Disclaimer: Los personajes son propiedad de Fujimaki Tadatoshi y Production I.G.
Agradecimientos especiales a Ren T. Dankworth por corregir todos mis errores.
Notas: Serie de drabbles/viñetas sin relación en la gran mayoría de las veces, basados en la tabla Ilusoria de LJ.
Confesiones Ajenas
. . .
—Por favor, sal conmigo Kise-kun.
Detuvo su caminar estrepitosamente, sus pies se aferraron al suelo como si estuviesen pegados con cemento. Había llegado en un momento sumamente incómodo, y no es como si le interesase demasiado los asuntos de Kise con las chicas, en Teikō no era extraño verlo salir varias veces del gimnasio para un encuentro de ese tipo, pero era molesto el cómo aun pasados casi dos años las cosas no hubiesen cambiado en lo absoluto. En primer lugar porque Kise ya no prestaba demasiada atención a lo que tuviese que ver con ser famoso, y en segundo: asuntos con chicas estaban lejos de ser prioridad con la Interhigh a la vuelta de la esquina, pero si de algo estaba seguro es que Kise no dudaría ni un segundo en declinar la oferta.
—Lo lamento, pero ya hay alguien que me gusta. — Por un momento su respiración se detuvo, sólo para escuchar el sonido de la brisa retumbando por todo el lugar.
Los sollozos de una chica hicieron eco en sus oídos, el imaginar el rostro afligido de Kise se sentía extrañamente satisfactorio, aunque muy a pesar de su curiosidad, no quería verlo de frente, no quería enfrentar una vez más esa expresión que rara vez le hiere el orgullo. La chica se alejó cautelosamente con pequeños pasos que apenas tocaban el suelo, desapareciendo entre los jardines que rodeaban a la escuela Kaijo.
—Sigues siendo cruel con las chicas, ¿Eh, Kise?
La sorpresa es una expresión poco frecuente en Ryōta, hay tantas expresiones que no conoce de él, y tiene curiosidad por descubrir todas y cada una de ellas, sigue siendo un bastardo idiota al que poco le importan las situaciones incómodas -haciendo algunas excepciones como esa- , especialmente cuando se trata del rubio molesto que le reta a un one-on-one de vez en cuando, no es para nada necesario ocultar su sonrisa de satisfacción cuando Kise murmura su nombre con esa muletilla particular que perfora su cerebro, y le obliga a besarle detrás del gran gimnasio en dónde pronto tendrán un partido de práctica.
—¿Debería esperar una confesión así de parte tuya, Kise?
