Antes que nada, la idea surgió espontáneamente y creí que quedaría bastante bien con este par. No sé exactamente cómo son, ya que sólo me baso en el anime y la interpretación que tengo de sus personalidades estando juntos (con algo de spoiler de wikia), así que espero que no sea muy OoC y puedan disfrutarlo.
Como aclaración, es medio AU... aunque se mantiene en el universo de Magi tal como lo conocemos. El traumático pasado de Kougyoku con los duraznos es invención mía xD.
Magi y sus personajes le pertenecen a Ohtaka Shinobu.
Metáforas & Duraznos.
1.
Kougyoku extrañaba hablar con Judar como en los viejos tiempos, incluso si sus charlas no eran más que discusiones o sólo un breve intercambio de palabras/insultos que el magi, indiferentemente, le dirigía, como si no fueran amigos desde niños. Claro que él había seguido insistiendo en que no lo eran hasta que la Octava Princesa ya no se mortificó por ello. Lo quisiera admitir o no, ellos eran amigos. O fueron... era difícil asegurarlo en esos momentos.
Después de todo, desde su llegada a Kou, dejando atrás los bellos momentos en Sindria, Kougyoku no había podido ver a Judar como antes; no desde su última conversación en Sindria, tras rechazar —que no lo había hecho, más bien no le respondió— su propuesta y aliarse a Sinbad... oh, Sinbad, su amado...
No, espera. Olvida eso. Basta; es suficiente.
La chica sacudió su cabeza, dando un gran suspiro. Extrañaba a Judar pero extrañaba a Sindria, donde conoció a sus nuevos amigos —y a ese despreciable enano, que aún recordaba lo de su mano— y donde dejó atrás a su primer amor. Extrañaba hablar con Judar, quien le hacía sentir acompañada, tanto como extrañaba hacer coronas de flores con Alibaba. Extrañaba discutir con Judar tanto como extrañaba la sensación que nació al pelear con Sinbad. Extrañaba estar al lado del magi sin decir nada, sólo comiendo duraznos, tanto como extrañaba sentir que alguien, aunque fuera una sola persona, sabía que estaba allí, que ella existía, que ella era alguien... no sólo un juguete de intercambio para crear alianzas, no sólo una sombra detrás de sus ejemplos a seguir. No sólo un eslabón para obtener poder.
Las lágrimas escozaron sus ojos, pero su orgullo le impidió llorar en el patio del palacio, donde podría ser vista en cualquier momento, sobre todo por Ka Kobun o sus hermanos. En su lugar, la Princesa restregó rápidamente sus ojos y, con determinación, se dispuso a terminar la corona de flores que tenía en su regazo, luchando contra el dolor de su pecho.
Recordar y añorar era lo único que podía hacer para distraerse de aquel dolor, aunque lo intensificara al mismo tiempo.
—Yo, vieja. Parece que continúas con tu absurdo pasatiempo, ¿huh?
Kougyoku se sobresaltó, abriendo desmesuradamente sus magentas ojos, con su corazón encogido en su pecho. No tardó más que un par de segundos en mirar a su costado, con su ansiosa mirada alzada para encontrarse con la carmesí mirada de su añoranza.
El magi a su lado sonreía despreocupado, burlesco, inclusive, con una mano en su cadera. Sus cejas no tardaron en enarcarse con curiosidad al ver las lágrimas resbalar de las mejillas de Kougyoku, hincándose casi inmediatamente para estar a su altura, no comprendiendo su rebosante alegría. El rukh de la chica revoloteaba por todas partes. Kougyoku, quien había actuado desanimada los últimos días, con su rukh decaído como ella, se mostraba inusualmente emocionada.
Y ahora su rukh brillaba con fuerza. Y era cálido, de alguna manera. Cálido y conmovedor... y desagradable y odioso.
Judar se hubiera largado si hubiese visto así fuera un pequeño tono rosa entre aquel mar de aves doradas. Lo juraba.
—¡Judar-chan...! —Sollozó la chica, abrazándolo con fuerza.
El magi frunció el ceño, abriendo la boca para replicar. Sufría un pequeño tic en el ojo y sentía náuseas de aquel abrazo, del rukh, de los sollozos ahogados de Kougyoku en su pecho. Y, con tal de romper con aquel incómodo momento, se tumbó de sentón, tirando a la chica con él lo suficientemente fuerte para que ésta se soltara y repusiera la compostura.
Sus ojos magentas brillaban con las lágrimas haciendo su camino a su mentón y sus mejillas estaban encendidas de un carmesí preocupante.
En serio, si veía aunque fuera una sola avecita rosa, se iba pitando de allí.
—¿Qué te traes ahora, vieja?
—No me digas vieja —refunfuñó Kougyoku, sonriendo. Sonriendo en lugar de gritar y manotear y hacer un drama. Judar le vio con más confusión que antes—. ¡Ah, Judar-chan! ¡Te extrañé tanto!
—Para las cabras —interrumpió el magi, realmente desconcertado—. ¿Tú qué?
—¿«Para las cabras»? —Preguntó Kougyoku, con una ceja arqueada—. ¿Qué significa eso?
Judar rodó los ojos, incrédulo de la pregunta de su candidato a rey. ¿Iba en serio con eso...? Sí, Kougyoku iba en serio; su mirada ya no brillaba con aquella alarmante felicidad y Judar supo que estaba esperando una contestación. Estaba tomando demasiado en serio una frase cualquiera... ¿o acaso buscaba un tema de conversación?
Oh, qué más da.
—Es un decir, no lo tomes literal.
—Pero ¿qué significa?
—Que esperes. Yo qué sé —espetó el magi, llevando sus manos a su nuca mientras desviaba la mirada—. Escuché esa frase hace un tiempo. No le des importancia.
—Oh, ya veo —Kougyoku asintió, mirando hacia su corona de flores. Sólo en ese momento recordó algo, mirando acusadoramente hacia Judar. El magi le vio con confusión—. Hacer coronas de flores no es un pasatiempo absurdo, Judar-chan. Eso fue grosero.
—Da igual.
—... —La Princesa sonrió, observando con añoranza aquella corona comenzada—. Es muy importante para mí.
—Sí, sí, porque te recuerda Sindria, ya lo sé —gruñó el magi.
Kougyoku le vio con sorpresa, asintiendo inconscientemente.
—¿Cómo lo sabes?
—¿Qué más te haría hacer coronas de flores como una chiquilla en lugar de ser mi candidata a rey, que ese viaje a Sindria?
—¡N-no soy una chiquilla!
—Lo eres.
—No lo soy.
—Que sí.
—¡Que no!
—Yup, yo creo que sí.
—¡Judar-chan!
—CHIQUILLA~.
—... uh... —Kougyoku apretó los labios, buscando cómo contrarrestar a Judar—. ¡S-si yo soy una chiquilla, entonces tú también lo eres!
—Nah, yo ya soy un hombre.
La princesa se cruzó de brazos, desafiante. Su pecho latía con fuerza, con felicidad, pero no iba a demostrarlo. Tampoco es que Judar lo necesitara saber... aunque ya lo supiera.
—Pues yo ya soy una mujer.
—Lo dudo.
—¡Lo soy! —Chilló la princesa, irritada.
Judar sonrió, viéndole con... Kougyoku no supo qué significaba esa mirada.
—¿Entonces ya no eres virgen?
—... ¿q-qu...? ¡¿AH?! ¡J-JU-JUDAR-CHAN PERVERTIDO!
—¡Lo sabía! —Se rió el magi, apretándose el estómago. La expresión de Kougyoku, tan roja del rostro que competía con su cabello, mientras temblaba y sus ojos brillaban al borde del llanto, era hilarante—. ¡Eres como el aceite de oliva!
—...
—¡Oh, mi estómago! —El magi siguió riendo, mientras la princesa le miraba fijamente. Seria.
—...
—Ja... ja... —Judar dejó de reír, parpadeando curioso ante la seria, silenciosa y... confundida princesa—. ¿Qué...?
—¿Por qué soy «como aceite de oliva»?
—Es un decir —gruñó Judar, rodando los ojos—. Vieja, deja de pensar de más en mis palabras.
—Si hablaras con más claridad en lugar de usar tus metáforas...
—No son metáforas, son analogías.
—¿Acaso importa? —Gruñó Kougyoku, fastidiada de sus constantes correcciones.
Judar asintió, bastante seguro de sus acciones.
—Me sorprende que no lo sepas, vieja. ¿Acaso estudias o sólo vas a espiar a Kouen?
—¡Yo sí estudio! —Se defendió la muchacha, ofendida por la pregunta.
—Entonces dime una analogía —habló Judar, cruzándose de brazos y piernas.
—No quiero.
—Entonces me iré.
Ni bien el magi se levantó, Kougyoku saltó fieramente para retenerlo, tirando de él para sentarlo. Judar sonrió victorioso, mientras la Octava Princesa se sonrojaba con intensidad, maldiciendo por lo bajo.
—...
—Eh, que me vas a zafar el brazo.
—¡Está bien, lo haré! —Bramó Kougyoku, liberándolo—. Pero no te vayas.
—Es un trato. Ah —Judar le miró con cierta maldad, volviendo a cruzarse de piernas—, pero esto debe ser divertido. Apostemos algo.
—¡No! ¡No quiero ser perseguida por duraznos voladores de nuevo!
—¡Moh, entonces me iré! —Amenazó Judar, con su irritante tonito infantil, cuan niño, torciéndole la mirada a Kougyoku.
Ese episodio con los duraznos voladores había sido increíble. Lástima que Kougyoku no quería repetirlo y él no tenía forma de hacerlo con Hakuryuu o los demás Ren. Kouha mutilaba sus duraznos y eso le quitaba lo divertido al asunto.
—... bien —masculló la chica, luego de eternos segundos de tensa decisión—. Pero si yo gano...
—¿Ganar, tú? ¡Jah!
—¡Si yo gano harás coronas de flores conmigo por el resto del año! —Chilló Kougyoku, antes de cubrirse la boca con sus anchas mangas.
Judar arqueó una ceja, intentando contener la carcajada.
Y falló, rodando por el suelo mientras reía a carcajada suelta, ignorando el carmesí en el rostro de la Ren. Rió y rió hasta llorar, teniendo que pausar para tomar aire. Luego volvió a reír.
—¡No te rías! ¡Di algo! —Renegó la chica, manoteando.
—Está bien, está bien —Judar tomó aire, asintiendo—. Si ganas... —el muchacho se rió entre dientes, antes de reponer la compostura— si lo haces, haré coronas de flores contigo. Si yo gano, los duraznos voladores se volverán tu nuevo ejercicio.
—¡Trato hecho!
Kougyoku estrechó la mano de Judar, quien no tenía intenciones de detener su mofa, dándole un apretón. El contacto de su mano con la suya le sacó un escalofrío, no tanto como ver su sonrisa arrogante y sus ojos maldosos, seguros de ganar.
Sólo instantes después de haber cerrado el trato toda su convicción desapareció y lágrimas de frustración y miedo rodaron por sus pálidas mejillas, recordando, con traumada viveza, los duraznos persiguiéndola por todo el palacio cuando recién había entrado a la adolescencia.
Ella era pésima discutiendo con Judar, siempre perdía. Jamás podría superar su habilidad lingüistica ni su espontaneidad. ¡Oh, si tan sólo hubiera decidido dejarlo ir!
—¿Lista~? —Ronroneó Judar, sacando un jugoso durazno de debajo de sus ropas.
—¿Desde cuand...? Oh, lo que sea... —suspiró la princesa—. Estoy... estoy lista.
—Ya veremos —sonrió Judar, saboreando el sabor de la victoria.
O, en su caso, del sabroso durazno en sus manos. Era lo mismo.
Este es mi primer fanfic desde que decidí borrar todo lo que tenía antes. No esperen una actualización muy constante ni que sea largo, ya que recién me ando metiendo nuevamente en esto. Pero tengan por seguro que me esmeraré.
Igualmente, todo comentario es muy bien recibido y si tienen opciones para el duelo de analogías de Judar y Kougyoku (aunque también habrán metáforas), con gusto las acepto. ¡Hasta la próxima!
