Disclaimer: Desde las profundidades del lago, hemos osado revivir al último descendiente de la más antigua y pura familia mágica, un hombre que murió corrigiendo sus errores, porque un Black no debe morir. Los personajes le pertenecen a J.K Rowling.

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EL ÚLTIMO VÁSTAGO DE LOS BLACK

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The Darkness Princess & Lady Muerte


*º*º*º

El despertar de los muertos.

Era una noche fría y oscura de agosto, alguien se colaba entre las sombras de una gran mansión con una idea clara en su mente, caminó hasta el gran salón, donde se hincó sobre la vieja alfombra que adornaba la habitación, se despojó de su capucha dejando ver sus rizos desordenados, sacó de una bolsa negra cinco velas negra, alineándolas como si se tratase de las puntas de un pentagrama.

Respiró profundamente varias veces. La mano que sostenía su varita temblaba ligeramente, pero no había marcha atrás lo que haría esa noche estaba decidido.

Fuego —murmuró pasando su varita por las cincos velas, la habitación se iluminó parcialmente.

Nuevamente metió su mano dentro de la bolsa de donde sacó un frasco con cenizas de un fénix, las colocó en forma de una estrella con un círculo que las encerraba. Se colocó en el centro, donde puso un cáliz con agua proveniente del lago oscuro, ahí hundió el escudo de una ancestral familia, además de un hueso de un esqueleto humano y tierra perteneciente al cementerio, más específicamente de la lápida de la familia Black.

Se levantó la manga de su vestimenta mostrando su blanca piel y un símbolo pintado sobre esta, tomó un cuchillo de la bolsa, aventándola lejos del círculo. Inhaló con fuerza, mientras sentía latir su corazón vertiginosamente.

Su cuerpo no dejaba de moverse como una hoja al viento y todo por el miedo que la embargaba, pero eso no evitó que siguiera, tenía que seguir, no había llegado tan lejos para no ver cumplido su deseo. Empuñó la daga con determinación, tratando de encontrar el suficiente valor para realizar aquella magia oscura.

—Esto es por Harry y por mi. —Cerró los ojos y se cortó parte de su piel, dejando caer el preciado líquido rojo en el cáliz, soltó el puñal y sacó del interior de su túnica un pergamino, manchándola con las gotas de sangre. Alzó su varita hacia el techo y se aclaró la garganta, lo que estaba por pronunciar no podía tener errores.

"Despertad de los Muertos, pues bajó la húmeda tierra no está el descanso que buscáis. Venid ha este mundo. Volved a caminar sobre la tierra. Alzaos y derrotad a los que os derrotaron. Vuestro tiempo ha llegado una vez más."

"El tiempo no tiene principio ni fin, la eternidad del descanso es como la agonía de la tortura para vos, mortal. La carne se pudre, el acero se oxida, el tiempo no perdona, y tú volveréis a la vida… y cumpliréis con tu misión."

En este instante se dejaron escuchar relámpagos y truenos por todo el lugar, el viento corría por la casa azotando los cristales, apagando las velas, moviendo de su posición a la frágil figura de Hermione, deseando arrancarla del suelo, pero ella continuó de pie valiéndose de su terquedad.

Sólo tenía que aguantar un poco más.

Su varita emitió un rayo de luz ambarina que sobrepasaba el techo, dirigiéndose al cielo oscuro.

"Poderoso maestro de todo arte arcano, concédeme tu poder para traed aquí, ahora al último vástago de la ancestral y pura familia Black, que murió injustamente, hacedme poseedor de tu fuerza eterna en este instante, convertidme en instrumento de tu poder."

"Levantad y venid de las sombras, volved al mundo que te vio morir, hacedlo ya… te doy la sangre por la sangre, el hueso por el hueso, tierra por la tierra, volved del valle de los muertos…resucitad como un fénix de sus cenizas, yo seré la luz que necesitáis para regresad, seguidla, escucháis esta invocación… se el adepto y venid a mi… revivid, se como el fénix, resurgid de las cenizas."

Al terminar de recitar, cayó de rodillas completamente sofocada. Su varita rodó entre sus dedos débiles, parecía que la fuerza se le hubiese escapado de todo el cuerpo, lo sentía tan pesado que estar en esa posición significaba un gran esfuerzo.

En el cuarto todo era confusión un remolino giraba alrededor de ella, estruendos retumbaban, sombras venían e iban, observó su sangre seguir corriendo, la magia lo exigía así, por eso no había detenido la hemorragia. Su mirada se nublo y cayó inconsciente instantes después sin conocer el resultado de sus actos.

De repente todo cesó, un silencio sepulcral se apoderó de todo el lugar, cuando una llama de fuego apareció dejando un cuerpo, proveniente desde el mismo Valle de los Muertos, el cual respiró con tal fuerza que se escucho por toda la casa. Abrió los ojos de golpe observando algunas llamas a su alrededor, además de otro cuerpo a unos metros. Se miró así mismo, incrédulo, incapaz de explicar lo que estaba ocurriendo. Cerró sus manos y las volvió abrir, ¡tenía vida!

¡Que situación tan irreal y maravillosa estaba experimentando!

Se incorporó tambaleándose ligeramente, observándose completamente vivo, con un cuerpo palpitante y renovado. Colocó una mano en su pecho desnudo, sintiendo su corazón latir con fuerza.

Estuvo choqueado por unos instantes más, percibiendo la figura que yacía tendida a su lado seguía sin moverse. Aún no tenía pleno control de su cuerpo, pero eso no le impidió dirigirse a ella vacilantemente. Giró lentamente el cuerpo, encontrándose con un rostro femenino.

Lo observó notando que no podía tener más edad que él, a su lado había un pergamino y una varita. No estaba muerta, pero estaba cerca de estarlo, su pulso era débil, notó sangre regada a su alrededor que provenía de su otra mano, la cual mostraba una gran cortada, en medió de un símbolo.

Rápidamente, tomó su capa cortándole torpemente un pedazo de tela, la amarró lo más fuerte que podía en el brazo de la chica cortando la hemorragia. Tomó el pergamino y lo leyó, eran las palabras que él había escuchado, las que lo habían llamado y hecho regresar del lugar donde se encontraba.

—No puedo creer que haya utilizado esa magia… esta prohibida —dijo escuchando su voz, después de tantos años, tocó su garganta y sonrió complacido. No podía creer que estaba ahí, pero lo hacía e incluso tenía todos sus sentidos—. No tiene la marca tenebrosa —comentó aún más sorprendido, no entendía por qué una chica común haría tal invocación si no estuviese en las filas de Voldemort—. Tú… me invocaste, ¿por qué?, ¿quién eres?

«Necesito entender qué esta ocurriendo aquí.»

Separó sus pupilas de la chica para mirar el lugar que estaba destrozado, notando que era su casa. Se sentía emocionado, confundido… pero vivo al final. Era demasiado para comprenderlo en un par de segundos, volvió a mirar a la chica, como esperando que despertará ya de su sueño.

—¿Qué hacías aquí? ¿Acaso perteneces a mi familia? No se te ocurra morir sin darme respuestas…

Estaba completamente frustrado, terminaría loco si no obtenía una explicación lógica a esto. Finalmente la tomó en brazos, se levantó difícilmente y caminó por el lugar con ella, hasta subir tambaleándose las escaleras, percatándose que nada era como cuando él había estado ahí.

—¿Qué ha pasado aquí? —Llegó hasta su habitación, caminó por ella hasta llegar a la cama donde depositó a la chica, notando los colores verde y plateado que adornaban sus aposentos. Observó el blasón de la familia a la que pertenecía, pintado sobre su cama, junto con su lema "Toujours pur", además de los recortes amarillentos del periódico sobre el Señor Tenebroso que alguna vez había venerado.

El lugar estaba descuidado, parecían haber pasado años, desde la última vez que estuvo ahí y había señales claras de que alguien había estado revisando su cuarto. Anduvo hasta la puerta gritando el nombre de su sirviente, él cual nunca apareció, gritó el nombre de su madre pero nada pasó.

Buscó por todo el lugar lo que pudiera utilizar, encontrando frascos de pociones, regresó hasta su cama, donde yacía esa figura, tomó su brazo con cuidado, desató la cinta y colocó un ungüento en la herida.

La observó por un par de minutos, notando que su herida iba mejorando, al parecer había gastado la mayoría de su energía en ese hechizo. Ahora lo más preocupante era la cantidad de sangre que había perdido, tenía que atender esa situación cuánto antes, pero no tenía una poción para eso, tendría que ir a buscar una.

Fue entonces que se miró nuevamente, notando que no podía presentarse así, sin nada puesto, de inmediato buscó algo que pudiera usar, todo estaba llenó de polvo, escogió las prendas más decentes, las sacudió y se metió al baño, el cual tampoco parecía haber sido usado durante mucho tiempo.

«Si tuviera mi varita esto sería más fácil.»

Abrió la llave de la regadera que rechinó al ser girada, dejando salir un poco de líquido lodoso para después salir limpio e incoloro. Al menos había agua caliente, aunque eso no le hubiese importado después de mucho tiempo podía sentir como el liquido lo recorría, se miró nuevamente la mano izquierda, notando la innegable marca del Señor Tenebroso.

—¡Maldito! ¡Repugnante mestizo! —exclamó cerrando su puño con fuerza y hubiese seguido escupiendo su odio de no ver en su mano derecha otra marca, parecía ser un símbolo de un nudo, era muy parecido al que tenía esa chica—. ¿Qué demonios?

Llenó de incertidumbre, se terminó de bañar. Con el paso del tiempo sentía como sus fuerzas iban llenándolo, regresando a él lentamente. Era una sensación realmente extraña como si pasase de ser un fantasma a obtener un nuevo cuerpo, pero era su cuerpo y él no había sido un fantasma propiamente.

¡Por todas las gárgolas, esto parecía sacado de un cuento macabro!

Aún podía recordar su muerte, la sed que sentía, cada minuto de agonía, como había sido jalado por esas manos huesudas.

No, no debía pensar en eso ahora.

Cerró las llaves y echó su melena pelinegra hacia atrás sacudiéndola, caminó hacia el espejo donde con una mano lo desempañó. Observando su rostro con curiosidad, analizándolo, era él tal y como se había visto la última vez, sólo su expresión no era la misma.

Esa chica lo había arrancado de las entrañas de la muerte, era impresionante.

—Me volveré loco si no entiendo lo que esta pasando.

Se comenzó a vestir para después salir del baño y se dirigió a la cama, en donde se sentó cerca del cuerpo que yacía ahí, inocente e inofensivo, lentamente acercó su mano al rostro, retirando unos rizos de él, permitiéndole observarla mejor.

Acarició su cara, sintiendo su suave piel. No podía creer que estaba tocando a alguien más. —¿Quién eres? ¿Por qué lo hiciste? ¿Qué quieres de mí? —Llegó a sus labios resecos y pálidos.

Se levantó y salió de su cuarto, inspeccionó el resto del piso, notando que faltaban cosas, todo estaba muy descuidado, bajó hasta el vestíbulo en donde sabía estaba el retrato de su madre. —¿Dónde estará mi madre?... creo que han pasado muchos años… quizás ella… —Ni siquiera pudo decirlo, pensar en que pudiera estar muerta, le causó un profundo dolor.

Se acercó al cuadro y corrió las cortinas, notando que tenía parte del alma de su madre, pero parecía estar bajó un hechizo y entonces comprendió que su temor era cierto. Su madre ya no estaba en ese mundo.

Se permitió llorar frente a la imagen de aquella fuerte mujer.

No supo cuánto tiempo pasó, pero cuando sus ojos no tenían más lágrimas se levantó y siguió caminando por la casa, entrando al despacho, el cual estaba muy cambiado, parecía que alguien hubiera estado en él, observó los papeles que reposaban en le escritorio. Se sentó en la silla, comenzando a leerlos.

—¡Ese maldito sigue con vida!

Todo lo que había hecho era en vano. La desesperación y rabia que lo envolvió no tenía fin. Tardó en poder calmarse después de descubrir esa verdad. Y obligado por la situación, volvió a los documentos, encontrando en ellos una esperanza.

—Una Orden, ya veo… así que eso es lo que están haciendo para derrotar a ese mal nacido —Su rostro mostró una sonrisa torcida, buscó con interés la fecha—. Agosto de 1996.

Ni siquiera podía creerlo, era una fecha que no había imaginado, llevaba muchos años muerto, qué sentido tenía que una chica que no lo había conocido lo reviviera.

—Demasiado tiempo y ese maldito no puede ser derrotado. —Se levantó dejando el fólder. La mayoría de la gente que conoció debía estar muerta. Sintió una punzada de dolor en su pecho y como su rencor crecía. Sus ojos mostraban unas gotas cristalinas acumulándose al recordar todo lo que había perdido y todo parecía haber sido inútil, se limpió con rabia el rostro.

—No es momento para esto… ¿y Sirius? —Si había una resistencia luchando contra ese monstruo, su hermano debía estar con ellos, a él debían pertenecerle todos esos documentos, lo cual quería decir que seguía con vida. Salió del lugar, con una gama de emociones y sentimientos encontrados. No se habían llevado bien, incluso en el final habían estado en bandos distintos, pero ahora… los dos podían unirse para derrotar a Voldemort.

Llegó a la cocina, buscando lo que pudiera ayudarlo a crear la poción reabastecedora, abrió la alacena encontrando a un elfo petrificado.

De inmediato se agachó notando que era Kreacher, su fiel sirviente, pero al parecer por el también habían pasado los años, trató de ayudarlo pero fue inútil, para eso también necesitaba su varita, se sentía tan impotente.

—¡Diablos! —Se levantó y pateó la mesa que se encontraba ahí para después recargar sus brazos en ella, frustrado por todo— ¡Esto debe ser una maldición! ¡Estoy vivo y no puedo hacer nada!… ¡Arrrrhhhhgggg! —espetó dejando salir un grito de frustración y dolor, para después volver a su habitación.

Regresó abriendo la puerta de golpe sin sutilezas, a pesar de que sabía que la chica se encontraba ahí, la miró y después buscó entre sus cosas, una caja donde guardaba algunas cosas importantes para él, encontró algunos galeones.

—Al menos esto sigue aquí —mencionó con ironía, pronto amanecería y podría ir a buscar lo que necesitaba.

Recorrió las cortinas dejando entrar la oscuridad, abrió la ventana sentándose en el alfeizar, dejando que el viento entrara y acariciara su rostro. Respiró profundamente, calmando su mente alborotada.

Esperó meditabundo observando la nada, como el cielo se tornaba más claro, de vez en cuando miraba a la chica, a la cual cobijó con el cobertor más limpio que encontró.

Por fin su espera terminó, ya había amanecido se bajó del alfeizar y caminó hasta su cama. —Volveré… —Le prometió al cuerpo inerte, mientras acariciaba su cuello, sintiendo su pulso débil.

Dejó todo y bajó rápidamente, observó el reloj que se encontraba en la sala, marcaba las seis en punto. Abrió la puerta que daba acceso a la salida, no tenía miedo de salir, nadie lo reconocería, ¿quién pensaría que podría seguir tan joven?, pero lo que si lo tenía inquieto, era cuánto habría cambiado su mundo.

Caminó elegantemente hasta las rejas, salió a la desértica calle, en busca de un carruaje el cual no tardó en encontrar, lo abordó y le dijo al cochero la dirección, esperó pacientemente mirando con los ojos abiertos de par en par en paisaje que recorrían hasta llegar al lugar. Comparándolo con lo que él recordaba, resaltando los cambios. Pagó mirando el Callejón Diagon con curiosidad, observando gente venir e ir, rostros que no conocía, pero ahora no había tiempo para eso.

Entró a la Botica, pidió lo que necesitaba mientras el hombre se acomodaba en los lentes, para ver al chico frente a él, estaba seguro de que ya lo conocía.

—¿Nos hemos visto antes? Estoy seguro que me recuerda a alguien.

—No lo creo.

—¿Cuál es tú nombre?

—Tengo prisa, no puedo quedarme a hacerle la charla. —Le sonrió con sarcasmo y tomó las cosas entregándole un par de galeones.

Salió con pasos seguros mientras dejaba atrás una extraña sensación de confusión en el boticario. Caminó un par de pasos reconociendo el Callejón, compró el periódico del día para conocer lo que estaba pasando y estaba a punto de leerlo cuando algo más llamó su atención, un chico rubio platinado que caminaba elegantemente.

—Es… tan parecido a Lucius —murmuró para sí.

«Ese debe ser su hijo.»

Lo observó un par de minutos más antes de abandonar el lugar, abordando otro carruaje.

«Ya habrá tiempo para eso.»

Apenas llegó a la vieja casa y corrió por todo el lugar hasta su habitación, respirando agitado, se acercó a la chica con la poción ya destapada. Lentamente tomó su cabeza, abrió ligeramente sus labios y vació el contenido de a poco a poco.

Hermione entre abrió los ojos, pero todo era tan confuso, sintió un horrible liquido en su garganta, el cual no quería tragar, pero alguien la obligaba a hacerlo.

La observó beber la poción con reticencia, desvaneciéndose porco después sin darle la oportunidad de interrogarla. —Pronto estarás bien —mencionó dejando que descansara, mientras sacaba de su atuendo un pañuelo con el cual limpió los excesos del liquido.

Se levantó sintiendo una sensación de hambre en la base de su estómago. —No lo puedo creer, ahora esto — exclamó con una sonrisa tocando su abdomen, bajó nuevamente hacia la cocina, buscó algo que comer encontrando té… whiskey, algunas galletas, probó una, deleitándose con el sabor, comió unas cuantas más buscando que más podría probar, así estuvo durante un rato más hasta que se sintió satisfecho.

Volvió a su recamara donde había dejado el periódico, se sentó en su escritorio esperando que la desconocida que yacía en su lecho, despertará, ella podría ayudarle a entender todo o eso esperaba. Tampoco sabía si debía confiar en ella, lo había traído de regreso, pero ¿con qué intensión?, ¿hacerlo su esclavo?, ¿era ahora un tipo de inferi? No podía predecir lo que iba a pasar tenía que aguardar hasta que ella despertara, en las condiciones en las que se encontraba era poco probable que pudiera atacarlo, pero era mejor estar alerta.

Las noticias apenas le dieron una idea de en qué condiciones estaba el mundo mágico. Necesitaba averiguar más.

Pasaron varias horas más, estaba harto de esperar ya había aguardado mucho tiempo, años a decir verdad. Se levantó caminando desesperado por la habitación, cuando notó que la extraña chica despertaba se acercó a la cama.

Hermione abrió sus parpados, mostrando sus pupilas avellanas, parpadeó un par de veces más hasta que pudo ver bien, miró a su alrededor encontrando la figura de un extraño, brincó asustada haciéndose hacia tras.

—¿Tú… tú… quién… eres? —preguntó aferrándose al cobertor, mirándolo con los ojos muy abiertos. Instintivamente trató de buscar su varita, pero se asustó más al notar que no la tenía con ella.

Él la miró extrañado, no esperaba esa reacción, ¿acaso lo había regresado a la vida, sin saber quién era? ¿No tenía un planes para él?

—Soy… el último vástago de la antigua familia Black —respondió como la gran sorpresa que se había llevado ella, incluso se había puesto blanca—. ¿Quién eres? ¿Y por qué me has llamado?

Hermione no podía creer lo que había escuchado, él era el último vástago, eso no podía ser verdad, ella había llamado al padrino de su amigo, ¿acaso ese era él de joven?, ¿no tenía recuerdos de ella? Lo miró estudiándolo, su cabello negro, peinado hacia atrás, solo un mechón caía por su rostro, era demasiado joven como para ser el hombre al que ella había invocado, pero sus rasgos eran tan parecidos a los de Sirius Black, sus ojos eran tan plateados como los de él, así como su notoria altanería y elegancia.

—Yo… tú… bueno… ¿eres Sirius? —cuestionó nerviosa y temerosa.

Regulus la miró confundido.

—No, yo soy Regulus Arcturus Black —aclaró firme— ¿Por qué piensas que soy Sirius? ¿Él…él esta muerto? ¿Por qué me invocaste?

—No, no puede ser —mencionó espantada— ¡Yo… no te invoque a ti!

—Sí lo hiciste, yo soy el último vástago de la familia Black. ¿No es lo que recitaste en tu hechizo? —cuestionó clavando su mirada acusadora en la chocolate de ella, podía notar en su expresión el temor y la inseguridad.

—Sí… pero… —No sabía qué decir, esto no debía pasar, él no era el que debía volver. «¿Cómo me pude equivocar? Esto esta muy mal, muy mal. Ahora, ¿qué haré?, ¿qué le digo?» —Bueno yo, tú…

—¿Por qué? ¿Por qué dar tu sangre por mi? —Presionó sin entender aún qué le sucedía a esa chica, cuando la puerta se abrió dando paso a un anciano. Ambos voltearon reconociéndolo.

—¡¿Qué es lo que ha pasado aquí?! —cuestionó con un tono enérgico, avanzando hacia ellos, mirando al vástago— ¿Qué ha hecho señorita Granger?

—Yo… profesor Dumbledore —Sus labios temblaron, no se suponía que ese chico estuviera ahí, no era él que debía volver, para esta hora, Sirius ya estaría de vuelta y sabría cómo arreglar todo, pero ahora, ¿cómo hacerlo?

—Regulus Black —pronunció el Director observándolo sorprendido.

—¿Quiero saber qué esta pasando? —pidió en un tono demandante.

—Y lo vas a saber, sólo tengo que entender lo qué ocurrió, para eso debo hablar a solas con la señorita Granger —comentó, posando sus pupilas en Hermione, ella ni siquiera soportaba el peso de su mirada.

«¿Qué hice?».

Regulus no necesitó que le dijeran más, se levantó sin mirar si quiera a la chica, caminó con pasos que estaban muy lejos de ser humildes a la salida, cerrando la puerta tras de si con gran enojo. No le gustaba que Dumbledore lo hubiese sacado, tenía todo el derecho de saber lo que hablarían sin censura.

*º*º*º

El anciano mago se sentó en la cama, observando como su alumna tenía su cabeza gacha y movía sus manos, nerviosamente.

—¿Por qué lo hizo?

—Se que estuvo mal, pero tenía razones, tal vez no las más valida, pero tenía que hacerlo… no me gustaba ver a Harry tan triste, todos lo extrañábamos y… fue entonces que, que… pensé en qué podía hacer para regresar a Sirius —repuso trémula entre sollozos.

—Espero sepa que lo que ha hecho es algo prohibido, no hay justificación, no es correcto —reprendió severo—. Debe decirme todo lo que hizo.

—Yo… lo siento, busque en la sección prohibida, en las librerías del Callejón Knockturn, hasta que lo encontré, era lo que necesitaba. "Nigromancia, invocaciones a los Muertos". Dentro… hallé un hechizo, pero… para eso necesitaba este lugar, espere hasta que todos estuvieran ocupados y que la mansión estuviera sola, junte todo lo que necesitaba y pase días preparándome, hasta que estuve lista y lo hice… sólo que reviví a Regulus Black… en lugar de su hermano —confesó aún sin poder mirarlo, mientras unas lagrimas de frustración y culpa caían por sus ojos.

—Lo que hizo tendrá consecuencias, nunca debió invocar esa magia, no sabe lo que puede desembocar, tiene que entregarme ese libro…

—Yo… en verdad lo siento —repitió y volvió a repetir, aunque su disculpa iba más para Sirius que para el profesor, era una disculpa por no poder traerlo de vuelto.

*º*º*º

Regulus sabía que estaba mal, pero lo escuchó todo tras la puerta, cuando lo comprendió se retiró caminando como ido hacia la sala. —Sirius muerto. —Una extraña sensación se apoderó de él, no sabía cómo interpretarla.

Estaba solo, su familia estaba muerta.

Conmoción, dolor, amargura.

Y sin embargo no había marcha atrás estaba ahí, vivo.

«En verdad soy el último vástago después de todo, ella no quería revivirme a mi… debí suponerlo, yo llevaba demasiado tiempo muerto como para ser de relevancia en la vida de una chica, pero ¿quién será ese Harry del que hablaba? Hay cosas que debo saber… y una de ellas es: ¿qué tanto me odia mi Señor?, veré qué tanto sigue amando ese relicario.»

—¡Demonios el relicario! Debo saber que hizo Kreacher con él, pero ¡arrrhhhggg maldición, esta petrificado!, tendré que decirle a Dumbledore que lo despetrifique.

Se sentó, recargándose en el respaldo del sillón, cerrando sus ojos.

No tendría que sentirse culpable, pero lo hacía, él no había pedido volver… pero lo había hecho en lugar de su hermano. ¿Era eso justo? ¿Y sí se alegraba de estarlo, lo convertía eso en la peor persona?

*º*º*º*

—Debemos arreglar esto… nadie debe saber que usted lo hizo, el Ministerio hará preguntas y no se cansará hasta saber lo que pasó, lo que hizo usted la puede llevarla a Azkaban —divulgó preocupado—, pero usted ya lo sabia.

—Sí… yo sabía que estaba rompiendo muchas reglas, que incluso me causaría la expulsión del Colegio, pero fue…

—Lo sé, pero eso no lograra que se salve de todo lo que viene —advirtió el anciano.

—Yo… —Trató de alegar, pero no sabía cómo defenderse, estaba consciente de lo que había hecho.

—Cálmese… encontraremos la forma, deje esto en mis manos. Ahora debo hablar con ese chico, no podemos permitir que abandone esta casa —anunció levantándose. Hermione alzo su vista para encontrar los ojos azules de Albus.

—¿Qué pasará con él?

—Estará bien, su regreso puede que nos ayude —mencionó enigmáticamente, saliendo de la habitación dejándola sumida en una incertidumbre.

Se levantó de la cama incapaz de seguir ahí con todo lo que estaba pasando. —Un momento… lo último que recuerdo es estar en el salón, el hechizo, la confusión y nada —recitó instintivamente, hasta que dedujo—. Él me trajo hasta aquí, este es su cuarto… él me cobijo —Observó su brazo, su herida—, él… me curó, pero ¿por qué?

Confundida por todo se limpió las lágrimas, caminando por la habitación pensando lo qué podía hacer, para solucionar el problema que había creado.

*º*º*º

Dumbledore buscó al chico hasta encontrarlo en la sala, lo observó por un par de minutos, cómo esperando notar algo fuera de lugar, algo que le diera pie a pensar que no había vuelto como un humano.

—¿Compraba que soy real? ¿Qué no soy un zombi? ¿Qué no soy un demonio? —interrogó irónico, mientras se incorporaba y clava su mirada plateada en él—. No lo soy… estoy tan vivo como usted.

Albus sonrió sentándose enfrente del chico. —Ya lo veo, al menos el hechizo de la señorita Granger funcionó —comentó con una media sonrisa.

—Sí, lo hizo —afirmó adusto—. Tengo que reconocer que no es algo que podría cualquier mago o bruja, es brillante y realmente estúpida.

—Es una de mis mejores estudiantes, lamentablemente su juicio no fue el mejor en esta ocasión —afirmó con pesar—. Debo tomar como entendido que sabes que no eras tú él que debía estar ahora y aquí.

—No se le escapa nada, ¿cierto?. Lo escuche todo, me disculpo, pero necesitaba respuestas —aseveró serio—. Necesito saber lo que ha pasado desde mi muerte… estos 16 años.

—Paciencia Regulus, lo sabrás todo.

—¿Paciencia? Creo que ya he tenido mucha paciencia —exclamó exasperado.

—Lo sé, pero no es bueno ser desesperado —comentó, comenzándole a decir las cosas que habían pasado en su ausencia.

Regulus escuchaba atentamente, las palabras de su ex director, estremeciéndose al escuchar algunas cosas, mientras su enojo y rencor crecía, al percatarse del mar de mentiras en que había vivido.

*º*º*º

Hermione caminaba sin sentido de un lado a otro en espera de que algo pasara, no sabía si bajar, pero estaba consiente de que en ese momento Dumbledore estaba hablando con el recién resucitado. De pronto sintió una sensación de rencor y frustración, pero no había nada para tenerla, fue entonces que cayó en cuenta.

—¡El hechizo! —exclamó colocándose las manos en la cabeza— Necesito el libro.

Salió de la habitación rápidamente bajó las escaleras, hasta que llegó al vestíbulo, donde el cuadro seguía hechizado, pensó en deshacer su hechizo, pero por ahora tenía suficiente con lo que ocurría como para oír los gritos de esa mujer.

Caminó hasta donde las voces se escuchaban, parándose de tras de la puerta.

—Y es gracias a ese hechizo que estas aquí… o más bien a ella —explicó Dumbledore.

—Es verdad, aunque ella no me esperaba a mi, ahora se arrepiente de haber hecho ese hechizo —comentó con gran enojo, receloso por lo que acababa de oír.

—No seas injusto, tienes de nuevo la oportunidad de rectificar tu pasado y terminar tu obra.

—Lo sé y créeme que lo haré.

—Pero ahora debemos salvar a esa chica, no podemos dejarla ir a Azkaban, el Ministerio pronto estará aquí —musitó Albus, observando el reloj de la habitación.

—No te preocupes… de eso me encargo yo, se que no quería revivirme, pero le debo la vida así que haré esto por ella y será lo único —dijo levantándose del sillón—. Ahora, ¿quieres despetrificar a mi elfo?

Hermione caminó unos pasos hacia atrás, al salir los hombres la miraron extrañados.

—Yo... bueno… —Intentó justificar su presencia ahí.

Regulus clavó sus pupilas plateadas en ella, era la primera vez que la veía de pie, así que no dudo en mirarla desde los zapatos hasta su cabello rizado enmarañado, notando que sus labios tenían un tono rosado, el que creía era su tono natural. Sus miradas se encontraron y él pudo reconocer la sinceridad y temor en sus pupilas.

—¿Qué pasa señorita Granger? —cuestionó Dumbledore, al ver la expresión de la castaña.

—Necesito ir por el libro —mencionó sin querer mencionar sus sospechas.

—Ya veo, claro que tiene que ir por él, no debe caer en manos equivocadas nuevamente.

Y por si la situación no estuviese ya en un punto crítico, aparecieron a fuera de la propiedad los agentes de la Brigada de aplicación de la ley mágica del Ministerio. Debido a que la casa se encontraba bajo el encantamiento Fidelio, no podían ver el número 12, solamente el 11 y el 13, pero tenían la seguridad de que se encontraba en alguna de esas casas y estaban dispuestos a encontrarla.

—Venimos por la Señorita Hermione Jane Granger, acusada de utilizar magia prohibida dijo Alastor Gumboil, utilizando un hechizo para aumentar su voz.

Hermione miró asustada a Dumbledore, como esperando ser salvada por él.

El director desapareció del lugar, no podía comprometerlo más. Casas más allá apareció en la sala, asustando a las personas, pero no era momento para sutilezas. Salió por la puerta principal llamando la atención de los trabajadores. —Temo decir que no se la pueden llevar, esperaremos a que llegue la fecha de su audiencia —exclamó el hombre.

—Dumbledore… este no es tu asunto —afirmó el hombre.

—Claro que lo es —aseveró firme.

Regulus observó la situación a través de una ventana cercana, Hermione a unos pasos hacía lo mismo. Él ladeó su cabeza, notando el miedo en las pupilas de la chica, mismo que él también sentía, pero no sabía por qué, era como tener un sentimiento ajeno a su persona, de repente sintió la necesitad de protegerla.

Caminó hasta ella y la tomó de la mano, haciendo que Hermione lo mirara sorprendida.

—Nada te va ha pasar —espetó jalándola hacia la sala. No había necesidad de que presenciará esa escena.

Al momento ambos sintieron una extraña sensación de protección, se miraron confundidos.

—Espera aquí —ordenó, regresando al vestíbulo.

—Vamos Dumbledore, no podrás detenernos nos llevaremos al zombi y lo mataremos —aseveró Alastor.

«¿Zombi?... ¡estúpidos!». Pensó Regulus, llenó de rabia.

—¿Dónde se encuentra? —preguntó observando la casa de dónde había salido—. Revisen la propiedad.

—No hay necesidad de perturbar la vida de esa familia muggle.

—Yo diré qué es necesario, entrégate maldito zombi, no hagas las cosas difíciles para ti —manifestó Gumboil.

—No hay nada, jefe — anunció uno de sus servidores, saliendo del hogar.

—¿Cómo? —exclamó incrédulo—. ¿Dónde los tienes escondidos, Dumbledore.

—Nos veremos en la audiencia.

—Esto tendrá consecuencias, Dumbledore —manifestó molesto—. Tendrás que responder por ocultarlos.

Los agentes desaparecieron después de borrar la memoria de los muggles afectados por la movilización. Albus regresó a la mansión con el semblante sombreado por la preocupación.

—Es mejor qué hayas pensado en algo muy bueno Regulus.

—Sí, lo sé.

Hermione estaba petrificada, seguía en el lugar en el que él la había dejado, temerosa, pero a la vez llena de una rabia inexplicable, para después volver a la calma.

—Todo estará bien —mencionó Albus.

—Pero, pero… ellos…

—No te pasara nada —aseguró Regulus, mirándola fijamente. Hermione no sabía si podía o no confiar en él, pero la forma tan protectora en que le hablaba, logró apaciguar su miedo al menos por un momento.

—He convocado una reunión con la Orden, encontraremos una solución para esto.

*º*º*º

Continuará...