"Amigas"

Sus delgados dedos se paseaban grácilmente por la melena rosácea de su amiga. Desenredaban aquellos cabellos finos y sedosos suavemente, como si temiera que las delicadas hebras se dañasen con el roce de sus manos.

Los largos cabellos de peculiar color hacían la voluntad de la chica obedientemente. El exquisito peine danzaba libremente sobre aquella suave seda. Cuando aquellos hilos estuvieron completamente lacios la dueña de estos se fue a recostar a la cama.

Las esmeraldas quedaron ocultas bajo sus párpados. Su día había sido algo tedioso.

Sintió como alguien se sentaba en la cama con ella. Una silueta ensombreció su visión. Sus orbes de color verde se dejaron ver lentamente. Y su mirada verdosa quedó hipnotizada bajo la intensidad de unos lapislázulis que la miraban directa, pero a la vez delicadamente. Aquellas gemas reflejaban suma tristeza, al igual que añoranza.
Sakura se incorporó de la cama algo extrañada por la reacción de su amiga.

—Ino, ¿te encuentras bien? —Su voz rompió con el silencio que había en la habitación; dispersando el ambiente tan agradable en el que se encontraban.

Su figura se quedó inmóvil, estaba sentada en la orilla de la cama. Al parecer se había adentrado en lo más profundo de sus pensamientos.

Una mano nívea se posó en el hombro de la rubia. Los cabellos dorados de esta giraron abruptamente, y en un abrir y cerrar de ojos las gemas azules volvían a dominar a las esmeraldas. En esta ocasión Sakura no hizo nada por librarse, quería escuchar los problemas de la chica.

—Puedes decirme lo que te aflige. Lo sabes. —Ofreció.

—Sakura… —Su voz era titubeante, al parecer rompería en lágrimas. —Yo-yo quiero saber por qué… — Pero no pudo terminar su frase, aquellas gotas saladas cayeron sobre el rostro de porcelana de su amiga.

Dejando a un lado sus sentimientos se levantó rápidamente de la cama, recogió su bolso; había decidido irse de la habitación e inventarle una excusa a su madre de que la pijamada se había cancelado.

Su mano ya estaba posada sobre la perilla de la puerta pero la encarcelaron contra la pared.

—¿Por qué sientes algo raro en el estómago, por qué tienes la necesidad de besarnos y por qué sientes la sensación de que no es lo correcto? —Lágrimas brotaron de las féminas.

La poseedora de la melena dorada no pudo evitar unir sus labios a los de la dueña de las hebras rosáceas. Sus labios tenían un sabor tan delicado a cerezas. Y su cuerpo emanaba un aroma que deseaba desde hace tanto tiempo poder sentir, rozar y oler, era simplemente exquisita.

Sus alientos se rozaban, era tentador morder los labios de la rubia, y no pudiendo evitar caer en la tentación los mordió, haciendo que esta soltara un quejido que rápidamente fue silenciado por el beso apasionado de la de ojos de esmeraldas.

Sus manos se volvieron cada vez más irrespetuosas, pero eso era lo que querían desde hace tanto tiempo… Demasiado.

1 de abril del 2010