Dolor.

Sólo puedes esperar dolor, después de una vida que irrevocablemente has llevado por el mal camino, sabes que no puedes esperar otra cosa. Es la forma de pagar por todos los errores pasados.

El infierno es eso. Es eso y mucho más. Tortura, sufrimiento, imágenes que vuelven ante tus ojos una y otra vez, clavándose en tu mente y agotando tus fuerzas…

Pero a pesar de ello, ni si quiera puedes derramar una lágrima, porque te falta tiempo, aunque éste pasa más lento. Estas demasiado ocupada saboreando la sangre de la derrota, de haber perdido contra lo que siempre intentaste luchar. Ese destino que ya se había decidido tantos años atrás.

Pasan los meses… años… hasta que después de repetir día a día, padeciendo la inevitable tortura, te das cuenta de algo. Sientes que hay alguien cerca de ti que está pasando por lo mismo, que no estás sola.

Entonces lo oyes. Un grito desgarrador que te hace palidecer, y algo en ese grito te trae nuevos recuerdos dolorosos.

Levantas la vista y escrutas el horizonte esmeralda de esa dura realidad. A lo lejos ves una figura retorciéndose, tendida en el aire, sufriendo igual que tú, y entonces lo reconoces… Sólo necesitas alcanzar una mano hacia él, tocarle, otra vez

-D… Dean!!! –gritas con todas tus fuerzas.

Entonces él se gira y sólo consigues ver su mirada verde. Verde como ese mar de dolor.

Y todo se oscurece de repente.