dentro de su cabeza, su corazón se oprimió dentro de su pecho con una culpa tan terrible que le cortó el aliento.
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Kunikida Doppo abrió los ojos de golpe, soltando un jadeo afectado mientras se llevaba una mano al pecho, apretando su palma allí en donde su corazón latía errático, como si se hubiese detenido por demasiado tiempo y ahora trabajase el doble de rápido para compensar su falta. Observando la madera encima de él mientras yacía inmóvil en su futón, sus ojos verdegris como dos olivas se mantuvieron fijos en una viga del techo mientras aquel sueño extraño seguía parpadeando en su memoria.
Tras ser capaz de recuperar el aliento y calmarse apropiadamente después de algunos segundos de respiraciones profundas, el hombre con la cabeza recostada sobre la almohada giró el rostro para ver el reloj despertador que colocaba al lado de la cama, frunciendo cansadamente el ceño al ver que marcaba las cuatro en punto de la madrugada antes de frotarse el rostro con frustración y darse media vuelta para intentar resumir su descanso. Por culpa de esa ridícula pesadilla, su muy cuidadosamente planificado horario iba a verse afectado... Tendría que comenzar a incluirlo en él si no quería que más problemas surgiesen, pues siempre para esas épocas del año, tenía el mismo sueño recurrente.
Dándole la espalda a la ventana, la triste luz de la luna creciente continuó bañándolo durante aquella noche, sin importarle que él no le diera la más mínima importancia.
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That Night, The Moon...
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-¡Se los ruego, ayúdenme!
Normalmente en la prestigiosa Agencia de Detectives Armados, los pedidos y casos de investigación llegaban por rumores, correos electrónicos, llamadas o citas arregladas con antelación. Esto hacía que los teléfonos estuviesen sonando constantemente, las bandejas de correo electrónico de todos estuviesen bastante a tope y las citas fuesen un poco difíciles de conseguir. Por si fuera poco, contratar a una agencia común de detectives era costoso, por lo que era bastante fácil imaginar que acudir por la ayuda de una agencia de tanto renombre como de la que ahora estabas hablando era mucho más costoso.
Por supuesto, estabas plenamente consciente de ello. Lo sabías bien, que seguramente lo que iba a ocurrir era que ellos te echarían de la oficina por haber irrumpido sin permiso ni previa cita, causando un alboroto y además sin dinero... Pero esta era tu única opción para pedir ayuda. Los miembros de la Agencia de Detectives Armados eran los únicos que podían hacerle frente a un caso como el que ahora te estaba ocurriendo.
Y estabas desesperada.
-¡Un niño ha sido secuestrado! ¡Tan solo tiene tres años! ¡Por favor, por favor ayúdenme a salvarlo!
No eras alguien que pidiera ayuda para nada. Creías firmemente en que tus problemas no eran de la incumbencia de los demás y que solo tú podías resolverlos. Creías además que siempre debías ser lo suficientemente fuerte y lista para enfrentarte a todo lo que se te viniese encima. Pero justo ahora estabas en una situación en donde, sin importar cuan fuerte, lista o independiente fueras, ni siquiera tú podrías hacer algo.
Por eso estabas terriblemente asustada. Nunca, en muchos años, te habías visto en la necesidad de pedir un tipo de ayuda tan grande como la que estabas pidiendo ahora, pero no tenías otra opción: Si dejabas a ese niño por más tiempo entre las garras de personas tan malvadas, no pasaría mucho antes de que encontraran su cadáver flotando en el mar.
El simple hecho de imaginar eso hacía que tu corazón se hundiera en tu pecho, y el mundo se tornara completamente negro.
-¡S-Señorita, por favor cálmese!- Tras haber irrumpido de forma tan violenta dentro de la oficina de la agencia, rápidamente fuiste detenida por dos caballeros que te sujetaron por los hombros y te mantuvieron en tu sitio mientras las lágrimas comenzaban a llenarte los ojos, tu cuerpo temblando de miedo. -¡Usted no puede entrar de esta forma a la agencia!-
-¡Se los suplico! ¡Por lo que más quieran!- Exclamaste al sujetarte de la manga de uno de ellos mientras tus labios temblaban y tu respiración se volvía sollozos. -¡Haré lo que sea, pero por favor, ayúdenme a salvar al niño! ¡Sino lo buscamos ahora, estoy segura de que la Port Mafia lo matará esta noche!-
Al fondo de la gran oficina iluminada por varias ventanas, yacía un grupo de escritorios de madera en donde varias personas con llamativas apariencias tenían sus puestos. Aunque tú no podías darte cuenta al estar ensañada contra los dos hombres que te habían retenido, todas estas llamativas personas habían removido sus atenciones de donde las tenían puestas al escuchar la mención de la Port Mafia, haciendo que se mandaran miradas entre ellos antes de que dos de estas personas se atreviesen a ponerse de pie y acercarse a donde te encontrabas. La expresión angustiada que les mandaste se les quedó clavada en el pecho.
-Por favor, cálmese un poco, señorita. Si no nos explica la situación, no podemos ayudarla.- Uno de ellos, de salvaje cabello anaranjado adornado por un par de ganchos, levantó sus manos para intentar contenerte mientras te hablaba con tono conciliador, haciendo que dejases de forcejear contra tus dos captores y secases rudamente las lágrimas que amenazaban con salirse de tus ojos. -Por favor, tome asiento y respire profundo. Atsushi-kun, ¿Puedes traerle un poco de agua a la señorita?-
Con un asentimiento, el segundo muchacho con cabello albino y una especie de uniforme de oficina con detalles que no cuadraban en él, se alejó por unos segundos antes de regresar con un vaso de cristal lleno de agua, el cual te zampaste con las manos temblorosas y la respiración agitada después de haber sido llevada a un pequeño cubículo dentro de la oficina que funcionaba como area de recepción. Los dos muchachos frente a ti te observaron en espera de una explicación.
-Lo siento tanto.- Fue lo primero que dijiste cuando fuiste capaz de retomar tu compostura, inclinando la cabeza en una respetuosa reverencia. -Sé que esta es una agencia muy prestigiosa y muy ocupada, y sé que tendrán cosas más importantes con las que lidiar que el secuestro de un niño cuando hay tantas personas en esta ciudad... De nuevo, lo siento tanto.-
-Todo está bien, señorita...- El muchacho pelirrojo y un largo suéter beige, quien seguramente tenía una edad cercana a la tuya, pareció intentar calmarte mientras dejabas el vaso de cristal vacío sobre la mesa de café que se encontraba en el pequeño recibidor que tenían allí. -¿Puede explicarnos con detalle que fue lo que ocurrió?-
Lentamente asentiste con la cabeza, tus ojos llenos de pena clavándose en la madera. -Acabo de mudarme a Yokohama hace tan solo una semana. Vivíamos en Tōkyō, pero cierto miembro de la Yakuza comenzó a acosarnos y me vi obligada a dejar mi trabajo y regresar aquí con el niño... Esta mañana, en el distrito Yamate, mientras estaba buscando un trabajo con el cual comenzar, un grupo de hombres armados y vestidos de negro me arrinconaron y se llevaron a mi niño.-
-¿Exactamente cómo eran esos hombres, señorita?- Preguntó el muchacho de extraño cabello blanco, sus ojos heterocromáticos eran de color dorado y purpura.
-Eran tres. Llevaban trajes negros de marca, uno era calvo y llevaba lentes, el otro tenía el cabello corto y estaba armado... El líder tenía un largo abrigo negro y el cabello con las puntas blancas...
-¿Akutagawa...?
Los dos jovencitos se miraron al rostro con alarma por algunos instantes antes de volver la mirada hacia ti, pareciendo sopesarlo.
-No puede ser... ¿No es un poco extraño que la mafia secuestre niños que nada tienen que ver c-...?
-L-Lo siento, pero... Creo que tendré que decirles...- Tuviste que interrumpir al joven con el largo cinturón negro al mandarle una mirada de ojos enrojecidos, a pesar de que ni una sola gota había logrado escaparse de tus parpados aún. -Mi hijo... Akihito, es un usuario de habilidades.-
Los dos jóvenes frente a ti abrieron los ojos de par en par.
-¿Un usuario de habilidades? ¿Entonces querrán reclutarlo a la mafia?
El muchacho que respondía al nombre de Atsushi balbuceó aquello, haciendo que tu ceño se frunciera con aun más preocupación. De nuevo las lágrimas llenaron tus ojos, y sin poder evitarlo comenzaste a sollozar y temblar sobre el sofá, cubriéndote la boca con una mano mientras intentabas detener las gotas saladas con la otra. Te sentías tan inútil y tan humillada, deseabas huir en ese instante, pero el solo hecho de pensar en abandonar a Akihito era inaceptable... Si tenías que aceptar tu papel como una espectadora inservible, lo harías por el bien de tu pequeño.
-La mafia no recluta a todos los usuarios de habilidades que se les pasan por delante. Mucho menos si solo son bebés que causarán problemas.
Sintiendo de pronto la caricia conciliadora de una mano sobre tu hombro, levantaste la mirada en dirección a un hombre que se había acercado a ustedes sin que te dieras cuenta. Vestido con una camisa de rayas blancas y azules, un chaleco de color marrón y luciendo alto, delgado y apuesto, el hombre que por alguna razón llevaba el cuello y las muñecas vendadas te sonrió a forma de consuelo antes de hincar una rodilla frente a ti, tendiéndote con galantería un pañuelo con el cual secar tus lágrimas. Avergonzada por no ser capaz de controlar tus emociones como normalmente lo hacías, aceptaste su ofrecimiento con una inclinación de la cabeza.
-Damita, sé qué debe estar muy preocupada, pero ha llegado al lugar correcto. Nosotros le ayudaremos a encontrar al pequeño... Pero primero, debería decirnos exactamente porque cree usted que la Port Mafia estaba detrás de usted y el niño.
Mientras frotabas tus mejillas con el suave pañuelo con aroma a vainilla, observaste al hombre con rizado cabello marrón por algunos segundos antes de bajar la mirada, debatiéndote entre decirles todo o solo una mentira... Pero la vida de la única persona que te quedaba en la tierra estaba en juego. Así que tu decisión fue rápida.
-... Eso es porque mi niño es un miembro del clan Nihonshoki.
Los ojos del hombre frente a ti se abrieron, claramente sorprendido. Los otros dos jóvenes le observaron y palidecieron, más cuando el hombre de las vendas se levantó repentinamente. Al parecer había comprendido la situación sin que tuvieses que decir mucho más, y por ello estabas internamente agradecida.
-Tanizaki-kun, cancela todos los casos que mi compañero y yo tengamos hoy. Esto es algo muy urgente.- Con rostro serio, el hombre de la camisa a rayas le habló al muchacho con el cabello naranja, quien le miró confundido antes de intercambiar la misma mirada con el otro muchacho, Atsushi.
-En estos días hemos estado llenos de casos, Dazai-san... Él se pondrá como loco cuando sepa que habrá un cambio de planes. ¿Eso está bien? ¿Realmente es tan urgente?- Todavía se atrevió a preguntarle el joven, Tanizaki, mientras se ponía de pie.
-Mm, supongo que ustedes son demasiado jóvenes y no sabrán de estas cosas muy a fondo...- El hombre mayor que los otros dos cerró los ojos con cansancio antes de girar el rostro en tu dirección, como buscando base en ti para sus siguientes palabras. -Tal y como en el caso de Kyōka-chan, existen habilidades que pueden heredarse o transferirse. Es extremadamente raro y ni siquiera yo estoy seguro de cómo es ese procedimiento, pero la cosa es que hay al menos una familia famosa por ello en nuestro país...-
Tus ojos se movieron desde el hombre llamado Dazai hasta el que respondía al apellido Tanizaki, tu expresión volviéndose seria cuando completaste la explicación que este estaba pidiendo. -... El clan Nihonshoki, los usuarios de las habilidades "Totsuka No Tsurugi".-
-¡¿... Totsuka No Tsurugi?!- Tanizaki pareció recordar entonces, haciendo que el joven Atsushi le mirase aun confundido y que tus ojos se movieran en dirección a este último. -¡Eso es...!-
-Por eso, y porque Akihito es la persona más importante para mí, he venido en busca de su ayuda. Sé que ustedes son los únicos lo suficientemente fuertes como para hacerle frente a la mafia... Si semejante habilidad cae en manos de personas tan violentas...
-Tanizaki-kun.- El hombre que respondía al nombre de Dazai apremió al llamar al joven, quien asintió con la cabeza y salió disparado fuera del cubículo, dejando al joven Atsushi confundido frente a ti.
-¿Totsuka...?- Le escuchaste preguntar al joven, haciendo que una sonrisa comprensiva recorriera el rostro del caballero con la camisa a rayas al girarse a verlo.
-Una espada legendaria, Atsushi-kun. Capaz de otorgarle poderes sobrenaturales a su portador... Aunque no tengo idea de cuales son exactamente. ¿Señorita...?
Tú ni siquiera le oíste. Mientras observabas una gota de agua correr por la superficie del vaso en el cual habías tomado, en tu mente solo podías rezar porque Akihito estuviese bien...
Tu vida no tendría ningún sentido sin él en ella, después de todo.
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-Por favor, Señor detective.- Volviste a rogarle por enésima vez al hombre con la camisa a rayas, sujetándote como si la vida se te fuera en ello de la manga de la larga gabardina color arena que se había colocado para salir a la calle. -Déjeme ir con ustedes. Akihito es solo un niño, debe estar muy asustado. ¡Si yo voy con ustedes...!-
El clima otoñal de la segunda semana de octubre llegaba a su fin en Yokohama. No estaba nevando, pero había un frío considerable en la calle y las aguas tendían a enfriarse con relativa facilidad. Ese día además había estado nublado, y a pesar de que apenas eran las doce del mediodía, se sentía como si fuesen las seis de la tarde.
-Aunque me pidas eso, damita...
Rascándose la cabeza con incomodidad, el hombre que respondía al apellido Dazai te observó compungido mientras yacía recostado contra un automóvil negro que se encontraba aparcado en la acera frente al edificio de bloques rojos, en donde se ubicaba la oficina principal de la Agencia de Detectives Armados. Tú habías seguido a ese hombre como un perro a su amo cuando le habías visto salir del edificio, y desde el momento en que te había dicho que saldría junto a otro compañero a buscar a Akihito, habías comenzado a rogarle que te dejase ir con ellos.
-No creo que sea la mejor de las ideas que vengas con nosotros. No eres una usuaria de habilidades, ¿O sí?
Rápidamente negaste con la cabeza. Por desgracia (O gracias a Dios) tú no eras más que una mujer ordinaria.
-Pero aun así...
-Es por tu seguridad, damita.
Tomando tus manos entre las de él con amabilidad, lo viste inclinarse para acortar un poco la distancia entre ambos y sonreírte de una forma que les hubiese roto el corazón a unas cien o doscientas mujeres... Lástima que habías dejado el interés por los hombres dentro de una caja con llave, enterrada bajo tres metros de tierra dentro de tu cabeza, y como para rematar, los hombres que eran capaces de sonreírle a cualquier mujer te resultaban desagradables.
-... Yo no podría soportar que una mujer tan hermosa como tú saliese herida. Es una lástima que seas la protectora de un niño tan pequeño y con semejante poder. De haber estado libre de esa responsabilidad, me hubiese encantado pedirte que cometieras un hermoso suicidio doble conm-... ¡ARGH!
De un momento a otro, el hombre de apellido Dazai salió disparado hacia la derecha, soltó tus manos y dio una vuelta en el aire antes de chocar contra el concreto de la acera. Alguien lo había golpeado con la suficiente fuerza para mandarlo unos tres... Cuatro metros lejos de ti. Admirable. Casi tan admirable como el fuerte tono de voz de la persona que le propinó el golpe.
-¿¡Cuántas veces tengo que decirte que no coquetees con las clientes o las víctimas de los casos, Dazai!?
Tus ojos se abrieron lentamente y de par en par al escuchar esa voz profunda y grave a tu lado, tu corazón reconociéndola incluso mucho más rápido que tu memoria al detener sus latidos por un momento, haciendo que tuvieses que mirar hacia el caballero que yacía junto a ti al ver que no eras capaz de recordar en donde lo habías escuchado. ¿En Tōkyō? ¿Allí en Yokohama? ¿En qué tiempo? Todas tus respuestas llegaron cuando le observaste el rostro... Reconociéndolo.
Si era quien tú creías que era, entonces él no había cambiado nada. Su rostro era tan masculino como le recordabas y seguía luciendo un poco mayor de lo que en realidad era; tal vez gracias a sus lentes pasados de moda y que al parecer él no había reemplazado, tal vez gracias a su expresión inflexible y severa aun a pesar de los años que habían pasado. Su cabello, de un obscuro color rubio que te recordaba a la mostaza, estaba mucho más largo y amarrado a una cola de caballo que caía ligeramente ondulado sobre su espalda. También estaba aún más alto de lo que le recordabas, pues tenías que estirar mucho el cuello para poder enfrentarlo.
Aun así, el color olivado de sus ojos seguía siendo el mismo, su expresión seguía siendo firme y su porte aun era seguro e imponente... Pero no podía ser él, ¿Verdad?
-O-Oh... Buen golpe, Kunikida-kun, pero... Si lo hubieses hecho un poco más fuerte, tal vez me hubieses matado. Tenías que haberle aplicado más fuerza...
-Le resté fuerza a mi golpe a último minuto solo para que no murieses, maníaco suicida.
-Argh, hacer algo tan sucio...- Escuchaste quejarse al desastre de color marrón y arena que yacía a cuatro metros de distancia, comenzando a levantarse entre temblores antes de retomar la compostura como si nada hubiese pasado, sorprendiéndote por un momento. ¿Ya se había recuperado de semejante golpe? -¿Lo ves, damita? No hay necesidad de que te preocupes, pues te aseguro que entre los dos vamos a traer a Aki-chan contigo antes del atardecer. ¡Tú quédate tranquila aquí y espera a que los súper competentes Dazai-sama y Kunikida-kun regre-...!-
-¿Kunikida...?
La pregunta que había llegado a tu cabeza tras escuchar aquel apellido se escapó de entre tus labios mientras continuabas observando con los ojos muy abiertos al hombre vestido de beige y negro, este devolviéndote una mirada curiosa por algunos segundos antes de suspirar cansinamente.
-Lamento la descortesía. Mi nombre es Kunikida Doppo, uno de los detectives de la agencia y, por desgracia, el compañero de ese desperdicio de vendajes llamado Dazai Osamu. Es una lastima conocernos en estas circunstancias.- Él se presentó educadamente al inclinar ligeramente la cabeza antes de volver a erguirse, acomodándose los lentes en el puente de la nariz con sus dedos mientras observaba a su compañero estirarse. -No hay razón por la cual preocuparse. Ya tenemos una idea de donde puede estar Yamato Akihito y...-
Una suave risilla salió de tu dirección, interrumpiendo accidentalmente sus palabras. No había sido tu intención reírte o cortar sus palabras, pero una extraña e incontrolable emoción había llenado tu cuerpo apenas habías confirmado tus sospechas.
-... Ha pasado un largo, largo tiempo, ¡Kunikida-Sensei!
Como si hubieses tocado un botón dentro de él con tus palabras, sus ojos se abrieron ligeramente antes de que se girase en tu dirección, observándote claramente sorprendido por la forma en que le habías llamado mientras le sonreías con la felicidad de alguien que se ha reencontrado con una persona muy querida después de muchos años.
-Aunque claro, usted no debe recordarme a estas alturas. Han pasado casi cuatro años, después de todo.
Por un momento los ojos del hombre parecieron llenarse de neblina y como si estuviese viendo hacia algo que no estaba frente a él, sus labios se separaron ligeramente y se mantuvo con expresión ausente por algunos segundos.
-¿Oh? ¿Eras una de las antiguas alumnas de Kunikida-kun? ¡Interesante!- Logrando arreglarse todos los huesos que se le habían dislocado gracias al golpe que había recibido, la voz del Detective Dazai te llamó la atención cuando se detuvo a tu lado para mirarte con curiosidad, tú devolviéndole una sonrisa tímida.
-No recordaba que fuese un detective en esta agencia. Es una agradable coincidencia... Aunque como ya dije, él no debe ser capaz de recordarme. No pasa nada.- Encogiéndote de hombros y mandándole una mirada comprensiva al hombre que aun parecía luchar por recordar, resumiste la conversación al girarte hacia Dazai por completo, sujetando de nuevo una de las mangas de su gabardina. Había algo mucho más importante en tu lista de prioridades en ese momento. -Más importante que eso... Detective Dazai...-
-Ah, ¿De nuevo, damita?- Él respondió en un suspiro mientras sus cejas se hundían hacia abajo en expresión cansada. -Realmente eres persistente...-
-Hrm... ¿Qué es lo que ocurre, Dazai?- Kunikida pareció salir de entre sus pensamientos entonces, tosiendo un par de veces para aparentar mientras pasaba la mirada entre Dazai y tu figura, deteniéndose por más tiempo sobre ti aunque intentase disimularlo.
-La damita quiere ir con nosotros.- El joven detective respondió mientras volvía a rascarse la cabeza. -Le he explicado un montón de veces que no es buena idea que vaya, pero...-
-Tengo que ir.- Girándote en dirección al caballero de los lentes, espetaste con firmeza. -Akihito es lo único que tengo. Si algo llegase a pasarle...-
-No puede ir con nosotros, señorita.- Fue su respuesta tan firme como lo había sido tu argumento, haciendo que tu retrocedieras un paso. -No estamos hablando de cualquier caso de secuestro sino de la mafia, y por si fuera poco, Akutagawa Ryūnosuke está involucrado. Esto es algo extremadamente peligroso.-
No tenías ni idea de quien era Akutagawa Ryūnosuke, pero al escuchar la palabra peligro junto a su nombre viniendo de alguien como él, el temor volvió a apoderarse de ti. Tu pequeño Akihito estaba en manos de una persona que incluso era temida por ellos...
Ni siquiera pensaste dos veces en cuales eran tus opciones. Tus prioridades estaban muy claras dentro de tu cabeza y el miedo solo le daba combustible a tu voluntad.
-Está decidido entonces.- Dijiste tras un momento, pasando de largo a los dos hombres para acercarte al auto negro en el cual el Detective Dazai había estado apoyándose, tomando la manilla de la puerta trasera y girándote hacia ellos con expresión decidida. -¿Vamos a ir o no?-
-¿Qué no me escuchó? Los civiles no pueden involucrarse en estas cosas.- Gruñendo con irritación, el hombre rubio te frunció el ceño y se cruzó de brazos. -Apártese del auto y déjenos hacer nuestro trabajo.-
-Les dejaré hacer su trabajo si me dejan ir con ustedes. Prometo no ser un estorbo.- Respondiste sin verte afectada por su tácticas de intimidación, manteniendo la mano en la fría manilla del auto. -Pero no puedo quedarme aquí sin hacer nada sabiendo que personas como esa tienen a Akihito y su poder entre sus manos. Él es un niño, y si llegasen a lastimarlo...-
-Usted no podrá hacer nada.- Fue la seca respuesta del detective de cabello rubio, haciendo que abrieses los ojos ligeramente sorprendida ante la crueldad de sus palabras. -Usted es solo una persona común y corriente. No será más que un estorbo para nosotros y un peligro para usted misma el que vaya. Así que sea consciente de sus límites y regrese a esperar en la agencia mientras nosotros vamos a buscar al niño.-
¿Huh? ¿Así que esa persona seguía siendo tan inflexible y áspera al hablar? Recordabas bien haber sido una testigo de las muchas veces en las que el Profesor Kunikida había barrido el piso con algunos alumnos muy poco aplicados con solo un par de palabras demasiado honestas, y de haber estado en aquella época, posiblemente te habrías sentido un poco intimidada o un poco mal contigo misma, pues por más duras que fueran sus palabras eran tan ciertas como podían ser: Tú eras una mujer ordinaria y no tenías ni la menor oportunidad de enfrentarte a un mafioso entrenado, mucho menos a uno que, imaginabas por las palabras de los detectives, debía ser muy habilidoso...
-Oblígame.
Pero tú no estabas para pensar en esa clase de estupideces ahora. No cuando era Akihito quien estaba en peligro.
Ojos obscurecidos. Expresión serena pero desafiante, labios pálidos como cal. Tu voz no subió ni una décima de lo que lo haría en una expresión común, pero sin que tú lo supieras, a Kunikida Doppo aquella única palabra le sonó como un grito que rebota contra una cueva y hace eco. Por segunda vez en cinco minutos, le llegó el recuerdo de aquel sueño recurrente...
-Ugh... Estamos perdiendo el tiempo.- Fue lo único que dijo antes de cerrar los ojos con frustración, sacando la llave de su bolsillo para quitarle el seguro al auto de la agencia. -No nos haremos responsables del peligro que está por correr.-
-He cuidado al usuario de una poderosa habilidad por tres años sin ayuda de nadie. Creo que un mafiosillo de tercera no es lo más peligroso que he tenido que enfrentar.- Fue lo único que le contestaste antes de abrir la puerta trasera del auto y subirte a él, dejando a los otros dos caballeros con cejas levantadas cuando cerraste la puerta con fuerza. -¡¿Van a subir o no?!-
Los dos detectives tuvieron que subirse en medio de su estupefacción. Aun cuando estaban recorriendo la autopista, solo hubo silencio por varios minutos mientras yacías de brazos cruzados y la mirada fija en una de las ventanas, silenciosamente aliviada de que haberte negado a obedecer a los detectives realmente había funcionado. Tener que improvisar un plan a último minuto para obtener lo que deseabas no era tu forma favorita de resolver las cosas.
-Ahora que lo pienso, damita... Vaya que has tenido mala suerte.- Tras cinco o diez minutos de recorrer las calles en el auto, el Detective Dazai en el asiento del copiloto se giró para observarte con una sonrisa condescendiente. -Estás diciendo que llegaste hace una semana de Tōkyō porque te perseguía un miembro de la Yakuza... ¿Sabes cuál era su nombre?-
-Ah, si...- Respondiste tras mirarle con cierta curiosidad ante su repentino interés. -Se llamaba Uchibori Kazuo.-
-¡...!
No pudiste notarlo, pero los dos hombres frente a ti palidecieron violentamente al escuchar el nombre del líder de nada más y nada menos que el Inagawa-kai, la tercera Yakuza más grande no de Tōkyō o de Honshū, sino de todo Japón.
-V-Vaya... Eso es peligroso... ¿Acaso querían obtener el poder de Aki-chan?- Preguntó de nuevo el hombre del cabello despeinado, a lo cual tu descruzaste las piernas solo para volver a cruzarlas al revés.
-No. Kazuo-kun era un cliente en la tienda de dulces en donde estaba trabajando. Un día, de la nada, me pidió matrimonio. Como no quiero verme involucrado con esa clase de personas lo rechacé, pero luego empezó a ponerse molesto y comenzó a enviar camiones llenos de flores, joyas, boletos para viajes y atracciones turísticas, guardaespaldas que me escoltasen y que cuidasen mi casa, y a ofrecer adoptar a Akihito como su hijo para que tanto él como yo fuésemos los próximos cabecillas de la Yakuza en caso de que él muriese. Ese cabeza de rábano...
Desde tu lugar no eras capaz de verlo, pero los rostros de los dos detectives estaban tan blancos como la leche, sudando frío al escuchar semejante historia. El mismo pensamiento de "Esta chica es demasiado temeraria o demasiado estúpida" les recorría la cabeza.
-O-Oh... Con que es así...- Escuchaste mascullar a Dazai, aunque su voz por alguna razón sonaba restringida. -... S-Se que esta pregunta no se le hace a una mujer pero, ¿Cuántos años tienes, damita? Te ves muy, muy joven para estar envuelta en tantas cosas escabrosas... ¿Veintidós, veinticuatro años tal vez?-
-Tengo diecinueve.
"¡Demasiado joven!" Pensaron alarmados los dos detectives al ver la clase de cosas por las que habías pasado. No era nada normal la calma con la que hablabas de esas cosas. Además, pensaron ambos, si él niño que estaban buscando tenía tres años, tú debías haber tenido quince o dieciséis cuando habías quedado embarazada...
-¿En dónde está el padre del niño?- Ahora fue el turno del chófer, el Profesor... Detective Kunikida, de hacer las preguntas mientras cruzaba por un distribuidor para bajar hacia la autopista de la costa. Por el retrovisor, observó cómo tu rostro se ensombrecía y como apartabas la mirada hacia el asiento, tardando algunos minutos en responder.
-Murió poco tiempo después de que él nació. Fue ejecutado por la Port Mafia.
Un minuto de silencio le siguió a aquella respuesta, mientras los dos hombres sacaban sus cuentas. Así que habías tenido que traer al mundo y criar a un niño por ti misma cuando tú aun no habías dejado de ser totalmente una niña...
-¿Conseguiste un lugar en donde quedarte mientras tanto, damita?- Volvió a retomar la palabra el hombre de la gabardina, girándose para verte por el asiento.
-He conseguido una pequeña habitación, pero está bastante lejos de todo y estoy en busca de trabajo para poder conseguir un lugar mejor...
-Oh... Así que has venido con una mano adelante y otra atrás... Vaya que eres admirable, Yamato-chan.- Él te respondió con una pequeña sonrisa, haciendo que te encogieses de hombros y apartases la mirada sin darle mayor importancia.
-Pero, Detective Dazai, mi apellido...
Justo cuando sentías que el auto se detenía a las afueras de una zona portuaria llena de almacenes y galpones a la orilla del mar, te atreviste a corregir una cosa que él había dicho, más al ver en donde se habían parado dejaste el tema de lado. Aquel lugar era una zona restringida e imaginabas que debían haber guardianes en ciertos puntos, pero ni porque fuese una cárcel de máxima seguridad ibas a dejar que eso te detuviera de salvar a Akihito.
-... Olvídelo, creo que eso no es importante ahora.
Apagando el motor, los detectives Kunikida y Dazai intercambiaron algunas palabras a las cuales no les diste la menor atención y que parecían tener que ver con la forma en que iban a irrumpir en territorio de la mafia a plena luz del día. Observando desde detrás de los vidrios ahumados del auto a algunos hombres vestidos de negro que caminaban entre los almacenes de metal, pensaste en que, si se ponían a adivinar en donde podía encontrarse tu pequeño, corrían el riesgo de ser atrapados y ejecutados...
Bueno, estando ya a este punto, podías utilizar eso. Por un momento, cerraste los ojos y pusiste tu mente en blanco al dar tres profundas respiraciones, concentrándote solo en una cosa...
"Akihito..."
Una sensación calida comenzó a llenar tu cuerpo... Un hilo suelto que comenzó a estirarse dentro de tu pecho, lentamente... Hasta que se tensó por completo en una dirección.
THUMP
"... Puedo sentirlo..." Pensaste mientras tu corazón retumbaba como sincronizado con él de alguien mas, un sentimiento extraño recorriéndote el cuerpo, insistiendo con que debías comenzar a moverte hacia la dirección a la cual apuntaba aquél hilo imaginario... "¡Allí está!"
-¡Detective Dazai!- Abriendo los ojos de golpe, no le prestaste atención a la forma en que los dos hombres te observaban curiosos desde los asientos delanteros desde quien sabe cuánto tiempo atrás. -¿Tiene un mapa del puerto? Creo que sé dónde está.-
Aun con expresión confundida, observaste al hombre con vendas abrir la guantera del auto y revolver por unos segundos en el interior antes de sacar un papel doblado, entregándotelo rápidamente. Al extenderlo sobre los otros dos asientos libres de pasajeros, dejaste un dedo sobre la zona en donde se extendían esos almacenes de metal y volviste a cerrar los ojos, moviendo tu dedo hacia donde aquel sentimiento te dirigía hasta que se detuvo.
-Aquí.- Dijiste al abrir los ojos, observando que tu dedo se había detenido en el almacén más cercano al límite entre la tierra y el mar. -No puedo darles más detalles. Solo sé que está aquí.-
-Increíble. ¿Cómo hiciste eso?- Dazai exclamó asombrado desde su asiento mientras tú le pasabas de regreso el mapa.
-Es un efecto secundario de la habilidad de Akihito. Luego puedo explicárselos, debemos salir.- Respondiste mientras abrías tu puerta del auto sin esperar el permiso de nadie, escuchando como el detective de los lentes soltaba algo parecido a un regaño antes de que escucharas las dos puertas delanteras abriéndose y cerrándose. Pronto, los dos hombres estaban a tus flancos.
-Dazai, tú ábrenos camino hacia allá. Tú, niña, mantente siempre cerca de Dazai y no vayas a cometer ninguna imprudencia.- Kunikida Doppo sacó de la parte trasera de su pantalón una pistola de nueve milímetros plateada, a la cual le quitó el seguro y haló la corredera de la misma para colocar una bala en la recamara antes de subirla hasta su hombro al observar a su compañero. -Yo cuidaré de la espalda de ambos.-
-Entendido.- Dazai respondió con tono sereno, la expresión juguetona que le habías visto llevar todo ese tiempo habiendo cambiado a una de seriedad al responderle a su compañero. Más regresó a ser la misma de antes cuando se giró hacia ti, inclinando el rostro para verte dada la diferencia de estatura entre ambos. -Debemos ser silenciosos si no queremos meternos en problemas. ¿Crees que puedas seguirme el paso, damita?-
Tú te limitaste a observar la maya metálica que hacía de lindero entre la calle y los almacenes, frunciendo ligeramente el ceño ante su pregunta. -Me gustaría decir que es la primera vez que entro o salgo de forma ilegal en propiedad privada, pero...-
-Mm~... Parece que eras una chica salvaje.- Fue la picara respuesta del hombre antes de también sacar una pistola de la parte trasera de su pantalón, aplicando el mismo procedimiento que su compañero rubio antes de que te hiciese una seña con la cabeza, comenzando a correr.
"Una chica salvaje... ¿Huh?" Pensaste mientras le seguías el paso con la mayor precisión posible, agradeciendo haber elegido ropa cómoda para salir esa mañana.
Aunque, y lo decías por experiencia, una falda y pantaloncillos cortos eran mucho mejores para escalar mallas.
...
-¡Oye, Mika! ¡Rápido!
Soltaste un jadeo al terminar de alcanzar la cima de la cerca metálica, observando cada cierto tiempo por encima de tu hombro para comprobar que nadie podía verlos escapar. Poco te importó que los otros cuatro hombres del otro lado pudiesen ver debajo de tu falda, pues siempre llevabas un par de pantaloncillos de jean para estos momentos.
-¡O-Oigan, ustedes! ¡Deténganse ahí ahora mismo!
Tus hombros se tensaron y palideciste al escuchar la voz de un adulto a tus espaldas, girándote para observar como el Profesor Itoshiki comenzaba a correr hacia ustedes. Rápidamente resumiste tu escalada y calculaste la caída antes de lanzarte desde el final de la malla, cayendo con un chasquido amortiguado y un poco de dolor en tus tobillos antes de comenzar a correr con tus otros cuatro compañeros. No querían ser identificados ahora.
-¡Deténganse ahí, vagabundos!- Lograron escuchar la voz del profesor gritarles al llegar a la malla en la parte posterior de la escuela secundaria, a lo cual ustedes hicieron caso omiso mientras tanto tus compañeros como tú comenzaban a sacarse las camisas con la insignia de la escuela sin detener el paso, soltando sonoras carcajadas de victoria cuando cruzaron la esquina y desparecieron de la vista de su posible captor.
-¡Eso estuvo cerca!- Escuchaste a uno de tus amigos, Takeo, carcajear sonoramente cuando detuvieron el paso en una tienda de dulces a tres cuadras de distancia. Mientras todos recuperaban el aliento, tú miraste a tus compañeros al sujetarte las rodillas con las manos en un intento de recuperar la respiración. -¡Por poco te agarran, Mikarin! ¿Qué hubieses hecho si hubiesen llamado a tus padres?-
-Tch.- Fue lo que respondiste al secarte el sudor que había comenzado a perlarte la frente tras la carrera, frunciendo el ceño con molestia. -Ellos no son mis padres, estúpido Takeo. A ellos les debe importar una mierda lo que yo haga.-
-Uwa... Vaya que das miedo, Mika-chan.- Otro de tus amigos, Kenta, palmeó tu cabeza entonces. -A pesar de que luces tan adorable y buena...-
-Ya déjense de estupideces. ¿Qué no íbamos al río Arakawa?- Les respondiste con tono aburrido mientras comenzabas a caminar en dirección a la estación más cercana del metro, siendo seguida rápidamente por los otros tres hombres que, junto a ti, se habían escapado de clases con planes de ir a beber y bromear a la orilla del río hasta el atardecer.
-¿Qué deberíamos hacer mañana?- Escuchaste a Rocchi preguntar a tus espaldas, sacando de su bolso de escuela una botella de sake barato. -¿Qué tal si vamos al museo del ramen? Dicen que si haces todo el recorrido, te dan cinco platos de ramen gratis.-
-Esos son mitos, Rocchi. En verdad eres ingenuo...- Takeo respondió al quitarle la botella a su amigo para destaparla, dándose el primer trago. -Además, ¿Para qué quieres ramen gratis si siempre podemos ir a casa del viejo Kiyoshi y correr antes de que pueda cobrarnos?-
Unas carcajadas torcidas se les escaparon de la boca a tus compañeros y a ti, tus ojos deteniéndose por un momento en la vitrina de una tienda en donde un maniquí con una bufanda excesivamente cara yacía.
Tu atención recayó en la prenda casi de inmediato, tanto por la calidad de la tela como por el jugoso precio de la misma.
-¿Te gusta la bufanda, Mika?
Sentiste repentinamente el peso de Rocchi sobre tus hombros, haciendo que ambos se tambalearan un poco cuando él se inclinó un poco para hablar cerca de tu oído mientras observaba el maniquí.
-... Podríamos venir mañana para que la veas de cerca... Y si te gusta lo suficiente, ya sabes que somos personas especiales...
Tus ojos se ensombrecieron lentamente mientras escuchabas a tu compañero, la bufanda luciendo bastante bien al sobreponerse en tu reflejo en el cristal, tus ojos color borgoña opacándose lentamente... Era una bonita bufanda, y la querías.
-Está bien.
...
-Quietos.
Tus músculos se congelaron ante la voz del Detective Dazai, manteniéndote en equilibrio al permanecer agachada y con los dedos como base de apoyo sobre el suelo de asfalto, observando cautelosamente la parte trasera de su gabardina mientras su cabeza se asomaba por la esquina de uno de los almacenes. Habían diez filas de doce almacenes en aquel terreno, y aunque había sido relativamente fácil saltar la cerca de metal y esconderse detrás de la última fila de almacenes, resultaba ser que habían más guardias de los que ustedes habían imaginado. Aunque su plan había sido ir rodeando la fila limítrofe hasta alcanzar el almacén número ciento veinte que se encontraba al otro extremo del terreno, se habían visto obligados a torcer el rumbo en forma de "L" que habían planeado tomar y ahora zigzagueaban de un almacén a otro como ratas que se esconden entre las sombras.
Lo importante era no ser descubiertos, porque si lo hacían, se verían obligados a disparar y eso definitivamente llamaría la atención de todos los demás guardias.
-Estoy desorientado. ¿No nos estamos alejando del almacén?- Escuchaste al detective con lentes preguntarle a su compañero en un susurro, haciendo que este último te mirase con sus grandes ojos castaños.
-No, estamos cerca. Solo tres almacenes mas.- Respondiste mientras aquella sensación que atraía tu cuerpo como un imán se volvía cada vez más fuerte conforme te acercabas al paradero de Akihito.
-La damita tiene razón. Allí adelante está el almacén ciento veinte... Y dos guardias muy fortachones.- Una sonrisa sardónica recorrió el rostro del hombre moreno mientras el segundo detective y tú observaban a los dos enormes hombres de traje negro y lentes obscuros que llevaban metralletas en las manos. -Sus madres debieron alimentarlos muy bien de pequeños.-
Aprovechando una oportunidad, los tres corrieron para lograr pasar de la parte posterior de un almacén a otro antes de esconderse de nuevo entre las sombras, observando hacia todos los lados posibles mientras pensaban en un plan.
-Parece que primero tendremos que hacernos cargo de esos dos grandotes, Kunikida-kun.- Dazai prácticamente canturreó al intercambiar miradas con su compañero, quien le devolvió una mirada impaciente mientras se acomodaba los lentes en la nariz.
-Aunque puedo hacerlo, sería demasiado ruidoso que yo me enfrentase solo a dos hombres.
-Aah~, Sabes bien que no soy muy bueno peleando, Kunikida-kun. Además, ya he tenido mi cuota diaria de golpes esta mañana gracias a ti.- Se quejó el hombre de la gabardina, haciendo un puchero infantil que no venía a la situación en la que se encontraban. -¿Qué tal si usas tu habilidad...?-
-Usar una bomba cegadora tampoco es algo muy discreto, imbécil. Las personas que tienen al niño secuestrado podrán escucharla y podrían intentar huir. O peor, los demás guardias vendrán y no tendremos oportunidad de escapar de este lugar vivos.
¿Una habilidad...? ¿Kunikida Doppo era un usuario de habilidades? Tus ojos se abrieron ligeramente y giraste el rostro en su dirección al escuchar ese dato que no sabías sobre él, haciendo que este te mirase de regreso con el ceño fruncido.
-¿Qué pasa?
-¿Tiene la habilidad de crear bombas o algo así?- Preguntaste con la voz baja, mientras Dazai se encargaba de revisar que no hubiesen moros en la costa.
-No. Esa es la habilidad... De otra persona.- Cerrando los ojos por un momento mientras parecía recordar a alguien, observaste al hombre de cabello rubio sacar un cuaderno de tapa verde y con la palabra "Ideal" pintada con tinta negra en el frente. -Doppo Ginkaku es capaz de materializar cualquier objeto que escriba en mi cuaderno, pero para ello debo haberlo visto antes y tener conocimiento del funcionamiento del mismo.-
-Además, solo puede materializar cosas que sean del tamaño de ese cuaderno. Nada más grande que eso. ¿No es eso irónico, Kunikida-kun?- Agregó el Detective Dazai con una sonrisa burlona, ganándose una mirada de odio de su compañero rubio ante un chiste que no fuiste capaz de entender y al cual no le prestaste la menor atención mientras comenzabas a maquinar.
Algo del tamaño de ese cuaderno...
-¿Qué tal si intenta materializar una bomba somnífera de Benzodiazepina?- Preguntaste al regresar la mirada desde el cuaderno hasta su portador, haciendo que este te mirase ligeramente confundido. -Usted era profesor de matemáticas, pero una vez dijo en una clase que también había estudiado otras ciencias. ¿No sabe absolutamente nada de química, Sensei?-
La luz de la sorpresa, y luego las del reconocimiento pasó como un rayo dorado a través de los ojos del detective. En menos de un instante, él había abierto el cuaderno y comenzaba a escribir furiosamente con una pluma sobre unas páginas en blanco antes de arrancarlas.
Doppo Ginkaku
Para tu sorpresa, las tres páginas en blanco comenzaron a emitir una brillante luz blanca y verdosa antes de que la forma cuadrada de la hoja se convirtiese en tres mascarillas anti-gas, entregándote una, una a Dazai y él quedándose con la restante antes de volver a escribir en el cuaderno.
-Pónganselas. La benzodiacepina tiene una larga lista de efectos secundarios y no quiero tener que lidiar con alguien drogado en medio de una misión de rescate.
El detective frunció un poco el ceño mientras se colocaba su propia mascarilla, a lo cual tu obedeciste rápidamente en lo que escuchabas a Dazai preguntar emocionado "¿Podría morir si inhalo un poco de eso?" que fue seguido por un "Ojalá solo te diese diarrea, maldito bastardo suicida" de parte de su compañero. ¿Estos dos eran amigos...?
-Ahora vamos. Ya está atardeciendo.
Ciertamente, el cielo se estaba poniendo anaranjado.
Los tres terminaron por esconderse en la parte trasera del almacén ciento veinte, apostillándose luego a un costado de la misma, a una distancia prudencia de los dos gorilas que vigilaban la gran entrada al edificio de metal. Arrancando la última hoja que había escrito, la bomba se materializó en su mano y comenzó a desprender gas antes de que él la lanzara al suelo, haciéndola rodar silenciosamente hasta los pies de los dos gorilas, que observaron la bomba demasiado tarde como para reaccionar, pues ya habían inhalado demasiado somnífero a esas alturas. Un minuto pasó y ambos cayeron como enormes torres que se desploman en el suelo.
-¡Rápido! No pasará mucho antes de que sus compañeros se den cuenta de que algo pasa.- Escuchaste a Kunikida apurarlos mientras Dazai y tú se adelantaban para entrar al galpón, el caballero de melena marrón ayudándote con el pesado portón de metal en la entrada.
La obscuridad en el interior del lugar fue iluminada por la luz del crepúsculo cuando tú diste el primer paso hacia adentro, una única ventana en la parte alta del galpón iluminando a una silla de madera en donde un niño pequeño, de revuelto cabello rubio se encontraba amarrado y amordazado, llorando silenciosamente hasta que escuchó el sonido del portón.
-¡Akihito!
Retorciéndose en la silla, el pequeño niño pareció reconocerte mientras corrías con todas tus fuerzas para acercarte a él, sujetando su rostro entre tus manos mientras sus preciosos ojos borgoña se llenaban de alegría al verte, comenzando a sollozar desde detrás de la mordaza que le habían colocado.
-Todo estará bien, Akihito.- Intentaste consolarlo mientras limpiabas un poco de sucio en su rostro, haciendo que las lágrimas que habían comenzado a correr por sus mejillas se detuvieran por unos momento. -Ya estoy aquí, solo...-
Con el corazón encogido al ver que su ropa estaba rota en algunas partes y que parecía estar sediento y hambriento, soltaste su apretada mordaza y comenzaste a buscar la forma de quitar las cuerdas que mantenían sus pequeñas manos y cuerpo atados al espaldar de la silla, dándote cuenta de que era un nudo demasiado apretado como para que pudieses quitarlo por ti misma.
-Permíteme ayudarte con eso...
De un momento a otro, la cuerda, la manga de tu chaqueta y el espaldar de la silla fueron cortados violentamente en dos por una larga y temible cuchilla negra.
No... Tela negra.
El aliento se te escapó de los pulmones. No tuviste tiempo de reaccionar cuando recibiste un fulminante golpe en la boca del estómago, el cual te mandó a volar contra el portón del almacén y varios metros lejos de Akihito, chocando contra él en un estruendo antes de caer al suelo.
-Son muchas las personas tercas en la tierra... Pero las mujeres, sin duda alguna, son las más tercas de todas.
Vomitando la bilis y quedándote privada de oxigeno por culpa del golpe, te mantuviste a gatas en el suelo mientras todo tu cuerpo se estremecía de dolor y tus oídos lograban captar como tus dos compañeros gritaban por ti como si en realidad estuviesen muy lejos, tu cabeza dando vueltas y tu espalda estremeciéndose en arcadas por búsqueda de aire mientras sentías los brazos de uno de ellos rodeándote para verificar tu estado y ayudarte a respirar. Sus voces comenzaron a volverse más nítidas conforme tu cuerpo se recuperaba del dolor y fuiste capaz de retomar el aliento.
-Akutagawa...
Lo primero que lograste diferenciar fue a Kunikida Doppo gruñir ese nombre mientras apuntaba hacia el caballero que, ahora que lograbas verlo, era el mismo que había liderado al trío que te había arrinconado durante la mañana. Dazai Osamu yacía a tu lado, habiendo pasado uno de tus brazos por sus hombros para ayudarte a poner de pie mientras te preguntaba si te encontrabas bien.
-Sé que la mafia está llena de personas de la más baja calaña... Pero nunca me imaginé que serían capaces de incluso ir secuestrando niños inocentes y golpear mujeres.
-Ah, eres tú... El tonto charlatan de la Agencia de Detectives Armados...- Con voz ronca como si tuviese problemas para respirar, el hombre con la larga gabardina negra, Akutagawa Ryūnosuke, se llevó una mano a la boca para soltar un par de tosidos mientras los bordes de su chaqueta se movían con vida propia, destilando una siniestra luz roja a su alrededor. Sus ojos negros como pozos sin fondo te causaron escalofríos aun cuando se encontraban fijos en tu antiguo profesor. -Nos volvemos a encontrar.-
-Para mí desagrado.- El caballero de lentes respondió mientras sujetaba su cuaderno en una mano y apuntaba la pistola hacia su enemigo con la otra.
-Ha pasado un tiempo desde el último encuentro que tuvimos. Ciertamente, tampoco estoy feliz de verte.- El hombre con el cabello blanco en las puntas se metió las manos en los bolsillos mientras su mirada pasaba desde el detective que le apuntaba hacia el que te estaba ayudando, observándolo con sus aterradores ojos negros y una expresión extraña que te hizo temblar. -... Dazai-san...-
-Supongo que olvidé enseñarte a tratar de forma adecuada a las mujeres, Akutagawa-kun. Mi culpa.- Respondió el de la gabardina con una sonrisa apenada, haciendo que tú le mirases confundida por sus palabras tan familiares. -Ahora, si fueses tan amable de entregarnos al niño...-
-Eso no pasará.- Levantando a Akihito por el revuelto cabello amarillo y haciéndolo gritar y retorcerse de dolor, tu cuerpo se sacudió con la mezcla de ira y preocupación entre los brazos del Detective Dazai, quien te sujetó firmemente al ver tus intenciones de volver a acercarte. -Este niño es uno de los miembros del clan Nihonshoki, y por ende, su habilidad vale una suma casi tan alta como la del Jinkō en el mercado negro. Su captura y venta son órdenes del jefe, y aunque seas tú o el hombre charlatan, no puedo entregarles una Totsuka No Tsurugi de forma pacífica, Dazai-san.-
Con el sonido característico de las armas siendo apuntadas en su dirección, los tres giraron la cabeza para observar como la puerta del almacén estaba llena de guardias armados con metralletas, haciendo que la salida del mismo fuese imposible. Inmediatamente palideciste.
-Oh, esto es malo...- Escuchaste al hombre junto a ti soltar un suspiro mientras bajaba la pistola en su mano derecha junto a su compañero, soltándolas para que cayeran en el piso.
Todos iban a morir allí...
...
¡A menos que...!
-Detective Dazai...- Logrando hablar con la voz débil, tus ojos se elevaron al rostro del hombre que miraba hacia los mafiosos armados a espaldas de ustedes con una sonrisa de circunstancias hasta que te escuchó llamarlo, inclinando su cabeza hacia ti hasta que tu temblorosa voz fue audible solo para él. -H-Hay una manera... Akihito... Necesito llegar hasta Akihito. Si llego hasta él...-
Levantando una ceja por un momento, el hombre con el cabello despeinado te miró como si intentase adivinar qué era lo que estabas planeando, hasta que pareció comprender algo dentro de tu mirada. Su sonrisa regresó serena mientras asentía con la cabeza, ignorando el hecho de que justo en ese momento los hombres del tal Akutagawa estaban a tan solo un par de pasos de distancia y le arrebataban el cuaderno a Kunikida Doppo.
-Pareces muy lista, damita...- Escuchaste a Dazai decir mientras se inclinaba aún más hacia ti, sus labios rozando tu mejilla como si estuviese besándote, esto para disimular el movimiento de su boca. -Cierra un ojo y cúbrete los oídos.-
Bajando la cabeza contra su pecho como si fueses su amante, sentiste que te abrazaba contra su cuerpo mientras una de las metralletas de los mafiosos se apoyaba contra su espalda, ordenándoles que se separaran. Dazai solo giró el rostro en dirección al mafioso, sonriendo amistosamente.
-Kunikida-kun, es hora del show...- Le escuchaste decir, y a pocos metros de distancia, Kunikida Doppo soltó un gruñido exhausto.
-Oye, tú.- Escuchaste la voz del detective con lentes decirle a alguien desde su lugar. -Abre la página noventa y dos.-
Escuchaste el sonido de las páginas del cuaderno al ser pasadas, un tintineo... Y luego, un jadeo.
BOOM
¿Una bomba cegadora? ¿El Profesor Kunikida podía materializar las cosas a larga distancia también? No tuviste demasiado tiempo para pensar en ello, pues sentiste que eras empujada por los brazos de Dazai para comenzar a correr, abriendo los dos ojos y encontrándote con que todo el almacén estaba lleno de luz y humo blanco, pero que gracias a que habías mantenido uno abierto durante todo ese tiempo, esta no te había afectado tan fuertemente la visión.
Escuchaste disparos en la dirección en la que había estado el Detective Kunikida, pero el Detective Dazai no pareció preocuparse por ello mientras te ayudaba a correr por el borde y entre las cajas de madera que habían dentro del almacén, acercándose lo más que pudieron hasta donde se habían encontrado Akutagawa y Akihito antes de que, de entre la gran nube de humo blanco, apareciera una gran cuchilla negra que se dirigió hacia Dazai.
Por instinto, cerraste los ojos y esperaste escuchar el sonido de la carne siendo cortada... Pero solo escuchaste aquel pequeño sonido de la ropa al rozar por el movimiento del cuerpo.
Ningen Shikkaku
-¡Corre, damita!
Abriste los ojos y empezaste a correr, observando solo por el rabillo del ojo como Dazai había detenido el avance de la cuchilla con su mano desnuda, haciéndola desaparecer en el aire sin esfuerzo alguno. Esta era la única oportunidad. El niño que yacía aun en la mano de Akutagawa, con los tiernos ojos llorosos, te observó mientras extendías una mano hacia él.
-¡Akihito!
Como si con solo eso él pudiese entender lo que deseabas, dejó de retorcerse y extendió su pequeña mano en tu dirección. Aun arriesgándote a ser atacada por el mafioso, terminaste de acercarte, pasaste a su lado y uniste tu mano con la del niño en un fuerte agarre.
Kusanagi No Tsurugi
Un cegador halo de luz color dorado los envolvió a ambos e iluminó repentinamente el almacén.
La pequeña mano que sujetabas rápidamente se volvió dura y cambio de forma como la empuñadura de una espada. Mientras tu cuerpo era fulminado por una violenta ola de energía, sentiste que el cuerpo del niño cambiaba de forma. Percibiendo todos tus músculos palpitar y tu corazón detenerse, tus ojos cerrados se abrieron cuando su poder se apropió completamente de tu cuerpo. La luz dorada y anaranjada fue absorbida hasta irradiar ligeramente desde tu piel y tu arma, y mientras le dabas vueltas a la larga espada de doble filo que ahora yacía en tu mano derecha con una agilidad que no pertenecía realmente a ti, te giraste hacia donde ya sabías que se encontraba tu enemigo.
La brillante punta de la hoja cortó un par de los cabellos negros que se encontraban en la nuca de Akutagawa Ryūnosuke. Todos, incluyendo los demás mafiosos, detuvieron la batalla solo para observarte, anonadados. Solo los ojos del hombre con la gabardina negra mostraron la emoción de cuando se ve algo impresionante, pues el resto de su rostro permaneció inmutable.
-... Así que los miembros del clan no son los portadores de Totsuka...
-Si lo son...- Tu voz sonó reverberante, y tus ojos, ahora brillando en color dorado, se mantuvieron fijos en Akutagawa. -... Pero mientras aún son jóvenes, los descendientes del clan son Totsuka. Y por desgracia te acabas de meter con su guardiana de turno.-
Con un suave movimiento de tu muñeca para balancear la espada, una violenta ráfaga de viento como un huracán azotó a tu enemigo contra la pared izquierda del almacén, arrancándole un grito de dolor antes de caer al suelo boca abajo. Bajando la espada de nuevo, te girases lentamente hacia donde aquel grupo de veinte o treinta mafiosos con metralletas yacían, Kunikida Doppo y Dazai Osamu encontrándose rodeados por ellos hasta que aquella luz dorada los había cegado a todos.
-Detective Dazai, Kunikida-Sensei... Detrás de mí, por favor.
La voz reverberante que salía de tu garganta llamó a los hombres que ahora te observaban con los ojos muy abiertos y el cuerpo paralizado. Era normal que eso pasara; cuando Akihito se convertía en Kusanagi, todo su cuerpo se convertía en una espada de empuñadura dorada/roja y doble filo. Por si fuera poco, la enorme cantidad de poder que te invadía tenía la propiedad de elevarte un par de centímetros en el aire y hacer que todo tu cuerpo irradiara esa ridiculamente llamativa luz con color del atardecer.
Era vergonzoso, era ridículo...
-¡D-Disparen!- Los mafiosos gritaron mientras olvidaban a los detectives y disparaban hacia ti al mismo tiempo con sus ametralladoras, logrando vaciar sus cargadores después de un minuto y medio de fuego sin descanso.
... Y era a prueba de balas.
Las balas que dispararon fueron desviadas cuando tu cuerpo se movió a una velocidad divina para utilizar la hoja de la espada como escudo, mandando las balas lejos de ti y en dirección a unos cuantos de tus enemigos, hiriéndolos hasta que solo hubo unos diez o menos en pie, quienes se estremecieron de terror al ver a todos sus demás compañeros lastimados a su alrededor. Creías no haber golpeado a nadie en ningún punto vital, pero...
Lenta y elegantemente, apuntaste la espada en dirección a ellos mientras tus ojos aún estaban cubiertos por esa luz dorada. -Los que aún pueden caminar... Largo de aquí.-
Jurabas por dios que casi todos ellos tenían manchas de humedad en los pantalones cuando soltaron las metralletas y comenzaron a correr o cojear. Soltando un suspiro interno, bajaste la espada y giraste el rostro en dirección a adonde habías lanzado a Akutagawa Ryūnosuke.
-Ugh...- Observando cómo se levantaba lentamente del suelo entre tosidos con sangre, el joven de la gabardina negra se llevó una mano al rostro mientras lograba al fin ponerse de pie, tosiendo y salpicándose la ropa y la palma de su mano con más sangre. Ciertamente le habías golpeado fuertemente, pero esa tos y esa hemorragia no eran por tu culpa.
-La leyenda que pasa de generación en generación a través del clan Nihonshoki es que esta espada...- Dijiste al apuntar el arma hacia él y comenzar a caminar en su dirección. -Era una de las tres regalías sagradas de Amaterasu Ō-Mikami. Es capaz de matar demonios y dioses, y de manejar los vientos a placer...-
Él intentó atacarte, y si bien cuando lo había hecho por primera vez a duras penas lo habías visto venir, estando en el estado en el que ahora estabas, resultó tan fácil de observar como ver una película en cámara lenta. Solo tuviste que cortar en dos la cuchilla que te mandaba con uno de los filos de Kusanagi con un movimiento fácil pero rápido para volver a apuntarle al cuello, rompiendo la tela de la que estaba hecha su arma y haciendo que esta cayese sin vida en el suelo cuando la desprendiste de su chaqueta, haciendo a tu enemigo abrir los ojos de par en par, más cuando habías hecho todo eso sin siquiera dejar de caminar o pestañear.
¿Cuánto tiempo había pasado ya? Tenías que acabar de una vez, antes de que tus huesos comenzasen a resentir semejante poder. -Por favor, dile a tu jefe, sea quien sea...-
En menos de una fracción de segundo, estuviste a pocos centímetros de distancia frente a Akutagawa, haciéndolo jadear de sorpresa al ver que ni siquiera él había sido capaz de verte acercarte y ponerle la espada al cuello como ahora lo hacías.
-... Que, si vuelve a hacerle daño a Akihito... Me encargaré de desaparecer su existencia de la faz de la tierra.
El joven Akutagawa ni siquiera parecía estar respirando hasta que te diste media vuelta y comenzaste a alejarte, bajando la espada al comenzar a caminar en dirección a tus compañeros, quienes te miraban aun como si estuviesen viendo la cosa más increíble del universo. Cuando volviste el rostro hacia atrás, él hombre de la gabardina negra ya no estaba allí.
Mejor así.
-¿Están bien?- Mascullaste con expresión serena, dándote cuenta de que lo único diferente en tus dos compañeros eran sus ojos a punto de salirse de sus cuencas mientras te observaban... Ambos estaban sin un rasguño, gracias al cielo. -Entonces, eso es todo... Ya estoy en mi limite.-
Fue lo siguiente que dijiste tras alejarte de ellos y volver a inspeccionarlos con la mirada, cerciorándote de que ambos detectives estuviesen totalmente bien antes de volver a levantar la espada ante tu cabeza, observando el reflejo de la mitad de tu rostro, pálido y con los ojos brillando en dorado. De un momento a otro, dicho reflejo cambió hasta que observaste la mitad del rostro del pequeño niño de cabello rubio y ojos borgoña en la hoja, este mirándote con expresión serena mientras hablabas.
-... Regresa, Akihito.
Una pequeña sonrisa recorrió el rostro del pequeño antes de que le dieras una vuelta a la espada con tu muñeca, guardándola en la gran vaina de cuero rojo que yacía en tu cintura. Con eso, la luz dorada a tu alrededor volvió a tornarse cegadora antes de apagarse por completo. Tus pies y los de Akihito volviendo a tocar el suelo cuando regresaron a su forma original.
-Ah...- Cerrando los ojos mientras sentías como toda tu fuerza te abandonaba, te pusiste lentamente de rodillas hasta que estuviste a la altura de Akihito para luego sujetar su rostro y besar su frente, sonriendo conciliadoramente al ver que su cuerpo no tenía heridas. -¿Estás bien, campeón?... ¿Ellos te hicieron algo malo? Lamento haber tardado tanto en llegar...-
El pequeño negó con la cabeza y pareció no importarle que tan tarde habías llegado a rescatarlo mientras se llevaba un dedo a la boca, mirándote con sus grandes e inocentes ojos rojos al hablar con su voz infantil y la boca llena. -... ¿Tú estás bien, Kaa-chan?-
-Si... Gracias a esos señores de allá.- Respondiste con voz débil al apuntar hacia los dos jóvenes detectives, quienes se mantenían en sus sitios como si intentasen digerir todo lo que había pasado tan solo un minuto atrás. -... Ellos son Dazai-san y Kunikida-san. Ellos me ayudaron a venir por ti... ¿Qué tal si les das las gracias por mi?-
El pequeño niño clavó sus ojos en Dazai Osamu y Kunikida Doppo, quienes paseaban sus miradas entre tu espalda y el rostro del niño antes de que este bajase la cabeza en una reverencia. -Gracias por cuidar de Kaa-chan mientras yo no estaba, Dadai-san, Kumikida-san...
"... Mierda..." De haber podido escuchar sus pensamientos, eso sería lo que habrías escuchado en la cabeza de los dos detectives que intentaron con todas sus fuerzas permanecer con las expresiones más serias posibles al encontrar al pequeño niño demasiado adorable al comportarse como si él fuese tu guardián y no al revés.
-Muy bien, campeón...- Felicitándolo por su buena educación, sonreíste somnolienta mientras le dabas otro beso en la frente a tu pequeño, sintiéndote en el límite del aguante. -Ahora, no vayas a separarte de ellos, ¿Bien? Pase lo que pase... Voy a... Dormir un poco.-
El pequeño niño asintió con la cabeza sin que su expresión tranquila cambiase ni por un instante. -Buenas noches~.-
Dicho eso último, te desplomaste en el suelo sin ser capaz de escuchar o sentir nada más, ni siquiera los gritos de los dos detectives que te habían acompañado.
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Al abrir los ojos, supiste que habías hecho alguna estupidez cuando viste una pequeña bolsa con suero colgando junto al lugar en donde estabas acostada. Casi siempre después de haber hecho una estupidez a lo largo de tus diecinueve años, las cosas terminaban así, en un hospital. Tu historial médico debía tener el tamaño de una enciclopedia a estas alturas.
-¿Kaa-chan?
Girando el rostro a un lado al escuchar la voz Akihito llamándote, te encontraste con la figura del pequeño mientras se encontraba sentado en las piernas de una mujer con bata blanca y cabello negro, esta luciendo como si se hubiese estado encargando de entretener al pequeño mientras tú estabas fuera de combate, pues en sus manos se encontraban un par de marionetas de tela.
Una pequeña sonrisa aliviada recorrió tu rostro, pues recordabas haber visto a esa mujer cuando habías irrumpido en la Agencia de Detectives Armados. Estaban a salvo.
-... Buenos días, Akihito.
-¡Doctora, Kaa-chan despertó!- Saltando del regazo de la mujer con la bata blanca, observaste al pequeño Akihito acercarse hacia tu cama con una enorme sonrisa antes de que tú extendieses tu mano derecha hacia él, acariciándole la cabeza mientras observabas la vía conectada a una de las venas en el dorso de tu mano. -¿Eso significa que ya podemos ir a casa?-
-Pronto, Aki-chan. Pronto.- Sonriéndole amablemente, observaste a la doctora levantarse de la silla y quitarse las marionetas de las manos, acercándose a tu cama con una mueca consoladora. -¿Qué tal te sientes, niña?-
-Ah... Estoy bien, solo algo aturdida... ¿En dónde estamos?- Preguntaste al incorporarte con cuidado en la cama, observando a la mujer sentarse en tu camilla justo cuando, desde el otro lado de la cortina que separaba tu cubículo del resto del lugar, dos figuras masculinas aparecían.
-En la enfermería de la agencia, damita.- Dazai Osamu te sonrió simpáticamente al saludarte con un gesto de la mano y un guiño, acercándose a tu cama seguido de cerca por Kunikida Doppo, quien pareció escanearte rápidamente con la mirada antes de arreglarse los lentes en el puente de la nariz. -Nos diste un pequeño susto. No importa lo que hiciéramos, no te podíamos despertar con nada.-
-Ah...- Apartando la mirada hacia tu regazo, observaste el suero correr por el tubo de plástico conectado a la mano que acariciaba la cabeza de Akihito antes de responder. -Eso es porque Kusanagi no Tsurugi es una habilidad que le otorga una fuerza sobrenatural al portador de la espada. En una persona bien entrenada o atlética esto podría no ser la gran cosa, pero... Mi cuerpo no es exactamente el más fuerte de todos para soportar esa clase de poder por más de unos minutos. Es normal que pierda el conocimiento por algunas horas, o incluso que se me rompan algunos huesos...-
-Es una habilidad peligrosa...- Escuchaste al Profesor Kunikida decir mientras guardaba las manos en los bolsillos de su pantalón beige, pareciendo mortificado. -Y pensar que un niño tan pequeño puede hacer cosas como esa... ¿Qué tal si terminase dándole esos poderes a la persona equivocada y...?-
-¡No!- De un momento a otro, la voz de Akihito resonó en la habitación mientras encontraba la forma de subirse a la cama a pesar de que estaba bastante alta para él, terminando tú por ayudarlo a subir y sentarse en tu regazo, abrazándote con sus tiernos brazos y mirando receloso hacia Kunikida, quien le devolvió una mirada curiosa desde su lugar. -¡Kaa-chan es la única! ¡Kaa-chan siempre será la única!-
Una pequeña sonrisa recorrió tu rostro mientras abrazabas al pequeño contra tu pecho con tu mano no comprometida, observando a tu antiguo profesor con calma.
-En el clan Nihonshoki siempre han existido el "Arma", un usuario de habilidades que aún no alcanza los quince años y el "Herrero", que es el guardián y acompañante del usuario de habilidades. Desde el comienzo del clan, el arma solo puede ser empuñada por alguien a quien amen y en quien confíen plenamente, pues se tiene que confiar mucho para entregarle el poder de un dios a alguien más. Como los descendientes directos del primer cabecilla, Yamato Takeru, nacen siempre varones, regularmente los herreros de la espada son sus padres o hermanos... Por ahora, dada la edad de Akihito, yo soy su herrero. Por eso tenía miedo de que le hicieran algo mientras estaba secuestrado, pues no importa cuanto lo intente, mientras él sea un niño solo podrá activar su habilidad al tomar mi mano y solo mí mano. No puede hacerlo de otra forma sin correr riesgos muy grandes.
No había ninguna habilidad perfecta. Todas tenían siempre algún fallo o una condición. Ahí fue cuando Kunikida y Dazai comprendieron la condición de la habilidad "Kusanagi No Tsurugi" y porque habías sido capaz de ubicar el paradero de Akihito dentro del puerto con solo un mapa: La condición era que debías estar conectado en un fuerte lazo con otra persona que te "forjaría" durante toda tu infancia y parte de tu adolescencia, pues dependías de ella para activar tu poder hasta llegar a cierta edad. De por sí, eso era algo comprometedor.
-No he tenido la oportunidad de agradecerles, Detective Dazai, Kunikida-Sensei.- Inclinando la cabeza cuanto pudiste en tu posición, hiciste una reverencia a modo de agradecimiento mientras sujetabas al pequeño Akihito contra tu pecho. -De alguna manera voy a encontrar la forma de pagarles por lo que hicieron por mí y por mi pequeño. Muchas gracias por haberme ayudado a salvar a Akihito... Sin él, mi vida ya no tendría sentido. De nuevo, muchas gracias.-
No pudiste ver la sonrisa apenada que recorrió el rostro de Dazai, o el ligero sonrojo que cubrió las mejillas de Kunikida mientras apartaba la mirada a otro lado... Aunque Dazai sí que notó la reacción de su compañero.
-Oh vaya, me siento avergonzado. Recibir el agradecimiento de una chica tan linda... ¡Vamos, Kunikida-kun! ¿No es este el momento donde debes decir algo sobre tus ideales? Estoy seguro de que te podrías robar el corazón de la damita si dices las cosas correctas~.
Dándole unas sonoras palmadas en la espalda del hombre más alto, quien se tambaleó en su lugar y miró a su compañero nerviosamente, Dazai no le prestó ni la menor atención a la expresión tensa de Kunikida y le pasó un brazo por los hombros, sonriéndote cuando levantaste la cabeza hacia ellos, confundida.
-Verás, este chico guapo que vez aquí es un romántico empedernido. ¡Ese cuaderno que utiliza para su habilidad está en realidad lleno de sus ideales sobre la vida, en todos los ámbitos! Estoy seguro de que en algún lugar debe estar el "Ayudar a las bellas damiselas en peligro", así que no tienes que agradecernos nada. ¿Verdad, Kunikida-kun?
Cuando levantaste la mirada hacia el rostro de tu antiguo profesor, debiste admitir que te sorprendió ver el llamativo sonrojo que le cubría las mejillas mientras miraba hacia cualquier otro lado con el ceño muy fruncido, los lentes empañados por el calor en su rostro.
-... A-Aun así, ella tiene que pagar los honorarios para la agencia. Te recuerdo que no somos una organización que actúe haciendo obras de caridad, Dazai.- Respondió el hombre rubio mientras se cruzaba de brazos, poniendo expresión severa y usando un tono inflexible y cruel.
Oh, dinero... Tu rostro se puso repentinamente pálido.
-¿Kaa-chan?- Akihito preguntó al separarse de tu pecho, al parecer logrando sentir tu preocupación. Así mismo, tus pulsaciones aumentaron y la maquina conectada a tu pecho comenzó a sonar más rápido que antes. -¿Qué pasa?-
-Ah... Creo que tendremos que regresar a Tōkyō, Akihito...- Respondiste mientras mirabas la sábana blanca sobre tus piernas con la mirada vacía. -... Kaa-chan acaba de quedarse sin dinero...-
Un escalofrío les recorrió la espalda a Kunikida Doppo y a Dazai Osamu cuando sintieron la mirada asesina de Yosano Akiko desde la cama, dándote la espalda para verles. Al parecer, ellos habían hecho algo mal...
-E-Espera, lindura...- Dazai fue el primero en saltar para salvar su pellejo, inclinándose hacia ti con una sonrisa forzada y sudor corriéndole por la frente. -N-No tienes que esforzarte demasiado por eso. Ese pequeño depende de ti, ¿No? ¿Q-Que tal si te unes a nosotros y trabajas como detective? Fue muy buena tu idea de usar una bomba somnífera y se ve que eres valiente, así que con un poco de entrenamiento...-
¿Tú, detective? Por mucho que intentaras verte en eso, no podías imaginártelo debido a tu total inutilidad en todo aspecto de la vida. El que hubieses pensado en la bomba somnífera había sido solo un momento de iluminación dada la situación en la que te encontrabas, pero dudabas mucho que fueses capaz de llevar a cabo una investigación profunda sin terminar en puntos muertos o de interrogar personas cuando normalmente preferías limitar tus conversaciones a las que tenías con Akihito y con tus antiguos jefes, jamás haciendo preguntas demasiado personales a menos que fuese necesario.
Además...
-Creo que no podría aceptar algo como eso ahora, Detective Dazai...- Respondiste al levantar la mirada hacia él, incomoda. -Como ya le dije, mi cuerpo no es tan fuerte como el de la mayoría de las personas, y no soy tan lista como usted cree. Además, si ustedes tienen que enfrentarse con personas tan peligrosas como la Port Mafia tan a menudo, yo no podría arriesgarme a salir herida o morir cuando Akihito está tan pequeño y solo me tiene a mi... Por supuesto, también está el hecho de que no me gustaría tener que usar el poder de Akihito como si fuese mío...-
La expresión comprensiva de Dazai cuando volvió a erguirse y se metió las manos en los bolsillos te dio a entender que tenías puntos muy válidos. -Ya veo... Pero, aun así, el que regreses a Tōkyō no parece buena idea... Tendrías que lidiar con ese Yakuza acosador otra vez...-
Una ceja negra se levantó en el rostro de Yosano, y Kunikida casi juraba que podía sentir el bisturí de la doctora en su garganta, a pesar de que ella no se había movido ni un milímetro. Al parecer, ella ya había notado que él no estaba haciendo absolutamente nada por ayudarte.
-Ejem...- Carraspeó sonoramente mientras sacaba su cuaderno y comenzaba a revisar algo en una de las hojas, acomodándose los lentes con manos nerviosas. -A-Ahora que lo pienso, una de las asistentes de la oficina durante el turno de la tarde renunció para irse a estudiar al extranjero hace poco, a-así que tenemos una vacante para un puesto... Podrías trabajar medio tiempo en la oficina por dos meses para saldar tu deuda, y nosotros podríamos recomendarte para que encuentres otro trabajo por las mañanas...-
Él nunca había estado tan aliviado de llevar un registro del personal de la agencia en su cuaderno.
¿Asistente a medio tiempo? Durante los años que habías vivido en Tōkyō habías trabajado de muchas cosas, entre ellas, por seis meses como asistente/secretaria en una pequeña empresa de químicos -razón por la cual tenías una idea de para que servía la Benzodiazepina-. No había sido un mal trabajo y te habían permitido llevar a Akihito contigo cuando apenas tenía un año de edad, así que tus cejas se levantaron por un momento ante la idea.
-¿Podría... Traer a Akihito conmigo?- Preguntaste con cierta timidez, haciendo que las otras tres personas te observaran curiosos. -No tengo padres o hermanos, y como ya dije, Akihito no tiene a nadie más que a mí... Aunque así lo quisiera, no tengo con quien dejarlo. Prometo que ni siquiera van a sentirlo. Él es muy callado y siempre va a estar en donde yo esté... ¿Verdad, Akihito?-
-¿Puedo venir a jugar con la doctora?- Escuchaste a tu pequeño decir mientras observaba hacia la joven que aún estaba sentada en la cama, haciendo que tú mirases hacia ella con vergüenza.
-Claro que si, Aki-chan. Pero solo cuando no esté trabajando.- La joven mujer sonrió desde su lugar antes de pellizcar suavemente la punta de su pequeña nariz, sacándole una sonrisa. -También podemos ir de compras juntos, y te voy a presentar a alguien que tiene exactamente la misma edad que tú, pero que se ve como yo y que ama los dulces. ¿A ti gustan los dulces?-
Notando que Dazai se cubría una carcajada con la mano al escuchar sobre aquella persona con "corta edad pero apariencia mayor", dejaste de lado la conversación que comenzaron a tener la Doctora Yosano y Akihito y te centraste en captar la atención de Kunikida Doppo, quien observaba su cuaderno con el ceño fruncido hasta que sintió que le estabas observando, levantando la mirada para clavar sus ojos sobre ti.
En verdad... Seguían teniendo ese mismo color entre verde y gris que recordabas.
-¿Qué pasa ahora?
-... Realmente me ha salvado de un gran problema. Son extremadamente raros los sitios en donde sean tan tolerantes con mujeres como yo... Muchas gracias por ser tan comprensivo, Kunikida-Sensei.- Sonriendo amablemente desde tu lugar, volviste a inclinar la cabeza de forma respetuosa antes de volver a hablar, tus ojos borgoña brillando con alivio y agradecimiento. -Usted sigue siendo tan amable como cuando aún era profesor en la secundaria.-
Como si le hubieses recordado algo al decir aquello, observaste al hombre de cabello rubio acercarse con mirada curiosa hasta que estuvo de pie junto a la cabecera de la cama, sus cejas frunciéndose ligeramente al hablarte.
-Lamento sonar rudo con esto, pero... Yo no recuerdo haber tenido a ninguna alumna parecida a ti en el pasado, y en mi cuaderno hay una lista con los nombres y descripciones de todos mis alumnos.
Tu sonrisa dulce pareció volverse una forma de ocultar la tristeza cuando tus ojos se llenaron de melancolía por sus palabras, bajando la mirada por un segundo mientras los recuerdos que se guardaban dentro de tu corazón pasaban por tu memoria de forma acelerada... Por supuesto que él no era capaz de recordarlo, pues conociéndolo como tú lo conocías, él habría hecho esa clase de cosas por muchas otras personas, y se habría olvidado de alguien como tú con facilidad.
-Como le dije esta mañana, es normal que usted no sea capaz de recordarme. En aquel tiempo yo lucía y actuaba muy distinto a como lo hago ahora. Además, no soy alguien que tenga ese don de dejar una huella en los demás como lo hace usted...- Levantando la mirada hacia él, tu sonrisa regreso a ser ligera, en un intento de no dejarle tomarse tus palabras muy en serio. -Aunque puede que si sea capaz de recordar mi nombre... Es un poco fuera de lo común, por decirlo de alguna manera.-
Manteniendo aquella expresión seria que le conocías en el rostro, él pareció darse cuenta de que en todo el día, tú no habías dicho cuál era tu nombre o tú apellido, permitiendo que tanto él como Dazai te llamaran "Damita" y "Niña" sin quejarte...
-¿Cuál es tu nombre?- Se atrevió a preguntar entonces mientras abría el cuaderno verde en sus manos, haciéndote sonreír de nuevo al ver que parecía buscar entre las paginas hasta encontrar aquella lista de antiguos alumnos.
Él no iba a encontrarlo allí tan facilmente.
-... Kanashimi... Kanashimi Mikazuki.
Los olivados de Kunikida Doppo se abrieron tanto que por un momento pensaste que se saldrían de sus cuencas, su respiración cortándose abruptamente mientras pasaba la mirada desde las letras en su cuaderno hasta tu rostro. Ese sombrío nombre rebotando en su cabeza como un grito en un precipicio, cada eco retumbando en sus oídos y desenterrando una memoria escondida en lo más profundo de su mente...
Mikazuki
-¿Kunikida-kun? ¿Te sientes bien? Te ves algo pálido...- Dazai Osamu pareció darse cuenta de lo mismo que tú, notando como sus ojos se perdían en tu rostro y el color en su piel desaparecía... Antes de desplomarse en el suelo. -¡¿Kunikida-kun?!-
Ese nombre hizo que ciertos recuerdos salieran a la superficie de su mente. Era el nombre que siempre llegaba a la punta de su lengua y que se escapaba de su memoria en sus pesadillas cada vez que el invierno hacía acto de presencia. Y con ese mismo nombre al fin de vuelta a su memoria, recordó por qué él había comenzado a escribir un cuaderno sobre su "Ideal"
Y esos, definitivamente, no eran recuerdos hermosos.
Notas de autora: Aunque ya tengo siete capitulos publicados de este fic en wattpad, he decidido editar la historia desde el principio pues no he quedado conforme con la forma en que he estado narrando la historia y aprovecharé esta oportunidad para arreglar mis (incontables errores) publicando en esta pagina.
Este es mi primer fanfic de BDS y aunque no espero muchos rvws ni nada por el estilo, aun así necesito sacarme esto de la cabeza de una vez, aun si nadie llega a leerlo XD. Aun así, si eres un lector enviado por los dioses y que está leyendo esto ahora mismo con la intención de dejar un rvw, BIENVENIDO SEAS Y TE AMO DESDE AHORA (?) ¡Muchas gracias por haber leido hasta aquí y por favor perdona mi triste intento de escribir algo a la altura de este increible anime!
Kurenai Lukia.
