Los amigos, los de verdad, siempre están cuando menos te lo esperas. Pero si esos amigos, siempre que los necesitas, por muchas veces que tus problemas o tus días grises se repitan, aparecen, esos son los buenos amigos. Quizás uno llegue a confundir, amistad con interés, o amistad con cariño e incluso amor. Quizás esa confusión te lleve a un craso error, pero recuerda, querido lector, que una amistad es cuestión de dos.
El verano ya había entrado con fuerza, acaba de comenzar el mes de Julio y con él, en las tierras francesas, se notaba la perfecta temperatura a pie del Mediterráneo. Quizás París, la hermosa ciudad de la luz, el amor, la belleza, la elegancia, estuviera un poco alejada de la costa, pero aún así, el querido Francis podía sentir la brisa marina desde el balcón de su casa. Aquella mañana, con su cigarro en la mano derecha y su teléfono en el izquierdo estaba comprobando los mensajes de todos sus amigos y amores. Por desgracia, a esas horas aún no había nadie despierto que mereciera la pena molestar. Al menos eso fue lo que pensó, hasta que vio el cartel de "En línea" de Alfred. Aquel americano bien formado, de músculos suculentos, los cuales el francés estaría dispuesto a tocar por cualquier cosa.
Iba a ser el primero en hablarle, pero el rubio libertario fue el primero en hacerlo. Eso sorprendió gratamente al galo, ya que despertar el interés de aquel chico siempre era síntomas de algo bueno. Su conversación no fue gran cosa, toda ella se resumía a mucho emoticono, mayúsculas de emoción, fichas perdidas de Francis, ¡oh! y lo más importante, quedaban días contados para el 4 de Julio, por lo que la razón de que aquel chico le hubiera hablado era para invitarle a su fiesta. Tan previsible, había hecho lo mismo los últimos 300 años. Lamentablemente, el galo rechazó la invitación. Le hubiera gustado ir a esa fiesta, el evento del año, donde todos los países se reunían y celebraban los años de Alfred, todo menos uno.
Todo el mundo sabía quién era ese país que nunca, jamás, o sea vamos, es que ni una sola vez se había presentado a ese cumpleaños. Y aunque todos conocían la soledad que rodeaba a Inglaterra todos los 4 de Julio, ninguno se dignaba a faltar a la fiesta para estar con él. Eso claro, no incluía al francés, ya que se había tirado al menos los últimos tres años, haciendo compañía al inglés en ese día tan oscuro para él.
El primer año que lo hizo, se llevó un portazo doloroso en la cara, acompañado de un insulto igual de doloroso que la fría madera de la puerta de Arthur. No recordó muy bien como, pero consiguió que le abriera la puerta y al menos pudo pasar una agradable tarde con el rubio tomando el té. La primera vez fue un éxito, dentro de lo que cabe.
El segundo año, fue casi un milagro que pasara, porque Inglaterra había dado por sentado, que lo que pasa la vez anterior no se iba a repetir y tendría que pasar otro día como ese solo. Por suerte, cuando el francés volvió a aparecer delante de su puerta en vez de cerrarle la puerta en las narices, salió a su encuentro con un abrazo. Eso claro pilló desprevenido al galo, ya que echó a perder todas sus flores y regalos que había traído para el inglés y no solo eso, sino que fue un abrazo de parte de Arthur. Y al igual que la primera vez, pasaron el día junto casi con las mismas actividades.
Esto varió un poco a mejor la tercer vez. Esa vez estuvo un poco más planeado y en vez de pasar solo la tarde los dos solos, consiguieron convencer a Antonio y a Gilbert para que se unieran en entretener al inglés. Por supuesto esto tuvo un cobro, ya que Francis tuvo que sacarlos de una fiesta para meterlos en otra. Eso se solucionó fácil con una noche de pub en pub. Al menos aquel día era el que más entretenido estuvo Arthur y eso alegró el corazón de Francis, aunque solo fuera verle sonreír por culpa del alcohol.
Para esta cuarta vez, el francés no tenía nada preparado para el inglés y ni siquiera había podido convencer a sus amigos para que le acompañaran. Aún quedaban dos días para la fecha de la concordia, por lo que seguramente aún le daría tiempo pensar algo. ¿Pero el qué? Tamborileó el cigarro con los dedos, haciendo caer la ceniza, mientras pensaba alguna idea interesante. Porque claro, si Arthur no fuera tan reacio a algunos de sus juegos, pues podrían divertirse mucho los dos juntos, pero siempre le amenazaba con echarle de una patada en el culo. Así que le tocaba buscar una actividad que ni incluyera desnudos… mierda, se le cerraba el cerco de posibilidades.
En el momento en el que apagó definitivamente la colilla contra el cenicero se le vino una muy buena idea. Pero iba a necesitar del apoyo y el consejo de su amigo Antonio. Total, el español había estado saliendo con Arthur y conocía muy bien su época dorada como imperio. Por la hora que era seguramente el castaño siguiera durmiendo, pero por una llamada no pasaría nada. Buscó el nombre de Antonio en sus contactos para llamarle.
-¿Oui? ¿Toño? ¡Soy Francis!
-… ¿Qué narices haces llamándome tan temprano, me cago en Dios? ¡Que me he acostado hace una hora!
-¿Ligando, no?
-Pues no, que sino Lovino me revienta a hostias. ¿Qué quieres, franchute?
-Tus palabras me duelen, querido Toño. Te llamaba porque necesitaba tu ayuda para el cejotas.
-¿Otra vez? Ya te dije que no podía, Lovino quiere que vaya con él a la fiesta de Alfred.
-Ya, ya, ya lo sé. Solo necesito que me cuentes alguna de tu experiencia cuando saliste con él. Ya sabes, hace como cuatro siglos.
-Tío. Mira, yo te reviento. ¿¡Me has llamado para esto!?
-Sí, tío, necesito tu ayuda, no he pensado nada para animar a ese inglés este año. ¡Por favor hermano ayúdame!
-Dios… A ver, ha cambiado mucho ese cejotas ¿sabes? Dudo que le siga gustando las mismas cosas, de todos modos con que le regales algo relacionado con el té o té mismo le gustara. Yo que sé tío, cómprale el pack especial del Magia Borras, yo que sé.
-Hostia buena idea. Vale, pero es que no me deja nada que tenga que ver con el contacto físico ¿sabes?
-¿Es que quieres algo tan cercano con Arthur, Francis? Vaya, vaya, que gustos más refinados tienes ahora, Francis. O anticuados… jajajaja.
-No te rías. Ay… lo que sea. ¿Alguna idea más?
-Ahora mismo no, la verdad. Pero si se me ocurre algo interesante te llamar… ¡Oh, Lovino! ¿Te he despertado? Eh… no, no… NO ME PEGUES POR FAV~ Piiii…..
-Mierda, se cortó la llamada. Bueno que en paz descanse mi querido España. Joder, ahora me tocará buscar más información si quiere sorprender a ese cejotas amargado… ¿Pero el qué?
Y otra vez, el francés se quedó pensando que sería lo más conveniente para entretener al inglés. Podía llamar a todas las personas que tuvieran más trato con él, pero pocos serían los que estarían dispuestos a ayudarle. Mierda, si solo hubiera prestado un poco más de atención a ese inglés cuando tenía la oportunidad, ahora no se encontraría en este maldito problema.
El tiempo corría en su contra y solo quedaban dos días para la fecha señalada. El francés iba a mover cielo y tierra para asegurarse que su amigo pasara un día. Por al fin de cuentas, todo lo que había movido al rubio a ayudar a Arthur era eso; amistad. Y porque le molestaba verle triste cuando literalmente todo el mundo estaba de fiesta y pasándolo en grande.
