Bueno, este es un fic que se me acudió en una de mis numerosas noches de insomnio. Como no puedo dormir, pues escribo. Debo decir que este fic, quizás, deba ponerle rating M más adelante. Si eso ocurre, ya avisaré. Y otra cosa. Si alguien que lea esto lee también mi otro fic, "Una decisión con consecuencias" que no se preocupe, que no lo abandonaré. Los dos fics se irán actualizando al mismo tiempo de manera regular.
Disclaimer: los personajes de FMA no me pertenecen
CAPÍTULO 1: UN ASESINO LLAMADO EDWARD ELRIC
-Feliz cumpleaños, Ed –dijo con sarcasmo un chico joven y rubio, de ojos dorados. Mientras lo decía, levantó un vaso con whisky, a modo de brindis, y se lo llevó a los labios, dando un trago. Hoy era su 18 cumpleaños, así que era "legal" que bebiera. Aunque no es que le importara, llevaba bebiendo desde los 14 años.
-¡Hola, Acero! –dijo una voz- ¡Feliz cumpleaños!
Edward Elric chasqueó la lengua con fastidio. El que le hablaba era ni más ni menos que Kimblee, alguien como él. Un asesino. Aunque no podían ser más diferentes entre ellos.
-Ya son dieciocho si no me equivoco con los números, ¿no? ¿Nos vamos tú y yo a celebrarlo por ahí con unas chicas? Creo que es muy triste que a los 18 aun no hayas mojado el churro…
-Eso no es asunto tuyo, Carmesí. Además, ay sé lo que tú entiendes por "diversión con chicas". No me metas en tu mierda.
Para toda la organización era conocida la afición de Kimblee a ir a lugares de sórdida reputación a satisfacer sus depravados impulsos, que siempre incluían cuero negro, látigos, fustas y demás cosas desagradables. Además, Ed tenía un buen motivo por el cual odiaba cualquier contacto físico íntimo con cualquier otro ser humano. Sólo de recordarlo, le daban náuseas. Apuró lo que quedaba de licor en el vaso de un trago, cuando oyó un pitido en su bolsillo. Era su busca. Al parecer, tenía trabajo.
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Llegados a este punto, quizás sería bueno repasar algunos puntos. El chico que acaba de cumplir la mayoría de edad de llama Elric. Edward Elric. Y es lo que la gente llama un asesino a sueldo, o, como ellos prefieren ser llamados, alguien que soluciona los problemas por la vía rápida. Qué movió a alguien tan joven a entrar en ese mundo sin otra esperanza que la muerte, es algo que no sé, y quizás os lo explique alguien que conozca la historia entera. Yo sólo cuento lo que veo en el momento. Ed ha estado trabajando para una organización llamada Humunculi, especializada en los asesinatos y la intimidación. Para el mundo en general, Ed es ese tío de metro setenta que no tiene emociones ni pasado. Nadie sabe cómo llego a la organización, excepto "Padre" (el líder) y Roy Mustang, que, además, son las únicas personas del planeta que pueden presumir de conocer su historia y pueden afirmar que Edward Elric es un ser humano, no una especie de robot experimental del gobierno (como cabría pensar viendo sus ojos vacíos e inexpresivos, y su fría eficacia ejecutando sus trabajos, lo que le había valido su apodo: "Acero"). Lo cierto era que era respetado. Y temido. Muy temido. Era temido porqué jamás se enfurecía. No sentía ira, ni miedo, ni tristeza, ni alegría, ni nostalgia, ni cariño. Nada. Algo había borrado y tapado su capacidad para sentir, mucho tiempo atrás.
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Ed entró en la oficina dónde Roy Mustang le esperaba sentado en el escritorio. Sacudió unos papeles con la mano.
-Tengo un encargo para ti.
-¿No me puedes dejar en paz ni el día de mi cumpleaños, Llama? –dijo Ed. Normalmente, una respuesta tan irrespetuosa era digna de un balazo entre los ojos, cortesía del hombre que estaba frente a él, con una pistola escondida en el cajón. Pero Roy Mustang era blando con Ed, y éste lo sabía.
-Muy gracioso, Acero. Si pensara que fueras a hacer algo especial, se lo hubiera dado a otro. Pero sólo irás a tu casa, te calentarás tu comida precocinada en el microondas, te pondrás un DVD y te beberás un whisky con hielo. Como cada día.
Ed soltó una carcajada seca.
-Me tienes calado, Llama.
-Te conozco como si fuera tu padre, Acero… -Mustang se arrepintió de aquellas palabras nada más pronunciarlas, pues el rostro de Ed se volvió aun más pétreo, si cabe- B-bueno. Esta es la información del objetivo.
Ed cogió los papeles.
-John Smith… -murmuró Ed para si, leyendo el papel- 35 años… bla, bla, bla… soltero, bla, bla… corredor de apuestas, bla, bla, bla… jugador compulsivo, bla, bla, bla… drogas, bla, bla… prostitutas, bla, bla… bebedor. Resumiendo. Este amigo debe una millonada, y sus acreedores se han cansado de esperar, ¿no? Así que me toca hacerle pagar con su vida.
-Exacto.
-Parece fácil –comentó Ed, objetivo.
-La verdad es que sí. Pero han pagado una fortuna, de modo que, para quedar bien, enviamos al mejor.
-Los mejores son los Siete Pecados, Llama.
-Sabes que ni siquiera yo tengo autoridad sobre ellos. Sólo Padre les asigna trabajos.
-Lo sé –dijo Ed, sin rastro de emoción en el rostro. Salió del despacho, dispuesto a prepararse. Mustang suspiró. Parece mentira que palabras tan simples como "padre", "familia" o "madre" pudieran despertar tanto odio. Pero no le culpaba. Con su pasado, él se sentiría igual.
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Ed se puso la ropa que siempre usaba en sus trabajos. Camiseta negra de manga corta, tejanos negros y su mayor tesoro, una chaqueta de cuero negra. Todo negro, por si era necesario salir corriendo en la oscuridad. También cogió una gorra, aunque no se la puso, pues era solo por si tenía que ponérsela al huir. Sabía por amarga experiencia que no es fácil escapar en la oscuridad teniendo el pelo de color amarillo chillón. Finalmente, cogió su pistola del cajón, y le puso el silenciador, para luego guardársela en la sobaquera, quedando oculta tras la chaqueta. Salió de su piso tranquilamente, y subió en su coche. No tenía carné, pero le daba lo mismo. Si le cogía la policía, una multa por conducir sin carné era lo que menos le preocupaba. Tras unos veinte minutos de conducir por las calles de Central, llegó a un bloque de pisos, ni muy rico, ni muy pobre. Detuvo el coche un par de calles más lejos, y se bajó. Andando como el que no quiere la cosa, llegó hasta el bloque de pisos, para descubrir que la suerte le favorecía. Su objetivo había salido a tirar la basura, de modo que no tendría que reventar ninguna cerradura. Salió de entre las sombras, para encarar a un hombre de mediana edad, con barba mal rasurada.
-Hace calor esta noche, ¿eh, amigo? –dijo.
El hombre le sonrió.
-La verdad es que sí –era cierto. Estaban a mediados de septiembre. Era extraño, pero. Hacía calor y aquel hombre se quejaba de eso, pero llevaba una chaqueta puesta. Como leyendo su mente, Ed se la desabrochó. Puso su mano dentro, como buscando algo.
-¿Cómo se llama amigo? –dijo Ed con una sonrisa.
-Smith –contestó el otro- John Smith.
-¿En serio? Yo conozco a un hombre que se llama igual.
-¿De verdad? –preguntó Smith, intentando hacerse el simpático. No le acababa de agradar aquel tipo rubio.
-Sí. ¿Y sabe qué? Debe un montón de dinero a gente que no tiene paciencia.
La sangre de Smith se congeló en sus venas.
-Y esa gente que no tiene paciencia, ha contratado a un asesino para cobrar la deuda. En sangre.
-O-o-o-o-o-oye… -tartamudeó el hombre- D-di-di-di-diles q-q-que pronto t-tendré el d-d-d-d-dinero…
Ed sacó finalmente la pistola, con lentitud morbosa. Smith cayó al suelo, quedando sentado, blanco de terror.
-Me encantaría. De veras. Pero no me han contratado para eso.
-P-p-p-p-p-por favor… -dijo el hombre, mientras se arrastraba por el suelo, intentando alejarse.
-No has vivido como un hombre. Al menos, muere como tal. Encárame –dijo Ed, acercándose y apuntando la pistola.
-P-p-p-por favor… -sollozó el hombre. Ed suspiró con exasperación.
-Esto es lo que más odio de mi trabajo. Los lloriqueos –Ed le dirigió al hombre que gimoteaba a sus pies una mirada fría- ¿Últimas palabras?
-P-p-por favor… N-n-n-n-no me mates… -lloriqueó el otro.
-Esperaba algo más digno, pero bueno –comentó Ed. Dicho esto, apretó el gatillo. La detonación fue amortecida por el silenciador, mientras el cuerpo de John Smith caía inerte al suelo, con un chorro de sangre volando de su frente. El Elric se guardó la pistola u estaba por marcharse, cuando oyó un gemido apagado. Rápido como una serpiente, Ed corrió hacia el origen de aquel ruido. Atrapó a una mancha que había estado escondida antes de que pudiera huir y, con toda la fuerza que pudo reunir, la estrelló de espaldas contra la pared. Era una chica. Una chica rubia de ojos azules, que tendría su edad. No le importaba. Ya había matado a mujeres antes. Aunque nunca había matado a alguien tan joven. Bueno, hay una primera vez para todo. Con rapidez profesional, cogió de nuevo su arma, mientras que con la otra mano inmovilizaba a la joven. Algo húmedo tocó la mano con la que amordazaba a la chica. Lágrimas. No importaba. Era un testigo. Regla nº 3: Jamás, bajo ninguna circunstancia, deben haber testigos. Si los hay, deben ser eliminados de inmediato. Ed había regido su vida de acuerdo con las Cinco Reglas, que todo asesino a sueldo conoce y respeta. No las quebrantaría ahora. Miró a la chica a los ojos, dispuesto a disparar. Pero antes de hacerlo, fue golpeado por un rayo. Un recuerdo fugaz. Unos ojos iguales, solo que de color gris, pero igual de abiertos, y con lágrimas idénticas. ¡¡Hermano!! Ed dio un paso atrás, soltando a la chica y bajando el arma. En cuanto se vio libre, la chica cayó al suelo y se puso a sollozar de miedo. Sollozos. ¡¡Hermano!! ¡¡Ayúdame!!
-Basta… -murmuró Edward. La chica no le hizo caso y siguió llorando. Sollozos. Lágrimas. Llantos. ¡¡Hermano!! ¡¡Hermano!! ¡¡Ayúdame!! ¡¡¡HERMANO!!!
-¡¡BASTA!! –bramó Ed, cayendo de rodillas y cogiéndose la cabeza con ambas manos, dejando caer la pistola al suelo- ¡¡CÁLLATE!! ¡¡¡CÁLLATE!!! –la chica lloró más fuerte, aterrada por el comportamiento de su asaltante. ¡¡Hermano!! ¡¡Por favor!! ¡¡SOCORRO!!
-¡¡DEJA DE LLORAR!! –aulló Ed- ¡¡CÁLLATE!! ¡¡BASTA!!
¡¡Hermano!!
-¡¡LO INTENTÉ, AL!! –gritó Ed, enloquecido y con las manos en la cabeza- ¡¡INTENTÉ DETENERLE!! ¡¡HICE LO QUE PUDE!!
Dicho esto, se dejó caer al suelo. Se levantó al cabo de unos segundos, con la misma expresión fría y muerta que antes, solo que se veían en sus mejillas los surcos de lágrimas desesperadas. Recogió su pistola, apuntando con ella a la chica.
-En pie –ordeno. La rubia lo hizo, temblorosa. El asesino le hizo un gesto- Sígueme.
Aterrada e incapaz de negarse, la chica le siguió. Ed la condujo hasta un coche que había un par de calles más arriba.
-Sube.
La chica obedeció. Ed subió también, sentándose en el asiento del piloto.
-¿Dónde vives? –preguntó bruscamente.
-E-en la c-c-calle Führer.
El chico la conocía, así que se puso a conducir, como si nada estuviera pasando, como si no hubiera matado a un hombre y secuestrado a una chica. Se detuvo en la calle, frente a un bloque de pisos que le indicó la chica.
-Vete –dijo Ed. La chica le miró, extrañada. ¿La dejaría marcharse de verdad? El chico insistió- Vete. No le digas nada a la policía, o tendré que matarte. Ahora, vete –la chica obedeció. El asesino la llamó de nuevo- ¿Cómo te llamas?
-W-Winry… Winry Rockbell -¿Por qué le estaba diciendo su nombre a ese asesino?, se preguntó la chica.
-Bien. Yo me llamo Edward Elric. Será mejor que lo recuerdes bien.
Tras estas palabras, el chico pisó el acelerador y se perdió en la oscuridad de la noche.
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Espero que les haya gustado. Sé que es un poco duro, pero quizás está bien. Me gustaría tener algún review, sólo para saber si vale la pena seguirlo ;-)
