Abrió los ojos. Aún los sentía muy pesados, pero su cuerpo ya deseaba despertar.

No podía moverse. Todo su cuerpo gritaba de dolor, estaba completamente dormido. Ya había sentido ese dolor de pesadez, como aquellas veces en las que el entrenamiento de Ludwig iba demasiado lejos y él quedaba totalmente adolorido por días… pero ésta vez era diferente. Se sentía aún más fuerte, un dolor casi intolerable, pero no tenía ganas de llorar.

Miró a su izquierda, tratando de alejar su vista de la lámpara que iluminaba la habitación, la cual se encontraba sobre él, justo arriba de su cabeza.

-… Ca… pitán…- lo llamó al verlo ahí, sentado a su lado.

-Oh, ya despertaste – el alemán sonrió, feliz –Buenos días, Feliciano-

-…- se quedó durante unos segundos admirando aquella imagen. Rió -¿acaso… estoy muerto…?-

-¿Eh?-

-Porque… estás sonriendo… a pesar de que se me hizo tarde para el entrenamiento matutino…-

Ludwig rió

-Tonto. Hace meses que no tienes un entrenamiento matutino, ¿de qué hablas?-

-… Cierto- Feliciano seguía sonriendo.

Admiró las blancas paredes, la sencillez de aquella habitación. Pero buscó algo más con la mirada, en aquél cuarto de hospital.

-¿Dónde está…?- preguntó, curioso y preocupado a la vez

-Tranquilo. La enfermera la traerá dentro de poco-

-… ¿Está… bien…?-

-…- Ludwig notó el miedo en la voz del italiano y le regresó una sonrisa –Sí. Es una bebé fuerte y sana. Su tamaño y peso son perfectos-

Feliciano volvió a recostarse en las almohadas y miró al techo.

-Qué bien… es un alivio…-

Siendo un hombre, a Feliciano en verdad le asustaba que la bebé no pudiese desarrollarse bien. Era por eso que se le había quitado un gran peso de encima, ahora estaba más tranquilo. Su peor pesadilla no se había cumplido.

Tocaron a la puerta.

-Oh, adelante-

Entró una mujer, de unos 25 años, de cabello y ojos castaños. Era una enfermera. Traía a la bebé en un moisés.

-Buenos días. Les traigo a la bebé. Ya la bañamos y vestimos, pero es hora de que coma- tras decir esto, le guiñó un ojo a Feliciano, para que éste comprendiera a qué se refería. Después de una reverencia, salió.

Feliciano había logrado guardar su compostura al verla entrando con su hija, pero en cuanto se fue, comenzó a rogarle a Ludwig.

-Dámela. Por favor, dámela, Ludwig. Quiero verla. Quiero conocerla-

-Sí, sí-

Ludwig fue hasta la bebé, con una cara seria, pero con el corazón latiéndole a mil por hora. Él también estaba emocionado. Él tampoco la había visto aún. En estos momentos estaba a punto de conocer a su hija.

-La tomó en brazos, con mucho cuidado, la bebé se veía tranquila, feliz- un leve sonrojo apareció en sus mejillas.

Era papá. Se había convertido en papá y en estos momentos tomaba por primera vez a su hija en brazos.

Ludwig se dirigió hacia Feliciano, quien aún seguía acostado en la cama, el dolor de la cesárea le impedía moverse.

Mientras lo veía acercarse, Feliciano grabó ese momento en su mente. Aquél momento en el que veía juntos a los dos seres que más amaba en este mundo. Al hombre que le había dado todo y a la pequeña criatura por la que lo dejaría todo.

Ludwig llegó hasta él y le dio a la pequeña. Feliciano la tomó con cuidado y con el miedo que cualquier madre o padre siente la primera vez que toma a su hijo en brazos. Con aquél miedo de hacer algo mal y lastimarlo o no saber cómo tomarlo y que el bebé comience a llorar.

Logró recordar las clases que sus amigos, Arthur y Francis, le dieron y la tomó cómo era debido.

La admiró durante unos momentos.

Su cabeza estaba casi calva, pero lograban verse unos delgados cabellos pelirrojos. Hizo una mueca. No era que no le gustara que fuera pelirroja, ni mucho menos por eso iba a quererla menos, pero él en verdad deseaba que su pequeña se pareciera al padre.

-¿Sucede algo?-

-… Su cabello es como el mío…- respondió Feliciano

-¿Eh? ¿Y eso que tiene de malo? Es hermosa. Tu cabello me encanta. Yo quería que ella se pareciera a ti-

-¡¿Eh?! ¿Entonces es tu culpa?-

-¿"M-mi culpa"?-

-Porque yo quería que ella se pareciera a ti. Pero si tú deseaste que se pareciera a mí y lo hace, entonces es tu culpa-

-…No me culpes a mí, es culpa de la genética…-

La pequeña se retorció un poco en los brazos de su "madre", se había despertado con el ruido.

Tanto Ludwig como Feliciano la miraron.

La niñita abrió sus ojitos lentamente. Sus ojos eran claros, como el cielo.

-¿Ya estás contento?- preguntó Ludwig, sonriendo

Feliciano no contestó, solo se quedó con una enorme y boba sonrisa, admirando los hermosos ojos de su hija.

De repente, los ojos de la pequeña se humedecieron y comenzó a llorar.

-¡Woah! ¡¿Qué pasa?! ¡¿La asustamos?!- algo tan repentino sorprendió a Feliciano, quien pegó un brinco –Oh, perdona linda. No hay nada que temer. Somos mamá y papá, ¿ves? ¿No nos reconoces?- comenzó a hablarle

-Debe tener hambre-

-¿Eh?-

-… Es que… tu lloras igual cuando tienes hambre…-se sonrojó el rubio

-Ah… o-okay… ¿y el biberón…?-

-… Bromeas, ¿cierto?- dijo Ludwig con cara de asustado

-¿Huh?-

-… ¿Quién te dijo que a los bebés recién nacidos se les daba biberón…?-

-¿Eh? ¿No es así? Bueno… eso me comentaron… Francis y Arthur… Ya sabes, ellos criaron a Alfred y a Matthew…-

Ludwig se llevó una mano a la cara.

-Umm… lamento ser yo el que te lo diga… pero… los recién nacidos beben leche de sus madres…-

-… ¿Qué…? Bueno, digo, eso ya lo sabía, pero… no soy una mujer… ¿De dónde rayos se supone que voy a sacar leche…?-

Ludwig se sonrojó.

-Hablé con Arthur… él dijo que… si funcionaría, si lo intentabas…-

-¿Eh?... ¡¿EHH?!-

-S-s-solo inténtalo-

-¡Pervertido! ¡Lo único que quieres es verme amamantando a un bebé!-

-¡No grites eso!-

Afortunadamente, el llanto de la bebé hacía que sus gritos casi no fueran escuchados.

-Sólo inténtalo, ¿quieres? O la bebé no parará de llorar- insistió Ludwig

Feliciano se sonrojó, pero estuvo de acuerdo, no perdía nada con intentarlo, ¿cierto?

Desabotonó como pudo su bata de hospital, por delante, hasta dejar su pecho descubierto. Acercó a la bebé y ésta de inmediato tomó el pezón en su boca y comenzó a succionar, como si fuera instintivo.

Sorpresivamente para Feliciano, la leche comenzó a fluir.

Estaba totalmente sonrojado, incapaz de mirar a Ludwig, sólo viendo como su pequeña se alimentaba.

-Te amo- escuchó que decía el alemán de repente.

Feliciano se sorprendió y lo miró. Ludwig no era muy bueno para expresarse y rara vez decía cosas como esa. Pero ésta vez lo había hecho. Le había dicho que lo amaba directamente, sin un queje de inseguridad o vergüenza en su voz.

-… ¿P-por qué dices eso tan repentinamente?-

Ludwig le sonrió y se acercó a él. A ellos. Besó a Feliciano con dulzura y después acarició con mucho cuidado la delicada cabeza de su niña.

-… Es hermosa…- dijo el rubio, ignorando la pregunta

-… Sí que lo es… Es Bellissima-

-… Bella… ese nombre es perfecto-

-¿Huh?-

-¿No te gusta? Significa "mujer hermosa" en italiano, ¿no?-

-… Sí… - Feliciano miró de nuevo a su pequeña y sonrió -… ¿Bella Beilschmidt?...-

-No suena mal-

Feliciano rió y miró con ternura a su amante. Volvieron a besarse.

…..

Bella continuó despierta aunque ya había terminado de comer. No hacía nada, realmente, simplemente estaba en los brazos de su madre.

El celular de Ludwig comenzó a sonar.

-¿Ja?- contestó éste –Oh, Kiku. Sí. Hmm… Sí, está bien. Claro, aquí estamos.- Y colgó en seco

-¿Kiku?-

-Ah, sí, vinieron a conocer a Bella-

-¿"Vinieron"?-

-Sí, bueno, todos-

Feliciano miró de nuevo a su pequeña, sonriendo

-Pronto conocerás a tu nueva familia, Bella. Vas a amarlos mucho-

De repente, la puerta se abrió de un golpe. Literalmente, Lovino había pateado la puerta con todas sus fuerzas.

-¡Si mi sobrina es tan fea como tú, voy a matarte, idiota patatas!-

-Hola hermano- lo saludó Feli, con la bebé aún en brazos.

Lovino ignoró por completo lo que le había dicho la nueva madre y había ido directamente a ver a su sobrina.

-… Bueno… definitivamente tiene sangre Vargas corriendo por sus venas. Tienes suerte de que no haya salido a ti, macho patatas-

-¡¿Y bien?! ¡¿Dónde se encuentra la nueva sobrina del asombroso yo?!- ésta vez el segundo tío, más ruidoso que el primero, entró a escena

-¡Señor, aquí no se permiten mascotas!- gritaba una enfermera en el fondo, tratando de parar a Gilbert y convencerlo de sacar a Gilbird, aquella linda ave amarilla que siempre estaba en su cabeza.

-¡Oh! ¡Así que es ella! ¡Es preciosa! ¡Digna de ser considerada mi sobrina!- Gilbert se acercó a Bella y le acarició una mejilla

Lovino golpeó su mano e impidió que siguiera tocándola

-¡No le pingas una mano encima! ¡Ella es mi sobrina! ¡Y no permitiré que se le pegué lo salvaje de los alemanes!-

-¡¿Hah?! ¡¿A qué te refieres con eso?! ¡Ella también tiene sangre alemana corriendo por sus venas, estúpido italiano!-

-Umm… Gilbert-san, Lovino-san…- Kiku, quien acababa de entrar, trató de detenerlos, sin lograr mucho.

-Hola, Kiku- lo saludó Feliciano

-Ah, hola, Feliciano-kun- y tras saludar cortésmente volvió a lo que hacía antes

-H-hola-

-Bonjour-

-B-buenos dí-

-¡Ahahaha! ¡¿Dónde está la bebé?!-

Arthur, Francis, Matthew y Alfred entraron a la habitación al mismo tiempo.

Los cuatro se acercaron a admirar a la recién nacida, pero, de nuevo, Lovino se puso en medio.

-¡Aléjense todos de ella! ¡Mi sobrina crecerá y será educada como una perfecta italiana!-

-¡¿Y qué tienen de "perfectos" los italianos?!- le gritó Gilbert

-¡Argh! ¡Otra vez tú!- Lovino volvió a lanzársele a Gilbert y ambos habían regresado a su inicial pelea

-Dios, en verdad, están en un hospital- los regañó Arthur

-Pero que mal educados son, ustedes dos- siguió Francis

-Ch-chicos… no creo que éste sea un buen momento para-

-¡Ajajajajaja! ¡No peleen! ¡Jajajaja!- gritó Alfred, interrumpiendo a Matthew

-…Cómo dije… las mascotas no están permitidas en el hospital…- susurraba desde la puerta la enfermera, ésta vez refiriéndose al Kumajirou, parecía ya haberse dado por vencida.

-Ni hao-

-Holaaa-

-Feliii, muchas felicidades-

-Hmm… Fe… licidades…-

Ahora habían entrado, en orden, Yao, Antonio, Elizabeta y Roderich

-Waa, que hermosa bebé, aru-

-Sin duda es preciosa- siguió el español

-Se parece tanto a ti, Feli- dijo con alegría la húngara

-Se convertirá en una hermosa dama- dijo Roderich

-Muchas gracias- contestó Feliciano

-¡Ah! ¡Chicos, cálmense ya, aru!- fue a regañarlos Yao

-¿Eh? ¿Qué sucede, qué sucede? ¿Por qué pelean?- Antonio también se unió

-¡Urgh! ¡Gilbert! ¡Santo cielo!- Elizabeta fue para tratar de detenerlo

-En verdad, ¡todos son unos maleducados! ¡Compórtense como se deben en un hospital!- pero nadie le había hecho caso al austríaco y se había terminado uniendo a la riña.

-A pesar de que todos están aquí…- susurró Feliciano, con una gotita saliéndole

Bella miraba con curiosidad la disputa que se llevaba a cabo frente a sus ojitos.

-Urgh….- Feliciano miró a Ludwig tras escucharlo gruñir entre dientes.

-¿Lud?-

El susodicho se puso de pie y caminó furioso hasta el lugar de la pelea.

-¡SILENCIO!- gritó y todos callaron -¡ESTÁN EN UN HOSPITAL! ¡HAY GENTE AQUÍ ENFERMA! ¡TODOS PARECEN HABER OLVIDADO SU MOTIVO ACTUAL PARA ESTAR AQUÍ HOY Y COMENZARON A CENTRARSE EN USTEDES MISMOS! ¡DEJEN DE DARLE UNA MALA PRIMERA IMPRESIÓN A MI HIJA!-

Todos se quedaron completamente inmóviles, como si estuvieran asustados o estuvieran de acuerdo con lo que el alemán decía.

Aún en los brazos de su madre, Bella comenzó a reír. Todos la miraron y sonrieron con ella.

…..

Tras entregar sus regalos a la nueva bebé, comenzaron a irse. Poco a poco la habitación se iba quedando más vacía. Matthew y Gilbert habían sido los primeros en irse… mejor dicho, en ser corridos. Las enfermeras terminaron llamando a seguridad para sacarlos de ahí.

Los últimos fueron Lovino y Antonio.

-Adiós, Bella. Oh, eres tan hermosa- le decía Antonio –Cuando crezcas cásate con el tío Antonio, ¿sí?-

Lovino lo golpeó.

-¡Sobre mi cadáver, bastardo pervertido!

-Jaja, era una broma, una broma- dijo Antonio

-Tch. Bueno, ya nos vamos. Ciao-

-Sí, cuídense, hermano, Antonio-

-Hasta la vista, Feli, Ludwig, pequeña Bella-

-Adiós- dijo secamente Ludwig

-Ni creas que te he aceptado como cuñado o padre de mi sobrina, estúpido macho patatas- le dijo Lovino y se fue, azotando la puerta.

-… Pero… Si es MI hija…-

Feliciano rió.

-Vaya que te tocó nacer en una familia extraña, Bella-

La susodicha ya se había quedado dormida. No importaba todo el escándalo que había, ella no dejaba pasar su hora de la siesta. Ludwig sonrió al notar cuanto se parecía a cierto italiano.

-Pero puedes confiar en ellos- le Ludwig a la bebé –Te amarán y te protegerán. Así que, crece y se fuerte para poder protegerlos tu también…-