Hola a todos, hago acto de aparición en este fandom con mi pareja favorita, espero que la historia que he creado sea de su agrado.

Disclaimer/Declaimer: Los personajes y la historia original no me pertenecen, son propiedad de Ryohgo Narita-sensei. Sólo los uso con fines recreativos.

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Capítulo 1: Eres Mi Alma Gemela.

Fue consciente de ello el día en que sus compañeros de clase hablaban sobre los misteriosos y agradables mensajes que comenzaban a aparecer en sus brazos y manos. Ese asunto sobre las almas gemelas, hasta ese momento, le había sido indiferente. Él no sentía que debía preocuparse por aquello, es decir, estaba muy concentrado siendo el mejor en clase como para importarle si había por ahí una chica, o chico, destinado para él.

Sin embargo, pese a ello, un buen día aquella persona decidió iniciar una conversación. Bueno, no fue propiamente una conversación.

Estaba en una reunión del consejo estudiantil cuando notó como unos trazos, hechos con rapidez, aparecían en su antebrazo izquierdo. Iba a ignorarlos, él no tenía tiempo para esas trivialidades, pero se detuvo cuando notó que se trataban de fórmulas. ¿Acaso su alma gemela era tan tonta como para intentar hacer trampa en un examen de Matemáticas?

Esbozó una sonrisa ante aquello y, sin pensarlo, tomó un lapicero de diferente color para tachar la fórmula y poner "sin trampa" con su impecable escritura. Luego continuó poniendo atención a la reunión, si su alma gemela estaba teniendo un examen a esa hora y en esa época del año, en serio debía ser tonta, pues sólo podía tratarse de un examen de recuperación.

Cuando salió del aula y alzó su mano para despedirse de sus compañeros vio nuevos trazos.

"¿Cómo estás?"

Parpadeó, confundido, antes de reír sin premura. Vaya alma gemela tan confianzuda para ser la primera vez que hablaban. Era tonta e interesante.

"Bien, ¿qué tal el examen?"

Recibió respuesta casi de inmediato.

"Voy a reprobar por culpa de alguien"

"Cuanto lo siento" dibujo al lado una carita apenada.

"No te creo"

"Una lástima" escribió antes de trotar con rumbo a su casa, se hacía tarde.

No obtuvo respuesta hasta después de la cena, cuando estaba haciendo sus deberes en su habitación, luego de haber llevado a sus hermanas a la cama.

"Creí que no existías, me alegra saber que incluso yo tengo un alma gemela"

Aquello lo descolocó, ¿qué clase de persona era su alma gemela para pensar eso?

"Tonto, todos tenemos un alma gemela"

Ya en su cama, y sin haber tenido respuesta, se animó a escribir a aquella inusual persona que de pronto aparecía en su vida:

"También pensaba que no existías. Buenas noches, alma gemela"

Antes de apagar la luz de su mesa de noche un nuevo mensaje apareció:

"Dulces sueños"

Con una sonrisa ladina, Orihara Izaya aceptó que aquello era interesante y deseaba seguir en contacto.

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Otro más, otro nuevo moretón hacía acto de aparición en su brazo. No era grande ni doloroso, sólo incómodo. Él no estaba acostumbrado a llevar golpes por su cuerpo.

Buscó en internet y en libros viejos de la biblioteca sobre eso, de una u otra forma presentía que aquello tenía relación con su alma gemela. A un año de haber iniciado el contacto él ya sabía que, quien quiera que fuese su alma gemela, solía sufrir innumerables "accidentes".

"…A veces una de las almas gemelas puede percibir el daño y dolor de la otra. Esto no es recíproco, sólo una cargará con ello. La otra parte puede, con el paso del tiempo, intuir los sentimientos, pero no el daño físico ya que…"

Izaya botó el libro a un lado, ya tenía lo que quería. Que fastidio. Ojalá no hubiese iniciado el contacto con esa persona.

"Hola, ¿qué tal van las cosas en tu nuevo colegio?"

O quizá no.

"Tengo una especie de acosador, quizá pueda ser un buen amigo"

"¿No sería mejor alejarse de él si es un acosador?"

"¿Celoso?"

La respuesta tardó en llegar:

"Supongo, él puede saber tu nombre y yo no"

Ah, claro, una de las reglas básicas de aquel maldito juego del destino. No podían decir sus nombres o su conexión se perdería para siempre y, aún si reencarnaban -cosa en la cual no creía mucho que digamos- ellos nunca más podrían encontrarse ni tener felicidad. Tampoco podían mencionar los nombres de las personas cercanos a ellos. Al menos no hasta que finalmente se conocieran en persona.

"Bueno, tú sabes algo que él jamás sabrá"

"¿Qué?"

"Que odio a los perros"

"¿Es en serio?"

"Completamente"

"¿Eres una persona gato, entonces?"

"Mmm, podría ser"

"También me gustan los gatos, aunque no odio a los perros, lo siento"

Sí, quizá no era tan malo recibir un par de moretones y dolor extra.

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-¿Por qué esa cara de pocos amigos, Orihara-kun?

-¿De qué hablas, Shinra? Hoy estoy más sonriente de lo usual – negó aquella acusación.

-Mmm, no, no, definitivamente algo te molesta demasiado.

-Tonterías, ¿por qué no vas a casa? ¿Acaso no te espera una persona maravillosa para cenar? – desvió el tema de conversación a un punto que siempre le salvaba. Tuvo el efecto esperado.

-¡Ah, cierto! ¡Mi bella futura esposa me espera! ¡Nos vemos mañana, Orihara-kun, espero que estés de mejor humor! – vio como su "amigo" desaparecía por la puerta del aula de Biología. Se permitió soltar un suspiro y alzar la manga de su uniforme. Había un par de líneas escritas debajo de aquella que le causó una extraña molestia en el pecho ayer por la tarde:

"Creo que hice un amigo, ¿no es genial?"

Frunció el ceño releyendo el mensaje. ¿Un amigo? ¿Qué clase de amigo? ¿Qué tan cercano era ya a ese amigo? ¿Acaso no era suficiente con él? Detuvo el tren de sus pensamientos en ese punto, sorprendido. Oh, oh, eso no podía ser cierto. En su cara apareció una sonrisa llena de incredulidad.

Orihara Izaya, por primera vez en su vida, sentía celos.

Maravillado por el descubrimiento se apresuró a responder antes de ir a casa, ya casi era hora de la cena:

"¡Enhorabuena! ¿Cómo es tu nuevo amigo?"

"Es un senpai de la escuela, me acepta como soy"

"¿Por qué no habría de hacerlo? Eres una persona increíble, alma gemela"

"No pensarías lo mismo de vernos en persona"

Izaya dio un par de vueltas sobre su silla giratoria, analizando las palabras de la otra persona.

"No necesito verte físicamente para saber que eres una persona increíble"

"¿Cómo puedes estar tan seguro de ello?"

"Porque eres mi alma gemela y yo la tuya"

"¿Cómo sabes que no es un error?"

Orihara frunció el ceño, consternado por el creciente sentimiento de soledad que le embargaba. Maldita conexión unilateral.

"Porque lo sé, y ya. Ahora deja de pensar en ello y cuéntame más sobre tu senpai, así yo te cuento sobre cómo mi amigo cree que eres una chica". No le gustaba pensar que esa persona estuviera deprimida, aún no entendía del todo la forma en que funcionaba eso de ser almas gemelas, pero prefería, por esta vez, dejar que las cosas fluyeran sin averiguar demasiado.

"¿Tú no piensas que sea una chica?"

"Has usado "ore" para referirte a ti mismo en demasiadas ocasiones, estoy más que seguro de que eres un chico"

"¿En serio? No lo había notado". Izaya rió, por supuesto que no, tenía un alma gemela muy despistada. "Ahora tú tienes ventaja sobre mí, yo no sé si eres chico o chica"

"¿Qué preferirías que fuera?"

Mientras esperaba una respuesta, moviendo con nerviosismo un mechón ya largo de su pelo negro, Izaya sintió que no debió tocar aquel tema.

"No me importa que seas, en realidad, mientras seas tú"

Orihara abrió los ojos, sorprendido, antes de lanzar una carcajada.

"Sin duda alguna, eres una persona increíble"

"No tanto como tú"

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"Quiero que seas sincero conmigo", decidió que ya era hora de confrontarle.

"¿Qué ocurre?", su alma gemela usó más signos de interrogación de los debidos, estaba preocupado.

"Te metes en demasiadas peleas, ¿verdad? ¡No me mientas!"

Una vez más, la respuesta tardó en llegar, eso pasaba cada que su alma gemela pensaba con cuidado que decir o se veía en apuros.

"¿Cómo lo sabes?"

"¿Es un sí?", insistió.

"Sí, lo es. ¿Cómo lo sabes?"

"Porque soy tu alma gemela y puedo sentir tu dolor, tontito"

"¿Puedes sentir mi dolor?", era su turno de ser sincero.

"Eso y que a veces aparece uno que otro moretón en mis brazos"

Hubo otra nueva pausa, muy larga. Demasiado.

"¿Sigues ahí?"

"Lo siento, en serio lo siento. Incluso a ti te he hecho daño. Quizá sea mejor si dejamos de comunicarnos"

Izaya frunció más su ceño, indignado, lo estaba malentendiendo todo. Hizo lo que a menudo hacía cuando hablaba con él, escribió lo que pensaba:

"No te lo dije a modo de reproche, te lo dije porque me siento preocupado por ti. No quiero que te pase algo malo. No quiero quedarme sin alma gemela. No quiero perderte sin antes conocerte en persona algún día", puso una carita enojada para enfatizar sus palabras. Al leer lo que había puesto enrojeció.

Demasiado sincero, demasiado impulsivo, demasiado cursi. ¡Él no era así! Al menos ya no.

"Gracias", ¿qué?

Puso un de signo de interrogación, incitándole a hablar.

"Gracias por aceptarme aún si soy…diferente. Gracias por quererme", los últimos trazos fueron escritos con duda. Izaya sintió como su rostro ardía más.

Estúpida alma gemela.

"¿Tú también me quieres?", casi se abofetea ante su acto impulsivo, quiso borrar el mensaje de inmediato, antes de que lo leyera. Era demasiado afeminado, demasiado tonto.

Estúpido él.

"No", eso no lo esperaba, su pecho se oprimió, "creo que te amo". Y el naciente dolor desapareció en un santiamén.

Ese día Orihara Izaya rodó por su cama un par de veces, antes de cubrirse hasta la cabeza con sus mantas, buscando refugio para la insana felicidad que continuaba oprimiendo su pecho y tratando de no sentir el calor en sus mejillas. Su alma gemela era peligrosamente honesta.

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Durante los años venideros siguió en contacto con aquella persona. Hablaban de todo un poco. Sobre sus problemas, sobre sus dudas, sobre el incierto futuro, sobre algún día verse cara a cara -cuando ambos tuvieran el valor necesario para exponerse de ese modo ante una persona-. Era una rutina empezar el día con un saludo y terminarlo deseando buenas noches al otro, incluso anexar corazones o palabras un tanto cursis ya era normal, no lo hacían a menudo, pero si lo suficiente para que la otra persona supiera que el sentimiento no cambiaba.

Con eso Orihara Izaya entró a la Academia Raira, reuniéndose una vez más con Shinra.

Y fue ese instante en que conoció a dos personas interesantes. Kyohei Kadota, un joven tranquilo que, aun conociendo su retorcida forma de ser, no le apartó; había decidido llamarlo Dotachin por su curiosa forma de expresarse. Y Heiwajima Shizuo, un chico problema que jamás actuaba como lo esperaba. Todo un caso. Como una fuerza desconocida, se sintió interesado en el joven de rubio cabello teñido y ojos castaños. No tuvo que esperar demasiado para ser presentados, Shinra se encargó de ello, al parecer habían sido compañeros durante sus días de niñez e incluso, el muy bobo, había intentado examinarle en un par de ocasiones.

Pudo admirar de cerca como el chico derrotaba a toda una pandilla sin recibir más que rasguños. No evitó aplaudir, expresando su fascinación. Esperaba poder convertirlo en su marioneta. Cuando Shinra los presentaba fue cuando las cosas tomaron otro giro inesperado.

-Me molestas – había dicho. Izaya casi deja salir una carcajada ante ello, ignorando el malestar en su pecho.

-¿Eh? Que mal, pensé que podríamos pasarla bien.

-Cállate.

-No seas así, Shizuo-kun – apenas pronunció su nombre el otro se lanzó sobre él, de no ser por sus reflejos posiblemente la habría pasado mal. Una sensación extraña recorrió su cuerpo y la atribuyó a la adrenalina del momento. Dejó relucir otra de sus sonrisas ladinas – ¿Ves? Es divertido, ¿verdad?

Luego de eso ambos comenzaron una persecución que perduró durante horas, antes de que él lograra que Heiwajima Shizuo fuera atropellado por un camión. Exceptuando cuando hablaba con su alma gemela, nunca se había divertido tanto.

Cuando llegó a casa, después de recibir atención médica de Shinra y encontrarse con Heiwajima por segunda ocasión, tomó un baño y fue directo a su habitación. Puntual, como siempre, su alma gemela le saludó.

"¿Qué tal tu día?"

"Algo agitado, conocí a una persona aterradora"

"¿Una persona aterradora? ¿Te ha hecho algo?"

"Tuvimos un pequeño altercado"

"¿Te lastimó? Si lo hizo dime quien es y lo mato", Izaya sonrió, complacido.

"Sólo un par de raspones, no te preocupes, estaré bien. Conoces las reglas, nada de nombres hasta vernos las caras. Aunque admito que pasé algo de miedo"

"Si hubiese estado ahí lo habría matado por hacerte daño", ah, de nuevo estaba en plan de caballero con armadura.

"Eres demasiado protector, alma gemela"

"Lo siento"

"¿Por qué te disculpas? Es lindo"

"No me digas lindo"

"Digo lo que pienso, siempre que hablo contigo es así, ¿será porque somos almas gemelas?"

"No lo sé"

"Mejor no saber. ¿Y a ti que tal te fue hoy?"

"Conocí a un tipo molesto"

"Así que tú también tuviste un mal día hoy, ¿eh?"

"Sí, y…"

"¿Y?"

"Peleé con ese sujeto, así que es posible que tengas más heridas. Lo siento", hasta ese momento Orihara Izaya reparó en el par de moretones que ya comenzaban a formarse sobre su blanca piel. Era raro que no lo hubiese notado antes, quizá esos moretones se confundieron con los provocados por Heiwajima Shizuo.

"No te preocupes, mientras sigas vivo no me importa"

"Lo siento", de nuevo disculpándose. Su alma gemela era un tonto.

"Te dije que todo está bien. Si te quieres disculpar entonces dime algo bonito como, por ejemplo, que me amas", dibujó una carita sonriente y un par de corazones. Pudo sentir ansiedad, su alma gemela estaba ansioso, feliz…y avergonzado. Terriblemente avergonzado y feliz.

"Te amo. Que tengas buena noche"

-Moo, cobarde, no huyas luego de escribir algo así – apoyó su mentón en su mano, sonriendo, – bueno, que le voy a hacer.

"Dulces sueños, mi caballero".

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"Hoy me dijeron -te odio-", escribió en su brazo en cuanto estuvo en un lugar seguro. Había otro nuevo moretón y ya no sabía si era por su pelea o por su alma gemela.

"¿Quién te dijo algo como eso? ¿Fue el tipo que te intimida?"

""

"No le prestes atención", quiso creerle, pero, por esa ocasión, sentía su pecho oprimirse de manera dolorosa…y se lo hizo saber.

"Dolió escucharlo, me molesta no saber porque, este tipo de cosas jamás me importan", mantuvo sus ojos sobre su brazo.

"Deja de pensar en ello, tal vez sólo fue…el momento", incluso su alma gemela no sabía muy bien cómo animarle, se sintió mal por él.

"Sí, quizá me dolió porque también me logró golpear y dijo mi nombre", cierto, Shizuo lo había llamado por su nombre por primera vez, causándole un estremecimiento.

"¡¿Qué hizo qué?!"

"Ups, lo iba a mantener en secreto de ti"

"No intentes desviar el tema. ¿Te lastimó?", Izaya dejó salir una risita. Que boba alma gemela.

"Ya te dije que logró pegarme, pero sólo es un rasguño, mi amigo me ha curado y quedé como nuevo"

"El día en que nos veamos, asegúrate de llevar una lista de todas las personas que te han hecho daño, me encargaré de patearles el trasero"

"La lista es larga", escribió riendo.

"No importa. Les dejaré en claro que nadie lastima a alguien tan especial como tú"

"¿Soy especial?", ah, su alma gemela estaba nervioso y avergonzado otra vez. Que divertido.

"Lo eres para mí". Y esa insana felicidad estaba de vuelta con él también.

Tonta, tonta alma gemela. ¿Siempre tenía lograr animarle de una u otra manera?

"Y para mi tú eres único", escribió de vuelta, agregando por primera vez una frase que no pensó en decir de forma sincera jamás, "te amo".

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Fue durante Septiembre, pocos meses después de entrar a Raira y conocer a Heiwajima Shizuo. Fue en esa época en la cual Orihara Izaya instaló un profundo odio hacia el destino en su corazón.

Ese día, él se había saltado las clases luego de tener otra de sus peleas con Shizuo o, como ya le llamaba, "Shizu-chan". Con cautela, aprovechando que todos deberían estar en alguno de los laboratorios, regresó al salón para recoger sus pertenencias e ir a casa. El cuerpo le dolía más que de costumbre y no ayudaba en nada que su alma gemela se estuviera sintiendo como se sentía. Tristeza, soledad, remordimiento, vergüenza, ira, angustia. Tantas emociones negativas en tan poco tiempo le mareaban y provocaban un gran dolor de cabeza.

Quería ir a casa, ahí esperaría con tranquilidad a que su alma gemela se calmara y respondiera al mensaje que le había dejado, preguntando por su repentino cambio de humor.

Pero la suerte y el destino no estaban de su parte. Shizu-chan se encontraba en el aula, solo, con la cabeza gacha. Maldijo en su mente, dispuesto a irse sin sus cosas, ya le pediría a Shinra o Dotachin que se las llevara después. Apenas daba la media vuelta cuando escuchó al rubio maldecir por lo bajo en una especie de sollozo ahogado, ¿acaso Shizu-chan estaba llorando? Curioso, se aventuró a espiar un poco, si en serio estaba llorando él ya tendría algo con lo cual chantajearle si lograba tomar una foto, sin embargo, sólo vio como el otro escribía algo con ferocidad.

Su brazo ardió, obligándole a suprimir una mueca de dolor. Era común que su alma gemela a veces presionara de más el bolígrafo cuando…detuvo sus pensamientos y sintió su corazón latir a velocidad descontrolada.

No, no, no, eso no era posible.

Claro que no, sería absurdo. Sería estúpido.

Con temor inusual en él, miró su antebrazo.

"Lo siento, sólo soy una molestia. Lo siento porque tengas que sentir mi lado patético", podía sentir su corazón latiendo en sus oídos. Miró de reojo dentro del aula.

No, no podía ser verdad.

Sacó el bolígrafo que siempre llevaba consigo y dio su respuesta, atento a cualquier movimiento en el lugar.

"No eres una molestia, siempre puedes contar conmigo, caballero", estaba siendo imprudente. No quería estar ahí. Tenía que alejarse, quería alejarse.

Y lo estaba haciendo, iba a pretender dejar de lado la loca idea que había atravesado su cabeza porque, bueno, porque simplemente no podía ser verdad.

Heiwajima Shizuo no podía ser…

-Caballero, ojalá dejara de llamarme así – el susurro congeló al joven Orihara Izaya en su lugar. No, no, no. ¡Era absurdo! – No soy para nada un caballero.

Orihara Izaya sintió su mundo venirse abajo.

Tardó un poco en reaccionar, y, cuando lo hizo, se halló corriendo de forma desesperada sin rumbo alguno. Su mente se empeñaba en conectar puntos que no debía: el dolor en su pecho cada vez que Shizu-chan le gritaba "te odio", la insana fascinación que tuvo con el rubio desde el primer momento, el no poder apartarse de su camino, las sutiles corrientes eléctricas que recorrían su cuerpo cada vez que él le tocaba, así fuese sólo para dejarle moretones.

No, eso no debía estar pasando.

Se detuvo una vez se dio cuenta que estaba en su habitación, ni siquiera sabía cómo había llegado hasta ese lugar. Cerró la puerta con llave, se dejó caer recargado contra ella y abrazó sus piernas, negando aquel cúmulo de emociones. Negando su descubrimiento. Negando que estaba tan molesto, tan frustrado, tan desconsolado, que las lágrimas ya estaban bajando por sus mejillas.

-No puede ser…no puede ser…es, es ¡imposible! ¡Shizu-chan no puede ser mi alma gemela! ¡No puede! ¡¿Por qué él de todas las personas de este mundo?!

Ese día de Septiembre, Orihara Izaya aprendió que el destino podía ser una puta zorra muy cruel.

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-Por favor, acepta esto – unas bolsas con chocolates fueron puestas frente a él.

-Ah, gracias – sonrió con falsa cortesía mientras aceptaba los regalos de aquellas chicas.

-Wow, ni porque ahora tengas esta personalidad tan retorcida dejas de ser popular, eh, Orihara-kun, ¿cuántos ya han sido? – Izaya bufó, mirando sin verdadero interés el contenido de los paquetes, escuchando de fondo los grititos ahogados que inundaban la escuela.

Era San Valentín.

Fecha molesta.

-Que cruel eres, Shinra. Además no soy el único que ha recibido muchos chocolates hoy, ¿nee? – El joven dirigió sus ojos hacia Kadota, quien estaba sentado frente a él – Dotachin ha recibido al menos ocho cajas hoy.

-Ah, cierto. Qué bueno que nadie me ha ofrecido algo, tendría que rechazarles, sólo espero los chocolates de Celty.

-Apuesto a que ella no te dará algo, igual que el año pasado, y el año antes de ese, y el anterior a ese.

-¡No digas cosas depresivas, Orihara-kun!

-Ah, perdón, perdón.

-¡No eres sincero!

-Lo soy.

-¡Claro que no!

-Ah, por favor, no empiecen – Kadota detuvo el inicio de una discusión. Shinra, haciendo un puchero, se sentó de nuevo a un lado, sorbiendo son molestia su jugo de naranja. Un suspiro hizo a ambos ver al de menor estatura.

-¿Pasa algo? – interrogó Kyohei, ese día Izaya estaba demasiado tranquilo, y no había indicios de que él fuese a iniciar una pelea con "aquel" otro sujeto. Una actitud extraña en él, ¿estaría enfermo?

-Nee, Dotachin, ¿te gusta San Valentín?

-¿Uh? – tanto Kadota como Shinra le miraron, más intrigados, sin creer que el azabache preguntara por la celebración que se llevaba a cabo.

-Yo lo odio, pero también me gusta. Es una gran fecha para ver a mis preciosos humanos en muchas facetas, es divertido ver como se desviven por hacer el chocolate perfecto aun cuando saben que es posible que los rechacen – explicó mirando por la ventana, apoyando su codo en el pupitre y dejando su mejilla descansar sobre su mano – en verdad es una fecha odiosa – suspiró y sus acompañantes intercambiaron una rápida mirada, Shinra sólo alzó sus hombros, él tampoco entendía el repentino cambio de ambiente. ¿Por qué Orihara Izaya de pronto parecía…triste?

No, eso no era posible.

Se trataba de Orihara Izaya.

-Si tanto te molesta, sólo vete – Izaya chasqueó la lengua. El causante de su falta de ánimo para disfrutar de la atención de sus queridos humanos hacía acto de presencia.

-Shizuo – Kadota usó un tono de advertencia. No quería que iniciaran una pelea a esas alturas del día.

-Ah, ah, Shizu-chan, veo que has encontrado el camino de regreso, ¿cómo te fue con Sora-chan de la clase tres? – comentó de forma despreocupada, mirándole con toda la malicia de la que era capaz.

-¿Eh? ¿Acaso Shizuo fue llamado para entregarle chocolates?

-Son los rumores que escuché – respondió Orihara con voz cantarina.

-Deja de meterte en lo que no te importa – bufó el rubio, yendo a su lugar al final de la fila, dos asientos detrás de Izaya. Él no necesitaba dar otra respuesta, ya estaba guardando un pequeño paquete en su mochila.

-Que aburrido, Shizu-chan.

-No pareces muy emocionado, ¿no es bueno que te dieran un chocolate? – intervino Kadota, como siempre. El día iba demasiado bien como para arruinarlo.

-Se lo agradecí, pero…

-¿Pero?

-No es de quien le gustaría recibir un chocolate – canturreó Shinra. Izaya ocultó el pequeño sobresalto que sufrió.

-¿De qué hablas?

-Shizuo-kun tiene…

-O te callas o te callo, elije.

-Eh, eh, vale, me-mejor me callo – el futuro médico no tuvo opción, los ojos castaños no mentían ante la promesa de un golpe doloroso. Orihara siguió la conversación, ocultando una mueca de disgusto. El tema que menos quería se tratara en su presencia. Suspiró y recogió su mochila.

-¿Te vas?

-Así es, Dotachin.

-Aún quedan clases, Orihara-kun.

-Estoy aburrido, todo hoy es aburrido y ya no quiero tener que lidiar con eso – señaló el montón de obsequios en su banca – nos vemos, pueden quedarse con ellos si quieren. Bye~bye~.

-¡Te meterás en problemas con los profesores! Moo~, me ignoró.

-Eso es lo único usual que ha hecho – Shizuo arqueó una ceja ante las palabras de Kadota.

-Ah, ahora que lo mencionas, Orihara-kun si actuaba raro hoy, quizá estaba enfermo…o quizá él también lo esperaba – comentó de forma despreocupada Shinra mientras revisaba las cajas con chocolates.

-¿Lo esperaba?

-Un regalo de su alma gemela.

-Ah, ya…espera, ¡¿Izaya tiene un alma gemela?! – Kyohei casi se cae de su silla.

-Sep, aunque nunca lo ha admitido yo los he visto – Shinra llevó un chocolate a su boca –mmm, los mensajes que recibe, aunque él jamás me comenta algo sobre ello cada que le pregunto.

-Pensé que él no estaba interesado en esas cosas.

-Eso es lo que él dice – Kishitani alzó sus hombros.

-Siento lástima por la persona que es el alma gemela de la pulga – dijo Shizuo al tiempo que miraba por la ventana. Había una extraña sensación de alivio instalada en su pecho desde que Orihara se fuese, la atribuyó al hecho de que podría pasar tranquilo esa fecha, sin peleas.

Una sensación de hormigueó le hizo apartar la mirada de la ventana y observar su brazo; de inmediato se levantó y fue al baño.

"¡Feliz San Valentín, mi caballero! Lamento decirlo hasta ahora, estuve ocupado. Igual lamento no poder darte chocolates, ¿dijiste que te gustaban con relleno de cereza? A mí no me gustan mucho que digamos, pero no me molestaría en un futuro recibir algunos de tu parte. Ten un buen día, diviértete y no te metas en problemas, ¿ok? No olvides que te amo~". Muchos corazones aparecieron alrededor del mensaje. Heiwajima Shizuo sonrió, enternecido.

"Esperaré por ese día. Tranquilo, hoy no creo meterme en problemas, ¿tú te estás divirtiendo? También te amo". La campana que anunciaba el final del descanso hizo que Shizuo cubriera con rapidez su antebrazo y saliera del baño. Después revisaría la respuesta de su alma gemela.

Izaya, desde la puerta del almacén del conserje, observó como Shizuo trotaba de regreso al aula con una sonrisa en el rostro. Salió de su escondite y suspiró antes de sonreír un poco. Metiendo las manos en los bolsillos se encaminó a su hogar.

Orihara Izaya ya había tomado una decisión con respecto a su alma gemela.

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"Quisiera no ser como soy, temo por el día en que me veas en persona y te dañe; si eso pasa terminarás temiéndome u odiándome, como todos". Izaya releyó el mensaje, observando a lo lejos la silueta de un rubio durmiendo bajo la sombra de un árbol. Que cliché.

-Eres un idiota – suspiró acercándose, debía de estar realmente cansado si no le atacaba ya estando acuclillado a su lado. Izaya hizo un mohín al ver rastros de heridas y lágrimas de frustración ya secas en el rostro de quien sabía era su alma gemela – pero yo lo soy más, ¿nee? – con cuidado retiró un par de mechones de la frente del rubio, él se removió y giró al lado opuesto, sin despertar, murmurando incoherencias. Izaya sonrió, decidido, inclinándose a la altura del oído del chico – no te preocupes, Shizu-chan, yo me encargaré de que ya no lastimes a nadie más que a mí – susurró para después depositar un rápido beso en su mejilla.

Un único roce. El único roce afectuoso que se permitiría tener con él desde ese momento.

Cuando Shizuo despertó, un mensaje ya estaba en su antebrazo.

"Eres quien eres, no lo puedes cambiar, pero confió en que las cosas mejorarán para ti. Sé que las personas verán lo amable que puedes ser. No te deprimas, recuerda que eso me hace deprimir también. Ánimo, yo siempre te apoyaré. Y, aún si todos guardan sentimientos negativos por ti, yo no. Te amo, caballero."

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En el transcurso de los años Orihara Izaya se encargó de postergar su encuentro oficial y de que Heiwajima Shizuo pudiera descargar sus frustraciones sólo con él -o malas personas-.

Si Heiwajima Shizuo quería golpear a alguien para sacar su ira, él era el blanco principal. Orihara Izaya "su enemigo" se volvió su objetivo, la persona que más odiaba el ex bartender. Creó un montón de situaciones que provocaron un solo resultado: el odio del hombre más fuerte de Ikebukuro por él. Dolía, sí, mucho, no sólo porque las heridas que el rubio sufría se unían a las suyas, sino también porque las palabras, casi siempre, terminaban afectándole más de lo que le gustaría. En el camino se ganó el desprecio de muchas más personas, pero eso poco o nada le interesaba. Sólo el odio de Shizuo le afectaba.

En cambio, cuando Heiwajima Shizuo necesitaba hablar de sus conflictos internos con alguien, él era Orihara Izaya "su alma gemela". Leía atentamente cada una de sus palabras y le alentaba a mantener un lado positivo vivo. Lo llenaba de palabras demasiado dulces y amables. Le repetía una y mil veces que él jamás iba a odiarlo y que si dejaba de responderle sería únicamente cuando ya estuviese muerto -Shizuo hizo un drama al leer eso-. Ese fue el Orihara Izaya que se encargó de un encuentro "casual" entre Tanaka Tom y Shizuo cuando él se encontraba desempleado, justo antes de que el informante partiera con rumbo a otro país. Lo dejaría en manos confiables, con alguien que al menos pudiese ser un soporte emocional para Heiwajima.

Orihara Izaya observaba desde las sombras, complacido, como poco a poco el ahora guardaespaldas se rodeaba de más y más gente que sabía apreciar su naturaleza amable. Heiwajima Shizuo podía seguir provocando miedo, pero ya no como antes, ahora él era querido no sólo por su hermano y su senpai. Akane, Kida, Anri, Mikado, Saki, Vorona, Simon, Celty, Shinra, Kadota, Erika, las gemelas, y varios más formaban ya parte del mundo de Shizuo.

Izaya miraba desde el techo la interacción del guardaespaldas con sus compañeros de trabajo. Sonrió con melancolía. Su trabajo estaba casi terminado.

Pronto Heiwajima Shizuo ya no necesitaría a Orihara Izaya "su enemigo".

Pronto Heiwajima Shizuo debería olvidarse de Orihara Izaya "su alma gemela".

Porque uno existía para complementar al otro.

Porque el ahora informante jamás se atrevería a revelar esa verdad.

Porque Heiwajima Shizuo debía ser feliz, encontrar a alguien mejor, alguien que pudiera amarle como merecía. Alguien que no fuese él. Alguien a quien Shizuo no odiara tanto como a él.

Y por ello, Orihara Izaya había tomado otra decisión con respecto a su alma gemela. Una definitiva.

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-Izaya.

-Dime.

-Abayo – el informante mantuvo la mente en calma, ignorando el dolor en su pecho. Manteniendo su objetivo claro.

-Sí, adiós – ese sería su último enfrentamiento. La llamada se cortó al otro lado – adiós, mi caballero.

Orihara Izaya tuvo que hacer uso de toda su fuerza de voluntad, de toda esa fachada que con los años construyó sólo para Shizuo. Usando eso como escudo y distractor, no se contuvo. En el fondo sabía que nada de lo que hiciera podría terminar con el guardaespaldas, en el fondo esperaba que Celty lo protegiera, en el fondo sabía cómo terminaría toda esa farsa.

Y se odiaba por ello. Se odiaba tanto.

Los golpes no dolieron como lo esperaba, o quizá él ya estaba acostumbrado a ser lastimado por el que, por una jugarreta del puto destino, era su alma gemela.

Se mantuvo en pie hasta el final. Mantuvo a Orihara Izaya, el infame informante de Shinjuko, siendo su personalidad dominante hasta que supo que el fin, su fin, era inminente. Incluso dijo palabras demasiado hirientes a Shizuo, incluso le alentó a hacer algo que él detestaría.

Cuando Vorona, después de atacarle con un arma blanca, le apuntó con un arma de fuego sonrió, ocultando su alivio y frustración a partes iguales, ambas causadas por la misma idea: Heiwajima Shizuo no sería quien le pusiera fin a su vida.

Sabía que si moría Shizuo se sentiría solo, ya que estaba perdiendo a su alma gemela, sin embargo confiaba. Confiaba en todas esas personas que ya estaban alrededor del rubio, confiaba en que lograrían hacerle feliz, en que encontraría a quien amar de nuevo. Confiaba en la fuerza de voluntad del rubio, en la autoestima que le ayudó a cultivar a base de dulces palabras.

Con esa confianza cerró los ojos y esperó por el final.

Ese día, el día en que se suponía moriría dejando a Shizuo en libertad, Orihara Izaya reiteró su idea sobre el destino: era una puta zorra muy cruel. Lo odiaba, lo odiaba casi tanto como a si mismo por su patética forma de rendirse y que ésta ni siquiera saliera bien.

Apenas y prestó atención a las palabras serias de Kine-san mientras le explicaba la situación, tanto de su cuerpo como de la forma en que fue rescatado, ignoró las miradas de Manami también.

Había fracasado, él no esperaba fracasar.

¿Qué debía hacer en ese momento?

Cuando Kine-san le ofreció llevarlo ante un médico para que fuese tratado, él supo que debía hacer.

Regresar ya no era una opción. Nunca más lo sería.

-…Ve lo más lejos que puedas – Ikebukuro se alejaba cada vez más por el espejo, su alma gemela quedaba atrás, – si muero, no me gustaría que lo viera un monstruo – dijo con sus últimas fuerzas, cerrando sus ojos y permitiendo que su lado patético, el que sólo mostró ante una persona, se apoderara de él.

El amanecer estaba frente a ellos, el sol ya tocaba cada rincón del auto, y aun con eso Izaya sentía un frío aterrador en su cuerpo.

Los recuerdos le asaltaron uno a uno.

La sorpresa por el descubrimiento.

El dolor.

Las lágrimas.

Las sonrisas.

Las charlas llenas de secretos únicos.

Las frases y palabras que jamás expresaría cara a cara.

"creo que te amo."

Giró su rostro a un lado y dejó salir una solitaria lágrima.

Por una vez estaría bien.

Manami, desde el asiento trasero, y Kine-san al volante, no interrumpieron su momento de debilidad.

-Adiós, Shizu-chan…lo siento.

El día en que las sombras cubrieron Ikebukuro, ese fue el día en el que Orihara Izaya, el infame informante de Shinjuku, el enemigo del hombre más fuerte de Ikebukuro, desapareció.

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Si han llegado hasta esta parte, quiero agradecerles por darle una oportunidad a este fanfic.

Desde hace tiempo he querido publicar algo sobre estos dos -y sobre otras parejas- ya que fueron mi primera OTP "yaoi" y, además, amo mucho la historia de Durarara!, fue un anime y novela ligera que supo atrapar mi atención.

Si piensan que es un final triste, quiero informar que esto es un Two-shot, haré la siguiente entrega pronto, no puedo prometer un día específico, me disculpo por ello. Lo que puedo prometer es que no demorará mucho.

Una vez más, gracias por leer.

Si gustan dejar en un comentario sus opiniones, son bien recibidas.

Hasta pronto.

Nos leemos luego, espero.