Unbreakable Vow

Este fanfic participa en el reto "Hogwarts" del foro "I am SHER locked".


El niño de los ojos imposibles

Estaba rompiendo las reglas, se suponía que en ese preciso instante debiera estar en el gran salón del castillo, viendo desfilar a una serie de alumnos, pasando frente a todos, siendo llamados por su nombre y después, asignados a una de las casas. Había vivido su propia ceremonia, y luego dos más, por lo que estaba seguro de que esta no sería nada diferente o especial. No tenía hambre ni ganas de ver a sus compañeros de Gryffindor, sentía que no los había extrañado mucho en realidad y estaba más interesado en retomar lo que había hecho el verano. La familia Watson había viajado por las tierras poco mapeadas del sur de Asia, en busca de ingredientes secretos para pociones poco conocidas.

Los Watson eran reconocidos en el mundo mágico por lo mismo, por su gran capacidad para la innovación con las pociones, sus padres habían escrito ya un total de 20 libros sobre el tema y el último estaría listo en un par de meses, cuando terminaran la búsqueda de los restos de una especie extinta de dragón. Aquello era lo que le gustaba hacer, lo que siempre había querido hacer y el hecho de que ahora tuviera que encerrarse por meses entre las paredes de la escuela, no lo hacía nada feliz. Era su cuarto año y rogaba porque está vez el tiempo pasara lo suficientemente rápido para poder ayudar a sus padres y, a partir de este año, a su hermana.

Estaba muy celoso de Harriet Watson, a tal grado que estaba seguro de que la odiaba. Se había graduado de Hogwarts y ahora acompañaba a sus padres en calidad de ayudante. Y ella era tan mala para eso, no tenía ningún talento, lo más que acertaba a hacer era algo tan básico como tomar notas. No como John, que disfrutaba a más no poder el alejarse de la normalidad, de hechizos comunes y corrientes, de la influencia del Ministerio, de las reglas cuadradas. Porque en la tierra de nadie, los muggles creían en la magia y confiaban en ella. Eran diferentes a los que podrías encontrar en una ciudad, tan ciegos, tan obtusos. En aquellas villas sin luz eléctrica, donde lo más moderno que existía era un radio de baterías, la gente sabía que ellos podían sacar una varita e iluminar la noche, alejando a las bestias que podían aterrorizarlos.

Pero ahí estaba él, esperando por un año más de conocimientos aburridos, pociones pasadas de moda y maestros que le provocaban sueño. Suspiró y se acostó en el pasto para ver las estrellas, aquel era un cielo muy diferente al que veían sus padres y no podía evitar añorar sentir el calor asfixiante y la posibilidad de ver un tigre inmenso que se paseara por entre las casas mientras él no le quitaba la mirada de encima.

Alguien se dejó caer a su lado y aunque quería saber cuál era la gran noticia que la traía a buscarlo en vez de estar dándole una calurosa bienvenida a sus nuevos compañeros de Hufflepuff, pero en parte, no tenía muchas ganas ni siquiera de abrir la boca para hablar.

-No puedo creer que te perdiste todo –dijo Molly Hopper, su mejor amiga y la única que alguna vez lo había acompañado en su viajes en varios veranos y en algunos inviernos. Ella sabía lo que era y por lo mismo, entendía su poca emoción por empezar el año escolar.

-No me perdí nada Molly, es lo mismo todos los años –dijo con supremo aburrimiento John dejando su imaginación volar y pensando que tal vez dentro de algunas semanas su hermana probara ser una inútil y se cayera en uno de esos pozos sin fondo de los que nadie podía salir y sus padres tuvieran que recurrir a él. Porque él era un experto en sacar cosas de los pozos sin fondo.

-Pues está vez si te perdiste de algo bueno –dijo Molly algo abstraída, dejando que la belleza del cielo nocturno la embargara.- Resulta que este año tenemos a uno de esos hijos de familia milenaria, de los que pueden trazar su genealogía a través de montones de magos ilustres.

John dirigió su mirada hacia la chica quien sonreía un poco tímidamente, como siempre, aunque tal vez un poco más soñadora en esta ocasión. La chica de Hufflepuff suspiró sabiendo que John no iba preguntarle nada más, no le interesaba, de hecho era sorprendente que pudiera ser su amigo. Aquello se debía a que se habían conocido desde el andén 9 ¾ cuando los Watson ayudaron a los Hooper, quienes no tenían la más mínima idea de qué estaba pasando.

-Hay un Holmes de primer ingreso, un niñito de 11 años –dijo ella recordando la manera en que simplemente no estuvo presente cuando lo llamaron por su nombre y como Hagrid tuvo que arrastrarlo para que se sentara con el Sombrero Seleccionador y como tuvo una discusión con el mismo sombrero hasta que ambos se hartaron y el chico gritó que lo menos desagradable era Ravenclaw. Fue muy divertido, todo por completo inesperado.

-¿Holmes? –preguntó John ligeramente interesado. Recordaba a un Holmes en el Ministerio de Magia, el cual prácticamente a un paso de ser el Ministro más joven del que se tenía memoria.

-¡Sí! –dijo con emoción Molly, aunque John no lo podía entender. No tenía nada de especial ser de una de esas familias de alcurnia, la suya no lo era, no había grandes y pomposos antepasados, sin embargo, habían pasado generaciones enteras de magos y brujas. Sus padres eran los más famosos, gracias a sus investigaciones.

-Silencio –dijo una voz infantil pero autoritaria a sus espaldas. Tanto Molly como John saltaron al escucharlo, siendo ya muy tarde para hacer nada. Ninguno podía emitir sonido alguno, sus voces silenciadas por completo. Y, aunque pudiera decir algo, John se habría quedado de la misma manera sin voz. Era un niño, tenía que repetírselo, un niño pequeño de once años en su primer día en Hoqwarts. Y sin embargo, no era un niño común y corriente, no, imposible que hubiera alguien que fuera si quiera parecido.

El niño Holmes, como se obligó John a llamarlo, tenía unos ojos que parecía extraídos de su sueño más hermoso, parecían tener vida propia y su color lo había hecho perder el sentido de la realidad.

-Tontos –dijo antes de dar media vuelta y entrar de nuevo al castillo pese a las expresiones contrariadas de John y Molly. No tuviera más remedio que pedir ayuda para contrarrestar el hechizo porque, obviamente, ninguno de los dos podía hablar.

Y a pesar de aquello, a pesar de haberse comportado como un verdadero maldito con ellos, John tuvo que seguir recitando en su cabeza una especie de mantra que decía tiene once años, tiene once años, tiene once años.

Y los ojos más maravillosos que hubiera visto en la vida.

Jamás se le puede llevar la contraria ni aunque signifique caer

Y uno de los pocos placeres de su vida que podía permitirse en Hogwarts era precisamente el quidditch y precisamente ser derribado en el partido inaugural en contra de Ravenclaw no había estado entre sus planes. Era golpeador, le encantaba serlo, le ayudaba a canalizar mucha de la energía y sentimientos negativos que se habían acumulado dentro de él.

Y el niño Holmes lo había arruinado por completo y por alguna extraña razón se había metido al campo y parecía buscar algo con vehemencia y no estaba prestando atención a la bludger que había sido desviada y que ahora viajaba a toda velocidad hacia su cabeza. John se lanzó sin pensarlo dos veces y a pesar de lograr golpearla y de dirigirle de nuevo hacia un jugador de Ravenclaw, cayó simplemente por el movimiento que tuvo que hacer para salvarlo de una concusión terrible.

Aterrizó golpeando su espalda, como vil saco de papas, sin ningún tipo de gracia y el niño Holmes ni se inmutó. El juego siguió sobre ellos, aquella distracción le había válido que perdieran la ventaja, por fortuna los buscadores seguían inmóviles.

John se enojó, sobretodo porque el niño ese de los ojos imposibles, lo miraba casi sin parpadear. Tal vez debió hacer pensado que si no le hubiera interesado, lo habría ignorado, ni siquiera se habría dado cuenta de su caída. Pero John no conocía al niño Holmes, por lo que pensó que esa atención fría era sinónimo de desinterés.

No dudó en tomarlo del brazo y lo sacó a jalones del campo, estaba preocupado, no quería que acabara en la enfermería, pero sobretodo, quería una explicación para haberse puesto en riesgo de la manera más tonta.

-¿Qué demonios? –dijo sin poder expresarse correctamente.

-La simbelmynë está creciendo en el campo de quidditch y debo cortarla con el viento del este soplando, como esta sucediendo ahora.

John se quedo sin poder hablar, era algo tan común en su interacción. El niño Holmes lo miró esperando algún tipo de reacción, de nuevo, si John conociera más de él sabría que no por cualquiera esperaba. Si las personas lo entendían era algo bueno y si no lo hacían, de todos modos no cambiaba nada. Pero John tenía algo que lo hacía detenerse, esperar a ver si sucedía algo que pudiera ser, interesante.

-¡Por una flor! –explotó de repente John y dio media vuelta, tomando su escoba para volver al campo y reanudar el juego antes de que los Gryffindor perdieran- ¡De verdad Holmes que eres imposible!

-Es para un experimento –aclaró en voz muy baja, pensado que pasaría desapercibo, que John ya estaría fuera y el ruido de todos los estudiantes y sus gritos sobrepasarían su susurro.

-Nunca se te puede contradecir ¿verdad? –dijo John mirándolo con sus expresión molesta que tanto lo contrariaba. La mayoría de las veces lo miraba así, como si su presencia lo hiciera enojar. Pero, ¿de qué otra manera podría ser si la primera vez que se vieron lo recibió con un hechizo que lo dejó mudo?- No eres más que un niño consentido.

-¡Eres un tonto! –gritó el niño Holmes y se echó a correr para alejarse del campo de quidditch, de regreso a la sala común de su casa, la cual estaría vacía. Nadie lo iba entender jamás, nadie querría entenderlo jamás. Y sin embargo, estaba ese brillo en los ojos de John cuando se cruzaban con los suyos, ese ligero sonrojo del que no parecía darse cuenta y esa manera en que desviaba su cara para no verlo más por miedo a ser demasiado evidente.

Pero John creía que era un niño, malcriado y consentido. Y lo peor es que no estaba muy equivocado.

El tigre entre los juncos

John pasaba mucho tiempo en la biblioteca, inmerso en libros que no se podían encontrar en ningún otro lado. Recibía lechuzas de sus padres periódicamente, lo más frecuente que podían, puesto que muchas veces el vuelo de las mismas era complicado. Sus padres solían estar siempre tan aislados que ni las lechuzas conocían el camino. Pero su lechuza si, era una buena lechuza, que siempre podrían encontrar a sus padres, estuvieran donde estuvieran.

Ellos le encargaban que buscara referencias a ciertos ingredientes o ciertas pociones que iban aprendiendo, la gran mayoría de las veces buscar esas referencias no era nada sencillo por lo que se le concedió un permiso especial desde el año previo para que pudiera estar en la biblioteca en horas en las que se suponía debía dormir. Por lo mismo, había pasado muchas horas ahí, sabía de cada ruido normal, cada susurro proveniente de uno de los libros, cada golpeteo, cada grito ahogada, todo lo conocía.

Por eso sabía que esos pasitos cuidadosos no eran parte de los ruidos de la biblioteca. Los había escuchado previamente, en trece ocasiones previas, al principio no tenía la más mínima idea de quién era, pero las posibilidades eran pocas. Así que puso un encantamiento para intrusos en el pasillos dónde se encontraba y comenzó a trabajar. Cerca de la una de la mañana, cuando por fin le estaba dando sueño a John, se escucharon los pasitos, tan ligeros, como si de un ave se tratara. Cuando estos llegaron al pasillo dónde estaba John, el encantamiento se activó y una alarma comenzó a sonar.

-Finite Incantatem –dijo con rapidez John antes de que la alarma los dejara por completo atontados, tanto su encantamiento contra intrusos como el de desilusión de el niño Holmes desaparecieron y el pequeño, quedó expuesto enfrente del mayor, usando su pijama con calaveras pirata. Tal vez si hubiera conocido más a John hubiera sabido que nunca se burlaría de él, pero lo que esperaba era que comenzara a reírse por eso, como sus compañeros Ravenclaw que tanta despreciaba.

-No deberías estar aquí –dijo John simplemente antes de dar regresar su atención al libro que tenía en su regazo.

-Tu tampoco –respondió él creyendo que lo sabía todo, como siempre. Estaba ahí parado, como congelado en el lugar, viéndose totalmente desafiante a pesar de la diferencia de alturas y su cuerpo delgadito hasta decir basta (¿de verdad comía algo ese niño?). pero claro, todo lo compensaban esos ojos que lo encantaban y… fue cuando John se dio cuenta de se había quedado mirándolo descaradamente y regresó su atención de nuevo al libro. Esperaba que no lo hubiera notado, tiene once años, repitió con vehemencia en su cabeza.

-Y tú tienes catorce, eso no importa –dijo el niño Holmes para sorpresa de John. De nuevo lo estaba mirando porque parecía que había leído su mente. Eso, o John era demasiado obvio. Aprovechando la confusión de John, el niño Holmes se acercó a él y se puso a su lado, mirando el libro que estaba escrito en una forma muy antigua de japonés. No pudo ahogar el sonido que escapó de su boca, era increíble, John podía leer algo tan difícil.

-Mis padres han viajado a lugares exóticos toda su vida y la mía, por eso puedo leer textos en idiomas a veces desconocidos; esto, no es nada, de verdad –dijo John pasando las hojas del libro. Le había gustado arrancar esa expresión del niño Holmes, por fin podía asegurar que no siempre todo era como él pensaba, porque en definitiva, no esperaba eso de John.

-¿Qué hacen tus padres? –preguntó el niño- Bueno sé que han escrito muchos libros sobre pociones pero…

-Investigan la magia antigua –respondió John sin dejar que el niño terminara su pregunta.- Hay muchos lugares en el mundo donde no hay diferencias entre muggles y magos, donde los muggles saben de la magia y los magos son muchas veces los líderes de esas comunidades. Ese conocimiento, de esos magos que no han visto la necesidad de ocultarse, que viven como se vivían hace miles de años, poco a poco se pierde y mis padres buscan recopilarlo. Aunque muchas veces no es posible, las recetas están mal, los ingredientes ya no se pueden encontrar.

-Es lo que quieres hacer después de que termines tus estudios en Hogwarts –dijo el niño, más como afirmación que como pregunta. John asintió, era su sueño, ayudar a sus padres, continuar su trabajo.

-A veces es peligroso y tal vez no debería decirte, pero eso me gusta –dijo John y si hubiera conocido mejor al niño Holmes, sabría que captar su atención por tanto tiempo era casi imposible, pero jamás se cansaría de escuchar a John, aunque fueran gritos como el día del juego de quidditch.- Es por demás preguntar si sabes qué es un animago, por su puesto que lo sabes. Pues yo no lo sabía (si lo sabía, pero no demasiado bien como para reconocer a alguno), hace algunos años mi familia pasó tres meses en la India, en varias pequeñas villas, donde habían conocido a varios magos muy poderosos. En una de ellas, tal vez la más alejada, vivía una bruja anciana y sin descendencia, la cual estuvo encantada de pasar su conocimiento a mis padres. Cuando Harriet y yo llegamos con ellos para comenzar las vacaciones de invierno, ellos llevaba mil páginas escritas de lo que les había contada la bruja. Mis padres estaban ocupados con ella, primero escribirían todo lo que les dijera y posteriormente, comenzarían a buscar ingredientes o probar hechizos. Así que mi hermana y yo teníamos mucho tiempo libre.

Debía decir algo la primera vez que lo vi, pero pensé de verdad que era un tigre común y corriente. Aunque hasta yo me di cuenta de que era inmenso, sus colores resaltaban entre los verdes juncos y su mirada me hacía olvidar el tiempo. Al principio me quede callado porque temía que si decía algo, los hombres de la villa quisieran matarlo. Después, me di cuenta de que nadie más lo veía y que cuando Harriet se acercaba a mi, desaparecía.

Los tigres no desaparecen John, podrías decir y claro, tendrías razón. Pero yo tenía once años y jamás creí que un animal tan hermoso pudiera no serlo, no ser un animal. Así que el tigre desaparecía y yo no decía nada lo que veía. Hasta que un día fue muy tarde para decir nada, lo tenía frente a mi y de verdad era inmenso. Me tomó con su hocico y desapareció. Por fortuna, mi hermana estaba cerca y al ver un animal monstruoso aparecer a mi lado, corrió y me tomó por las piernas, desapareciendo también.

Cuando aparecimos fue en una ruinas cercanas, multitud de piedras tiradas en una extensión grande de terreno. Harriet sacó su varita y comenzó a gritar Expulso una y otra vez. A veces me escucharás decir que mi hermana es una inútil y que no sabe nada de nada, pero la verdad es que sus hechizos tienen una fuerza muy superior a la común. El tigre recibió muchos de los hechizos de mi hermana hasta que finalmente lo dejó inconsciente (y con un montón de heridas internas que finalmente causaron su muerto). En ningún momento recuperó su forma humana, mis padres dijeron que ya no le era posible.

El niño Holmes escuchó la historia de John con demasiado atención, de nuevo, de haberlo conocido mejor sabría que la historia le había causado "algo". Sentía "algo" y eso de sentir no se le daba muy bien.

-¡Eres un idiota! -gritó de repente sobresaltando a John que estaba mirando las letras del libro, inmerso en el recuerdo.

-Lo sé, no fue mi mejor momento -dijo, para nada ofendido por el insulto del niño Holmes.

-De verdad, no sé porqué escucho tus historias sobre lo incompetente que eres.

John se rió, de buena gana. Aquello era lo menos que le habían dicho. Después de asegurarse de que estuviera bien y que su único problema fuera una pequeña herida en el hombro izquierdo (donde el tigre lo había tomado con su hocico), su padre y su madre habían tomado turnos para gritarle y regañarlo hasta el cansancio. Los entendía, si no fuera por Harriet lo más probable es que hubiera muerto ese día. El niño Holmes se levantó y se alejo con pasos enojados, golpeando el piso con fuerza, pero antes de finalmente perderse de vista, le dedico una mirada y John hubiera sido muy tonto si no hubiera entendido lo que significaba.

Me alegro que no te haya pasado nado, me alegro porque te pude conocer.

John no pudo concentrarse más en el libro y tuvo que regresar a su cuarto, a soñar con esos ojos que lo miraba aliviado y feliz porque no murió a los once años.


He aquí el primer capítulo de mi PotterLock para el reto del foro I am SHER locked.

Soy una ignorante de muchas cosas relativas con Harry Potter, si encuentran alguna aberración, "un hechicero lo hizo" jajajaja

Comentarios bienvenidos.

Será un fanfic de 6 capítulos y estará terminado para el viernes. Si, voy contra reloj.

Like Fuck Yeah Sherlock en Facebook y entren y participen en el foro de I am SHER locked, no se van a arrepentir.

P.D. Si encuentran la referencia externa al mundo de HP, les concedo algo jejejeje.