Hola a las que pasan por primera vez por acá: les cuento, esta es la continuación de una historia a la que llamé "Memoria Ausente:relato de Edward Cullen". Espero que lo disfruten a las que recién se integran a esta narración (y que lean la primera parte, que hace que la historia se entienda en su contexto) y para las que han seguido la historia desde un comienzo, pues lo prometido es deuda, y aquí les va la segunda parte (espero que lo disfruten tanto como la primera).

Y a los que pasen por aquí, ya saben: "Un comentario suyo es inspiración y una sonrisa para la autora".

Abrazos: Cata!

El principio del resto de mi existencia

La llegada a Isla Esme fue toda una odisea para mi esposa. Claro, se durmió todo el viaje, y solo despertó al momento de hacer trasbordo, en donde aprovechó de asearse y cambiarse de ropa. Trató de persuadirme a que le dijera de una vez por todas hacia dónde íbamos, pero yo me mantuve estoico en mi silencio. Mientras íbamos de camino, le iba dando vueltas al asunto de volver a intentar hacer el amor con mi mujer. Antes de recordar el impacto de su aroma, el tema del sexo entre los dos había sido algo natural. No existe para mi recuerdo de alguna sensación más gloriosa que cuando la he tenido desnuda conmigo, sintiéndola parte de mí. Pero ahora, me invadía ese miedo de poder dañarla, de que saliera mal herida. Pero prometí intentarlo, y lo haría.

-Hey, dormilona, es hora de despertar, vamos a aterrizar- le dije dándole un beso en la mejilla, y acariciando con suavidad su rostro. Abrió sus ojos con dificultad, y antes que preguntara en donde estábamos, la voz de una azafata por el alto parlante lo anunció: "Estimados pasajeros, rogamos a ustedes tomar posición en sus asientos, la nave está a punto de aterrizar en el aeropuerto internacional de Sao Paulo, Brasil. Faltan treinta minutos para que sean las ocho de la noche, y la temperatura ambiente actual de la ciudad es de 29 grados Celsius..."

-¿Brasil? ¿De verdad estamos en Brasil?- me preguntó incrédula, sorprendida pero sabía por sus ojos, que la idea le gustaba mucho

-Así es señora Cullen- le dije. Luego del aterrizaje y de desembarcar, había un hombre en la salida del aeropuerto con un cartel en la mano que decía "Sr Cullen". Nos acercamos a él, nos dio la bienvenida, para luego llevarnos hacia un puerto en donde embarcaríamos rumbo a Isla Esme

-¿Isla Esme?¿Es una broma?- dijo, haciendo alusión al nombre de la isla

-Claro que no. Carlisle le regaló una isla a Esme hace años, y ella fue tan amable de ofrecérmela para que pasáramos allí nuestra luna de miel- le conté

-¡¿Cómo es que alguien le regala una isla a otra persona?- claro, eso era lo que más le llamaba la atención

-Si lo dices por los regalos que te he hecho, ya sé que mi padre me lleva la delantera por años luz, pero ya encontraré algún país en venta para regalarte- le dije seriamente, mirando hacia la noche brasileña, mientras ella se abrazaba a mí y se reía de mi actitud. Al llegar al puerto, embarcamos en un yate pequeño, que nos llevaría por fin hasta la famosa isla. Cuando por fin estuvimos cerca, el conductor de la barca, nos indicó frente a nosotros una gran casa que se veía iluminada, denunciada por un camino sobre la arena alumbrado por velones de parafina y flores. El hombre que conducía, llamado Emanuel, cargó las maletas, mientras yo, como flamante recién casado, cargaba a mi mujer desde el barco hasta la casa. La noche estaba estrellada, la luna llena sobre el cielo tornando el mal color plateado, la soledad del lugar, el calor... escenario perfecto para el inicio de nuestra luna de miel.

-Bien señor, en dos días estaré de regreso con el personal de aseo. Si me necesita antes, mi número de teléfono está apuntado en la agenda. La despensa está llena, en fin, todo marcha en perfecto orden-

-Te lo agradezco Emanuel, y gracias por todo-

-Estoy a sus órdenes, señor- me dio la mano en señal de despedida y se marchó. Luego que lo dejé en la puerta, regresé a dentro, y vi a mi mujer recorriendo la casa.

-¿Qué te parece?- le pregunté, abrazándola por detrás

-Es bellísima, es perfecta-

-Me alegro que te gustara- le dije, susurrando en su oído. La cercanía de su cuello tentó mis labios, que comenzaron a desplazarse lentamente por este. Ella se giró, tomando con fiereza mis cabellos y susurrándome al oído que le hiciera el amor de una vez. No podía seguir posponiendo el intento, y en verdad no quería seguir posponiéndolo. Tendría que ser tan natural como antes, no había nada que temer. La levanté y la llevé hasta la cama, depositándola allí, sin apartar mis labios de ella, mientras con lentitud, descendía el cierre de su traje azul dejando su espalda al descubierto, permitiéndome acariciarlo con suavidad, mientras ella desabotonaba mi camisa con apremio, acariciando mi pecho desnudo con sus suaves manos. Degusté, una vez más de la miel que emanaba de su cuerpo, dulce y deliciosa, sin dejar ningún rincón de su hermoso cuerpo sin recorrer con mis labios, con mis manos, como si fuese la primera vez que descubría aquellos parajes. El movimiento de nuestros cuerpos unidos era absolutamente armónico, perfectamente acompasado, como si la música del tamboriteo agitado de su corazón, fuese nuestro guía. El unir mi cuerpo al de ella, era el mejor regalo de bodas que podía haber recibido, pues disfruté del reencuentro de nuestros cuerpos aún más que la primera vez, y porque salí airoso pudiendo controlarme, sin provocarle ningún daño, que era mi principal temor.

El resto de la madrugada, durmió apegada a mí, pues el calor ambiente del lugar, difícilmente la hubiese dejado dormir sin algo frio con que refrescarse. Cuando fueron cerca de las once de la mañana, me zafé de sus brazos, pues cuando despertara por lo menos quería que viese que había un jugo de frutas natural, muy helado claro, preparado para ella. Así que me dispuse a dármelas de chef preparando su desayuno, hasta que escuché desde la cocina, que se despertaba con un bostezo gigante, mis favoritos, y que al no verme, se preocupaba de inmediato, llamándome casi en un susurro cargado de susto. A penas lo sentí, volé hacia el cuarto y me recosté en el marco de la puerta a observarla

-Por fin te dignas a despertar...- le dije. Enseguida me miró y me dedicó una sonrisa gigantesca, iluminándome la mañana

-Y que esperabas, si me tuviste despierta casi toda la noche...- me respondió, muy coqueta. Yo me acerqué y me senté a su lado, llevando mi boca enseguida hasta la de ella -Bueno, y antes de que preguntes, quiero que sepas que me encuentro perfectamente bien, que no me hiciste daño alguno y que no te estoy escondiendo nada para evitar tu sufrimiento- me dijo

-No sé, no sé...- dije, apartándome de ella

-¿No me crees?- preguntó con cara de incrédula. Luego, utilizó su tono más sensual para proponerme: -¿quieres cerciorarte por ti mismo que mi cuerpo no tiene daño alguno...?- yo estallé en carcajadas

-Es tentador, pero quizás más tarde... tengo otros planes para ti. Así que ahora te levantas, te metes en la ducha, luego vas a la cocina a degustar el desayuno que tu marido preparó y luego... ¡nos vamos a bucear!-

-¿Bucear?...No sé bucear Edward-

-Pues aquí estoy para enseñarte, así que anda ya, no seas perezosa- le dije, sacándola de la cama sobre mis brazos, y llevándola a la ducha. Bueno, en eso nos demoramos algo más de lo esperado, pues me tentó a que la ayudara a enjabonarse, y vaya, no pude aguantar semejante tentación de hacerle el amor allí una vez más. Durante el desayuno, hicimos planes para los próximos días, y luego, partimos a bucear.

Debo reconocerlo, me jacté de poder bucear más profundo que ella y sin necesidad de un equipo de oxigeno cargando en mi espalada. Eso la hizo enfadar, pero luego se olvidaba de ello cuando nos topábamos con arrecifes de corales, peces de colores exóticos entre otras maravillas de la naturaleza submarina. El resto de los días estuvieron llenos de actividades que a cualquier humana normal la hubiesen dejado rendida por la noche, eso como digo, a cualquier humana normal. Claramente mi mujer no era normal, pues las noche prácticamente las hacíamos día, amándonos.

Quince maravillosos días habían pasado, cuando decidimos dar señales de vida a nuestras familias. Así que Bella comenzó llamando a Renée contándole lo increíble del lugar y lo feliz que era. Luego fue el turno de Charly, contándole también lo lindo del lugar en donde nos encontrábamos entre otras cosas:

-Oh, papá, también te he extrañado, ¿y cómo vas con la cocina?- preguntaba Bella a su padre, a lo que él respondía que se estaba defendiendo muy bien con comida enlatada.

-¿Y cómo están todos por allá?- preguntó mi esposa a su padre

-Oh, bueno, bien... aunque Billy está algo preocupado por Jaco- comenzó a contarle Charly, frente a lo que Bella se alteró enseguida, pensando en que Irina podría andar metida en eso

-¿Qué ocurre con Jake, papá?- me puse alerta de la respuesta de mi suegro

-Bueno, ya sabes que anduvo de paseo por alguna parte antes de tu boda, no. Ahora dice que decidió irse a vivir a Boston...- ¿qué? Me quedé paralizado en esa parte de la conversación, intentando entender la manera de razonar de ese chucho... ¿qué se supone que iba a hacer a Boston?¿se le ocurrió justo ahora que Bella y yo viviríamos allí?¿o sea que nos perseguiría a donde quiera que fuéramos?¿o quería que lo adoptáramos como hijo?...¡demonios!

-¿Has escuchado lo que dijo Charly sobre Jake?- me preguntó Bella, luego que terminara de hablar con él

-Si, lo escuché- dije, visiblemente enfadado por la sola idea de tenerlo que aguantar ahora en Boston...

-A Billy no le dio motivo alguno de su apuro por irse a Boston, ¿de qué crees que se trate todo?...- me preguntó, como tratando de encontrar una respuesta a su pregunta... ¿acaso no le parecía obvio? Claro, ella y yo estaríamos ahora radicados en Boston, y que mejor para él que irse a vivir allí también...¡para terminar de joder mi vida!... "Contrólate Edward"

-No lo sé- respondí intentando guardar la calma

-¿Y en dónde estará viviendo?...quizás le podemos decir que se quede con nosotros mientras encuentra algo...- cuando dijo eso, estallé

-¡¿Qué? ¿Estás hablando en serio?¿quieres tener a Jacob metido en la misma casa que nosotros?¿qué te parece si invitamos a Tanya a vivir con nosotros también? ¡Qué te pasa, Bella!- estaba furioso

-¡Pero por qué reaccionas así! Es mi amigo, y debo ayudarlo, no puedo dejarlo solo...-

-Claro... ya veo que no lo puedes dejar...- dije, levantándome del lugar, dirigiéndome hasta la playa.

-¡Edward!¡¿a dónde vas?-

-¡Quiero estar solo!- dije, y salí, cerrando la puerta con violencia. Me senté en la arena frente al mar, y nuevamente un recuerdo se vino ahora a mi mente: mi familia aguardaba la embestida de los neófitos en el claro, mientras que yo intentaba mantener a Bella alejada del peligro que suponía eso para ella. Una conversación con Jacob en camping, mientras Bella dormía y él le profería algo de calor. Luego, Bella persiguiendo a Jacob pues este se sentía herido por enterarse sobre nuestra boda. Bella rogándole que regresara con ella, que no se dejara vencer en la batalla... luego Bella pidiéndole que la besara. Mi cabeza se colmó de esa imagen dolorosa hasta la médula. Ese beso tenía arraigado más que un simple beso, ahora que lograba verlo a través de mis propios recuerdos. Ese beso era más profundo de los que Bella y yo alguna vez nos diéramos. Claro, Jacob no debía tener ningún tipo de cuidado con ella. Yo sí. Enseguida, vi que ella se percató de que yo lo había presenciado todo, tomando la decisión en ese momento de dejarla en paz con él, dándole la opción de ser feliz con Jacob, como lo sería, si yo no hubiese aparecido luego de que la abandoné. De seguro las cosas hubiese tomado un curso normal. De seguro Bella me hubiese olvidado.

Me levanté, me deshice de mi ropa, y me lancé al mar, con todo el dolor y el resentimiento de aquel recuerdo que llegaba justo en ese momento a invadirme una vez más.

Soy su esclavo

Nadé unas tres horas, lo más lejos y lo más profundo que pude. Luego que llegué a unas rocas, me detuve a pensar nuevamente en todo. Primero, todo aquello que había recordado era parte del pasado, Bella asumió que aquello la confundió, nada más, pero que ella me amaba a mí. Segundo, yo había asumido la relación de amistad existente entre Jacob y Bella, y respetaría esa relación. Tercero... yo estaba celoso. Se supone que Jacob hizo el compromiso de dejarnos ser felices, entonces, ¿de qué trata todo esto de ir a vivir precisamente en el mismo lugar que nosotros?¿o acaso había algo más detrás de su decisión?...¡maldición! Rápidamente me di la vuelta y nadé velozmente hacia la playa. Cuando me acerqué, divisé la silueta de mi mujer en la playa. Ella estaba preocupada por mí, por mi arrebatada actitud que venía a estropear nuestra luna de miel. Nadé con más apremio hasta la playa, pues lo único que quería era acunarla en mis brazos y pedirle perdón las veces que fuese necesario. Y así lo hice.

-Por favor, perdóname, soy un imbécil. Te lo suplico, perdóname...- le dije mientras la estrechaba entre mis brazos, y la besaba en los labios, el cuello, los hombros

-Yo fui la que cometió el error, fui muy desatinada...-

-No justifica mi actitud. Perdóname, te lo ruego...- dije, tomando su rostro entre mis manos, y llevando mis labios hasta los suyos con necesidad. Ella se abrazó a mí con fuerza, haciendo de aquel beso una necesidad apremiante.

-Me preocupaste, desapareciste más de tres horas...- me dijo, cuando íbamos entrando a la casa

-Necesitaba despejar mi mente, tranquilizarme...- no le quise comentar sobre el recuerdo que llegó a mí, con nuestra discusión ya había sido demasiado. Sabía de todos modos, que ella se había quedado algo inquieta por aquello de Jacob, pero tenía temor de sacar el tema a colación. No podía leer su mente, pero la conocía y sabía que era así.

-Tus ojos... están oscuros...- claro, no me había alimentado desde el día de nuestra boda, y ahora que ella lo comentaba, en verdad tenía algo de sed

-Si, creo que deberé ir de caza esta noche, aunque odiaré dejarte sola...-

-Estoy algo cansada, y dentro de un rato quedaré profundamente dormida, así que ve en paz, no te preocupes de mí-

-Me iré luego que te duermas y regresaré antes de que despiertes- le avisé. Luego se acomodó sobre mi pecho, mientras veíamos algo de televisión sentados en el gran sillón. Cuando me di cuenta, mi esposa ya había caído dormida, así que con delicadeza la fui a dejar a la cama, para luego ir de caza, para regresar lo antes posible. Y así fue. Una cacería solo a unos kilómetros de allí con mi "plato favorito": Pumas.

Cuando regresé, antes que el sol asomase, ella seguía dormida profundamente, aunque estaba prácticamente atravesada en la cama y con las cobijas en el suelo, claro, estaba sudando de calor. Así que con mucha delicadeza, me acomodé junto a ella, trayéndola hasta mí. Enseguida sentí que se relajó aferrándose a mi cuerpo, descansando sobre mi pecho. La observé dormir, uno de mis pasatiempos favoritos. Era fascinante e intrigante a la vez. Podría adivinar en que iban sus sueños pues los exteriorizaba a través de su rostro, que cambiaba de expresión una y otra vez, además de lo gracioso que era escucharla hablar. Toda ella era mi fascinación, completamente. Desde lo oculto que eran sus pensamientos para mi hasta los delicados dedos de sus manos.

Despertó dando un gran estirón, luego me besó en los labios, contándome que había extrañado mi compañía por la noche.

-Y qué tal tu banquete de tiburones...- quiso saber

-No encontré tiburones, así que tuve que conformarme con peses payaso y pulpos- dije, mientras bromeábamos con lo de mi dieta.

Antes que se levantara, y como era temprano, le propuse llevarla a recorrer Sao Paulo y Río de Janeiro por algunos días, pues se pronosticaba nubosidad y lluvia, confirmado por supuesto por mi hermana Alice. Así que la obligué a irse sola a la ducha, mientras coordinaba la salida hasta la ciudad. Hicimos maletas y en menos de dos horas íbamos de camino. Me dijo que aprovechando que estaban en la ciudad, quería llevarle suvenires a la familia. Me parecía estupendo eso de que quisiera gastar dinero.

Cuando llegamos al hotel, quiso hablar de lo que había pasado con Jacob:

-Este...Edward... por favor no te enfades, pero lo de Jacob... ya sabes, me dejó algo preocupada...-

-Lo sé, y pensándolo mejor, más fríamente, tiene que haber una razón...-

-¿Crees que Irina...?-

-No. No lo creo. Si fuera así, se hubiesen comunicado con mi familia... aunque por lo que sé Jacob no se caracteriza por actuar con racionalidad, ¿no?, es más bien impulsivo...-

-Puede ser, pero siempre orillado por algo... no hace las cosas por hacerlas, además, están los demás muchachos, ¿no me contaste alguna vez tú mismo que estaban conectados con sus pensamientos los de la manada? No le permitirían algo así...- claro, la manada. Quizás Alice pueda averiguar algo con Sam o Seth...

-Haremos una cosa: le prediré a mi hermana que averigüe con Seth lo que ocurre con Jacob. La llamaré ahora mismo para pedírselo...- en ese momento, mi móvil sonó: Alice

-¿Edward? Bien, no había querido escarbar en tus cosas, ya sabes... pero en cuanto me vi involucrada, puse atención a lo que me pedirías. Así que hablé con Seth, y despreocúpate, que lo de Jacob no tiene que ver ni contigo, ni con Bella, ni nada con respecto a Irina- me contó Alice antes que yo le preguntase algo

-¿Entonces?¿por qué precisamente se va a vivir a Boston...?-

-Bueno, tómalo como coincidencia... veamos, como te lo explico...: Jacob imprimó de una chica que conoció en Boston. Eso es en resumen- claro, he ahí su arrebato de irse a vivir lejos de su casa, irse sin importarle nada... me hizo reír, de verdad no era nada de lo que yo pensaba. Bella vio que mi expresión se relajó hasta las carcajadas, cosa que la intrigó. Comenzó a tironearme de la camisa para que le contara de una vez lo que pasaba con Jacob. Así que me despedí de Alice y le conté. Ella se sorprendió tanto como yo, y quiso saber detalles, lamentablemente no los tenía.

-Seth no le dijo quién era la "desafortunada"...-

-¡Edward!- protestó, reprochando mi bromita

-Ok, perdona. No sabemos quién es, pero sabemos el hecho-

-De todas maneras, con el arrebato, quizás ni siquiera esté durmiendo bajo techo... ¿crees que Alice le ceda su departamento hasta que Jake encuentre algo?- ella no sabía que el departamento en Boston no era de Alice, sino de ella. Bien Edward Cullen, es momento de revelar el secreto:

-No creo que haya problemas... si tú no tienes problemas, claro...-

-Ya no viviremos ahí, estará desocupado... ¿por qué tendría que molestarme?-

-Verás... te lo diré: el apartamento no es de Alice, es tuyo. Le pedí que lo comprara y que lo pusiera a tu nombre- se lo dije mientras jugueteaba con sus dedos, sin mirarla, como si estuviese revelando un pecado capital. Cuando me atreví a levantar la vista, me miraba como escrutándome con los ojos entrecerrados, como aguantándose toda la fiereza para evitar lanzarla sobre mí.

-Dime una cosa, ¿el apartamento en La Florida...?-

-Ejem... ese... ese es mío, se lo compré a la dueña en cuanto supe que se estaba aprovechando de ti, con eso de que no quería repararlo... los montos de arriendo que depositabas están en una cuenta corriente... al nombre de un ficticio, claro...- cerró los ojos, ahora si aguantándose la ira. Luego bufó por la nariz, quitando su mano de entre las mías, y poniéndose de pie frente a mi

-Primero, Alice buscará a Jacob y le dirá que se instale en el apartamento de Boston por el tiempo que él quiera. Segundo, el monto de los arriendos los daremos a alguna institución de caridad. Y tercero: serás mi esclavo hasta nuevo aviso Edward Cullen- dijo ahora, tirándome sobre la cama y montándose sobre mí -no saldremos del cuarto hasta que yo lo diga- decía con la voz seductora que había estado ocupando este último tiempo que hacía que me provocaba, mientras me desabotonaba mi camisa con lentitud

-Será como tú digas entonces. Soy su esclavo desde este momento- dije, para rápidamente zafarme y ahora dejarla bajo a mi cuerpo.

Hacerle el amor se hacía cada vez más natural, ella decía que era por la práctica. Jamás en la vida que había logrado recordar, había algo con lo que yo hubiese disfrutado tanto, nada nunca me había apasionado como el amor por mi mujer. Esta sensación poderosa de amar con tal pasión no se comparaba con nada. El placer de sentir su cuerpo perfectamente acoplado al mío, era increíble. No hay calificativos lo suficientemente precisos para expresar como yo me siento cuando hacemos el amor.

Bueno, y los planes para recorrer la ciudad esa tarde se pospusieron hasta la noche, pues mi "ama" así lo dispuso. Cuando sus tripas comenzaron a removerse por el hambre, decidió que bajásemos a comer, y luego recorrer la noche carioca. La música, las personas y las costumbres de Sao Paulo, todo era nuevo para ella. El asunto de los tragos típicos también, pues le ofrecieron una caipirinha con una fuerte dosis de cachaza, que la dejó algo mareada, por lo que la tuve que cargar hasta el hotel.

Al día siguiente, rentamos un coche para viajar hasta Río de Janeiro, allí compramos un centenar de regalos y recuerdos para la familia y los amigos, incluidos los de la reservación, sus amigas de la universidad y mis alumnos. Ella se maravilló con el atractivo cultural y las edificaciones. El Cristo Redentor le pareció imponente, aún más de noche y con todo la iluminaria que lo hacía más llamativo y atractivo. En uno de nuestros paseos, a lo lejos se lograba divisar la favela que se levantaba en Río. Ese lugar me trajo recuerdos, que ya habían regresado a mi memoria hace algún tiempo, cuando recordé todo ese mal entendido desde la separación de Bella hasta creerla muerta. Durante ese tiempo me refugié en ese lugar. Me recordaba a mí mismo arrinconado en el lugar más oscuro de la habitación marginal, padeciendo mi sufrimiento.

-¿Edward?- mi esposa se dio cuenta que me quedé absorto durante un buen tiempo observando ese lugar, cosa que la inquietó -¿por qué miras hacia allá con tanta insistencia?-

-Lo que se ve allá- le dije, indicando el lugar donde se asentaban los barrios marginales -es la favela de Río. Digamos que estuve viviendo algún tiempo ahí...-

-¿Cuándo?-

-Cuando me alejé de ti, hasta cuando te creí muerta y fui hasta Italia- no hizo ningún comentario, sólo apegó su frente a la mía y me acaricio el rostro. Para ella era tan duro recordar esos meses como lo era para mi. Pero suerte que aquello era pasado.

-Bueno, sé que eras tú la que está dando órdenes, pero nuestros días nublados en Rio se nos agotan. Si gustas nos quedamos o podemos recorrer otra ciudad. Puedo andar con precaución...-

-No, no quiero arriesgar de que alguien te vea. La última semana que nos queda, quiero que estemos solos en Isla Esme- me indicó.

Ni ella ni yo podíamos creer que el mes de luna de miel en Brasil se nos estuviese terminando. Lo más probable es que si no hubiésemos hecho planes de ir hasta Florida a ver a Renée que celebraba su cumpleaños, hubiese estado encantada de quedarse. Pero buscaría el momento de regresar con ella.

COMENTE, NO SEA CRUEL CON LA AUTORA... Y=D