Prologo

La carta en sus manos no le decía más que lo que se veía y el Ingeniero Touya Kinomoto recostado en su cómodo sillón de leather se preguntó si debía de hacer caso a aquella amenaza juvenil. Pasaba en todos los casos y no era la primera vez que se daba en Kinomoto Enterprises. Se llevó la mano al mentón distraídamente y miró sin mucho cuidado la habitación pensando que hacer en ese caso.

Recorrió la mirada por su oficina, deteniéndose poco en todas las cosas familiares que había. Era una oficina circular con muebles de caoba y roble pesados y fuertes, duraderos a través de los años. Una planta de girasoles, un par de cuadros de monét y unos mueblecitos pequeños para las visitas. Su escritorio oscuro tenía sobre el la laptop en donde usualmente trabajaba y todos los cheques que sabía tenía que firmar. Su puerta estaba cerrada, pero aun así escuchaba la voz de su asistente personal Takumi atender las llamadas que requerían cierta urgencia.

¿Cómo era que el mundo seguía girando cuando él no sabía cómo tomar una decisión? Si él era uno de las personas más rápidas del mundo en tomar una y hacerlo bien ¿Será porque realmente tendría que ver con su vida? Se pasó las manos por el cabello oscuro y miró el teléfono como si esperaba que sonase de un momento a otro y escuchara la voz de Yue, para preguntarle cómo no le había dicho antes lo de la amenaza.

Estaba ansioso, no sabía si era porque se acercaba el aniversario de muerte de su madre y encima el de su padre, o era el completo estrés de llevar la amenaza encima. Era la primera que había llegado directo a él, ninguna de las tres veces anteriores habían superado su seguridad, era un hombre seguro y discreto. Solo porque había llegado hasta el, debía de darle cierta importancia, quien quiera que fuese no debía estar bromeando al hacerle llegar eso a él correctamente y de la forma en la que lo hacía.

Tomó su Iphone y presionó el número cinco, esperando todos los tonos necesarios hasta que su amigo el Detective tomó el teléfono- Yue, necesito hablar contigo- le dijo seriamente.


Desde el Edificio de enfrente a Kinomoto Enterprises otra vida se iba, se apagaba, lentamente, el soltero número uno de Japón cerró sus ojos mirando con odio y sorpresa a su atacante.

Se dejó llevar por la muerte.