Prólogo: suppression

— ¿Puedo saber, que es esto? — El recién llegado preguntó señalando hacia la camilla en el centro del laboratorio mientras alzaba una ceja. Prefería preguntar primero antes de hacer rodar cabezas. A su espalda su superior le devolvió el gesto pasándose una mano por su cabellera negra y se encogió de hombros antes de responderle.

— Es un cadáver, Félix. – El aludido lo miró como si fuese un idiota antes de masajearse la sien presintiendo un futuro dolor de cabeza sintiéndose un anciano.

—Eso ya lo sé, gracias, Freud— Alegó sarcástico el de cabello cenizo. Freud rodo los ojos como si fuese un niño a pesar de duplicar su edad por lo que Félix decidió ignorarlo para observar con mas atención el cuerpo frente a el. Era delgado y pequeño aunque no superase los cinco años, la melena castaña caía sin vida en uno de los extremos de la camilla demasiado grande, la piel ya azulada era perforada por cables que conducían a tres bombas de nitrógeno líquido para evitar el paso de la descomposición mientras el rostro en forma de corazón estaba cubierto con una máscara conectada a múltiples máquinas. — ¿Quién es?

— No tengo idea...— Freud se encogió de hombros y le giño un ojo dándole una señal para que se acerque—...pero mira esto. — Anunció llamando la atención del otro que solo le miro aburrido. El moreno alzó una de las manos del niño muerto mientras concentraba su energía en la otra hasta crear una pequeña llama que ondeó en su dedo índice donde recorrió el espació hasta posarse sobre la del menor. El fuego se avivó hasta cubrir el brazo entero del cadáver y luego se extinguió de manera lenta sin dañar al cuerpo. Freud sonrió con un deje de malicia a su compañero quien colocó una mueca zorruna en rostro como respuesta — ¿Estás listo para lo que sigue, joven Félix?