Disclaimer: Los personajes de Naruto no me pertenecen.


Tiempos felices

1

Inevitable


Gaara sudó frío, tensándose ligeramente sobre su lugar.

Su móvil vibró en el bolsillo, pero lo ignoró olímpicamente, sólo limitándose a mirar hacia el frente, sin ninguna clase de expresión en su adusto rostro.

— ¿Señor Sabaku?— de inmediato giró el rostro, enfocando sus vacías pupilas color aguamarina en la joven que estaba frente a él.

— ¿Sí?

—El doctor lo espera en su despacho.

Asintió, indiferente, descruzando los fuertes brazos para ponerse de pie. Caminó unos cuantos pasos, con la cabeza gacha y la mirada perdida.

¿Cómo era que había llegado hasta ése lugar?

¿Cómo era que habían llegado a esos extremos?

Quería convencerse a sí mismo de que ignoraba la respuesta, pero sabía perfectamente cuándo fue que todo había comenzado. Cuando fue que todo había cambiado.

— ¡Oh, Gaara! Es bueno volver a verte…

Sólo alzó la vista por una milésima de segundo, observando sin demasiada atención al hombre de traje elegante y cabello gris que se había puesto de pie para recibirlo. Y, bajando la mirada de nuevo, se encontró con la silla frente a aquel hombre, corriéndola con una mano para sentarse en ella.

—Hola, Kakashi— contestó, indiferente.

Hatake Kakashi frunció levemente los labios, chasqueando la lengua después para deshacerse de aquel gesto y sentarse frente a su nuevo cliente, quien se mantenía con la mirada baja.

Y suspiró.

Para Kakashi, era más que claro el motivo que había llevado a Gaara hasta su despacho ese día.

—Bueno…— suspiró— No quiero andarme con rodeos, así que…

—Por favor— asintió el pelirrojo, clavando la inexpresiva mirada en alguna parte del escritorio del peligrís, quien volvió a chasquear la lengua ante esa pequeña e innecesaria intromisión.

—En fin. No te preocupes; un divorcio siempre es tormentoso.

Gaara abrió mucho los ojos, alzando la mirada al instante, pues Kakashi había dicho la palabra que tanto había estado evitando, aquella que comenzaba con la letra "D".

¿Acaso era tan evidente su frustración?

Tembló ligeramente al pensar que así era.

Frente a él, Kakashi comenzó a revolver algunos documentos.

—Así que… se casaron por bienes mancomunados…— musitó el abogado, mordiéndose levemente la punta de la lengua mientras leía— Tres años de matrimonio, y decidieron divorciarse de común acuerdo, ¿verdad?— él sólo asintió lacónicamente como respuesta; Kakashi lanzó un suspiro cansado— Siendo así… eso simplifica mucho las cosas; sobre todo, teniendo en cuenta que no hay niños de por medio…

La mandíbula de Gaara se tensó.

Si tan sólo… un niño, sin duda, habría hecho que las cosas fueran muy diferentes. Su esposa -o casi ex- había insistido por tres largos años, pero fue él quien tuvo siempre la decisión final. Pero era estúpido pensar en aquello ahora; después de todo, bien sabía que ese no era el motivo principal de su divorcio. No el único, al menos.

Kakashi comenzó a explicar los pormenores de aquel fatídico asunto, pero Gaara ya no estaba oyéndolo. Su mente había comenzado a divagar cuando vio una fotografía que su abogado tenía sobre el escritorio; una en la cual se encontraba con su familia, esposa y tres hijos, todos sonriendo. Gaara reconoció de inmediato los perlados ojos de la esposa de Kakashi, pues Hinata Hatake fue la única amiga que había tenido durante sus días de instituto; la única chica en su vida hasta que llegó ella.

Aún recordaba perfectamente la primera vez que la había visto.

Cosas del destino, le había dicho su hermana tiempo después, y aún estaba intentando convencerse de lo mismo.

Si le preguntaran, Gaara podría describir a la perfección ése día; el sol brillando en lo alto, los cardenales que cantaban escondidos entre las flores de cerezo; la ropa que vestía; la canción que tarareaba mientras caminaba hacia la florería… Había sido una jornada muy atípica en su vida, puesto que, por primera vez en sus 16 años de existencia, se dirigía a comprar un regalo para una chica que no era de su familia; y no para una chica cualquiera, sino para la chica con la que tendría la primera cita de su vida.

Recordaba perfectamente las palabras de su hermano mayor quien, cuando cumplió los 16 años, había insistido hasta el cansancio que comenzara a salir con jovencitas de su edad, pues juraba -y perjuraba- que estaba comenzando a dudar seriamente acerca de sus preferencias sexuales.

Completamente abochornado y rabioso, decidió hacerle caso por primera vez, e invitó a Matsuri, una chica del curso inferior a la cual ayudaba en la clase de inglés, a tomar un helado.

Ese día, Gaara se habría presentado sin más, pero Temari, su hermana mayor, había insistido en que no podía llegar con las manos vacías al evento más 'importante' de su joven vida, y fue así como le dio la dirección de una florería que había visitado tiempo atrás para comprar flores a la tumba de su madre. Él no protestó, e incluso, aquella idea no le había parecido tan mala.

Recordaba que había tomado el autobús 206 y bajado en el paraje Yamanote. Recordaba haber contado los pasos que había caminado antes de toparse con la enorme florería que Temari había mencionado. Ciento treinta y seis, en total. Recordaba el suave tintineo de la campanilla de la entrada al abrir la puerta; el aroma a almizcle y jazmines en el aire; la frescura que se respiraba en el interior… pero, lo que más recordaba era a la bella joven que estaba tras el mostrador, brindándole la sonrisa más hermosa que había visto en su vida.

Ella era la joven más hermosa que había visto en su vida.

Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudarte?— le había preguntado con suavidad, abriendo muchos sus enormes ojos azules para observarlo.

Esa fue la primera vez que se había quedado sin aliento por algo tan simple como un gesto.

Él la conocía. Conocía a Ino Yamanaka, pues ambos asistían al mismo instituto, sólo que ella, una niña alegre, divertida y muy popular, nunca había registrado su existencia. Y no la culpaba, pues desde que tenía uso de razón había destacado por su habilidad de ser 'invisible' para los demás.

Hasta ese momento sabía que ella le gustaba, pero al verla sonreír de esa manera, y por su causa, le habían hecho aceptar lo inevitable: estaba tonta y ridículamente enamorado de ella.

Oye, ¿estás bien?

En ese instante no había tenido un espejo a mano, pero aún hoy podía jurar que su rostro se había puesto tan rojo como su cabello al notar la forma curiosa en que Ino lo miraba por primera vez.

Eh…yo… Mmm… s-sí, e-estoy bien…— fue lo único que pudo articular, rogando al cielo que la timidez no lo matara en ese instante. Y ella volvió a sonreírle, acelerando mucho su corazón con ese gesto.

Que bien… ¿necesitas algo?

¿Eh? ¡Ah! Sí, claro…— había contestado con nerviosismo, pues nunca se había imaginado en una situación semejante, hablándole a quien era su amor platónico desde el jardín de niños. Y quiso decir algo inteligente, algo interesante que conllevara a una conversación con ella; quería sorprenderla con sus conocimientos sobre cactus, sobre videojuegos o egiptología; lo que fuera con tal de prolongar aquel momento único de su adolescencia, pero, contra todos sus deseos, sólo añadió: — Quiero flores, por favor.

Y recordaba como ella había reído, claramente, por lo obvio de aquella tonta frase.

Por supuesto. ¿De qué clase?

¿Bo…nitas?— nunca antes -ni después- había tenido tantas ganas de darse un golpe a sí mismo como en ese momento. Sin embargo, distando de lo que creyó, ella no lo miró con mala cara, y rió con aquella musical risilla que se grabaría para siempre en su memoria. De aquella manera que había llegado a amar tanto con los años… Luego, todo fue mucho más sencillo; sobre todo, cuando ella, muy pacientemente, se había ofrecido a enseñarle todos los tipos de flores que existían.

De más está decir que nunca llegó a su cita con Matsuri.

— ¿Gaara?

La tranquila voz de Kakashi lo llevó de regreso a la realidad, provocando que pestañeara repetidas veces para luego volver a enfocar la mirada en el hombre frente a él.

—Disculpa, ¿podrías repetir lo último?— musitó con completa tranquilad, cruzando la piernas delante de su cuerpo mientras adquiría una posición de solemne concentración. Kakashi lanzó un pequeño resoplido, despeinándose los alborotados cabellos grises con una mano.

—Dije que, en estos casos, antes de iniciar los trámites de divorcio, es obligatorio que tú y tu esposa asistan a una sesión de mediación con un juez.

Gaara frunció el entrecejo.

— ¿Mediación?— indagó— ¿Qué se supone que debemos hacer?

Kakashi suspiró.

—Es sólo el procedimiento de rutina. Un juez los cita, ustedes se presentan. El juez intentará por todos los medios disuadirlos del divorcio; aconsejará terapias de pareja, pedirá que reflexionen al respecto y les dará una larga charla acerca de la santidad del matrimonio. Si, al terminar la sesión, tanto tú como tu esposa siguen firmes con la idea de la separación, se procederá legalmente.

Gaara bajó la mirada, dubitativo.

Tal vez, y sólo tal vez, podrían… quizá no todo estaba perdido aún.

El abogado se percató de inmediato de la turbación de su joven cliente.

—No debes preocuparte por eso. Los jueces harán todo lo posible por evitar el divorcio, ya sabes como son de conservadores respecto a eso, pero mientras ustedes se mantengan firmes, no tendremos mayor problema. Te lo garantizo.

Él asintió, aún cabizbajo.

¿En verdad quería que las cosas fueran así de simples? Claro que no, pero no había vuelta atrás, pese a que estuviera desgarrándose de dolor por dentro.

Continuar con aquello era lo mejor; no por él, sino por ella, la única mujer que había amado en toda su vida, y la única a la que jamás podría hacer feliz.

—Podemos evitarte la mediación si lo deseas— explayó el profesional— Claro que eso pondría ciertas trabas legales al asunto, pero, si lo prefieres así…

—Está bien— musitó con voz suave, alzando la mirada hacia el abogado— Arregla la mediación y llámame cuando tengas todo listo.

El hombre asintió en silencio, usando su mejor faceta profesional para no mezclar su vida personal con aquel asunto.

—Sí eso es lo que deseas…

—Sí.

—De acuerdo.

Extendió una mano y Gaara la estrechó. No obstante, cuando iba a retirarla, Kakashi lo retuvo.

—Escucha… el divorcio es un paso definitivo, Gaara. Ino y tú deben estar completamente seguros de que eso es lo que quieren— suspiró— Tal vez, si ustedes hablan al…— Gaara lo silenció con un ademán.

—Sabes que la amo. Pero a veces, el amor no es suficiente.

—Pero a veces sí.

El joven meditó unos segundos, luego observó el reloj del despacho.

—Se hace tarde y tengo una clase— argumentó. Kakashi soltó su mano.

—Bien. No te retrasaré más, entonces— él asintió.

—Saluda a Hinata y a los niños de mi parte.

—Lo haré.

Gaara iba a salir del despacho, pero se detuvo bajo el umbral. Miró de soslayo a su abogado por un efímero segundo, pero de inmediato volteó el rostro, siguiendo con su camino.

Amaba a su esposa. Y la amaba tanto que ya no quería dañarla. Y si para que ella fuera feliz debía alejarse, lo haría sin titubear.

—Gaara— Volteó hacia Kakashi, quien había salido tras él, enfrentándolo— ¿Estás seguro de esto?

El pelirrojo dudó un segundo, bajando la cabeza con aires pensativos. Finalmente, volvió a alzar la mirada, sonriendo con tristeza.

—Es inevitable— sentenció.


Fin capítulo 1.

Qué les pareció? Esta historia será un TriShoot, pero me gustaría conocer sus opiniones antes de terminarlo definitivamente.

Creen que ese matrimonio se podría salvar?

Espero sus review!

Gracias por leer!

Besos,

H.S.