Hola a todos. Aquí reportándome en FF desde... No sé, lo siento si alguno de mis seguidores aún espera la continuación de mis otras historias T.T la universidad se ha puesto muy difícil y con el trabajo, ni dan ganas de pensar.
Esta historia empezó a rondarme hace dos días y pues me dije ¿por qué no? y aquí está. Espero que sea de su agrado y amo Frozen, para mi, una de las mejores películas de Disney. Estoy de vacaciones, entonces trataré de adelantar lo más que pueda esta historia y las que me faltan.
Si les gustó, déjenme un review o alguna recomendación.
Disclaimer: Ni Frozen ni sus personajes me pertenecen, todos son propiedad de Disney, excepto la historia que está escrita por mi sin fines de lucro.
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Uno, dos, tres… Sonaban en su mente como unos apenas audibles susurros, la poca luz que pasaba por los barrotes reflejaba en el charco de agua que se había formado en el sucio y frío piso de la celda; el eco de las gotas al caer se estaban convirtiendo en un verdadero martirio para su cabeza, fastidiándolo con cada segundo que transcurría.
Miles de pensamientos de lo sucedido hace apenas una semana después del invierno provocado por la reina de Arendelle, comenzaron a embargar su mente por completo y una mirada salvaje apareció en sus ojos, que hubieran hecho temblar a cualquiera. "Hasta el mismo rey." Pensó con superioridad.
Dirigió una fugaz mirada a la habitación donde se encontraba "hospedado" y una sonrisa sarcástica se formó en sus labios.
"Un ambiente digno para un cuento de terror de los Hermanos Grimm." Rio secamente.
—Pero siempre tienen las mejores historias y no me refiero a los finales de éstos.
Se dijo a sí mismo, acompañados de crueles y oscuros pensamientos, el príncipe Hans de las Islas del Sur con una voz muy baja y apenas audible para cualquiera, incluso en la soledad del lugar. Su voz ya no se dignaba a salir de sus labios, días sin hablar con nadie lo habían hecho perder esa capacidad temporalmente, pero seguía diciéndose el mismo que no probaría nada que no fuera digno de un príncipe, menos aceptar la comida fría y la poca agua que le llevaban los guardias cuando era hora de alimentar al prisionero.
Sonaba como un estúpido juego y no flaquearía hasta que lo sacaran de ese estúpido lugar.
Sus padres seguían sin aparecer, ni siquiera se tomaron la molestia de ver a su hijo más joven al momento de llegar al reino hace unos días atrás, sospechando que se encontraban al tanto de la situación que se vivió en el reino de Arendelle.
Repudiaba ese nombre por completo, sin embargo su mente jugaba con él al no poder deshacerse de las memorias de ese lugar, al igual que la primera fría mirada que le dirigió la reina Elsa y la mirada inocente de la princesa Anna el día en que la conoció.
Se sentó lentamente en la dura cama de la celda, encorvando ligeramente su cuerpo hacia delante, enlazando sus manos, mientras dirigía su mirada nuevamente hacia el charco de agua que se hacía cada vez más grande, pareciendo querer encontrar respuestas en un espejo que no mostraba un reflejo.
Los sonidos del agua cayendo fueron disminuyendo gracias el eco de unos zapatos dirigiéndose al lugar, pasos lentos, pero firmes, resonando el metal de la armadura de los guardias con el sonido que producía su choque con las rocas del suelo.
"Parece que tenemos visitas."
Hans se puso de pie, dando la espalda hacia la puerta de la habitación y observaba el océano al otro lado de su ventana.
La cerradura resonó fuerte a sus oídos después de estar tanto tiempo en el silencio de las mazmorras y un fuerte rechinido sonaba cuando los guardias abrieron la puerta. Una figura delgada y delicada se adentró en el lugar al momento que les dedicó una mirada a los guardias de que los dejaran a solas.
—Ya les he dicho que no quiero nada de…— su voz se detuvo de pronto cuando su vista se percató de la persona que se encontraba a unos pasos frente a él.
—Hans. — dijo la suave voz de la mujer.
—Madre.
Fueron las últimas palabras del príncipe antes de dirigir su vista hacia el océano que se encontraba observando hace breves momentos y sea lo que fuera que su madre le estuviera reprendiendo, no le importó. Ya no le importaba más esa familia, su estúpido padre o sus estúpidos hermanos y todo lo que tuviera que ver con ese estúpido reino.
Siguió firme y sin inmutarse ante la figura de su madre que estaba detrás de él y a ella no parecía importarle que le estuviera dando la espalda, parecía siquiera que no quería estar ahí. El hombre mantuvo firme sus pensamientos en lo que había sucedido en Arendelle, desde que todos en el lugar se enteraron de los poderes de su reina, supo que debía hacer algo y que ese algo era matarla a ella. ¡Les estaba haciendo un favor! Supo que desde que llegó a ese lugar, le traería muchos problemas y aunque desde un principio, Elsa era su objetivo principal, llegar a ella en el baile de coronación y enamorarla para convertirse en rey. Escuchó siempre rumores de la futura reina Elsa, una chica fría y que al parecer no tenía una mínima preocupación por su castillo, el reino ni de su pequeña hermana.
Hasta que conoció a esa pura e inocente chica en el puerto, que como buen caballero quiso ayudarla hasta que se presentaron. "Princesa Anna de Arendelle." Todo el lío que había armado en su cabeza por fin iba tomando un curso y se aprovechó de la inocencia y sed de amor de la pelirroja para acercarse a la reina y algún día deshacerse de ella y no lo pudo haber puesto más fácil cuando mostró su descontrol en sus poderes y el ataque a su hermana.
En su cara se formó una malvada sonrisa, algo que su madre, por supuesto, no notó.
—Saldrás libre mañana de este lugar— dijo la reina apacible, a lo que Hans reaccionó con un pequeño movimiento de cabeza prestando atención a sus palabras —Al ser parte de la familia real y por nuestras leyes no se te condenará, pero deberás cumplir una sentencia en nombre de tu padre el rey.
—¿Qué dices? ¿Mi padre? — Dijo irónicamente el príncipe hablando por fin y quitando la mirada de la ventana para dirigirla a su madre —¿Estás hablando en serio? Yo no lo diría de esa manera cuando nunca se ocupó de su hijo debidamente, dejando ser la escoria de la familia, siempre menospreciado por sus doce hermanos mayores, sin necesidad de intervenir en asuntos de la familia real. — Soltó con veneno en su voz. —No lo consideraría de esa manera.— Dijo más tranquilo —Creo que más bien él cree que ahora me hace un favor, pero no me interesa y haga lo que haga no son más mi familia, pero tomaré su humilde oferta, tal vez empieza a tener un poco de lástima en mi persona.
La reina escuchó atentamente estupefacta todas las palabras que soltó el joven sin el más mínimo remordimiento.
—Tienes suerte que haya sido yo la que ha escuchado tu disgusto y deshonra. —Si bella mirada se frunció y tornó furiosa. —Lo pasaré por ahora y harás lo que se te ordene, ya hemos tenido muchos problemas con el reino de Arendelle y tenemos suerte de que Finch haya podido arreglar el tratado con la reina…
—No digas su nombre. — Comentó con cierto desafío y enojo, sin embargo sus ojos no iban dirigidos a su madre.
—…Con la reina Elsa de que no se cortaran los lazos comerciales. Saldrás mañana de aquí y esperarás órdenes. — Cortó la reina la conversación con el menor de sus hijos sin esperar ninguna respuesta de su parte hasta que escuchó una dulce y galante voz por parte del príncipe prisionero.
—Sí su alteza. — Dijo sarcásticamente al momento que realizaba una pronunciada reverencia.
Mantuvo muy brevemente su mirada fija en la cabeza inclinada de su hijo y después le dio la espalada. Abrió rápidamente la puerta de la celda, pero se detuvo un momento y de nuevo dirigió sus ojos celestes a la espalda de su hijo que de nuevo observaba atentamente hacia la ventana.
—¿Quién eres? ¿Dónde quedó ese dulce y amable hijo que tanto amaba? —Susurró más para sí misma que dirigiéndose al joven príncipe mientras salía y se escuchaba de nuevo la llave en el cerrojo de la puerta y los pasos se alejaban cada vez más del lugar.
—En Arendelle.
Dos semanas después.
La grandeza del palacio de Arendelle era algo realmente único a la vista de los visitantes del reino y de los mismos pobladores del lugar.
Como un día cualquiera era un bullicio en las calles, mercantes ofreciendo sus productos, personas comprando lo que necesitaran para alimentar a sus familias, viejos amigos saludándose y pequeños y grandes niños jugando alegremente entre sí y como se había declarado, las puertas del palacio abiertas de par en par por órdenes de la reina, mas sin embargo, ni un solo ruido se escuchaba en los pasillos del castillo, las habitaciones estaban vacías, sólo pasos constantes que se dirigían de un lado a otro haciendo los deberes del palacio se escuchaban en la planta baja como un constante patrón de sonido.
Un grupo de niños se acercaban rápidamente a la plaza que estaba dentro del castillo, lugar donde siempre iban a divertirse con la princesa Anna y el simpático muñeco de nieve Olaf. Al momento de acercarse al lugar, el silencio reinó en el lugar y los niños dejaron las risas de lado.
—¿Dónde están todos?
Para su sorpresa, un grito divertido llegó a sus oídos y rieron contentos.
—Hemos llegado amigo. Cielos, estoy exhausto, una larga mañana para recolectar y vender hielo, ¿no crees, Sven?
—Oh por supuesto que sí —Dijo Kristoff contestando por su amigo como siempre acostumbraba hacerlo.
—Vamos al palacio, quizá Anna ya esté despierta. Seguro me extrañó mucho estos dos días. —Dijo galante a su querido reno, mientras que Sven sólo le dirigía una cara de "Seguro tú la has extrañado más" por lo que el rubio despegó su mirada de la mirada divertida de Sven.
—Está bien amigo, pero es un secreto. —Dijo a lo que el reno sonrió satisfecho.
Comenzaron a caminar con paso tranquilo al palacio y conforme avanzaban, eran saludados cordialmente y alegres por la gente del reino.
Ya era bien sabido que él y la princesa Anna habían comenzado una relación justo después de los sucesos de hace unas semanas y a vista de todos, el palacio y la princesa nunca se había visto más feliz, además de que la reina lo había nombrado el Distribuidor y vendedor oficial de hielo de Arendelle. No se había acostumbrado por completo al trato tan cordial de la gente porque no estaba acostumbrado a establecer relación con otras personas, pero era por Anna por lo que lo estaba intentando.
"Anna." Pensó el joven rubio al mismo tiempo que una sonrisa se formaba en sus labios y pensó en los de su princesa.
—Vamos amigo, apresurémonos al palacio.
Ambos doblaron el paso divertidos mientras cruzaban las calles de aquel animado pueblo.
—¡Aquí vamos!
Una gran resbaladilla de nieve se había formado y en trineo bajaban a toda velocidad Anna y Olaf y salieron por los aires al momento de bajar entre risas.
Elsa por su parte observaba divertida el panorama ante sus ojos, las risas de alegría de los niños y la felicidad que emanaba su hermana era totalmente palpable. Era un día libre para ella, así que se tomó el tiempo para pasar tiempo con ella, lo que no pudo hacer por tantos años y una sensación de paz se colaba por su pecho. Todo iba bien y el control de sus poderes no podían ir mejor, hasta que por un momento los nervios llegaron a su cuerpo y su corazón latía muy rápido.
—Anna, ¡cuidado! No tan alto.
El trineo se descontroló por un momento, por la velocidad en la que se movía. Elsa hizo nieve frente a ellos para que no chocaran con una de las columnas o alguno de los niños que jugaban en la plaza.
Olaf rodó por un montón de nieve hasta quedar más ancho de lo que era, mientras que Anna voló, literalmente, la plaza, pero para su fortuna alguien se encontraba cruzando las puertas del palacio.
—Hey, hola a todos. —Saludó Kristoff a los presentes hasta que alguien cayó en sus brazos.
—¡Ah! Kristoff, ¡volviste! —La princesa rodeó el cuello de su novio en un afectuoso abrazo y le daba un beso en la mejilla. —Te extrañé tanto. —Dijo dulcemente cerca de su oído y lo observaba a los ojos.
Kristoff tenía una cara de confusión y eso provocó que Elsa lo mirara agradecida y enternecida al mismo tiempo.
—¡Anna! ¿De dónde has caído? ¿Estás bien? ¿No te has hecho daño? —Decía apresurado y a la vez preocupado provocando una risa por parte de la pelirroja.
Bajó de sus brazos para poder abrazarlo mejor, pegando su rostro a su pecho al mismo tiempo que el joven la abrazaba también.
—Estoy bien, no te preocupes. Estamos jugando en la nieve y con el trineo. Tienes que contarme todo, ¿qué tal las montañas? ¿Has recolectado mucho hielo? ¿Visitaste a los trolls? ¿Cómo están ellos?
—Wow, wow, wow. Tranquila o te quedarás sin aire. —Comentó divertido al saber cómo su princesa podía hablar sin parar, entusiasmada y feliz. Era una de las cosas que más le gustaba de ella. Una sonrisa siempre bastaba para hacerlo sentir mejor y tener en su mente aquel rostro lo animaba aún más en continuar con su trabajo para llegar pronto a verla.
—Kristoff.
—Hola su alteza. —Saludó a Elsa de una manera formal. Llevaba muy poco de conocerla y aún no se acostumbraba del todo a su presencia aunque ella le dijera tantas veces que con ella no necesitaba formalidades.
—Kristoff, recuerda lo que te dije, por favor. Sin formalidades, somos amigos. —Le sonrió al chico amablemente. —Deben estar exhaustos. ¿Por qué no llevas a Sven a los establos para que beba y coma algo y pasas a descansar y tomar algo tú también?
—Gracias, su al… Perdón, Elsa. —Le devolvió el gesto agradecido.
—Bueno, pondré una pausa a mi descanso, tengo algunos asuntos pendientes. Anna, Kristoff, desearía que me acompañaran en la cena hoy, les anunciaré algo importante.
—Claro que sí. —Se despidió de su hermana por unos momentos con un abrazo, uno de tantos que le faltó a ambas en esos años separadas y los que ahora vivirían juntas como una verdadera familia. —¡Vamos Kristoff!
Lo condujo dentro del palacio para que pudiera descansar un poco y le contara lo que pasó éstos días que estuvo ausente.
Ambos se despidieron de Olaf y continuaron su camino.
La rubia se encontraba de camino a su oficina para revisar algunos papeles de acuerdos comerciales que estaba estableciendo con otros reinos después del rompimiento comercial con Weselton, lo cual ella no lo tomó con desventaja, pues a pesar de los acontecimientos, varios reinos vecinos no se vieron muy afectados y siguieron contando con su apoyo incondicional con el reino de Arendelle. Hasta uno de los consejeros de las Islas del Sur, por órdenes de los reyes, evitaron que se rompiera el tratado para no perder un importante intercambio comercial, algo en lo que estuvo de acuerdo.
—Su majestad, ha llegado una carta para usted, proviene de las Islas del Sur.
—¿De nuevo? Gracias Kai, lo revisaré en unos momentos.
Y con una reverencia, siguió con su camino hacia las escaleras, dejando a la reina en completa soledad por el pasillo contemplando la carta que estaba entre sus manos. Llegó a su oficina y se dispuso a averiguar de qué asuntos podrían tratarse.
Abrió la carta con calma, pero curiosa al mismo tiempo. Leyó rápidamente el contenido de las letras que estaban hechas ni más ni menos que por el Rey de las Islas del Sur, algo poco común, ya que sus consejeros eran los que solían tener ese permiso para tratar asuntos reales, por lo que debía ser algo de urgencia.
Sus ojos celestes, leyeron y volvieron a leer una y otra vez las palabras escritas en el papel sin poder creer lo que sus ojos le estaban diciendo. Cuando todo el asunto pasó, pensó que por fin viviría tranquila junto a su hermana y reinando ante las expectativas de lo que hubieran querido sus padres y lo que esperaban sus súbditos y lidiando con los demás reinos; nunca se imaginó que esa paz duraría tan poco tiempo. Su mente debía de estar jugándole alguna broma, pero el sello real del rey estaba impreso en el papel junto con su firma.
—Esto debe ser una broma…
Debía tomar cartas en el asunto tan pronto como pudiera reunirse con los reyes y autoridades de cada reino aliado antes de que pasara algo peor y eso no lo permitiría.
Salió apresurada de la oficina topándose rápidamente con Gerda al mismo tiempo que Kristoff y Anna doblaban la esquina para poder dirigirse a una de las bibliotecas del palacio, pero pararon abruptamente su andar al ver a Elsa un poco más alterada, algo ya muy poco común en ella. Elsa, sin embargo, no se percató de su presencia por lo que prosiguió las órdenes a Gerda.
—Gerda, deprisa, necesito una reunión urgente con los consejeros de Arendelle y preparen las palomas mensajeras, necesito enviar un aviso importante a los reyes de cada reino aliado y no puedo esperar a un barco.
—Sí, su alteza, en seguida se los comunicaré. — Seguido de la conversación, dejó lo que estaba cargando a una de las trabajadoras del palacio para encargarse de las órdenes de la reina.
Anna observó preocupada a su hermana por la mirada algo angustiada que poseía, por lo que ambos se acercaron a ella, sintiendo el clima dentro del lugar, mucho más frío a pesar de que fuera verano.
—Elsa, ¿qué sucede? ¿Está todo bien?
—¡Anna! Que susto, lo siento. Se los comunicaré después, tengo que atender unos asuntos, — les dijo con una pequeña sonrisa para no preocuparlos y calmando más sus ansias — no te preocupes por nada. —Le dijo con un poco más de compostura desde que salió de la habitación y por último le dirigió una rápida mirada a Kristoff para que estuviera con Anna en todo momento, algo que Kristoff interpretó claramente.
Elsa se perdió al final del pasillo dejando a ambos confusos. Se miraron a los ojos por unos momentos al percatarse de la fina capa de hielo que cubría la alfombra por donde segundos antes Elsa había caminado y continuaron con su camino.
—¿Qué es lo que le sucede? ¿La viste? El hielo…
—No te preocupes, Elsa ya tendrá tiempo para hablarnos de ello.
La princesa lo miró a los ojos y con eso bastó para que se tranquilizara y le sonrió. —Gracias.
Kristoff no despegó su mirada de la de ella y tomó su rostro mientras poco a poco se acercaba a sus labios. Anna colocó sus manos sobre su pecho, tomando su camisa entre sus manos para impulsarse hacia él. Fue un roce cálido al principio y con su mano libre, la acercó más a él con una mano en su cintura mientras ella deslizaba sus manos hacia su cuello y profundizar el beso que tanto anhelaban desde que llegó al palacio. Sus cuerpos dejaron atrás el poco espacio que había entre ellos y un deseo apareció en la mente de ambos.
Pero se separaron unos segundos después, puesto que aún se encontraban a la mitad del pasillo del segundo piso, se encontraba en total soledad, pero en cualquier momento podían ser descubiertos por alguna de las chicas que servían en el lugar o peor aún, por Elsa.
Ambos se sonrojaron y la pelirroja colocó un rebelde mechón detrás de su oreja y bajando la vista hacia sus pies, riendo un poco nerviosa.
—Será mejor que nos apresuremos.
Sólo dio un solo paso, hasta que el rubio la tomó de la mano y le dio un fugaz beso en su frente para adelantarse en su camino.
—¡Hey! —Rio feliz y por un momento olvidó todo el asunto de lo que podría estar preocupando a su hermana y del asunto que les fuera a comentar unas horas más tarde.
—Bien, ya hice mi parte del trato. — Dijo una arrogante y molesta voz. —Encárgate lo más pronto posible de este asunto. Por culpa de esa inútil reina, casi todos nuestros aliados nos han dado la espalda. —Comentaba furioso el duque de Weselton. —Recuerda que debe ser en absoluta discreción. Nuestro pueblo no debe estar involucrado en ninguno de los planes.
—Ya verás que no.— Le respondió una voz más joven y grave.
No prestó más atención al anciano frente a él y se retiró del lugar sin que nadie se percatara de su presencia.
Gracias a la capa que traía sobre él, pasaba desapercibido por todos los habitantes de Weselton. Una sonrisa surcó de sus labios, deseando estar pronto a cumplir sus verdaderos objetivos.
—Mi querida Anna… Espero verte muy pronto.
