Summary: "El Avatar siempre consigue a la chica." Korra sabe bien eso. Pero cuando, junto con Asami, sea victima de uno de los inventos de Varrick y se vea envuelta en un viaje al pasado, ¿Valerá la frase "La hija del Avatar siempre consigue a la chica"? "—Jamás lo hubiese creído de la Jefa Beifong..." Korrasami + Kyalin.
Disclaimer: LoK no me pertenece, sino a Bryke y a Nickelodeon. Ojalá fuera mío *sigh*.
¡Nop, no tengo una forma coherente de validar un viaje al pasado, ni siquiera en manos de Varrick! Solo quería divertirme, y como esto es fanfiction, ¿Qué más da?
Kyalin es de esas parejas que o, a) la shippeas con todo tu cocoró, o b) te da igual. Pero, ¡No puedes odiarla! Así que unirla con Korrasami es la octava maravilla del mundo, ¡A que sí!
Mantuve las edades, pero si me pierdo un poco la cronología, les pido perdón. Es frustrante tener que guiarte de la wiki mientras escribes.
¡Que los espíritus me iluminen para terminar esta historia! Realmente, de verdad, lo juro, pienso en hacerla larga Y TERMINARLA.
Pero el núcleo es disfrutar de una joven y hippie pareja aka Kyalin, y otra que ha pasado por sus problemas y ahora, ¡Necesitan volver a su tiempo! Aka Korrasami.
¡Que disfruten! —si es que alguien lee esto.
Pellizco, papanata—Ah, verdad que no soy Dumbledore.
— lok —
capítulo i
— lok —
Mantuvo su mirada fija en el aparato de metal. Varrick se movía de lado a lado con una rapidez impresionante. Zhu-Li, mientras tanto, sostenía una caja cubierta en una pequeña manta de terciopelo negro. Sin embargo, omitió preguntar.
Este cuchicheaba cosas que no podía entender. Incluso se dedicó a intentar oírlo. Pero nada. El inventor susurraba cosas casi para sí mismo, o quizás sí eran solo para él.
Dirigió su mirada a su prometida, Asami. Su cabello estaba sujeto en un moño elegante que dejaba que la poca brisa rozara su cuello sudoroso. Se veía hermosa. Aquello era lo único que podía usar para entretenerse.
El salón de creaciones de Varrick, ubicado en el oeste de Ciudad Republica, era extremadamente caluroso. Se halló a sí misma sudando en aquella silla de caoba.
El inventor había llamado a su pareja para recibir alguna crítica a lo que había creado. Quizás carecía de creatividad, porque aunque Asami parecía maravillada, a pesar del calor, ella solo notaba tubos de metal y botones poco estéticos.
Asami se levantó de su silla, y le tendió el té que tenía en manos.
—Ten, cariño. Creo que ya está frío.
Vio la taza que había dejado en el suelo, vacía. Se sonrojó. Amaba el té, pero más amaba aquella forma de ser tan abnegada de Asami. Sonrió como una tonta, y se dedicó a beber el té Oolong con desesperación.
Amaba el té frío.
Observó el contoneo de caderas de la Sato, jadeando cuando el calor llegó a un punto desesperante. Quería irse con su chica, y quizás dar un paseo en Ki-ki —la bisonte volador de Kai, quien no dudaría en prestarselo para una tarde romántica.
Porque aquello era lo que mantenía su relación viva. Nunca la daban por hecho, y aquello hacía que cada día fuese algo nuevo, lleno de nuevas experiencias amorosas. ¿Una rutina? Eso no existía para ellas.
Cerró los ojos, soñolienta.
—¡... Necesito probarlo con alguien! Sería una prueba sencillo. Ir y venir. Es... ¡Varrick-tastico!
Se reincorporó, soltando una profunda bocanada de aire, y se levantó de la silla con una enorme sonrisa en su cara.
Puso las manos en la cintura de su prometida, atrayéndola hacia sí, y observó al matrimonio contrario con chispas de travesura en sus ojos azules.
—¡Nosotras lo haremos!
Asami giró su rostro, enarcando ambas cejas.
—¿Estás consciente de lo que es? —inquirió, algo ofuscada—. Pensaba en pedírselo a alguien más, quizás algún civil que estuviera dispuesto, pero... —se separó un poco de su novia, y se cruzó de brazos, ahora dirigiéndose a Varrick— Pienso que es muy peligroso.
Korra hizo un ademán con sus manos, y se acercó al inventor. Su novia se quedó atrás, refunfuñando cosas como: "¿Por qué la traje?" "Nunca cambia", etcétera.
—Explícame de qué va.
—¡Zhu-Li, haz lo tuyo!
La esposa del multimillonario sacó un par de planos azules, desenrollándolos y acomodándolos sobre la mesa, velozmente. Allí estaba... El mismo carcacho de metal con botones extraños.
—... Esta impulsado por energía espiritual, y un complejo sístema que, para tu entendimiento, es capaz de transportar un cuerpo al pasado, específico o aleatorio, según lo prefieras, y devolverlo en un periodo de treinta minutos.
—¡Brillante! —chilló el Avatar, y la CEO de Industrias Futuro se dio una palmada en el rostro—. Aunque... —dijo, llevándose un dedo al mentón—, ¿El tiempo de regreso no puede alterarse?
—¡Aún no —respondió Varrick, enérgico—, pero trabajamos en eso!
—Y por eso mismo —intervino Asami—; no está terminado. Es muy peligroso, Korra.
Chasqueó la lengua. Últimamente, Asami era muy sobreprotectora y aguafiestas.
—¡Venga! Sería una nueva aventura... ¡Imagina poder ver a Aang de nuevo, o ver a Tenzin joven! De seguro él y Lin era ñoños... Siempre me he preguntado cómo serían cuando salían.
—¿Salían? —preguntó Asami, con sus cejas elevadas—. Jamás imaginé eso. Aunque, ahora que lo dices, tiene sentido.
—¡Lo sé! —rió el Avatar.
Varrick chasqueó los dedos, pero su esposa gruñó, así que él mismo guardó sus planos con una expresión algo triste por dicha sumisión que comenzaba a adoptar.
Se sacudió las manos, y Zhu-Li sonrió complacida, rumbo a recoger las tazas de té. Korra debía admitir que se veía más alegre, y menos como un robot. Incluso vestía como una mujer del reino tierra, bien arreglada y con una belleza natural.
Varrick las escaneó con la mirada, y juró haberlo visto mover su bigote.
—¡En fin! El punto es, Señoritas Polémicas —nombró debido al revuelo de la prensa con su relación amorosa—, ¿Lo probarán?
—Sí-no —dijeron Korra y Asami, respectivamente.
Korra miró a su prometida con un pequeño mohín, y la CEO rodó los ojos, ofuscada.
—Lo tomaré como un sí —sonrió el inventor.
Varrick corrió hacia un estante, murmurando cosas bastante rápido, y juró que se estaba volviendo loco. Quizás tanto tiempo con Kuvira le había afectado la cabeza.
Miró a Asami, quien tenía el ceño fruncido. Tragó en seco. Al parecer, tendría que preparar su espalda para una buena noche en el sofá.
Zhu-Li volvió, acomodando sus lentes con aires de intelectual, y las miró agudamente.
—Últimamente se emociona mucho con sus inventos. No se preocupen. Cuando se de cuenta de que no funciona volverá a la normalidad.
—¿Hay algo de normal en Varrick? —se mofó el Avatar, y pareció ver el resquicio de una sonrisa en los labios de la esposa del inventor—. De todas formas, ¿A dónde se ha ido?
—Pues... —intentó intervenir Asami, pero se vio interrumpida por Varrick.
—¡Aquí está! —gritó este, trayendo con sí unos cables y los intentos de unos cascos.
Asami los escudriñó agudamente.
—No es por nada, pero los cascos de mi moto se ven más seguros que estos.
—Ehem —tosió el multimillonario, con el ceño fruncido—, solo pónganselos.
El Avatar y su prometida compartieron una mirada aprehensiva, y procedieron a tomar con sumo cuidado los 'cascos'.
Eran rojos, y algunas de sus partes solo estaban sujetas por simples y finos cables de cobre, o quizás estaño. La pintura era de excelente calidad, ya que se veían brillantes de todas formas.
Algunos cables derivaban a, lo que Korra supuso, que debían leer su mente, o algo así. Porque eran pequeños chupones que se pegaban en los laterales de su rostro al ponérselo.
Varrick las empujó, toscamente, a una esquina, junto al cachivache. Conectó un cable bastante grueso a la maquina, y comenzó a marcar teclas, pero curiosamente eran táctiles. ¿Entonces para qué eran los botenes toscos y viejos?
La pantalla se iluminó de azul, y el rostro de Varrick se iluminó.
—¡Denme una fecha!
Asami titubeó, algo presionada.
—N-No lo sé... ¿Korra?
—¿Cuarenta años? —mencionó, algo dudosa.
—¡He...cho!
Rotó el botón café, y de repente ambas sintieron un tirón en el ombligo. Y de allí, un fondo negro, pero con resquicios de tonos azulados.
— lok —
Cuando Korra abrió los ojos, retrocedió en el suelo como si una criatura se arrastrase hacia ella. Horrorizada, se giró sobre su costado.
Jadeó.
Allí estaba Asami, inconsciente, pero a salvo. La acunó en su brazo, dejando un beso en su sien. Si le hubiese sucedido algo no se lo habría perdonado. Jamás debió haber sido tan arriesgada.
Estaba tan acostumbrada a enfrentarse a los problemas de cara, amante a la adrenalina, pero a veces se le olvidaba que estaba Asami, su novia y el amor de su vida. Tenía que aprender a controlar sus impulsos, porque ahora no estaba sola.
Nunca lo estuvo. Pero ahora era distinto.
Acarició el cabello negro azabache de la CEO, mirando su rostro apacible con sus ojos brillante. Suspiró, agotada.
Estaban en una zona bastante alejada de la ciudad, si su sentido no le fallaba. No se sentía igual, de todas formas.
Negó con la cabeza. ¿Y si había funcionado?
—'Sami —murmuró, acariciando sus cabellos—, despierta.
De repente, se oyó una profunda bocina. ¿Era una bocina policial? Nunca la había oído, excepto en su primer día en Ciudad Republica y cuando los Igualitarios tomaron el poder.
Quizás no estaban tan alejadas de la ciudad, pensó.
De repente, el delicado y grácil cuerpo en sus brazos se removió, soltando un gemido de incomodidades. Era tan tierna.
Asami se reincorporó, sacudiendo su cabeza y su cabello con rastros de tierra.
—Agh —se quejó cuando sus huesos resonaron al mover su espalda.
Korra se acercó más a ella, frotando su espalda con un deje de preocupación en su rostro. Se mantuvo en silencio, observando a su prometida, quien se sobaba el cuello.
La CEO dirigió su mirada hacia ella, con calidez, pero a la vez con severidad.
—¿Estamos vivas?
Korra rió, asintiendo torpemente.
—Eso creo, aunque siento como si una manada de tejones-topo me hubiesen pasado por encima —se quejó, estirando sus brazos.
—Oh, cariño —murmuró Asami, acariciando la morena mejilla de la chica—... Podemos buscar un hospital. Estamos en Ciudad Republica.
La Avatar jugó con sus dedos, con una mueca en labios mientras la contraria la miraba con algo de angustia en su rostro.
—Ese es el problema... ¿Y si no es nuestra Ciudad Republica? —inquirió.
—¿A qué te refieres con eso?
Asami se había sentado sobre sus rodillas, mientras apretana su bolso —que misteriosamente había aparecido a su lado— y lo mantenía en sus piernas como si fuese una reliquia.
Por el otro lado, Korra fijó su mirada en el suelo, con sus mejillas sonrojadas ate una inminentemente verguenza.
—¿Y si el invento de Varrick funcionó? Lo siento tanto.
Asami suavizó su expresión, tomó la barbilla de la Avatar y depositó un suave y gentil beso sobre sus labios rosáceos, libres de maquillaje. Sonrió, mirándola a los ojos.
—Entonces lo resolveremos juntas —dijo con cariño, procediendo a atraerla hacia su pecho y arroparla en un suave abrazo.
Korra sonrió, apoyando su barbilla en el pecho de la CEO y mirando sus ojos verdosos. Amaba a Asami, más de lo que alguna vez se imaginó. Era tan irónico.
—Te amo, 'Sami.
La chica besó la nariz de la morena, sonrojada.
—Y yo a ti, Korra —sonrió.
De nuevo, la bocina.
Korra se alejó como un lobo ante el aullido de su manada, dudosa, y se levantó con cierta dificultad. Sus piernas se hallaban entumecidas, y sus pies hormigueaban. No se sentía bien.
Le tendió la mano toscamente a su prometida, y esta la tomó algo distraída. Cuando estaba a su lado, observó el reloj que estaba acomodado de frente en su muñeca.
—Se volvió loco —dijo Asami, para sí misma, aunque Korra pudo oírla.
—Esto no me da buenas espina —musitó frunciendo el ceño.
Su mirada se dirigió al paisaje de Ciudad Republica, y su respiración se aceleró al verlo. No habían lianas espirituales, ni el portal, ni grandes edificaciones, ni satomoviles avanzados, ni los puentes construidos por Asami.
De repente, sintió un golpe en el estomago, y empezó a sudar frío. Se llenó de nauseas, y al ver a su novia supo que estaba igual que ella.
Asami dio unos pasos temblorosos. Estaban en lo que parecía ser una colina. Una zona verde que, probablemente, unía Ciudad Republica con el resto de Republica Unida
Pero Korra jamás jamás había estado en Republica Unida, solo en su capital. Así que se sintió bastante desorientada.
—Cariño, creo que Varrick no estaba tan loco como parecía —dijo Asami en un hilo de voz, tragando en seco—. Si tan solo tuviese algo con qué revisar las cordenadas.
—¿No sería mejor ir al Templo Aire? —sugirió Korra, tratando de mantener su lucidez.
Asami se mordió el labio, y Korra la admiró en silencio mientras la ingeniera parecía analizar las cosas.
—No lo sé... ¿No sería peligroso alterar algo, suponiendo que estemos en el pasado?
La Avatar sonrió vagamente. Adoraba lo inteligente que era su novia, aunque a veces la hiciese sentir poco merecedora de su amor. Sí, era fuerte y el Avatar, pero muchas veces era algo bruta y tosca para demostrar su cariño.
Sin embargo, Asami la amaba así.
—Eh... Tienes razón, pero quizás también consigamos ayuda. ¿Aang no debería vivir ahí?
Lo dijo como si no significara nada, pero se emocionó notablemente. ¿Y si conocía a Aang? ¿Podría restablecer su conexión con él? La sola idea la hacía sonreír como tonta.
—Ese es el problema —dijo Asami, fríamente—. ¿Y si estamos en otro tiempo? ¿Y si Aang no está?
—Pero, 'Sami —refutó la morena, gesticulando con sus manos—, ¡Él construyó Ciudad Republica, y el templo también! Sería extraño si no estuviera ahí.
Asami se cruzó de brazos, frunciendo el ceño cuando la bocina volvió a sonar. Masculló algo que no pudo oír, aunque probablemente fuese una palabrota. Pero de parte de Asami era algo extraño.
—¿Y si murió? Piénsalo, Korra, quizás el resultado de la máquina de Varrick era impreciso y Aang ya está muerto para estas fechas. Yo ya habría nacido... Y si me encuentro a mí misma —jadeó, mirando el suelo—; se crearía una paradoja temporal.
Se acercó a ella, algo dudosa, y besó su mejilla torpemente. Aún no estaba acostumbrada a aquellas muestras de afecto. Pero su novia inspiraba esos arrebatos de cariño, algo que nunca le había pasado.
Quizás con Mako, pero era una joven osada y e inconsecuente en aquella época. Sin duda, amar con madurez, como alguna vez le había dicho Katara, era otro mundo.
Se sonrojó profundamente, y jugó con uno de sus cortos cabellos.
—Con el tiempo he aprendido que siempre tienes la razón, amor —dijo torpemente, con un fuerte semblante—. Pero creo que estaba vez es lo más sensato que podemos hacer.
Asami suspiró, entrelazando sus dedos con los de la morena, y sonrió vagamente.
—Bueno... Como una vez lo dijo el General Iroh; confiaré en tus instintos, Avatar.
Su novia le guiñó un ojo mientras comenzó a caminar en dirección a la entrada de la ciudad, y Korra se sonrojó como si fuese una adolescente de nuevo.
— lok —
Sin duda, Ciudad Republica no había cambiado mucho desde los tiempos de Aang. Sí, la tecnología era más obsoleta, pero los civiles eran igual de trabajadores y, en sus casos, maleducados.
Las bocinas se trataban de un ataque de las triadas, que aún se llevaba a cabo, pero era algo sorprendente que se usaran. Sí, estaban probablemente en el pasado, pero aún así era extraño.
Vio un par de policías, y fue curioso ver como sus cables metal salían de su cintura, no de sus muñecas. Y los satomoviles no existían, solo habían automóviles bastante viejos y con poca velocidad.
Incluso rió al ver la expresión horrorizada de Asami al ver la máxima velocidad de uno de ellos.
—Veo que sí hay cosas que agradecerle a mi padre —habí dicho en ese momento.
Estaban comiendo en un simple café. Tenía hambre, así que se pidió cinco pasteles de atún-sardina y un jugo de lechoza. Asami solo pidió un café oscuro.
La analizó con la mirada, mientras se limpiaba con una servilleta los rastros de los pasteles que habían quedado alrededor se sus labios.
—¿Estás molesta conmigo?
Su novia despegó la mirada del periódico. ¿Cuándo lo había conseguido?
—No, cariño, no te preocupes —balbuceó algo pálida.
Antes de que pudiese preguntar qué le sucedía, la heredera de los Sato volteó el periódico y se lo tendió. Korra se limpió las manos con el mantel, y lo cogió con el ceño fruncido.
Allí, en primera plana, estaba la foto de una bastante joven Katara. Pudo reconocerla debido a la gran cantidad de fotos que había visto de ella cuando le contaba sobre el antiguo Equipo Avatar.
Se llevó una mano a la frente, con su respiración agitada. El artículo hablaba sobre las luchas contra la sangre control que había llevado la maestra, y como el Consejo las había puesto en duda nuevamente.
Pero eso no le importaba. Estaba muy ocupada queriendo devolver todo lo que había comido. Dejó el periódico sobre el plato y se llevó las manos a la cabeza, despeinándose.
—Maldición... —masculló, en un suave gruñido—. Soy una idiota.
—Cariño... —suspiró Asami, tendiéndole su mano sobre la mesa—, no es tu culpa. Lo resolveremos.
Korra se restregó los ojos, jugando con los delgados dedos de Asami que ahora estaban entre los suyos.
—No debí haber sido tan impulsiva y egoísta —musitó, derrumbándose en la mesa de mala calidad—. Nunca voy a cambiar... Siempre te meto en problemas.
—Me encanta meterme en problemas, y más si es contigo —bromeó, aunque en el fondo estuviese completamente preocupada—. Además, si dejases de ser impulsiva, dejarías de ser Korra.
Touché.
La morena apoyó la barbilla en la mesa, con un grave jadeo de exasperación. Intentó sonreír, aunque no tenía muchas ganas después de todo.
