Las campanas de la iglesia anunciaron las nueve en punto de la noche y con ello el final de su turno, aunque para esa hora ya no quedaba ningún cliente al cual atender, entregó el dinero de las ventas del día y tomó sus cosas para irse por fin a descansar.
-Espera Gabriel, ¿No se te olvida algo?
-Oh pero cómo olvidarlo – Recibió un sobre de manos de su jefe – El dulce aroma de la quincena y huele a la rica comida de doña Irma
-jajaja bien, lárgate a comer, pero no te lo gastes todo demasiado pronto, recuerda que no habrá otro de estos hasta dentro de dos semanas
Después de despedirse regresó a casa montado en su bicicleta, quizás le tomara más tiempo regresar hasta La Moncada, pero era más barato y mucho más agradable, le encantaba sentir la brisa nocturna sobre su rostro, mirar las luces que adornaban el paisaje ruro-urbano del Cerrillo
