¡Hola a todos! Y... ¡Sorpresaaaaa!

Aquí estoy de nuevo, con la última de mis locuras: un fic corto (y con corto me refiero a que no tendrá taytantos capítulos como los demás que estoy publicando, sino que espero que no pase de los diez) basado en cómo me sentí cuando me enteré de que J. K. Rowling - la creadora de esa maravillosa saga en la que baso todos los personajes de este fic, y que por lo tanto no son míos y blá blá bláaaaa, y que ha creado el monstruo en que me he convertido - dijo que Ginny trabajó como jugadora de quidditch profesional, y después como corresponsal para El Profeta. ¡Porque sí! ¡Me sentí indignada! ¿A quién se le ocurre hacer que la novia (y después esposa) del hombre que más odia la fama y la manipulación mediática, y por añadidura a El Profeta, realice esos dos trabajos? ¡No les pega ni con cola! ¿En qué estaba pensando esta magnífica y genial mujer? Pensaréis que estoy loca, pero esa es mi opinión, y aquí la dejo, para quien le interese saberla o conocer mis desvaríos.

Así que este fic es una especie de "venganza" por cómo me sentí, para calmar mis demoníacos demonios, vamos.

Va dedicado a todos los que seguís mis fics incondicionalmente, escriba lo que escriba y me ralle cuanto me ralle (sois unos santos); también para todos los que leéis algo mío por primera vez (gran honor que me hacéis). Para todos, espero que os guste, y os agradezco de antemanoque hayáis decidido dar una oportunidad a esta pequeña locura.

Por favor, dejad reviews con vuestras opiniones, sabéis que son para mí como el aire que respiro.

INFINITAS GRACIAS

Rose.


Capítulo 1: El mundo patas arriba.

Sola en la que había sido su habitación en La Madriguera durante la mayor parte de su vida, Ginny acariciaba distraídamente su pequeño amuleto: una snitch dorada, la primera que atrapó como buscadora profesional en el equipo Holyhead Harpies. Adoraba y odiaba aquella pequeña bola por igual, porque le había dado muchas alegrías, pero muy a su pesar le recordaba a él, siempre a él, el buscador más apuesto y prometedor que había conocido, por quien durante mucho tiempo se pelearon los mejores equipos de la liga británica e irlandesa sin ningún resultado, ya que él tenía muy claro su futuro como auror. Sentada sobre la cama y con la mirada perdida en el pasado, hizo girar la pelotita alada entre sus manos y en un arrebato de frustración quiso lanzarla bien lejos de sí, deseó no haberla atrapado jamás, anheló con todas sus fuerzas no haberla cambiado por él, por el hombre de su vida, por aquel al que jamás dejaría de amar pero que había perdido para siempre por culpa de su propia inmadurez: Harry Potter.

Dos años atrás, cuando el entrenador de las Holyhead Harpies se presentó en La Madriguera para llenar su joven cabeza de promesas de gloria, con la intención de reclutarla como parte del equipo, ella llegó a creer que el mundo entero caería bajo sus pies, que haría grandes cosas… Sonrió amargamente al recordarlo, porque sí hizo grandes cosas, pero la cosa más grande que hizo, y que le dolería mientras viviera, fue perderlo a él.

Una vez más, la última conversación que mantuvo con Harry llenó su alma de dolor.

"Harry y Ginny habían cenado en Godri´s Hollow, en la casa de los padres de Harry, que él había reconstruido a gusto de ambos para que se convirtiese en su hogar cuando se casasen, y que por el momento ocupaba solo. La pareja se hallaba sentada en un sofá, ella sobre él, quien la tenía abrazada con adoración.

- Quédate a dormir, princesa – susurró Harry al oído de Ginny, de forma seductora, mientras acariciaba con mimo su largo y sedoso pelo pelirrojo.

- Esta noche no, Harry. He tenido un día muy duro de entrenamientos y estoy rendida – negó ella categóricamente, apoyando su cabeza en el pecho de él para tranquilizar sus nervios agotados.

- ¿Y cuándo, entonces? – quiso saber él, con un deje de amargura y enfado en la voz.

- Ya sé que últimamente casi no nos vemos pero…

- ¿Que casi no nos vemos?- el joven y apuesto auror hizo que Ginny lo mirase, mientras él la observaba con el reproche reflejado en sus duros ojos verdes - ¡Eso sería vernos algo! ¡Simplemente no nos vemos, Ginny! ¿Cuándo fue la última vez que quedaste conmigo?

- Hace más de un mes, lo sé… Pero te prometo que pronto esto cambiará – se defendió la chica, con voz cansada.

El moreno la levantó en brazos y la dejó sentada en el sofá, mientras él se ponía en pie y comenzaba a caminar por la estancia, nervioso. Ginny lo observaba preocupada, esperando que él se calmase y regresase a su lado. Pero Harry no se calmó, o quizá lo hizo demasiado, pues al sentarse junto a ella sus palabras fueron demoledoras.

- Llevas repitiéndome esa frase una y otra vez durante el último año. No cambiará, y tú lo sabes. Y yo ya no me siento capaz de soportar esta situación durante más tiempo – la decisión que había en su mirada hizo que el corazón de Ginny bombeara con desesperación.

- ¿Qué quieres decir con eso?- se atrevió a preguntar, apenas en un susurro.

- Que no voy a darte a elegir entre el quidditch profesional o yo, Ginny, porque es injusto para ti y porque sé quien saldrá perdiendo si lo hago. Pero yo no puedo más. Será mejor que dejemos de ser novios – sentenció él, manteniendo su mirada con firmeza.

- ¿Te has vuelto loco? – Ginny lo observó atónita, sin dar crédito a lo que acababa de escuchar - ¡Yo te quiero con toda mi alma! ¡Eres el hombre de mi vida! ¡Además! ¿Tú abandonarías tu trabajo como auror por mí? ¡No lo harías! ¡Confiésalo!

- Probablemente no,- negó él serenamente - pero nada en este mundo impediría que cada noche yo volviese a nuestra casa, a ese hogar con el que tú y yo tanto hemos soñado desde que nos hicimos novios, para compartir mis mejores horas contigo. Si a día de hoy todavía no nos hemos casado aún y no hemos fundado una familia es porque tú no has querido, por tu maldito trabajo que te separa de mi lado durante meses enteros, viajando de aquí para allá constantemente para jugar un partido tras otro, que te retiene en inacabables entrenamientos que te devuelven a mí siempre agotada, o que te arrebata de mis brazos para conceder miles de entrevistas a las que yo no puedo ni quiero acompañarte.

- Harry… - ella sintió cómo todo su mundo hacía aguas, cómo el sofá y el mismo suelo desaparecían bajo sus pies, y fijó su mirada en él, aterrorizada.

- No sé lo que esperas tú de mí, Ginny. Pero yo no soy un pelele en tus manos, ni en las de nadie – continuó él, ya sin ocultar el enfado que llevaba tiempo reprimiendo - Tan sólo deseo una familia normal, una esposa que desee tanto como yo que la estreche entre mis brazos cada noche, con un trabajo que la haga sentirse realizada pero que no la aparte de mi lado día sí y día también, que desee tener hijos en vez de miles de fans rendidos a sus pies. ¿Eres tú esa mujer?- preguntó de forma mordaz, taladrándola con la mirada.

- Harry, yo te quiero a ti – respondió ella con voz queda, pues aquello era en lo único que se sentía capaz de pensar, ahogada por el miedo y el agotamiento.

- Dime, Ginny. ¿Lo eres?- insistió Harry, traspasándola con sus ojos esmeralda.

- Yo… - ¡Merlín! ¡No podía reaccionar! ¡No era capaz de creer lo que estaba sucediendo!

- Tu silencio es más significativo que mil palabras. Espero que algún día yo mismo pueda perdonarme por lo que estoy haciendo, porque jamás dejaré de amarte. Pero prefiero alejarme de ti para siempre a vivir esta mentira. Será mejor que te vayas.

Él se levantó del sofá y caminó hacia el otro lado del cuarto, bien lejos de ella, perdiendo su mirada a través de la ventana, que ahora mostraba tan sólo negrura, como su propio corazón.

- No, Harry, te lo suplico… - no se atrevió a seguirle aunque, de todos modos, sus piernas no se lo habrían permitido. Sentía que, si se ponía en pie, caería al suelo sin poder evitarlo.

- Ojalá yo tuviera derecho a suplicarte que dejes de hacer aquello que te hace feliz…- deseó él, lleno de dolor, dedicándole una última mirada melancólica - Adiós, Ginny. Te deseo de todo corazón que sigas triunfando.

El amor de su vida salió del cuarto con paso firme y decidido, abandonándola en la más absoluta y desgarradora desesperación."

Ginny comenzó a llorar de nuevo como aquella noche, como había estado haciendo a solas todas las noches de su vida durante el año que hacía que Harry y ella se habían separado. No sabía si lo había perdonado, tan sólo que no podía evitar llorar por él noche tras noche. ¿Él la habría olvidado? Seguramente. Pensar aquello le dolió más que nada en el mundo.

¡Qué gran ironía! El primer día de su nueva vida, esa vida que a él tanto le habría hecho feliz, y ya no lo tenía a su lado para compartirla. ¿Se enteraría de que por fin ella había cambiado? Indudablemente. Ron y Hermione se encargarían de hacérselo saber. ¿Pero ese hecho variaría algo las cosas? Indudablemente, no. Comprender un año tarde que él tenía razón no le proporcionaba una perspectiva demasiado halagüeña. Además, no podía olvidar que él la había abandonado; él tenía razón, sí, pero se había marchado, sin más, la había abandonado.

Sabía perfectamente qué le diría su hermano Ron a eso: "¿Quién abandonó primero a quién, él a ti o tú a él?". Toda su familia lo adoraba, absolutamente toda; sus padres y sus hermanos se habían comportado de un modo cariñoso y comprensivo con ella; pero en el fondo sabía que, si hubiesen tenido que señalar un culpable de lo sucedido, sin duda sus dedos la habrían apuntado de forma unánime. Su corazón le dijo con fuerza que habrían tenido razón al hacerlo, pero también le recordó una vez más que Harry no había luchado por ella, que la había dejado para no volver.

Se enjugó las lágrimas con rabia y salió de aquel cuarto que ya casi nunca utilizaba, pues vivía en su propio piso desde que el quidditch le había comenzado a proporcionar una gran cantidad de dinero para gastar. Bajó las escaleras de forma distraída, viéndolo a él en cada peldaño, en cada recodo, deseando cruzárselo como había hecho cuando eran adolescentes, cuando él fijaba su mirada en ella intentando disimular todo lo que sentía por dentro porque sabía que ella salía con Dean Thomas; o después, cuando derrotado Voldemort él le robaba besos a escondidas al encontrarse con ella, intentando no ser descubierto por los hermanos de la chica, siempre dispuestos a fastidiarlo. En aquella casa ella había sido inmensamente feliz con él, por eso casi no la visitaba, prefería que sus padres fuesen a visitarla a ella en su apartamento. Pero aquel día todos tenían que celebrar la noticia de su nuevo trabajo en El Profeta como corresponsal deportivo, y la fiesta resultaría más familiar si se hacia en La Madriguera, más íntima.

Así que había ido a visitar a sus padres a primera hora, antes de presentarse por primera vez ante su nuevo jefe, para prepararlo todo para la fiesta que se celebraría por la noche y también para recibir un fuerte y cálido abrazo familiar, cargado con todo su ánimo y apoyo. Tenía los nervios a flor de piel.

Algo la detuvo en los últimos peldaños. La voz familiar de su hermano Ron casi gritaba de forma emocionada, mientras su prometida, Hermione, intentaba que no escandalizase demasiado.

"Harry Potter, el gran salvador, nombrado Director del Departamento de Defensa Mágica y Jefe del Cuartel General de Aurores", escuchó la pelirroja justo antes de sentir cómo su estómago subía a su garganta y sus pulmones hiperventilaban a causa de su corazón desbocado. Se vio obligada a dejarse caer sentada en el escalón más próximo a ella, sin poder evitar que un ruido sordo alertase de su presencia a todos los demás.

- ¡Por Merlín, Ginny! ¿Estás bien? – oyó la voz de su hermano George, mientras sentía cómo la alzaba en brazos y la llevaba hasta el sofá más cercano, depositándola en él.

Inmediatamente se vio rodeada por sus padres, George, Hermione y Ron, – quien todavía llevaba la edición diaria de El Profeta entre sus manos - que la observaban con semblante preocupado. Intentó mostrarse tranquila para que ellos no notasen su turbación.

- No es nada. Sólo he resbalado y he caído, nada más – aseguró.

Se dio cuenta cómo Ron y Hermione compartían una mirada significativa y fingió no haberlo notado.

- ¿Pero no te has hecho daño al caer? – insistió su padre – Te llevaré a San Mungo para que te revisen. Puedo avisar en el trabajo de que llegaré un poco tarde.

- No, papá, en serio – negó ella con la cabeza – Además, no quiero llegar tarde a mi primer día de trabajo.

- Está bien, pero yo te acompañaré hasta allí. Estoy seguro de que Harry lo comprenderá – afirmó Ron, mientras Hermione le daba un fuerte codazo sin poder disimular.

- Yo la acompañaré, Ron – afirmó la castaña, tomando a su cuñada por un brazo y llevándosela hacia la chimenea – Tú vete a trabajar, y no te preocupes – le dedicó una mirada de advertencia para frenar su incipiente réplica.

- De verdad, puedo ir sola – objetó Ginny, sin demasiada convicción. La verdad es que necesitaba la compañía de su amiga, su apoyo, para terminar de tranquilizarse.

- Tonterías – zanjó el tema su madre – Hermione te acompañará. Ella hoy tiene el día libre, y no le supondrá problema alguno.

- Claro que no – asintió la chica, agradecida por la ayuda de la Sra. Weasley – Vamos, Ginny. Tomaremos un café por el camino.

Las dos chicas usaron los polvos flu frente a la chimenea y se marcharon, dejando a todos los habitantes de La Madriguera muy preocupados.

ooo00O00ooo

Media hora después, Ginny y Hermione llegaron caminando a la puerta de el edifico que ocupaba El Profeta en el callejón Diagon. Habían tomado un tentempié en la heladería Florean Fortescue obligadas por la castaña, que había insistido constantemente en la necesidad de que Ginny se repusiese del "susto" antes de ir a trabajar. Las dos chicas no tuvieron oportunidad de entrar siquiera en el edificio, ya que el director de El Profeta en persona se cruzó con ellas en la puerta.

- ¡Te estaba esperando, Weasley! – saludó a la pelirroja con una amplia sonrisa - ¡Y qué bien que hayas venido con Hermione Granger! ¡Ella te acompañará al Ministerio de Magia!

- Buenos días, Sr. Abott – lo saludó Hermione, observándolo con suspicacia.

- ¿Cómo que Hermione me acomapañará al Ministerio de Magia? Allí no se practica ningún tipo de deporte, que yo sepa. A no ser que usted quiera que yo haga un reportaje sobre el Departamento de Juegos y Deportes mágicos – lo observó con mirada escrutadora, extrañada.

- Oh, no, querida. ¿Recuerdas que cuando te entrevisté para el puesto te dije que deberías pasar una prueba para conseguirlo definitivamente?

La pelirroja asintió, temiendo que de aquella conversación no saldría nada bueno.

- Pues esta es la prueba: harás un reportaje completo sobre la vida, tanto personal como profesional, de Harry James Potter, el flamante nuevo Jefe del Departamento de Seguridad Mágica. ¿Qué te parece? ¿A que es una idea genial? – le guiñó un ojo con picardía. – Para ello, pasarás un mes completo con él, te convertirás en su sombra.

- ¡Eso es imposible! – bufó Hermione, llena de desdén – Harry jamás se prestaría a una locura semejante.

- Tendrá que hacerlo; ya está convenido con Kingsley Shacklebolt, el Ministro de Magia. Ambos consideramos que será una oportunidad magnífica para acercar al máximo exponente de la seguridad de todos los magos al pueblo que ha jurado proteger. ¿No os parece?

Ginny no pudo articular palabra; de nuevo sintió que todo anclaje con el mundo le fallaba, así que se limitó a observar a su jefe con ojos desorbitados.

- ¿Harry está al corriente de esto? – interrogó la castaña al hombre, mostrándole una mirada severa.

- No es mi trabajo averiguarlo – afirmó tranquilamente, sin abandonar su sonrisa – sino el de Weasley.

- ¿Y por qué ella? – ahora sus ojos eran amenazadores.

- ¿Y por qué no? Es evidente, mi querida señorita – se encogió de hombros con tranquilidad.

- Usted es un miserable – Hermione casi le escupió.

- Vamos, señoritas, no nos pongamos dramáticos. Es tan sólo un trabajo… ¿o no? – volvió a guiñarle un ojo a Ginny de forma cómplice, a lo que la chica se sintió morir – Consigue un buen reportaje, Weasley, y el puesto será definitivamente tuyo. Dentro de un mes lo quiero en mi mesa, listo para publicar. Que tengáis un buen día, chicas.

Las saludó con un ademán risueño y desapareció tras la puerta de entrada.

Hermione abrazó a su cuñada con cariño, quien todavía miraba fijamente el lugar por donde se había marchado su nuevo jefe.

- ¿Qué voy a hacer, Hermione? ¿Qué puedo hacer? – murmuró Ginny, sin mover ni un músculo siquiera.

- Por lo pronto, vamos a hablar con Kingsley para que nos confirme lo que nos ha contado este sinvergüenza. Y si es cierto, que en el fondo no lo dudo porque este tipo es osado pero no idiota, y sabe que no le conviene engañaros ni a ti ni a Harry con una mentira semejante, no te quedará más remedio que apechugar con el "encarguito" o renunciar al trabajo definitivamente. Tú decides.

- Sé que puedo hacer bien el trabajo de corresponsal deportivo, lo sé – argumentó ella apasionadamente, y luego calló durante unos segundos, incapaz de continuar - No he vuelto a verlo desde aquella noche… - buscó apoyo en su amiga, pues sentía que nada en el mundo tenía sentido ya.

- Oh, tranquila, no ha cambiado mucho. Está igual de cabezota, de responsable, de serio… Eso sí, he de decirte que también mucho más guapo, más hombre, más maduro… No te lo había dicho antes porque todos decidimos que no se hablaría de él en tu presencia. Pero considero que ahora debes saberlo. Yo soy su mejor amiga, Ginny, y también soy tu amiga, así que no me voy a andar con medias tintas ni mentiras piadosas, ni contigo ni con él. Espero que ninguno de ambos busquéis apoyo en mí contra el otro, porque no lo conseguiréis; sólo me haréis enfadar. Y ya sabéis cómo soy yo cuando me enfado.

- Yo no quiero hacerle daño… - la miró con cara de reproche.

- Ni él desea causártelo a ti, sólo quiere vivir en paz. Así que afronta esta situación como la profesional que eres y después pasa página.

- ¿Sabes si él aún…?

- ¿Si él aún te quiere? ¡Por supuesto! Pero eso no impedirá que te trate como lo que ahora sois el uno para el otro: unos completos extraños. Ginny… - la tomó firmemente por el brazo – Tú nunca has querido hablar de esto, pero debo preguntártelo: Tú aún le quieres, ¿verdad?

La otra asintió quedamente, avergonzada.

- Oh, Merlín. Esto va a resultar duro y complicado para todos, no sólo para vosotros dos. Vamos cuanto antes al Ministerio de Magia y acabemos con esta incertidumbre.

Las dos chicas se marcharon hacia su destino, nerviosas y preocupadas.