Antes de nada decir que este fic existe gracias a Luanda que me pidió que le escribiera una continuación de otro que ella hizo. Así que es una continuación de su fic "Lloviendo sobre mojado", un HaruHani que podéis encontrar también en la página de fanfiction, aunque no en la sección M. Pero aunque no esté en esta categoría sí es bastante lime. Mi historia, "Cruce de Paraguas" es menos suave que la primera y contiene lemon. Quedáis avisados desde ahora.
Yasuchika, perdóname. Por favor.
Un MPH de todo corazón para ti, Luanda chan.
Continuación de "Lloviendo sobre mojado" de Luanda.
By Naleeh.
"Cruce de Paraguas"
Tercera sala de música.
Hace dos días...
Era perfectamente consciente de que algo había tenido que cambiar, para que se acercara a ella de esa manera. Se consideraba a si misma una persona bastante perceptiva, dándose cuenta de varias cosas que normalmente escapaban a los ojos de los demás. Sin embargo, todo aquello la había pillado por sorpresa. No era únicamente lo sucedido hacía a penas una semana en uno de los vestuarios. También era ella la que había cambiado. Lo sabía.
Se había descubierto varias veces hipnotizada en la sede del club. Con la mirada fija en cuanto se había perdido desde que lo había conocido. Minucias como sus manos de dedos estilizados y firmes cogiendo la taza de té, la curiosa manera con la que se apoyaba sobre la palma de la mano al escuchar a las clientas; con una media sonrisa en el rostro, la manía de llevarse el índice a los labios y darles pequeños toquecitos cuando se distraía en otra cosa. Había ocasiones en las que se le pasaba por la cabeza el ir a sentarse a su lado para apoyarse en su hombro y poder aspirar nuevamente ese aroma a manzana, que recordaba tan nítidamente. Pero no sabía si él lo querría así. Si le importaría o no.
La forma con la que la miró aquel día le aseguraba que algo había cambiado.
Él había cambiado. Ella había cambiado. Pero no lo había visto. Y desde ese día en concreto, tras otros varios de rutina sucesiva, nada le indicaba que hubiera sido así. Todo seguía como antes...
Tal vez Hani lo había meditado detenidamente y se había decidido por dejar pasar aquel hecho como un desliz. Nada importante. Era mucho mejor de esa manera, sin duda. Puesto que resultaría muy problemático y bochornoso tener que dar explicaciones al resto de los chicos... Y también chicas. Lo complicaba todo.
Hani tenía diecisiete años y estaba segura de que todo adolescente necesita liberarse de esa manera de vez en cuando. Sus cavilaciones le llevaban a pensar esto, y que si aquello sucedió fue por pura casualidad... Podría haberle ocurrido a cualquier otra chica. Fue un simple juego, y ella el juguete de su pasatiempo.
Este razonamiento tan tenaz, al que le había estado dando vueltas desde hacía varios días la asfixiaba. En ese momento se había sentido especial, única, querida y deseada. No tenía por qué, pero el pensar que después de todo, ese instante que habían compartido, para él significaba lo mismo que un trozo de pastel, la desmoronaba. Había momentos en los que el miedo la asaltaba sin ninguna razón aparente. Y aunque se había repetido interiormente, una y otra vez, que si actuaba como él y lo dejaba pasar, esas absurdas sensaciones terminarían por desvanecerse... De momento no tenían ninguna intención de hacerlo.
Haruhi tomó un pequeño trago más de el café, que llevaba preparado desde hacía más de media hora. Se le había quedado frío. Frente a ella, tres de sus más fieles clientas conversaban animadas sobre la próxima fiesta que organizaría el club. De vez en cuando, le pedían opinión antes de caer presas en sus propias fantasías... Que mejor no saber cuáles eran. Y afuera, tras las grandes cristaleras del fondo, los árboles se mecían inquietos, sacudidos por una cortina de agua que no amainaba. Llevaba lloviendo continuamente desde hacía cuatro días.
-Haruhi-kun -volvió a asaltarla una de las chicas, con una sonrisa algo tímida. La mencionada regresó de sus pensamientos y le devolvió el gesto con su encanto natural. -Perdóname, pero... Hoy no hace muy buen día y ese café ya debe de estar muy frío. Podría sentarte mal. Hasta te temblaban las manos.
La chica abrió los ojos de par en par. No se había percatado de ello.
-Ah, tienes toda la razón.-recayó en el líquido casi olvidado. - Me he distraído tanto con la charla que se me ha pasado por completo. Muchas gracias.
La jovencita enrojeció hasta la raíz del pelo al escuchar sus amables palabras, mientras que las otras dos desprendían corazoncitos y chiribitas por los ojos.
-Iré a preparar algo más... ¿Os gustaría comer algo¿Os traigo algún tipo de bebida?
-Sí, por favor.
-A mí me encantaría probar algún día un postre preparado por ti, Haruhi-kun. -se atrevió a decirle otra.
-A mí también me encantaría.
-Nos gustaría muchísimo a todas.
Haruhi volvió a sonreír.
-Entonces decidme qué queréis que os prepare y lo haré. ¿Cuál es vuestro postre favorito?
-Pero... Haruhi-kun¿No te resultará mucha molestia hacer uno diferente para cada una? Seguro que cualquier cosa preparada por ti sabe exquisita. Cualquiera estará muy bien.
Las tres asintieron.
-En absoluto. Mi madre me dejó muchas recetas, pero también me gusta probar otras nuevas. Me encantará poder cocinar para vosotras. Pedidme lo que queráis.
-¡Kyaaaah! -gritaron emocionadas. - ¡Eres estupendo Haruhi-kun!
Mientras las tres chicas se lo pensaban antes de pedir un postre Fujioka a la carta, ella se levantó a preparar más café y algunas pastas para acompañarlo.
Una vez más, mientras caminaba hacia el armario de la despensa del club, su mirada se desvió inconscientemente hacia la mesa de Hani y Mori. Él tampoco se fijó en ella en esa ocasión. Nunca lo hacía mientras estaban ocupados. Todo seguía igual que antes, y aquellos tortuosos pensamientos volvieron a acecharla.
"Como un trozo de tarta..." -se repetía una y otra vez. - "Puedes ser importante por unos instantes... Hasta que se acaba y se sustituye por otro. Tan delicioso como el anterior, pero otro al fin y al cabo."
No podía seguir así por más tiempo. Ya se había convencido de que era de esa forma y no de ninguna otra. Pero debía hablar con él. Preguntárselo de alguna manera. En algún momento. Tenía que hacerlo para poder terminar restándole importancia y volver a vivir en tranquilidad. Sin estos pensamientos carcomiéndola. Así que, sin perder el contacto visual con esa mesa; guiada por unos impulsos nada normales en ella, se encontró a si misma caminando con paso firme hacia allí. Abandonando por unos momentos su tarea como Host. Olvidando a sus clientas y al café. Olvidando todo lo demás.
-Hola Haruhi-kun, -la saludaron las clientas de los dos chicos, al verla de pie, plantada como una maceta frente a ellos.
Tanto Hani como su primo levantaron la mirada, y esperaron alguna reacción en la becaria; todos ellos inquisitivos. Pero ni dijo nada, ni se movió.
-¿Pasa algo Haru-chan? -habló Hani finalmente, sin ninguna muestra de ser diferente. Sin cambiar ese trato pueril e inocente con ella. Ninguna mirada que la hiciera sentirse como aquella vez. Ahí estaba su respuesta a su pregunta... Pero aún así se atrevió a hacerla.
-Discúlpame, Hani-Senpai. ¿Puedo preguntarte una cosa?
-Claro. -sonrió él ampliamente. -Pregúntame todo lo que quieras Haru-chan. A mi, a Takashi, a Usa-chan... ¡Nosotros te contestaremos!
Ningún indicio de que aquello había ocurrido... Nada.
Las clientas de ellos asintieron encantadas. Aguardando también a que Fujioka comenzara a hablar.
-Podrías decirme¿Cuál es tu postre favorito¿Qué dulce es el que te gusta más, Hani-Senpai?
La pregunta obviamente lo pilló desprevenido e interiormente lo descolocó un poco. Al igual que ninguna de las personas que estaba ahí sentada se esperaba que la hiciera.
El chico se llevó el índice a los labios como Haruhi ya le había visto hacer, y comenzó a darle toquecitos, pensativo.
-Hummm... ¡Es que me gustan todos! -contestó al final, sin dejar de sonreír. Las clientas aplaudieron encantadas, reflejando sus llamaradas de moe en las copas colmadas de confites. Y Mori asintió.
Sin embargo en el rostro de la chica apareció una mueca de disgusto.
-¿De verdad no hay ninguno que te guste especialmente más que otro¿Uno del que nunca te cansarías¿Que sea diferente al resto?
-La verdad es que no. Para mi son todos igual de especiales. No me cansaré nunca de ninguno.
-Está bien... -dijo finalmente, ya perfectamente concienciada. Y se dio media vuelta para retirarse. Desde luego... ¿Qué se había esperado que le contestaría? Conocía a Hani-Senpai. Tal vez nunca había cambiado. Solamente ella.
-Espera, Haru-chan... -la llamó, sorprendiéndola. Se giró alentada por una emoción inconcreta. ¿Tal vez esperanza? Pero únicamente le hizo la misma pregunta: -Y a ti qué dulce te gusta más. - tan inocente, tan niño como de costumbre.
Una razón más para hacer como si nada hubiera sucedido. Nada.
-Ya lo sabes, Hani-Senpai. A mi no me gustan los dulces. -contestó sinceramente, con un deje de amargura en su tono de voz.
-
Hoy...
Eran finales del sexto día de lluvia consecutiva. Anochecía y Haruhi volvía tarde a casa. Para cuando llegara, seguro que su padre ya se había ido a trabajar. Su mayor preocupación era que se fuera bien cenado y no comprara comida basura en la máquina expendedora de la esquina.
La chica se había entretenido demasiado en la biblioteca de la escuela tras su estancia en el club. Debido al temporal, cuando se decidió por regresar a su hogar ya era la hora punta. El tráfico era imposible, los atascos monumentales, y a pesar de que no le hacía mucha gracia tener que hacerlo con un día tan malo y a deshora, Haruhi volvió caminando.
No le importaba. Le gustaba mucho más que coger el autobús o el tren. Prefería sentirse libre, a estar presa entre las cuatro paredes de un transporte público. Rozándose con otras personas que a lo mejor no volvería a ver jamás. Gente sin nombre ni apellidos, tan invisibles como ella.
Pero aquel día llovía. Las gotas de lluvia repiqueteaban en la lona de su paraguas a cuadros verdes y azules, produciendo un agradable sonido al oído. A parte de eso, a pesar de que no estaba atrapada en mitad del tráfico de la carretera, si lo estaba en el creado por los paraguas de todos los colores y estampados imaginados.
Todos los rostros de la multitud ocultos por una brillante superficie impermeable. Cada persona aislada tras la protección que le brindaba el paraguas, apartada del mundo. Y Haruhi entre todos ellos.
Caminaba deprisa, agarrada con fuerza al hierro húmedo del mango, con las manos heladas y agarrotadas. Casi tanto como sus pies, totalmente empapados y entumecidos. El viento también le había mojado parte de la chaqueta del uniforme y toda la cartera con los libros y cuadernos dentro. Por el camino se cruzaba con personas tan atolondradas como ella, con la vista en el suelo, sin ver más allá de lo que le ocultaba la lona impermeable. Tal vez conocidos, o tal vez personas que se esfumarían para siempre de su recuerdo. Invisibles.
En uno de los cruces, un coche calculó mal el acercamiento con todos los peatones que aguardaban para poder pasar, y levantó el agua sucia acumulada en el desnivel antes de la acera. La ola salpicó a todas las personas que allí estaban, incluida Haruhi. Quedó calada hasta los huesos. Muchos protestaron, otros se lamentaron y hasta uno de ellos tiró su propio paraguas plegable contra el coche para agredirlo en venganza. Sólo a ella le entraron aún más ganas de llegar a su hogar para poder cambiarse de ropa y entrar en calor.
Pocos minutos después de varios cruces de paraguas consecutivos, llegó a la puerta de su apartamento. Mucho más pronto de lo que había pensado. Su padre todavía estaba en casa, ya listo para salir.
-Buenas noches papá, -saludó nada más entrar. La luz del cuarto de baño estaba encendida y podía escucharse a Ranka tarareando algo y a sus tacones de un lado para otro de la casa.
-¡Qué tarde llegas Haruhi!- se le escuchó. -Ya me había preocupado. Menos mal que solamente llueve y no hay tormenta.
-Sí, menos mal... -contestó desde la cocina. Mientras, había dejado el paraguas abierto en el fregadero y se quitaba toda la ropa para ponerla a lavar, y no encharcarlo todo demasiado.
-Un poco más y me tengo que ir sin poder despedirme como es debido. ¿Estarás bien?
-Estaré bien papá, -dijo ella con parsimonia, apoyándose en el marco de la puerta que daba al aseo. -¿Y tú¿Te vas a ir sin comer nada?
-¡Bah! -soltó él, mirándose una vez más en el espejo. -No te preocupes por eso. Ahora cogeré algo en la máquina.
-No me cuesta nada prepararte algo. Sabes que no me gusta que comas esas cosas.
-Que no, que no hace falta... ¡Oh dios, Haruhi! -se escandalizó al verla. Estaba en ropa interior frente a él y aún ésta la tenía empapada. -Mira como vas, parece que te hayas caído a un río. ¿No has cogido paraguas? -antes de que pudiera contestar, volvió a adelantarse: -Y ese sujetador es viejísimo¿Y los nuevos que te compré? Tienen relleno y huelen muy bien.
-No me puedo poner esos para clase papá... Te recuerdo que me hago pasar por chico.
-Ah sí, una lástima la verdad. Con lo mona que eres. -musitó apenado. -Anda, dúchate para entrar en calor o sécate un poco que te vas a poner enferma. ¡Pero no te quedes ahí parada!
-Sí papá...
-Que yo me voy ya.
Y tras plantarle un beso en toda la frente, fue a por su bolso y se marchó de casa con el mismo paraguas que había dejado la chica en la cocina.
Haruhi suspiró. Estaba muy cansada y tenía algo de frío. Pero por fin estaba sola y rodeada de paz. Obedeció a su padre y abrió el grifo de la ducha para que el agua se fuera calentando. Lo necesitaba.
Mientras calculaba la temperatura del agua con la mano, no podía evitar recordar aquel momento en los vestuarios. Desde entonces, cada vez que escuchaba el sonido de las gotas de agua precipitarse contra el suelo, el instante volvía a su cabeza. Entonces un nudo extraño; pesado, se le formaba en la garganta y el estómago. A pesar de la mirada de Hani, de aquella que volvía a su memoria con tanta claridad, todo eso no era más que un bonito pasado que terminaría cayendo en el olvido.
A punto estaba de terminar de desvestirse y meterse a la ducha cuando escuchó el timbre de la puerta. Se giró. Sobre la encimera del cuarto de baño estaban las llaves de su padre. La chica puso los ojos en blanco y las cogió, encaramándose al pasillo. Mientras el timbre volvió a sonar insistente. No era la primera vez que su padre se las olvidaba, y en lugar de ir a trabajar directamente regresaba a buscarlas. El caso era llegar tarde.
-¡Ya voy! -gritó, haciéndose oír fuera. -Eres un desastre papá. ¿Cuántas veces te he dicho que ya estoy despierta cuando llegas por la mañana¿Quién si no te prepara el desayuno...
Pero la pregunta quedó interrumpida nada más abrir la puerta.
Inconscientemente, la chica le estaba tendiendo las llaves y echando la bronca a un joven que al igual que ella hacía pocos minutos, vestía el uniforme del instituto. También estaba calado hasta los huesos. Además él no llevaba paraguas y algunos mechones se le pegaban a la frente, húmedos y ondulados.
Haruhi se quedó sin habla. Y él, si se había buscado alguna especie de discurso estúpido que excusara su presencia, al ver a la chica casi desnuda enmudeció. Únicamente parpadeó varias veces, mientras ambos se quedaban inmóviles bajo la lluvia torrencial.
-Hani... -murmuró Haruhi, totalmente descolocada.
-¿Puedo pasar? -le preguntó risueño, aunque mientras lo hacía ya estaba metiendo un pie dentro de casa. Haruhi se apartó para que pudiera entrar y después cerró la puerta. El chico se sentó en el suelo y comenzó a descalzarse -calcetines incluidos- para no mojar nada.
Ella que aún estaba perpleja con tenerlo a él solo y en su casa, no pudo articular palabra. Únicamente se lo quedó mirando en completo silencio, y él, igual de callado, siguió a lo suyo.
Finalmente pudo reaccionar:
-¿Qué haces aquí?
Mitsukuni levantó su mirada y se encontró con la de ella. Frente a su expresión, él seguía sonriendo. Pero no era la misma sonrisa que veía todos los días en el Club. La de esta vez le recordó a otra... Y un escalofrío recorrió su espalda.
-Me pareció buena idea venir. -contestó sencillamente y enfatizando un tono bastante inocentón. -¿No te parece bien, Haru-chan?
Lo miró muy seria, recapacitando. No volvería a caer en su juego. No le gustaba verse manipulada de tales maneras.
Desvió su mirada y se frotó los hombros. Su piel se erizó bajo el contacto de sus manos. Seguía teniendo frío.
-No... -quiso contestar, pero sus palabras al igual que ya le había ocurrido, carecían de todo convencimiento. Incluso para ella. -... No lo sé.
Hani se incorporó y avanzó hacia ella, sin dejar de sonreírle.
-Sí que lo sabes. -le aseguró, posando la yema de sus dedos sobre uno de sus brazos y comenzando a dibujar sobre su piel. Haruhi trató de ignorar ese gesto, aunque no le resultaba del todo posible. - El otro día lo sabías... Y hoy también.
-Y a día de hoy también sé que no soy ninguna tarta.-lo cortó con cierto reproche y remordimiento. Interiormente no quería que así fuera, pero en cierto modo le había dolido el paso de los días. Para más inri se le presentaba en casa porque sencillamente le había apetecido. Dos semanas después; sin tenerla en cuenta. Y ahora ya sabía a qué había venido.
Se apartó de él dejándolo un tanto sorprendido. Pero comprendiendo su reacción. Haruhi echó a caminar a lo largo del pasillo y entró en el cuarto de baño, el único con la luz encendida. Hani la siguió. Cuando iba a entrar tras ella, la chica le tendió una toalla.
-Sécate. -le dijo bastante seca. -Si quieres te dejo ropa. Hay alguna que te irá bien. Mejor será que te cambies a que se te seque el chaparrón encima y te pongas malo.
Él volvió a sonreír, como si la situación lo divirtiera muchísimo.
-¿También te vas a cambiar conmigo Haru-chan?
Enmudeció. Un cierto rubor apareció en sus mejillas al percatarse de en qué condiciones había ido a abrir la puerta de la calle. Perfectamente consciente de que él la estaba devorando con los ojos.
-No. Ahora voy a ducharme. -le dijo, manteniendo un tono de voz bastante firme. -Espérame que no tardo nada y hablamos.
Cerró la puerta del cuarto, dejando al chico fuera. Apoyó su frente en la superficie de madera del marco y bajó sus párpados con pesadez.
Hablar con él... ¿Sería eso posible?
¿Por qué todas las situaciones inverosímiles la perseguían a ella?
El tener a Hani en su casa todavía la había confundido más. Ella que ya se había hecho a la idea de sus propias teorías, firmes e inquebrantables, con su aparición se habían desmoronado. No importaban nada. Su presencia la hacía vulnerable. Ambos lo sabían.
Necesitaba pensar y volver a poner su vida en orden. Al menos un poco.
Tras suyo, el grifo de la ducha aún abierto inundaba el suelo de ésta con agua humeante. Agua que se perdía, se malgastaba y saldría cara en la factura. Resopló a disgusto. Sólo les faltaba eso.
Se acercó a regular el agua nuevamente para no escaldarse, y terminar de desvestirse, pero la puerta se abrió. Maldijo al cerrajero por no instalarles pestillo.
Cerró el grifo bastante harta y el agua que quedaba estancada se fue por el desagüe produciendo un ruido bastante desagradable, semejante a una gárgara.
-Te he dicho que ahora salía. Voy a ducharme.
Pero Hani ya se había sentado, con las piernas encogidas, sobre la tapa del váter y la miraba rebosando felicidad. Al menos esta vez no hizo ningún comentario sobre la claustrofobia que le producía esa habitación.
-No me importa. Puedes ducharte. -se encogió de hombros, abrazándose a sus rodillas. - ¿O te molesta que esté aquí?
-Sí, me molesta.
Aquella ducha no tenía ni una triste cortina.
-¿Estás segura?
Esta vez no le contestó.
Haruhi estaba cansada. Cansada de ese juego y de sus preguntas sugestivas. Hani tenía toda la razón una vez más. Le daba igual que la mirara. Cualquier tipo de pudor había desaparecido en el instante en el que abrió la puerta. Ya poco podía averiguar que no hubiera visto.
Sin ninguna ceremonia volvió a abrir el grifo, ignorando en la medida de lo posible al chico que vigilaba cada una de sus acciones. Seguidamente se quitó el sujetador y también las braguitas, que era lo único que llevaba encima, y lo dejó todo apartado en una esquina del cuarto de baño. Luego se metió en la ducha con cuidado, introduciendo primero un pie y después el otro.
El agua tibia comenzó a resbalar por su piel. La dejó caer por sus hombros y su espalda, luego cubrió su vientre y sus piernas; hasta que decidió colocarla alta para que lloviera sobre su rostro, empapándole el pelo. La envolvía con una brillante cortina, que la convertía a ojos de cualquiera en una nereida. Y ella, a sabiendas de lo que significaba todo aquello, clavó su mirada en su compañero, aún sentado a poca distancia y contemplándola embelesado. Con los labios entre abiertos, excitándose frente la visión que le ofrecía.
Haruhi mantenía en todo momento el contacto visual. Provocándolo del mismo modo que él había hecho con ella poco antes. No se movía ni hacía ademán de enjabonarse y seguir con su ducha. Tan sólo lo contemplaba en silencio, bajo una incalculable lluvia de partículas de agua que golpeaban su cuerpo desnudo. Con una expresión serena en su rostro, que terminó por formar una leve sonrisa al ver al chico desfallecer y rendirse ante ella. Fue una invitación silenciosa.
No pudo resistirlo más y Hani se acercó con desespero. A pesar de que iba vestido se introdujo también en la val de la bañera y buscó su boca ansioso. Queriendo beber de sus labios una vez más. Lo esperaban húmedos pero sedientos.
Haruhi recibió el beso queriendo actuar con calma, pero Mitsukuni no le dejó. La poseía con cada uno, como si pudiera escapársele en cualquier momento. Y Haruhi se dio cuenta de que él también había estado anhelando el poder repetir lo sucedido a pesar de todo. Se sintió feliz y la embargó una tranquilidad absoluta.
Sus bocas se encontraban una y otra vez, empapándose con la agónica cortina de agua que caía sobre ellos. Respirando cada vez más dificultosamente. A pesar de todo, no se separaron.
Mientras, él, dejaba a sus manos viajar libres sobre la tersa piel de la joven. Acariciándola sin ninguna vacilación. Aprendiéndose las curvas de sus caderas y sus pechos. Recordaba esa suavidad deslizante bajo el agua, era hipnótica. Se decidió por bajar sus labios por su cuello y lamer la línea que dibujaba hasta sus hombros. Haruhi cerró los ojos presa ya de una languidez indescriptible. Pero luego se animó a guiarse por su propia excitación y reaccionó de la misma manera, desvistiéndolo a la vez.
La camisa blanca del uniforme y la corbata, cayeron empapadas al suelo de la ducha, cubriendo los pies de la chica. Ella se distrajo un segundo para contemplarlas, separándose por poco del cuerpo de Mitsukuni. Lo que a él le bastó para empotrarla directamente con las baldosas de la pared y buscar la exquisitez de sus pezones húmedos. Uno de ellos acabó preso entre sus dientes. Haruhi dejó escapar un gemido de placer, ignorando su espalda dolorida por el golpe. La calidez y suavidad de su lengua contrastaba con el agua tibia. La caricia que le producía le volvía loca. Varios gemidos sucesivos comenzaron a escapar de sus labios, cuando además de esto, una de las manos de Hani acarició al mismo tiempo su entrepierna. Y esto provocó que la agitación de él también incrementara.
Notaba sus manos recorrerle entero, colándose bajo la poca ropa que le quedaba para saciar su propia necesidad. Y él se adhería a ella con desesperación, queriéndola sentirla cada vez más cerca. Deslizarse sobre su cuerpo. Quería que ella también alcanzara el mismo grado de irraciocinio que él; rendirse al placer.
Lo siguiente que percibió fue que el chico se terminó de quitar los pantalones del uniforme y también el boxer, para ejercer aún más presión con su miembro excitado sobre su vientre. Le separó las piernas, y fue ella misma la que se abrazó a él, rodeándolo con ellas. Dejando reposar sus manos en torno a su espalda.
Una vez más fue empujada contra la pared con bastante violencia y lo sintió introducirse en ella varias veces, golpeándola sin cuidado contra las resbaladizas baldosas de la pared. El dolor era muy intenso y apenas podía tomar aire para respirar.
-Despacio, despacio... -le repetía inútilmente. La estaba poseyendo como una bestia.
Quemaba, ardía, toda ella y su interior.
-Hani... -murmuraba entrecortadamente. Después fue callada por uno de sus besos y su lengua colándose en su boca. Ella pudo corresponderle a duras penas, adhiriéndose cada vez con más fuerza a su espalda. A su propio cuerpo. Hincando sus dedos en su piel mojada.
Lo oía gemir. Se estremecía de placer a cada movimiento. Eso también la excitaba y la hacía perderse en si misma. Al poco, el dolor fue disminuyendo y sólo perduró una agradable fricción entre ellos dos, que la hacía alcanzar los límites entre el amor y la lujuria.
Finalmente acabó sucumbiendo, incapaz de resistirse más a tal intensidad y se dejó ir, apoyándose en su hombro. Aspirando el aroma de su pelo mojado. Tratando de recordar cómo respirar. El corazón le latía frenético en el pecho.
Y al poco, el también acabó estallando en su interior. Y ahora Haruhi se sentía completamente empapada.
Mitsukuni se mordió el labio inferior y una gota le resbaló de su barbilla precipitándose hacia el suelo encharcado. El agua seguía cayendo; lloviendo sobre los dos.
Contempló con profunda ternura a la mujer que tenía ante él, después de haber compartido algo tan íntimo. Se había entregado por completo. Era suya.
-Haruhi, me gustas mucho. -le dijo bastante serio. Y ella sonrió complacida con tan pocas palabras. - Me gustas más que nada. No me voy a cansar de ti... Y no eres ninguna tarta.
Ante esto último Haruhi sólo pudo soltar una tremenda carcajada y se abrazó a él, besándolo en los labios, para después decirle en un susurro:
-¿Sabes? De todos, tu eres mi dulce favorito.
Mitsukuni arqueó una ceja, escéptico.
-Si no te gustan los dulces...
-Siempre hay una excepción.
-
Terminaron los dos sobre una de las camas, desvestidos y sin cenar. Dispuestos a seguir manteniendo un gran secreto para el resto de sus compañeros del Host Club. Uno, que tal vez algún día terminarían por descubrir. Sí, lo más seguro. Pero no ahora. No en ese momento... Y por eso no les preocupaba. Hoy era hoy. Y sin embargo, el mañana también importaba.
-Cuando volvamos al instituto, cuando estemos en el club... ¿Volverás a cambiar, verdad?
-No cambio tanto. -contestó él. - Cumplo mi papel como tú cumples el tuyo.
-Conmigo también...
Mitsukuni sonrió divertido con sus palabras. A veces parecía tan ingenua que resultaba encantadora.
-No es verdad. Hay cosas de las que ni tú te das cuenta, Haru-chan.
-¿Qué cosas?
-No te fijaste en mi¿ne? No lo hiciste esta tarde.
La chica enmudeció y lo miró inquisitiva. No sabía a qué se estaba refiriendo.
-¿En el club? Tú tampoco te fijas en mi.
Mitsukuni negó con la cabeza repetidas veces, cada vez más divertido.
-Fue después. Cuando perdí el paraguas.
-No llevabas paraguas cuando llegaste.
-Por que lo perdí.
-¿Cómo se puede perder un paraguas en un día de lluvia? -rió la otra. -Te lo olvidarías en el instituto.
-No. En un cruce... Un coche pasó y se lo llevó.
-¿Un coche?
-Sí. Uno.
-No te rías de mi. ¿Te estás quedando conmigo?
-Puede ser... Dime¿Tú te quedas conmigo?
Y entonces ambos se sonrieron.
-Sí.
-Gracias.
Nadie ve a nadie en un cruce de paraguas.
Tal vez conocidos, o tal vez personas que se esfumarían para siempre de su recuerdo.
Invisibles.
Fin.
Y... ¿Será este el final? Sí, si Luanda-chan queda satisfecha con el contenido, y nadie me suplica que escriba una posible continuación. Tal vez hubieráis preferido el después del que ellos no quieren hablar. Del día en el que los chicos del club acaben descrubriendo que algo pasó allí. Pero eso es otra historia, otro capítulo y de momento esto es lo que hay. Ya llegará el mañana.
Quiero dejar constancia de que el Hani que vemos aquí no es Black Hani Black. Simplemente es Hani. Esa es su esencia y su equilibrio entre el chico dulzón que necesita el Host Club y su lado oscuro alejado de todo raciocinio. Él es mono y lo sabe, por eso mismo se permite el lujo de hacer muchas cosas que otros no podrían. Nadie se lo va a impedir. La teoría de "Abrazo a Haruhi porque soy mono y nadie va a decirme nada" tiene mucho de la verdadera naturaleza del chico. Y así es.
¿Review?
