Disclaimer: Harry Potter y su mágico mundo pertenece a J.K Rowling
Sky Red
Harry se removía y tenía la frente perlada de sudor, sus manos se enterraron en el cobertor dejando varios agujeros, giró e intempestivamente se enderezó, sus cobertores estaban corroídos y de sus uñas brotaba un líquido negruzco; recorrió la habitación con la mirada, sus pupilas estaban dilatados y sus colmillos desplegados, respiraba trabajosamente escudriñando el lugar entonces un suspiro calmado atrajo su atención, volteo rápidamente y sus ojos cayeron en la figura de Draco dormido, estaba algo despeinado y sus brazos se aferraban a la almohada, Harry suspiró aliviado y retiró un mechón de cabello del rostro del rubio sonrió al verlo hacer una mueca entonces. Se fijó en los agujeros en su cobertor, movió la cabeza cansado y con un movimiento de su mano los huecos desaparecieron al igual que el ácido que brotó de sus uñas, se recostó nuevamente de costado y apoyó su rosto en una mano observando a su pareja, Draco parecía tan tranquilo mientras que él otra vez no podía dormir; cerró los ojos y se tumbó de espalda, estuvo cerca de veinte minutos en esa posición pero nada lo calmaba así que se puso en pie, era mejor ir a dar una vuelta, se dijo y salió en completo silencio.
Se apoyó en el marco de la puerta y observó a su hijo dormir, su niño ahora aparentaba cinco años aunque sólo tenía cuatro. Harry sonrió, Rigel era un calco de Draco y no podía imaginarse perdiéndolo.
─Eso no pasará, no lo permitiré ─dijo en voz alta cuando las imágenes que lo atormentaban desde hace varios años volvieron.
Había tenido pesadillas desde hace algún tiempo, al principio eran constantes, una y otra vez volvían a él repitiéndose como películas de terror, Harry se acercó a la cama del niño y extendió su mano pero nuevamente estaba goteando ácido así que rápidamente se alejó y cerró los ojos, sus emociones de alguna manera provocaban aquello aunque sólo pasaba cuando recordaba aquellas escenas que lo venían atormentando.
Desde su regreso de Hvergelmir había tenido una visión o un recuerdo venido del futuro que cambió, había visto todo lo que había ocurrido, cada pequeño detalle que los llevó a aquel desastroso destino, se vio rechazando aquel pedido de ayuda, después mientras aún estaban en pleno concejo llegaron las noticias: Hogsmeade fue destruido y reducido a cenizas, Endimión y Darien estaban muertos, Helsing se movió entonces hacia Bucarest y una noche hubo una masacre en el concejo, todos se dispersaron para poder volver a sus países y protegerse; Harry se vio dejando a Draco y Rigel en el Castillo Negro mientras él y los nosferatus daban caza a loco cazador y su grupo, Harry se vio a sí mismo casi al borde la muerte después de una masacre desatada en pleno Londres dónde muchos murieron, muggles y magos que intentaron defenderse y frenar el avance de los neonosferatu, él estaba herido ya que tres de aquellos adolescentes vampiros lo habían logrado reducir, lo mordieron dejándolo muy débil y Sora, su familiar, se sacrificó para permitirle escapar.
Pero no todo fue malo, por lo menos vio el momento en que conoció a otro nosferatu: un niño un poco mayor que Rigel pero al que entreno para luchar más no podía olvidar los brillantes ojos que lo miraban con agradecimiento. Finalmente Amon y Vald consiguieron acorralar a Helsing y Amon pereció pero se llevó al cazador con él y durante dos años hubo una temporada de paz pero entonces todo volvió con aún más fuerza. Rigel ya tenía diez años y Harry había visto morir a demasiada gente, entonces un ataque al Castillo Negro destruyó la esperanza de Harry, todo era demasiado para él, se volvió frío y distante, dejó atrás sus sentimientos cuando encontró el cuerpo de Chris.
Después hubo otros ataques: Hogwarts cayó, Avalon de alguna manera fue invadido y Serena usó sus poderes al límite quedando suspendida en un estado de coma, poco después en un enfrentamiento Aurel murió protegiendo a Hermione pero lo peor fue cuando vio Grimmauld Place llena de sangre y en medio de todo halló el cuerpo de su hijo Rigel, estaba tendido en el suelo, de sus ojos y oídos salía sangre, un poco más allá estaba el cuerpo inerte de James. Harry sintió como se desgarraba su corazón al sostener el cuerpo de su hijo, lo peor fue cuando Draco apareció, sus gritos fueron desgarradores mientras acusaba a Harry de todo, el moreno hechizó a su pareja para protegerlo y evitar que pudiera lastimarse, al final de toda aquella pesadilla pensó que se volvería loco pero entonces se vio a sí mismo, era como verse en un espejo pero su apariencia era más oscura y había una tristeza muy profunda en su mirada ahora vacía y apagada.
«No los pierdas tú también, te di la oportunidad de evitar este desastre no lo eches a perder» dijo su versión futura antes de desvanecerse.
El moreno sacudió la cabeza, desde hace tres años tenía pesadillas cada noche y no podía descansar, a su mente siempre volvían esas imágenes, siempre veía a Rigel cubierto de sangre, a Draco dejándose morir lentamente, el cuerpo de Chris decapitado, a Aurel con un enorme agujero en el estómago y en momentos como ese no podía evitar ponerse de pie y recorrer todo el Castillo Negro revisando que todos aún estuviesen ahí, que aquel futuro había sido sólo una pesadilla, un mal sueño, pero tenía miedo, cada que lo recordaba el miedo se apoderaba de él y se manifestaba a través de aquel acido que goteaba de sus manos. No quería perder a nadie y se sentía desesperado porque tampoco se atrevía a contar lo que veía a nadie, no quería que Draco o los demás se aterrorizaran como él y aunque después de cada pesadilla cuando ya estaba calmado se repetía hasta el cansancio que habían cambiado aquel horrible futuro, que ya no había peligro, que todo sólo era un mal sueño muy dentro de su ser sentía que algo se les escapaba, algo no se sentía del todo bien, era casi como un presentimiento de un futuro desastre como la calma antes de la tormenta.
Miró una vez más a Rigel y sonrió, la habitación estaba a oscuras pero para él era lo de menos pues sus ojos distinguían perfectamente cada detalle, su hijo estaba a salvo y seguro en el Castillo Negro y nadie lo dañaría mientras él estuviese vivo. Con una sonrisa se acercó a la ventana, estaban de regreso en el Castillo Negro después de dos años de ausencia, lo hizo sobre todo por Rigel, el niño era muy hiperactivo y sus explosiones de magia habían dejado de ser esporádicas, Rigel de alguna manera provocaba a su magia para hacer lo que él quería y así fue como les había dado más de un susto cuando repentinamente desaparecía y nadie lo podía encontrar, Draco y los generales naga en más de una ocasión tuvieron que detener sus lecciones e ir a buscar al pequeño diablillo al que Harry jamás reprendía, Draco lo culpaba completamente de la conducta de Rigel y él aceptaba toda la culpabilidad, simplemente no podía evitarlo, era sólo ver esos lindos ojos y Rigel ya tenía la batalla ganada. Además sentía que se lo debía al pequeño por aquellas visiones y por haberse perdido los primeros meses del niño.
Fuera del castillo había empezado a nevar, estaban a sólo unas horas de Navidad y todo el castillo se vistió de fiesta. Harry suspiró, Draco estaba muy emocionado, Hermione y Carrie estaban igual y habían ido por el castillo llenando todo del espíritu navideño y de adornos. Un dolor de cabeza a opinión de Harry pero jamás lo diría en voz alta.
Sentado en el diván junto a la ventana el nosferatu se dedicó a contemplar como la noche iba transformándose en día.
─¿Papá? ─preguntó Rigel cuando abrió los ojos y vio a Harry apoyado en el marco de la ventana mirando hacia fuera.
─Buenos días hijo, mira la nevada que cayó anoche ─dijo Harry sonriéndole.
El niño salto de la cama y se trepo al diván junto al moreno, sus ojos brillaron emocionados al ver todo el exterior cubierto de un manto blanco.
─Así que aquí estás ─dijo Draco entrando a la habitación con el cabello aún revuelto.
─Buenos días Draco ─lo saludó Harry sonriendo el rubio observo la expresión algo distante de su pareja.
─¿Estás bien? ─preguntó, desde hace tiempo había mañanas en las que veía a Harry distante pero él nunca le decía qué lo atormentaba.
─Sí ¿porqué lo preguntas? ─cuestionó el moreno sonriéndole y Draco odió aquella sonrisa falsa que le mostró.
─Papá, papá ¿me darás mi regalo esta noche si me quedo despierto hasta la media noche? ─preguntó entusiasmado el pequeño rubio desviando la atención de los adultos.
─¿Tu regalo? ─dijo Harry ladeando la cabeza extrañado.
Draco arqueó una ceja, le había recordado a Harry que consiguiera el regalo para Rigel desde hace casi un mes atrás pero por la mirada sorprendida del moreno podía adivinar que lo había olvidado, otra vez.
Aurel tenía una sonrisa divertida al ver a Harry colocándose una bufanda y saliendo del castillo
─Sí sabes que a pesar del frio no enfermarás ¿verdad? ─preguntó el ruso divertido.
─Lo sé Aurel ─respondió Harry.
─¿Porqué siempre olvidadas las fechas importantes?
─No olvidé nada sólo debo ir por los obsequios que compre hace un mes y tengo guardados en Grimmauld Place ─masculló Harry.
─Claro está bien Harry no tienes que avergonzarte por ser tan olvidadizo ─dijo el rubio sonriendo. Harry lo fulminó con la mirada y desapareció dejando solo al guardián.
Aurel se rio un buen rato Harry jamás admitiría que había olvidado conseguir el obsequio para Aurel y Draco así que les dijo que iría a Grimmauld place porque allí dejo el obsequio de Cassy el ruso sonrió divertido y volvió a ingresar al castillo Draco y las chicas estaban muy atareados con quien sabe qué y Chris junto a james se vieron arrastrados a todo pero Aurel se libró del caos navideño cuando Harry le dijo que cuidara de Rigel
─¿Ahora donde estás pequeño duende? ─preguntó el ruso ingresando a la habitación del niño.
─Aurel ─la voz infantil venía de fuera, Aurel abrió los ojos aterrado cuando vio al niño sentado el alfeizar de la ventana con los pies colgado hacia fuera.
─Rigel ¿porque no entras? ─dijo el guardián nervioso, si el niño se caía y se lastimaba Draco lo asesinaría y Harry lo volvería a la vida sólo para poder matarlo a gusto nuevamente─. No debí aceptar cuidar de ese pequeño diablillo ─se dijo el ruso acercándose a la ventana.
Harry frunció el ceño y volvió su mirada a la tienda y a las pequeñas figuras de acción que exhibían, era víspera de navidad y él había olvidado el regalo de Aurel así como el de todos los demás y a última hora había ido a una tienda para conseguirle alguna nueva figurilla de acción a su friki guardián pero llevaba ya media hora viendo las figurillas y no sabía cuál comprar además si no se daba prisa Gringotts cerraría y él no podría conseguir tampoco el regalo para Rigel. Finalmente se decidió por comprar una figura dorada de una especie de guerrero, esperaba que Aurel no lo tuviera, pagó en la caja y se encamino al Caldero Chorreante, podría aparecerse directamente en el callejón Diagon pero eso causaría un gran revuelo entre los magos que recién se iban acostumbrando a tener vampiros y hombres lobos yendo por allí sin ocultarse. Harry suspiró, habían habido muchos cambios en la comunidad mágica británica pero aún habían algunas familias sangre pura que estaban renuentes a los cambios y la Ministra de Magia estaba teniendo una dura batalla para que los magos aceptaran los cambios.
Algo chocó contra el moreno que le hizo bajar la mirada y encontrarse con un par de ojos verdes opacos y un cabello dorado, parpadeó sorprendido y el niño lo imitó, Harry ladeó la cabeza extrañado pues el niño frente suyo vestía como muggle: un pantaloncillo corto, una camisa blanca y unos zapatos negros; más aquellos ojos dejaron al moreno estático, conocía a ese pequeño, lo había visto antes en sus visiones, jamás podría olvidar esos ojos ligeramente rasgados con el color verde tan parecidos y a la vez tan diferentes a los de su propio hijo.
─Hola, ¿estás perdido? ─pregunto sonriendo e intentando no asustar al niño.
El pequeño sólo se le quedo viendo y sus ojos lucieron sorprendidos pero la expresión seria no abandonó su rostro, Harry suspiró, teniendo en casa a un niño de cuatro años muy mimado había aprendido a armarse de paciencia, se inclinó frente al rubio y entonces lo notó el sutil aroma muy bien disimulado por la esencia de muggle, una mezcla extraña para el moreno.
─Hueles raro ─dijo el niño.
─Creí que no hablabas ─respondió Harry sonriendo, el pequeño rubio desvió la mirada avergonzado y Harry se pateó mentalmente, genial acababa de retroceder─. ¿Cómo te llamas? ─preguntó intentando que el pequeño no le dejara de hablar pero no obtuvo respuesta, al parecer hablar con el niño iba a ser una gran odisea─ Yo soy Harry, ¿vives por aquí? ¿Están tus padres cerca? ─preguntó pero el rubito seguía mirando hacia un lado, por un momento le recordó a cuando Draco se enfurruñaba y se negaba a dirigirle la palabra.
La puerta del Caldero Chorreante se abrió y un hombre de cabello castaño algo cano y ojos azules apareció, miró al niño, luego al nosferatu que reconoció al instante y el temor se apoderó del mago.
─¡Señor Black! Buenas tardes ─dijo nervioso antes de dar media vuelta y volver a entrar al bar mágico casi corriendo.
Harry suspiró con pesadez, esa era la reacción que siempre obtenía de los magos, le daban una muy falsa sonrisa y se alejaban con rapidez temiendo que Harry los hipnotizara o se los comiera lo que pasara primero, el niño rubio observó la breve interacción de los dos adultos y parpadeó muy confundido pero la confusión no le duró pues repentinamente sintió que sus pies abandonaban el suelo, instintivamente sus brazos se aferraron a la chamarra del moreno.
─Bien mi pequeño amigo sin nombre no puedo dejarte aquí solo donde te puede pasar cualquier cosa y como aún tengo que conseguir el regalo de mi hijo me vas a acompañar, espero no te moleste ¿vale? ─dijo Harry sonriendo, el niño miró a esos ojos verdes y no pudo evitar asentir.
El moreno abrió la puerta del Caldero Chorreante y todas las miradas se posaron sobre él y el niño que llevaba.
─Buenas tardes señor Black ─se apresuró a decir el dueño del lugar, Harry solo le dio una sonrisa y todos volvieron a lo que estaban haciendo aunque el moreno claramente oyó varios comentarios, algunos eran cosas como:
─¿Es ese Rigel Black?, creí que el niño tenía cuatro años.
─Pero tiene los ojos del nosferatu, debe ser su hijo.
─Malditos vampiros invadiendo la comunidad mágica tan abiertamente.
Al último comentario Harry frunció el ceño molesto pero decidió ignorar todo y continuar su camino hacia el muro de ladrillos que se abrió ante él.
─¿Esto es Narnia? ─preguntó entonces el rubio, Harry decidió colocarlo en el suelo y sonrió al ver el asombro y maravilla en los ojos del niño aunque él no tenía idea de qué era Narnia.
─Esta es la magia de navidad ─respondió mirando el agitado callejón mágico.
─¿Eres un espíritu? ─preguntó entonces el rubio.
─Podría decirse que sí ─contestó Harry después de pensarlo un poco y por primera vez vio una sonrisa en el serio rostro del niño.
─Sabía que eran reales ─susurró.
Harry y el niño recorrieron el callejón Diagon, cada tienda, cada escaparate y puesto del lugar sólo lograban maravillar más al rubio. Harry tenía su mano sujetando la del niño pero él no parecía notarlo siquiera y tampoco prestaba mucha atención a los magos que iban agitados de tienda en tienda tan absortos en sus compras que apenas y reparaban en el nosferatu más para el dueño de Florean Fortescue no pasó desapercibido el niño con ojos verdes cuando Harry decidió comprarle un helado al pequeño que aunque algo renuente lo aceptó y después de la primera probada se devoro rápidamente el cono para diversión del moreno, luego se encaminaron a Gringotts, los ojos verdes del niño recorrieron todo el edificio detallando cada tallado y escultura, cuando ingresaron no pudo apartar la mirada de los duendes asombrado y con algo de miedo mientras esperaban su turno en la ventanilla.
─Son los banqueros de este sitio, no te harán nada ─dijo Harry al sentir al niño tensarse cuando estuvieron más cerca de la ventanilla.
─¿Asunto? - pregunto entonces el duende mirándolos con aquella expresión estoica y ese brillo algo siniestro en los ojos.
─Deseo bajar a retirar cierto objeto de mi cámara personal ─respondió el moreno.
─Nombre.
─Harry Orión Black ─la respuesta del moreno terminó de atraer las miradas de todos alrededor suyo.
─Su llave señor Black ─pidió el duende mirando ahora al niño rubio que Harry había vuelto a coger en brazos.
Harry sacó la llave y la entregó el duende que llamó a otro que condujo al nosferatu hacia los carritos para poder bajar a las cámaras, el viaje en carrito fue algo bastante divertido para el rubio que se sujetó mientras descendían hacia el interior del banco.
Bajaron hasta la bóveda personal del nosferatu y después de abrirla el duende los dejó solos, el vampiro entonces llevó al niño dentro y luego de pedirle que lo esperara se puso a buscar aquello que quería darle a su hijo y tras muchos cofres abiertos y una pila de otras cosas dispersas a ambos lados finalmente lo halló dentro de un cofre: un anillo negro con una serpiente enrollada, su sello personal, el símbolo de su casa, entre los nosferatu cada uno tenía un sello diferente y Harry al fin había encontrado el suyo así que busco una cadena del mismo color y colocó el anillo a modo de dije, cuando Rigel cumpliera los trece años entonces podría usarlo en su mano. Sonrió satisfecho, se dio la vuelta y vio al pequeño rubio contemplando un grueso libro en sus manos que tenía un par de seguros en forma de garras, «Lo que se oculta en la noche» rezaba el título.
─¿Vamos? ─pregunto Harry, el niño alzó la cabeza sorprendido, miró a Harry y volvió la vista al libro.
─¿Puedo quedármelo? Te pagaré ─dijo y sus ojos brillaron, el moreno miró el libro y le tendió la mano, el niño algo decepcionado entregó el libro, Harry observó aquel enorme volumen y le lanzó un silencioso hechizo de revelación pero a parte de su extravagante exterior no parecía haber nada anormal, abrió los seguros y le dio una ojeada, era un libro de criaturas mágicas, la mayoría oscuras y extintas, también habían pequeñas historias contadas como anécdotas del autor.
─Está bien ─respondió Harry, los ojos del niño se iluminaron─ pero a cambio quiero saber cómo te llamas ─ambos se observaron largo rato y finalmente el rubio asintió y Harry le devolvió el libro.
─Mi nombre es Shoichiro Ducke ─el moreno suspiró, de todas las personas el nuevo nosferatu tenía que ser un Ducke el hijo de aquel famoso empresario que todos en el mundo muggle conocían.
─Bien Sho ya es algo tarde, vamos ─dijo el moreno tendiéndole la mano.
Shoichiro miró al hombre de cabello negro y se sujetó a su mano con confianza, algo muy dentro de él le decía que en Harry podía confiar, era esa voz que durante la mañana le había dicho se escapara de casa, cosa que no le había resultado muy difícil pues todos los sirvientes estaban entregados a sus quehaceres y nadie le prestaba la suficiente atención, además su padre esa misma mañana se había marchado a New York por una importante reunión, el pequeño rubio se quedó en silencio dentro de su habitación con un nuevo libro entre sus manos, iba a ser otra fría Navidad pero entonces lo oyó, una dulce voz llamándolo, al principio no prestó atención pero la voz se hiso más persistente así que se puso de pie y salió tras ella, era una voz sin cuerpo que lo llamaba desde las esquinas, una risa contagiosa se oía cuando el niño erraba la dirección y el constante:
─Ven Sho, vamos, corre, apresúrate ─la alegre voz lo hizo preguntarse si era algún espíritu invisible a sus ojos.
Recorrió la mansión sin toparse con nadie y como por arte de magia las puertas principales se abrieron para él permitiéndole salir sin ser visto y una cálida mano invisible lo guío a través de la ciudad, caminó mucho y sin descanso como hipnotizado, para cuando finalmente se detuvo estaba en un callejón muy lejos de casa, alzó la mirada y sobre una vieja puerta anticuada vio un letrero muy extraño, «el Caldero Chorreante» decía, dio un par de pasos y entonces chocó contra alguien, rápidamente volvió su mirada a esa persona cuyos ojos verdes le devolvieron la mirada.
─No temas ─le susurró su guía invisible.
Sho vio como el hombre se inclinaba frente a él y sutilmente olfateaba el aire, el niño lo imitó y descubrió algo sorprendente, aquel hombre no olía como las personas que conocía, olía diferente, con aquel sujeto no sintió miedo.
Lo que le mostró después sólo hizo que Sho creyera que Harry era Santa, un Santa muy diferente a la figura clásica un Santa un tanto oscuro pero Santa al fin y al cabo.
Sujetando fuertemente su libro se fue quedando dormido mientras Harry lo llevaba en brazos, había empezado a nevar pero no sentía el frío, sólo se sentía muy cómodo y pensó que tal vez así se sentiría si su padre lo cargara.
Harry suspiró eran casi las diez de la noche y su pequeño amigo estaba profundamente dormido, había sido un día muy largo y extraño más había encontrado a uno de los futuros nosferatu, acomodó mejor al niño y se detuvo frente a una gran mansión de dos plantas y enormes rejas de acero, había cámaras en la entrada pero Harry usó las sombras para bloquearlas así que sin problemas pasó por las puertas que se abrieron para él, en el centro del jardín había una gran fuente con un ángel de alas extendidas, dio un suspiro nuevamente, no sabía mucho de los Ducke a parte de que tenían una gran empresa de comunicaciones y tenían varias ramas más de diferentes negocios entre ellos una cadena de hoteles internacionales y eran originarios de Alemania, aunque todo eso era de dominio público, la familia Ducke era muy reservada y suponiendo que el padre de Sho fuese Dustin Ducke que el niño tuviera un nombre y rasgos japoneses era algo que no entendía, tal vez la madre del pequeño era japonesa pero dónde estaba entonces la madre de Sho, se preguntó mientras que caminaba por la mansión, asombrosamente no había nadie a parte de tres guardias y una mujer que se había encargado de hechizar en cuanto se la encontró en un pasillo.
Mientras caminaba por el lugar guiado por el aroma de Sho para hallar su alcoba notó lo fría que era aquella casa, no habían más que paredes blancas y finos muebles victorianos, todo el lugar era lujoso como sacado de una fotografía de diseño pero en todo aquello no había rastros de que un niño viviese allí y él sabía de eso, vivía en un castillo gigantesco y tenía un hijo de cuatro años que se las arreglaba para dejar juguetes en todos lados a pesar de los intentos de Zafrina, Draco y Dante de tener ordenado todo, Rigel siempre terminaba dejando la mitad de sus cosas repartidas por todo el castillo.
Finalmente Harry llego a la habitación donde se podía oler el aroma de Sho, la puerta era como todas, no tenía nada diferente, giró la perilla y descubrió una habitación fría e impersonal muy diferente a la colorida habitación que Draco, Zafrina, Narcisa y Hermione le habían decorado a Rigel, aquella habitación podría pasar como cualquier otra, nada en ella demostraba que pertenecía a un niño pequeño, la cama en el centro estaba cubierta con cobertores color verde que hacían juego con las sábanas, un escritorio perfectamente ordenado estaba apoyado cerca de la ventana y en una pared había un gran librero lleno de diversos libros sobre leyendas y mitos del mundo.
─¿Qué clase de vida llevas Sho? ─preguntó Harry cuando colocó al niño entre las colchas.
El moreno le dio una mirada a la ropa del rubio y sonrió, tal vez podría darle algo de color a aquel lugar. Con un movimiento de su mano le cambió la ropa por un pijama color rojo con snitchs doradas, sonrió divertido y hechizo el libro para cambiarle la portada y hacerlo más muggle. Después de arropar a Shoichiro estaba por marcharse y entonces recordó que en la casa no había visto un árbol de navidad así que con una divertida sonrisa hizo aparecer un pequeño árbol blanco en una esquina y dejó un regalo bajo el árbol con una nota.
En medio de Londres la niñera del pequeño Ducke junto con varios empleados de la mansión recorrían las calles buscando al niño, habían informado al padre de Shoichiro cuando este desapareció pero el hombre dijo que no quería escándalos y que primero lo buscaran ellos y si para la mañana no aparecía entonces recién darían parte a las autoridades.
─Maldito niño ¿dónde se habrá ido? ─refunfuñó la mujer y se acomodó la bufanda.
─Estoy congelándome aquí Mariel ¿por qué no llamas a la casa y preguntas si no ha vuelto? ─dijo el mayordomo principal.
─Supongo que tienes razón ─respondió Mariel y se dirigió a un teléfono público.
En la mansión de los Ducke una de las empleadas iba camino a su habitación cuando oyó un ruido y se dirigió al pasillo de dónde provenía, giró una manija y vio dentro, era la recamara del hijo de su jefe todo estaba en orden a excepción de que el niño que se había perdido estaba dormido en la cama y en una esquina vio un hermoso árbol de navidad color blanco que daba destellos de colores dando la impresión de estar cubierto de luces.
La mujer dio un paso atrás aterrada, había pasado por allí hace veinte minutos y no vio nada y ahora todo aquello la asustaba mucho, entonces el teléfono sonó, había uno en el pasillo así que contesto aún aterrada.
─Habla Mariel ¿Sho aún no ha aparecido? ─pregunto irritada.
─Él, él está aquí ─respondió la sirvienta nerviosa.
─¿Qué? ¿Apareció? ¿Cuándo? ¿Dónde? ─preguntó sorprendida e irritada la niñera.
─No lo sé, sólo está en su habitación durmiendo, lo acabo de ver ─respondió apoyándose contra la pared y sujetando el teléfono fuertemente, aún tenía miedo por lo que había visto.
─Vigílalo hasta que llegue, no lo pierdas de vista ─ordenó la niñera antes de colgar.
Harry se apareció en el Castillo Negro justo a las once y media de la noche, Draco estaba furioso y Rigel se había dormido, los demás estaban en medio de una fiesta aunque Cassy no estaba y Luna tampoco, ambas chicas habían decidido pasar aquella navidad con las familias de sus parejas, Cassy estaba con los Weasley y Luna con la familia del hechicero blanco. Oriana tenía ya diez años y había resultado ser un prodigio tanto así que fue admitida en Avalon ese mismo año y ahora se hallaba en la fiesta navideña que Serena organizaba siempre para los alumnos que decidían quedarse en la academia.
─Y bien Black ¿por que tardaste tanto? ─preguntó Draco fulminándolo con la mirada.
─Tenía que hallar el regalo ideal para nuestro hijo querido ─respondió Harry sonriendo pero al ver la ceja alzada del rubio supo que había metido la pata.
─Así que lo olvidaste, a pesar que te lo recordé desde hace un mes ─dijo el rubio arrastrando las palabras.
─Pero yo…
─Afortunadamente lo recordó así que no vale la pena enojarse, además es Navidad ¿no? ─intervino Aurel, Harry lo miró agradecido.
Draco achicó los ojos, no confiaba plenamente en el moreno pero bueno, era Navidad así que esa se la iba a pasar pero esperaba que aquello no fuese costumbre. Aurel se acercó al moreno y frunció el ceño al percibir un aroma extraño mezclado con el del moreno.
Dos días después Mariel, la niñera de Shoichiro, se marchaba muy molesta; el padre del niño había llamado preguntando por su hijo y cuando supo que él estaba a salvo en casa despidió a la niñera y a su mayordomo principal pues en un descuido de ambos Shoichiro se había perdido.
Harry una semana después sonreía satisfecho, Violett, una vampiresa creada por el propio Harry hace algunos años, una de la cual nadie sabía ya que así él lo había preferido y ella había estado de acuerdo, había obtenido el trabajo de niñera de Shoichiro. Harry estaba satisfecho con la nueva situación del niño que al cuidado de Violett tendría una mejora pero aún así Harry se sentía especialmente protector con él así que cada noche lo visitaba a escondidas de todos.
Pasaba largos periodos de tiempo en la mansión de los Ducke, después de que arropaba a Sho a veces se quedaba sólo observándolo y se preguntaba cómo fue capaz en aquel futuro de volver a ese inocente niño un soldado más para una guerra en la que él no debería haber peleado.
─¿Harry estas bien? ─preguntó Violett.
─Si no pasa nada ─dijo el moreno suspirando.
La vampiresa miró al niño dormido, un nuevo nosferatu, era asombroso como aquel pequeño que era tan frágil en algún momento sería uno de los mayores depredadores del planeta.
─¿El padre de Sho sigue en New York? ─preguntó Harry.
─Sí, suele llamarlo durante la hora del almuerzo para ver cómo está pero es un hombre distante ─explicó ella.
─¿Y Sho el que piensa?
─Es normal para él ya que ha crecido siempre así, cuidado por niñeras, o por lo menos es lo que dicen las sirvientas, ellas además le temen.
─Eso es natural en los nosferatu, los humanos nos rehúyen por instinto, yo lo sé, aunque al vivir con magos mi poder no los influyo mucho y más temprano que los demás aprendí a usar el encanto para atraer a mis amigos.
─El joven príncipe es un niño inteligente pero muy solitario, hasta ahora sólo ha estudiado en casa y nunca ha jugado con otro niño de su edad ─comentó la vampiresa mirando con ternura al rubio.
─Habrá que solucionar eso, por lo pronto encárgate de protegerlo y mejorar su vida y por lo que más quieras dale algo de color a este lugar ─pidió Harry, ella sonrió y el nosferatu desapareció.
Un mes después Harry ingresó en silencio al castillo y fue directo a su habitación, Draco estaba profundamente dormido, el moreno suspiró y se metió a la cama, fuera el cielo iba aclarándose mientras los ojos verdes se iban cerrando, estaba agotado y en un par de minutos estuvo profundamente dormido. Una hora después Draco abrió los ojos, su habitación estaba extrañamente oscura, se giró y vio a Harry completamente dormido, él entendía que el moreno era mayormente nocturno pero el último mes Harry pasaba más tiempo dormido que antes, además cuando Draco lo cuestionaba el moreno siempre evadía o cambiaba de tema.
─¿Qué me ocultas Black? ─preguntó
Harry seguía dormido, dio un suspiro cansado, tal vez había sido en parte su culpa pues hace solo un año había terminado sus estudios de pociones y de inmediato había recibido pedidos de todo el mundo, al parecer alguien había filtrado el dato sobre sus maestros y Draco se había emocionado tanto que pasó los últimos meses completamente atareado fabricando pociones y no había tenido mucho tiempo para estar con Harry, él al principio se quejó pero después sólo lo dejó estar y se dedicó a Rigel más después de Navidad fue Harry el que se había vuelto distante, siempre estaba distraído y dormía más que antes. Rigel era quien más lo resentía pues antes solía pasar gran parte de su tiempo con su padre y ahora apenas y lo veía. Definitivamente había algo que Harry estaba ocultando, Draco estaba muy seguro de eso.
Otro que tenía la misma seguridad de que el mago escondía un secreto era el vampiro ruso; Aurel sabía que Harry ocultaba algo, el último mes había visto al moreno salir del castillo cuando todos dormían y volver antes del amanecer, además siempre tenía aquel extraño olor en él, Aurel sabía que Draco no lo notaba porque no poseía el fino olfato de los vampiros y los demás pues no estaban cuando Harry llegaba de madrugada pero él definitivamente averiguaría que ocultaba su creador.
Hermione vio a todos sus compañeros y nuevamente notó que Harry no estaba con ellos para el desayuno, miró a Draco pero no preguntó, Aurel suspiró con aburrimiento y cerró los ojos, estaba cansado ya que Hermione les había obligado a cambiar sus hábitos nocturnos pero Aurel había pasado las últimas semanas espiando a su creador así que no solía dormir de noche y al día siguiente siempre estaba exhausto.
─¿Y Harry? ─preguntó entonces Chris.
─Está dormido ─respondió Draco.
─Si me hiciera caso y descansara de noche no tendría problema para levantarse temprano ─alegó la castaña de ojos bicolor.
─Pero los vampiros somos nocturnos Hermione ─respondió Carrie bostezando.
─Pues yo creo firmemente que es cuestión de hábitos, si duermen durante la noche no tendrían problemas durante el día ─insistió la castaña.
─Harry no es un vampiro más Hermione, él es algo especial ─dijo Aurel sonriéndole.
Draco suspiró, casi toda las mañanas era lo mismo, él desayunando solo junto a todos ellos y claro, con Rigel.
─Papá está más dormido que despierto Rigel ─dijo una voz que todos conocían.
─¡Papá, prometiste jugar conmigo! ─protestó el niño de cabello rubio.
Draco y los demás voltearon hacia la puerta del comedor donde Harry cargaba a Rigel mientras tenía los ojos cerrados y el niño rubio se los abría a la fuerza, Chris rió al ver a Harry caminar medio dormido con su hijo en dirección a la mesa, Carrie usó su poder y apartó un par de muebles para dejar el camino libre y con un movimiento de su mano apartó una silla para que el moreno se sentara.
─Buenos días chicos ─saludó el moreno dejándose caer en la silla aún con el niño rubio en brazos.
─Hola Harry ─respondieron juntos.
─Rigel creí que aun dormías ─añadió Draco.
─No, definitivamente estaba despierto y decidió saltar sobre mi estómago para despertarme ─respondió el moreno apoyándose bien en el respaldo de la silla.
─¡Papá! ¡Prometiste que me llevarías a ver el callejón mágico! ─protestó el niño.
─¿Cuándo prometí eso? ─pregunto Harry abriendo los ojos.
─Hace dos días.
─¿Piensan salir? ─preguntó Draco.
─Al parecer lo prometí ─respondió Harry volviendo a cerrar los ojos.
─No creo que sea prudente que lleves a Rigel al callejón Diagon ─comentó Draco revolviendo su desayuno.
─No pasara nada Draco, yo me encargare de cuidarlo además…
Harry abrió un ojo, una idea maravillosa acababa de ocurrírsele, sonrió antes de bostezar y mirar a los esperanzados ojos verdes de su hijo.
─Iremos al callejón pero después del almuerzo Rigel y sólo si dejas a papá dormir unas horas ¿vale? ─preguntó, el niño lo miró unos instantes antes de asentir.
─Está bien.
─Ahora se bueno y ve a vestirte mientras yo vuelvo a la cama ─dijo Harry, Rigel se bajó de su regazo y corrió hacia su habitación.
Harry con los ojos cerrados se dejó envolver por las sombras y desapareció.
Después del desayuno Draco volvió a su habitación pero Harry no estaba allí, caminó hacia la torre más alejada y allí en una habitación completamente oscura estaba muy cómodamente dormido su pareja, el rubio pensó en despertarlo pero finalmente desistió, Harry parecía muy cansado en los últimos días y él quería saber que le ocurría pero ya después le preguntaría.
Carrie miró la puerta cerrada en la habitación más grande del lado norte del castillo y tomó aire había algo que deseaba hacer pero antes debía hablar con Harry dio un par de pasos y tocó.
─Adelante ─dijo Harry, la chica abrió la puerta y se encontró a su creador con el cabello mojado y abotonándose una camisa blanca.
─No sabía que estas ocupado, yo puedo volver después ─se apresuró a decir.
─Tranquila Carrie me estoy preparando para llevar a Rigel al callejón Diagon ─respondió restándole importancia
─Oh claro, bueno yo… ─la chica miró hacia la ventana y lamentó que estuviera cubierta por las gruesas cortinas, Harry arqueó una ceja, Carrie siempre era bastante sincera y abierta con él y ahora parecía que le costaba hablar.
─¿Pasa algo malo Carrie? ─preguntó acercándose a la joven.
─Bueno yo y Chris, esto nosotros…
─¿Chris te hizo algo? ─preguntó Harry, la chica no lo miraba a los ojos─ Carrie dime si Chris te lastimó no importa que sea mi hermano si él te lastimo yo…
─¡No, claro que no! Chris no me hizo nada ─se apresuró a aclarar.
─¿Entonces qué ocurre? Sabes que puedes confiar en mi dime ¿qué te ocurre? ─insistió suavizando su voz.
─Yo, bueno yo quiero ir a Chamberlain y le pedí a Chris que me acompañara pero antes debía decírtelo porque después de lo que ocurrió yo, bueno yo quería ir a ver la tumba de mi madre ─dijo al fin la chica en un susurró.
Harry dio un paso atrás, Carrie quería volver a aquel lugar donde la habían tratado tan mal a buscar a esa mujer que la quiso matar, no comprendía ese cariño, no podía entenderlo. Carrie miro a los ojos de Harry y supo que era mejor dejarlo solo.
─Creo que fue mala idea olvídalo Harry ─se disculpó y salió rápidamente, cuando estuvo lejos de la habitación de Harry se limpió las lágrimas y se ocultó en su habitación.
La rubia se apoyó en la puerta y se dejó caer hasta el suelo reprendiéndose mentalmente, Harry tenía razón en molestarse, ella había sufrido mucho en Chamberlain y su madre nunca fue una madre modelo pero aun así ella quería ir aunque sonara algo masoquista, quería ir a ver la tumba de su madre, llevarle flores y despedirse apropiadamente porque a pesar de todo su madre pudo deshacerse de ella cuando era una bebé pero no lo había hecho y aunque nunca la considero más que un castigo siempre se encargó de ella claro hasta que aquello había ocurrido.
Harry miró la puerta cerrada, Carrie se había asustado de él, la había asustado pero no comprendía por qué ella quería ir a visitar aquel lugar donde todos la despreciaron y sobre todo aquella mujer, simplemente no lo entendía ¿por qué ella quería volver?
─¡Papá! ─el grito alegre de Rigel lo sacó de sus pensamientos con un fuerte golpe pues el niño se había aparecido sobre su cabeza.
─Rigel ─sujetó a su hijo para bajarlo de sus hombros.
─¿Papá, estás bien? ─preguntó el niño cuando Harry se quedó en silencio contemplándolo.
─Estoy bien pequeño ¿tú ya estás listo? ─preguntó sonriendo.
─Sí, papi me puso esta ropa nueva ─Rigel jalo la elegante camisa que Draco le había colocado.
─Creo que es demasiado elegante ─comentó Harry sonriendo.
─Tu amado esposo dijo que el hijo de un nosferatu no podía vestirse con cualquier harapo, que así los magos lo reconocerían como alguien de sangre pura y heredero de una importante casa sangre pura y otro montón de cháchara que ya no recuerdo ─comentó Aurel ingresando a la habitación Rigel rió y se apareció en la cabeza de Aurel.
Harry suspiró al ver a su hijo encaramado en la cabeza del guardián rubio que sonrió cuando el niño se sujetó de sus cabellos.
─¿Estás seguro de esto Harry? ─preguntó el ruso, todos sabían que los magos ingleses no se habían tomado muy bien que Harry hubiese transformado en vampiro a su salvador y había aún grupos de magos que querían exterminar a los vampiros pues los consideraban criaturas oscuras.
─Sí, digo, no creo que pase nada malo, vamos Aurel, yo lo cuidaré ─pero Harry tenía confianza en que nada ocurriría después de todo ya había recorrido el callejón Diagon con Sho muchas veces ¿que podría pasar?
─Está bien pero voy contigo porque alguien tiene que ayudarte a controlar al pequeño torbellino.
─Pero yo puedo con él ¿qué podría pasar? ─alegó Harry nervioso aún no quería que los demás supieran de Sho.
En ese momento las almohadas de Harry se transformaron en un gran león de peluche que empezó a flotar mientras Rigel reía alzando sus manos.
─¿Decías? ─preguntó el ruso.
─Okey tienes razón, tu ayuda me vendrá bien ─aceptó riendo nervioso al ver a Rigel riendo.
─Ya vamos papá ─apuró Rigel desde la cabeza de Aurel.
─Está bien, ya vamos Rigel pero hay una regla importante: nada de desaparecerse en el callejón y tampoco puedes transformar las cosas en peluches ¿vale? ─preguntó el moreno.
─Bien ─respondió el niño.
─Bueno entonces vamos a despedirnos de tu mami ─añadió riendo, le divertía que Rigel algunas veces llamara «mamá» a Draco.
─Está en su oficina ─indicó el niño.
Draco estaba apoyado en su mesa de trabajo y frente a él un caldero estaba hirviendo suavemente, tenía en sus manos el siguiente ingrediente pero su mente estaba en otro lado.
─Querido no soy un experto en pociones pero te aseguro que las colas de escorpión en esa poción harán que tengamos que reconstruir el castillo ─dijo Harry sujetándole las manos.
─Harry ─dijo Draco asustado.
─¿Esperabas a alguien más? ─preguntó el moreno divertido.
─Claro que no pero creí que ya te habías ido.
─¿Crees que me iría sin despedirme? ¿Tan mal esposo me consideras? ─soltó dramáticamente, el rubio se sonrojo y desvió la mirada pues había pensado que el vampiro lo estaba evitando.
─¿Aún irán al callejón Diagon? ─preguntó desviando el tema.
─Se lo prometí a Rigel y no pienso romper una promesa.
─Está bien pero cuida de Rigel, él aún no conoce nada fuera de esta isla ─pidió Draco.
─Tranquilo Draco estará bien, te lo prometo ─le contesto el rubio suspiró y asintió.
─Vamos confía en mi ─susurro el vampiro besando el cuello del rubio que se dejó hacer─ ¿confiarás en mí? ─pregunto girándolo para verlo a los ojos.
─Confío en ti pero no sé si tú confías en mi ─respondió el ex Slytherin. Harry soltó a Draco como si quemara y dio un par de pasos atrás─. Prometimos que no habría más secretos pero siento que algo me ocultas ─siguió Draco.
─Yo… te lo diré pero no ahora, por favor se paciente ─respondió Harry después de meditarlo un poco, Draco lo miro en silencio sopesando que responder pero finalmente cedió.
─Está bien pero ahora sólo me interesa que nuestro hijo vuelva sano a casa ─Harry sonrió aliviado, aún no se sentía preparado para contarle.
─Eso dalo por hecho ─respondió acercándose y apoderándose de los labios del rubio.
Harry salió tras unos largos 15 minutos en el laboratorio de Draco, Aurel y Rigel ya lo esperaban, sonrió y le tendió la mano a su hijo que corrió hacia él y Aurel le siguió.
─¿Están listos? ─preguntó el moreno.
─Bueno, vamos de una vez ─dijo Aurel.
Harry alzó a Rigel del suelo y salió del castillo junto a Aurel, los tres desaparecieron envueltos en sombras.
Draco se apoyó en el marco de la puerta,, Harry había aceptado que algo no le estaba diciendo pero prometió contárselo más el rubio se preocupó ¿qué podría ser tan grave como para que su tonto vampiro no quisiera decírselo? Observó el lugar donde Harry había desaparecido y rápidamente se dio la vuelta para ingresar, había descuidado a su familia así que por qué no darle una sorpresa a Harry y alcanzarlo en el callejón Diagon, podían pasar una tarde juntos.
Continuará…
