Bienvenidos a el que posiblemente sea mi primer fic vocacional. Últimamente me estoy apasinando por la lectura y me he animado a escribir algo interesante. Espero que disfruiteis leyéndolo tanto como yo escribiéndolo.
Notas: Owen Lawrence Kirkland es el nombre que le atribuimos a Gales. El tercer hermano en la jerarquía Kirkland (Escocia, Inglaterra, Gales, Irlanda, Irlanda del Norte).
Se levantó de la silla pesadamente, sintiendo como el cuerpo deseaba volver a sentarse y no hacer ninguna clase de esfuerzo, pero paradojicamente, el mismo cuerpo necesitaba ingerir cualquier sustancia rica en cafeína o sino sufriría el abrazo de Morfeo como le había sucedido la semana pasada tras unas catorce horas de trabajo intensivo sumado a la falta de sueño ya habitual en él. Además, esa noche había tenido un sueño terrible
El cuerpo, de todas formas, tampoco es que fuese muy impresionante. Tenía alguna herida que otra, moratones casi habituales y los músculos bien definidos, aunque tenía cierta acumulación de grasa en la zona abdominal porque... ¿Quién no toma el té con alguna clase de bollería o tarta?... Se podría decir que ese era el único vicio que el cuerpo padecía. Sin contar, claro está, con algo crucial que ocupaba no solo la mayor parte de su tiempo, sino también sus sueños y pensamientos. Aunque realmente el cuerpo lo detestaba, sin embargo, la mente le forzaba a trabajar. Pero a veces, el cuerpo se negaba en rotundo a levantarse y es entonces cuando llegaban las vacaciones, apenas unas semanas, en las que dormía, comía y de vez en cuando veía algún que otro programa aleatorio en la BBC, pero sin prestar atención. Viendo programas cómicos que no le hacían gracia y viendo películas de miedo que apenas le daban sustos.
Más o menos, así era la dura y cruda vida de un inspector de Scotland Yard, claro, si a eso le puedes llamar vida. Apenas llevaba unos cinco años trabajando, pero aparentaba unos cuantos más porque el cuerpo protestaba en busca de descanso y la mente lo castigaba aún más apesar de todo. Aún así, Arthur Kirkland no llegaría apenas a los treinta. Era el típico inspector cascarrabias que apenas aguantaba dos horas a su compañero y en múltiples ocasiones le había dicho que se fuera a casa porque siempre estaba sonriendo de forma extraña.
Siguiendo con el principio, nuestro protagonista trataba de sacar uno de esos horribles y repugnantes cafés de la máquina que presentaba el mismo repugnante y sucio aspecto de siempre, pues al parecer habían vuelto a hacer recortes y el que limpiaba era un sobrino lejano del jefe que apenas tenía media falange de frente, porque a dos dedos no llegaba ni queriendo. Arthur prefería no pensarlo mucho, hacer de tripas corazón y tragarse el café sin que rozase las papilas gustativas, por desgracia, esta vez estaba tan dormido después de 9 meses de trabajo sin vacaciones y bastantes casos inconclusos y complicados, que al final algunas gotas amargas cayeron al final de su lengua y le dieron pequeñas arcadas. Respiró profundamente y cerró los ojos asqueado. Supongo que te imaginarás la clase de onomatopeyas que salieron de su boca al escupir un poco a pesar de que el café ya estaba dentro de su sistema.
Cuando abrió nuevamente los ojos, sintió que el café volvía a subir a la boca. Ante él había una fotografía de lo que parecía un cuerpo humano deformado y retorcido como si de un trapo se tratase al tratar de quitarle el agua. El cuerpo estaba arrugado y contorsionado de forma dolorosa hasta para la vista: Los pantalones dificultaban la visibilidad de las piernas, pero los brazos eran visibles. Además de las vueltas y vueltas que presentaban los miembros, el brazo derecho parecía haberse salido de su sitio habitual y el izquierdo parecía haber sido pisoteado hasta que los huesos se quebraran en pedacitos. El suelo estaba bañado en un líquido rojo que seguramente sería sangre. Afortunadamente , en la fotografía no se le veía la cabeza.
Arthur cruzó sus ojos con los de Owen, que a través de sus gafas le sonreía al ver la expresión nauseabunda de su compañero:
-¿Estaba rico el café?
Owen era un auténtico personaje. En cuanto a sus características físicas, era delgado y alto y su constitución se parecía a la de Arthur, aunque era un poco más alto que él. Tenía el pelo rubio y recogido en una coleta baja que tampoco tenía mucho de especial. Llevaba gafas de cristales bastante finos y protegidos por ellos estaban unos enormes e inocentes ojos dorados que casi siempre sonreían. Al igual que cualquier británico que tuviese descendencia pelirroja, tenía pecas, pero se limitaban únicamente al puente nasal.
A ojos de Arthur, Owen era un psicópata y un inútil a la hora de ser agente de campo, pero por otro lado le fascinaba sus habilidades cognitivas y le respetaba como compañero, aunque en ocasiones resultase demasiado pedante e incluso... cariñoso. Owen tenía la extraña manía de pedir actos afectivos a cambio de cualquier cosa, a veces incluso demasiado exigentes para que Arthur pudiera pagarlo. En definitiva era el tipo de persona que conoces y te resulta asombrosa, pero al cabo de unos meses no quieres volver a verla.
-¿Qué es exactamente esa fotografía, Owen? -. Arthur se tuvo que contener las ganas de vomitar tragando saliva y cogiendo la imagen que muy "amablemente" le estaba enseñando su "querido" compañero le estaba enseñando.
-Me la acaban de enviar. ¿No te has dado cuenta, Arty? A ver si lo descubres por tu cuenta sin que yo te lo diga -. También le encantaban esa clase de juegos en las que él quedaba como el más listo y demostraba su superioridad.
Arthur ojeó la fotografía detenidamente tratando de descubrir lo que Owen le ocultaba. Después de varios minutos no encontró nada digno de interés:
-Parece que lleva el uniforme deportivo escolar... Supongo que estás lineas en el suelo que apenas se ven por culpa de la sangre son marcas de parqué, por lo que es el gimnasio de un instituto y él es un alumno...
Hasta que unas décimas de segundo después notó algo que le cambió la expresión de intriga y aburrimiento a una de completo terror y horror.
-Veo que ya has comprendido a qué me refería ¿me equivoco? Nos toca coger un avión, Arty.
Arthur aún seguía horrorizado y con la boca abierta... Sacudió la cabeza para volver en sí y luego le miro hablando rápido y nervioso:
-No vamos a ir por varios motivos: Uno, esto no es un caso oficial porque solo tienes la fotografía y me has informado tu y no el departamento y dos, no pienso irme hasta Escocia porque ese no es mi distrito y además sería algo ilegal. Tenemos actualmente un caso entre manos y aunque este se presen- -. Arthur se vio interrumpido en su ataque de histeria.
-Erin me ha llamado esta mañana. Dijo que Scott reclamaba nuestra ayuda de forma incluso desesperada.
Eso le encendió la bombilla a Arthur. Solo imaginarse a su odiado hermano mayor arrodillado y pidiéndole ayuda de forma suplicante mientras él sonreía con malicia le animaba a salir directamente de allí al avión o incluso corriendo. Durante el resto del día no intercambió más de tres palabras con cualquier otra persona, pensando deseoso en llegar a su casa, hacer las maletas e irse.
Dos días después cogieron el avión hacia Escocia.
