Hola, es un gusto darles la bienvenida a esta nueva traducción. Espero la disfruten tanto o más que yo cuando la leí y la traduje.
Los personajes de Twilight no me pertenecen, y la historia tampoco, es de Cella Ella; solo me adjudico la traducción, la cual la hago con el respectivo permiso de la autora.
¡Disfrútenlo!
Sinopsis:
Isabella Swan nunca fue una chica como las otras de su edad. Fue criada siempre por su padre, el jefe de policía Charlie, con quien vivía desde los 5 años de vida, después de que su madre se casara de nuevo y se mudara a Europa.
Por haber sido criada por su padre, Bella, como le gustaba ser llamada, tenía un comportamiento diferente de las otras chicas.
¿Muñecas? Ella les arrancaba la cabeza y les prendía fuego.
¿Vestidos? Se los amarraba en medio de las piernas para poder subir a los árboles.
No le gustaban las cosas que a las niñas les gustaban. Odiaba jugar a la casita, o cosas de ese tipo. Su pasatiempo preferido era correr por el césped del vecino, halando la cola del perro. Por culpa del comportamiento inconstante de Bella, Charlie siempre tenía que responder por los juegos de su hija.
En la escuela no era diferente. Bella era llevada a la dirección infinidad de veces, todo porque peleaba con una amiguita, o le había dado una bofetada a algún amiguito suyo. Generalmente era "el amiguito", Edward Cullen, el infiero personal de Bella.
Los dos peleaban como perro y gato. Fue él quien la apodó de todos los nombres esdrújulos que escuchó durante toda su vida. Crecieron juntos y se odiaban mortalmente. Bella ya había dejado quebrado el brazo de Edward, después de él haberle dado un puñetazo en la nariz.
Los dos ahora se encontraban en el último año, ya tenían 17 años, sus vidas eran totalmente diferentes una de la otra. Bella trabajaba para juntar dinero para la facultad. Edward despilfarraba el dinero de sus padres muertos, con mucha bebida, fiestas y sexo.
Un rumor surge en la escuela, haciendo que la vida de los dos se cruce nuevamente, renaciendo intrigas de la infancia y despertando nuevos sentimientos. Sentimientos capaces de cambiar la vida de esas dos personas tan diferentes.
Capítulo 1 — El reencuentro
"Ah, de vuelta al infierno de siempre." Ese fue el primer pensamiento que se me ocurrió al estacionar mi vieja camioneta en frente de la dirección de Forks High School. Odiaba ese lugar, así como odiaba a las personas que estudiaban ahí. Nunca fui del tipo que tenía muchos amigos. Siempre fui la chica más temida de la escuela; en el jardín infantil, era esa que robaba la lonchera de las niñas menores. Sé que eso es medio deprimente, pero me gustaba cuando tenía años.
Mi padre intentó todo conmigo. Sí, con 6 años hice mi primera sesión de terapia. No ayudó mucho. A la psicóloga casi le da un síncope al darse cuenta que era hiperactiva. Tomé algunos remedios calmantes (o mejor, creían que tomaba esos remedios) pero la verdad es que después de un tiempo descubrí que era interesante ver como la tableta rosa descendía por el inodoro. Era una buena sensación.
Después de un tiempo, Charlie se dio cuenta que la ayuda de los hombres no hacia efecto, continuaba haciendo de las mías. Ahí fue que alguien le informó sobre de la terapia en la iglesia. "Tal vez solo Jesús me salvara". Eso fue lo que la esposa de un amigo de mi papá le decía. La mujer era una devota que vivía yendo diariamente, todo el santo día, a la iglesia.
Y como Charlie estaba desesperado por ayuda, me llevó, en plena mañana de un domingo, muy temprano, fui obligada a usar un vestido y tener que oír el sermón kilométrico del pastor. Al final, él gritaba frente a mí, mandando al demonio a salir de mi cuerpo. Lo miraba incrédula. Si hubiera tenido un demonio dentro de mí, él ya estaría lejos, probablemente con los oídos dolorosos de tanto que el pastor gritaba.
Después de eso, el pastor le garantizó a mi padre que estaba libre de demonios. Volví a mi casa y salí a contarles la noticia a mis amigos, gritando en la cara de los otros niños, expulsando los demonios que había en ellos, así como el pastor hizo conmigo. Charlie vio lo que estaba haciendo y me castigó.
Una semana sin salir a la calle. Pero dos días después desistió de castigarme al ver que, por estar encerrada, estaba casi enloqueciendo.
Él sufría, pues los "demonios" habían vuelto a atormentarme. Y fue así durante mucho tiempo, hasta que me di cuenta que ya había crecido mucho. Pero eso solo pasó cuando cumplí 13 años.
Sonreí mientras metía mi mochila dentro del carro, cerrando la puerta con fuerza. En esa época comencé una nueva fase en mi vida.
Charlie, para variar, creyó que no estaba en mi buen juicio. Comencé a vestirme de negro, solo quería quedarme encerrada en mi cuarto escuchando rock muy pesado, mientras viajaba con los golpes del sonido. Esa fue mi fase gótica.
Papá no entendía mi cambio de comportamiento, de una fase histérica había pasado derecho a una fase introspectiva. Así, sin más ni menos.
No lo entendía, él era demasiado exigente para mi gusto.
Como todas las fases de la vida, todo pasa, y esa, mi fase gótica, también pasó. Pero aun cargo con esas fases; de mi época endiablada aún guardo: las cicatrices en los brazos, las piernas y algunas en la cabeza; de mi fase gótica, aún tengo: algunos aretes en las orejas y un piercing en la ceja, lo cual Charlie odia. Estaba intentando convencer a Charlie de dejarme hacer un tatuaje, a cambio de quitarme el piercing que tanto odiaba, pero odiaba aún más el tatuaje.
No veía la hora de irme a la facultad y hacer lo que me diera la gana.
Apenas entré al lugar donde quedaba mi clase, lo vi. Era alto, con el cabello color bronce, peinado despreocupadamente; sus profundos ojos azules hacían que todas las chicas se tambalearan.
Él era mi infierno particular, el demonio que fue enviado para arruinar mi vida. Edward Cullen, el chico más codiciado de Forks.
Mi relación con Edward nunca fue de las mejores. O mejor, nunca hubo nada de bueno en nuestra relación.
Nos conocimos en la escuela hace exactamente 12 años atrás. Estaba en mi fase de ser la oveja negra. Edward era un niño mimado que quería toda la atención puesta en él. Teníamos 5 años. Nuestro primer encuentro fue una pelea histórica.
Se sentó en mi mesa en el salón de clases, y yo no admitía eso. En la hora del receso lo golpee, los dos rodamos por el suelo, pareciendo dos salvajes. Quebré su brazo, después de él haberme dado un puño en la nariz.
Resultado: fuimos a parar a la enfermería y nos suspendieron por 3 días. Volví a la escuela con un parche en la nariz y Edward con un brazo enyesado. Desde entonces, nos odiábamos.
Ahora él pasaba a mi lado y fingía que no me veía, y agradecía eso; ya no estaba en aquella fase de salir golpeando a todo mundo. La terapia me enseñó a conversar en vez de usar la fuerza bruta, e intentaba seguir eso rigurosamente para no decepcionar a Charlie.
Entré al salón de clases y me senté en el lugar de siempre. Edward era de mi clase y se sentaba en una fila paralela a la mía. Aunque nos conociéramos de mucho tiempo no intercambiábamos, ni siquiera, un buenos días.
La clase transcurrió normalmente, aburrida como siempre. Pero enfrentaba aquello con paciencia, al fin, ese era mi último año en esa escuela. En 12 meses me mudaría de Forks y finalmente sería libre para hacer lo que me viniera en gana.
En la hora del receso me encontré a mis amigos, la verdad no tenía muchos amigos, pero habían tres personas de aquella maldita escuela llena de idiotas con quienes me gustaba andar: Mike Newton, un nerd hecho el hippie que soñaba con un día ver a la gente unida. Pues sí, también me extrañé cuando supe que era nerd y hippie.
Mike era muy inteligente y sabía que sería aceptado con facilidad en cualquier universidad que se inscribiera. Quería ser científico y vivía diciendo que iba a descubrir la cura para una enfermedad e iba a vivir en un tráiler. Y sé que él no es muy normal, pero, sin embargo, me gusta su compaña.
Tenía también a Ángela Weber, una chica callada, que prefería vivir en su propio mundo a compartir alguna idea con las personas, pero cuando abría la boca siempre decía alguna cosa que nos sorprendía. Era ella quien resolvía los problemas de matemáticas más complejos, aquellos que ni Mike conseguía resolver. Quiero decir, él podía resolverlos, pero tenía días en que se encerraba en un retiro espiritual y hacia huelga de silencio por el día entero.
Ahí Ángela estaba en la jugada, ayudándonos con los problemas más quiebra cabeza de álgebra. Me recordaba a Velma, de Scooby Doo. Pero nunca le había dicho eso. Si le dijera era probable que la chica se ofendiera.
La última persona que formaba mi grupo, más que extraño, era Alice Cullen. Pues sí, es la hermana del idiota de Edward.
Alice es la más sensata de los Cullen, por eso era rechazada por sus hermanos. Éramos uña y carne, desde siempre.
A pesar de ser menor que yo, tenía solo 16 años, nos llevábamos muy bien. Fue ella quien me ayudó a hacerme el piercing a escondidas de Charlie, llevándome a Port Ángeles en el carro de su primo loco, Emmett. Era la hermana que nunca tuve y ella sabía que la adoraba.
No hablábamos muchos sobre esas cosas de amistad y todo lo demás., pero sabía que la consideraba mi mejor amiga y yo sabía que era recíproco y verdadero.
Alice era la menor de los Cullen. Además de ella estaban Edward y Rosalie, quien ya estaba en la facultad.
Rosalie era la muñeca de porcelana de los Cullen, más parecía una Barbie, andaba toda arreglada, parecía artista de cine. Alice no tenía una buena relación con Rosalie, las dos vivían en pie de guerra.
Estaba tan perdida en mis pensamientos que no me di cuenta que Mike hablaba conmigo.
—Bella, despierta, mujer. No respondiste a mi pregunta —me hablaba tronando los dedos frente a mi cara.
Lo miré y después bebí un poco de mi refresco.
—Habla Mike, repíteme la pregunta. Estaba viajando, disculpa —murmuré, dando una mirada al refresco enlatado.
—Pregunté que qué hiciste durante las vacaciones —repitió y Alice me miró confusa.
Ella nunca me había visto tan quieta. Y debo admitir que yo también estaba sorprendida con mi comportamiento.
—Ah, hice muchas cosas, Mike: corté el césped del jardín de la casa de dos vecinos de mi calle, cuidé tres bebés de la calle paralela a la mía por una semana, trabajé en el supermercado, ya sabes, en las horas libres leí algunos libros que vamos a usar durante este año lectivo —enumeré, muy entretenida.
Mi vida no era ninguna película de acción, a veces la creía demasiado monótona.
—Uau, Bella, cuántas cosas diferentes. ¿Dejaste alguna cosa para hacer durante este año? —Mike dijo riendo.
—Claro, tengo algunas cosas, sí, pero estaba esperando a que un idiota me preguntara. ¿Qué tal si quiebro tu cara, eh, Newton? —amenace mirándolo.
Se puso a la defensiva y después se alejó:
—Cálmate, Bella, recuerda la promesa que le hiciste a tu padre. Conversar, sí, golpear, no.
—Está bien, Mike, no me lo eches en cara, por favor —pedí, jugando con un pedazo de pizza, sin ganas de comer.
Alice me miró todavía confusa y después me preguntó bajito.
—¿Algún problema, Bella? —Balancee la cabeza negando—. ¿Por qué todo ese mal humor entonces?
Suspiré y me di cuenta que ni siquiera yo sabía el motivo.
—Ah, no sé, Alice. Estoy un poco cansada de todo, ¿sabes? Estoy cansada de esta ciudad idiota, de esta escuela de mierda, estoy cansada de mi vida mediocre. Quiero vivir, no sé, quiero cambiarme. No veo la hora de irme a la facultad. Estoy trabajando como una esclava para juntar el dinero para pagar mi curso en el año que viene. Sé que Charlie abrió una cuenta a mi nombre y siempre deposita dinero en ella, pero quiero caminar con mis propias piernas, ¿sabes? —espeté.
Sonrió y concordó con un asentimiento de cabeza.
—Te entiendo. Edward se está volviendo loco también pensando en eso. Vive hablando con Emmett sobre las cosas de la facultad. A Emmett y Rose les está gustando mucho estudiar en Harvard y Edward no ve la hora de mudarse allá también. —Ella habló y me estremecí al oír el nombre de él.
Y hablando del diablo, y ahí él aparece.
Edward entró en la cafetería al lado de su banda de playboys idiotas y de despistados inútiles que solo pensaban en marcas de ropa y kits de maquillaje.
Todos se volvieron para el bando que él lideraba, inclusive mi mesa. Continué con la cabeza baja, odiaba mirar a ese imbécil que por tantos años me sacaba la paciencia.
Recuerdo la época en la que comencé a hacer box en el colegio. Golpeaba el saco de arena imaginando que era la cabeza de Edward. Era una buena terapia.
Edward ahora estaba sentado en una mesa reservada a los populares de la escuela, ninguno osaría sentarse en esa mesa. Estaba agarrando a una rubia, cabeza hueca, que solo le faltaba babear cuando lo miraba. ¿Cómo es su nombre? Jessica Stanley.
Conocía a Jessica, así como todo el mundo de esta escuela, desde el jardín infantil. Éramos amigas hasta quinto año, cuando su padre ganó la lotería y se volvió el nuevo rico de Forks.
Jessica cambió el agua por el vino, se transformó en una inútil mimada, cabeza hueca y bastante prepotente. Así como Edward y sus amigos sin cerebro, ella me ignoraba totalmente. Jessica y Edward estaban saliendo hace cerca de un mes, y sabía que el noviazgo de ellos no duraría mucho tiempo.
¿El motivo? Las novias de Edward tenían fecha de caducidad.
Una chica pasó al lado de él y solo le faltó caerse para atrás al ver que le mandaba, de reojo, una mirada. La chica quedó tonta y casi se choca con una columna.
"Pobre". Pensé.
Diez de diez chicas de Forks High School adoraban a Edward Cullen, y serían capaces de lamer el suelo por donde él pisa para recibir una migaja de atención.
Todas, sin excepción.
Así mismo, yo no era muy diferente de las chicas de mi edad. Y sí, me gustaba Edward, así como todas las chicas de Forks.
Pero la diferencia era que a mí no me podía gustar, no podía quedarme suspirando por las esquinas escribiendo nuestros nombres en la última hoja del cuaderno. Era mi enemigo y él no me podía gustar. Por culpa de eso, todas las veces en que estaba cerca, intentaba no mirarlo, no me gustaba quedarme mirando ese rostro perfecto, aquellos ojos que parecían una piscina, esa boca roja.
Era muy vulnerable en cuando al asunto de Edward Cullen. En mis sueños más secretos me imaginaba con él, al contrario de sus noviecillas inútiles.
Pero sabía que eso nunca, nunca, nunca, iba a pasar. Y podía vivir bien con eso, desde que me mantuviera lejos de él lo máximo posible. Nadie necesitaba saber que guardaba un enamoramiento secreto por Edward Cullen. Y no estaba muy acostumbrada a lidiar con esas cosas del corazón.
Por eso prefería continuar con aquello que sabía lidiar: Edward era mi enemigo, y era mejor que continuara así.
En ese momento me desperté de mis tontas ensoñaciones, quedándome sorprendida al oír a Ángela murmurar:
—Alice, tu hermano está muy bien. Solo míralo. —Mi boca se abrió en forma de "O". Grande fue mi sorpresa al oír eso. No solo mía, Alice y Mike también.
—Ángela, él es también el más popular. Tan popular como Rosalie lo fue. —Alice habló, un poco consternada.
Rosalie era tildada como modelo ideal de la belleza femenina. Era ella quien protagonizaba todas las campañas publicitarias de todo lo que se vendía en Forks. Rosalie tenía un fan club en la escuela que la consideraba una diosa.
¿Entenderán el motivo de mi desespero en querer salir de este maldito lugar? era demasiada frivolidad por kilómetro cuadrado, me sentía una alienígena allí.
—Alice, ¿será que me puedes presentar a él cualquier día de estos? —preguntó Ángela, y la miré sorprendida.
Solo Edward Cullen podía hacerla hablar más de una frase. Eso era realmente una sorpresa.
—Claro, Angie, cualquier día de estos —susurro Alice, comenzando a quedar roja de vergüenza.
Ella odiaba la popularidad de sus hermanos, y era por eso que andaba con nosotros. Simples extraños que estaban separados de la elite de la escuela.
—Ay, por favor, Ángela. —Solté, sin poder contenerme—. Francamente, ¿Eres tú? ¿Ya no basta con tener que soportar a todas esas cabezas idiotas pensando en Edward Cullen 24 horas por día, tener que oír los suspiros de cada una cuando Edward pasa cerca de ellas, sin ni siquiera él notarlas? Eso es demasiado para mí. Edward no pasa de un playboy idiota que adora humillar a las personas. No sé cómo Alice puede ser hermana de él, ella es la única que se salva de la familia. Deberías preocuparte por cosas más interesantes, en vez de juntarte a ese bando de cretinos que solo saben conversar sobre lo que Edward piensa o deja de pesar. No sé qué tipo de charlas ellos tienen, ya que es un poco difícil imaginar a aquel muñeco de porcelana pensando en alguna cosa.
Edward me hacía liberar mi lado oscuro.
Todos me miraban sorprendidos y asustados, inclusive Alice. No estaba entendiendo nada, por qué esas caras, no había dicho nada que los ofendiera, ¿o sí?
Fue ahí que noté que ellos no me estaban mirando a mí, y si, miraban a quien estaba atrás de mí. Cerré los ojos, adivinando quien estaba ahí. Me giré lentamente, encontrándome a esos ojos inconfundibles.
En sus labios había una sonrisa torcida que me hacía quedarme sin aire. Me miraba atentamente y después habló.
—Uau, no sabía que hablaran tan bien de mí por estos lados. —Al oír eso me quise enterrar. Me maldije por tener la lengua tan suelta.
No quería comenzar una guerra nuevamente con Edward. Charlie no merecía pasar por todo lo que pasó durante mi infancia.
Di un largo suspiro y lo miré, sus ojos clavados en mi rostro, evaluándome con curiosidad.
"Es hora de enfrentar al demonio", pensé.
Cella Ella, muito, muito obrigada. Seu fic é maravilhoso, eu amei ler e traduzir. Eu fiz uma capa, o espero goste :D
Bien, hasta aquí llego, por hoy :3
Esta es una historia que hace poco leí y quedé fascinada con ella, es realmente bonita. Espero que les guste y me dejen sus opiniones, son muy importantes para mí, y por supuesto para la autora, quien estará al pendiente de sus comentarios :3
Gracias de antemano por leer y nos leemos pronto, trataré de actualizar cada 15 días, puede ser antes, claro está.
Beijos
Merce
