Piso 13

Capítulo Único

para adrilabelle


El gran edificio de la empresa Arendelle tenía, en total, catorce pisos. Cada uno era utilizado por un departamento específico, Los primeros eran el espacio dividido para atención al cliente y el área de administración. Los siguientes estaban el área de contaduría, marketing, publicidad y el casino de la empresa. El onceavo era el centro de juntas, donde los distintos socios estratégicos tenían sus conversaciones o los encargados en el área comercial se encargaban de traer a sus clientes y hacer las reuniones. El doceavo y treceavo estaban las oficinas de los socios y las oficinas de los jefes de áreas.

Y el último, la gerencia.

Habían pocas oficinas y mucho espacio, donde se guardaban papeles en miles de cajones negros y delicados además de tener una recepción gigante y privilegiada con la vista de la ciudad.

La oficina más espaciosa y superior tenía, tal vez, la mejor vista. Pero eso era lo de menos para quien la ocupaba mientras revisaba unos documentos sentada en la fina mesa de madera gruesa dando la espalda al paisaje de la ciudad.

Elsa levantó la vista de aquellos documentos y tomó un respiro.

Se levantó del asiento y se dirigió a la pequeña cocina que tenía para su uso personal y preparó la máquina de café. El sonido del líquido saliendo por el filtro apareció en el ambiente mientras buscaba entre las gavetas una cuchara y sacaba una pequeña caja de chocolates que su hermana siempre se encargaba de comprarle cuando tenía la oportunidad y dejaba en la oficina como una muestra de cariño.

Vaya que agradecía el gesto.

Ya llevaba un año como gerenta de la empresa que su padre inició hace tantos años atrás y que luego de su muerte los mismos socios le pidieron tomar su lugar.

Muchos sabían que era muy madura e inteligente. Aún así, muchos socios, como Weselton, temían que su juventud fuera un obstáculo para poder llevar una empresa tan grande como lo era Arendelle. Con pulso y constancia logró cerrar algunas bocas, pero la tenían tan cansada y aislada de su familia que siempre agradecía esos gestos tan dulces de su hermana menor, quien ya estaba esperando a su primer hijo. De seguro Kristoff dejaba los chocolates por ella. Ana solía ir a verla a la empresa, pero luego que sus pies se hincharon por el embarazo dejó de hacerlo.

Tomó el café junto a los chocolates y decidió sentarse en el sofá de cuero que tenía en su oficina, dejándose caer sobre el mullido mueble y poniendo su taza sobre la mesita de vidrio con rosas blancas que Gerda, su secretaria, siempre se encargaba de traerle con cariño como lo hacía con su padre antes de su muerte.

Abrió la caja de chocolates, era unas bolitas pequeñas de aquel dulce delicioso. Tomó alguno y los colocó dentro del café, dejó unos cuantos en su mano y se los comió de un bocado.

Era muy agradable sentir aquel sabor en su paladar, le quitaba la tensión del momento.

Puso la cuchara en el oscuro brebaje y levanto las otras bolitas semi derretidas por el calor del amargo líquido. La llevó hasta su boca sintiendo la tibiesa del chocolate y lo amargo del café, era una combinación perfecta que la tranquilizó mucho más. Una mezcla sencilla que su hermana le enseñó hace un tiempo y que era delicioso y adictivo.

Por eso ella trataba de tomarlo las veces que la tensión era gigante como aquella noche. Observó el ventanal, ya era de noche y ella seguía en la oficina.

Suspiró resignada.

Era parte de tener gran parte del poder de la compañía . Traía una gran responsabilidad.

Tomó su taza de café mezclada con el sabor del chocolate, estaba cansada y eso le daría los ánimos para volver tranquila a casa.

Ordenó sus cosas y caminó hasta el ascensor esperando que sus puertas se abrieran.

Entró hasta el cubículo apretando el subterráneo, donde estaba su auto.

El piso paró en el piso numero trece. Algo común, muchos socios se quedaban un poco más tarde de lo habitual como ella. Pero al ver quien entraba se sintió levemente incómoda.

- Buenas Noches- se escuchó de la voz de quien entraba al cubículo y apretaba el botón del segundo subterráneo.

- Buenas noches- dijo Elsa, poniendo un mechón de cabello sobre su oreja.

Las puertas se cerraron, dejando un leve silencio incómodo, la joven observó a su acompañante, uno de los abogados de la empresa que era un poco mayor que ella y uno de los hijos de un antiguo socio de la empresa, tenía cabello pelirrojo con patillas, rostro afilado, ojos verdes y un elegante terno oscuro que hacía a la rubia incomodarse.

Su relación con él, como la de muchos en la empresa, era distante. Ella era muy tímida y con su cargo de poder debía hacerse respetar, por tanto la pésima combinación entre su cargo y su personalidad la hacían ver alguien fría, agregando que muchas veces le tocaba discutir con los socios y empleados de importancia y aquel muchacho no era la excepción.

Hans era alguien brillante en ideas y en su profesión era muy bueno. Trabajaba toda la sección judicial de la empresa como un reloj suizo. El hombre tenía encanto, bien lo sabía Elsa al ver como algunas empleadas, muy en especial las secretarias, miraban al muchacho.

Él era muy cortes con todas aunque le incomodaba como coqueteaba con mucha delicadeza incomodando a la gerenta

Sin darse cuenta se quedó viendo su perfil detenidamente. Las pupilas del pelirrojo parece que sintieron a la rubia, puesto que se desviaron hacia ella. Elsa bajó la cabeza sonrojada.

Se generó un silencio incómodo. Del cual Elsa le comenzó a brincar el corazón.

Bien sabía que Hans era alguien muy doble cara, pero había algo que le atraía desde hace tiempo, pero su timidez era usada como un escudo de desagrado que hacía tener unas discusiones incómodas con el susodicho. Este la increpaba, haciendo que sus ojos brillaran con decisión, molestando mucho más a Elsa generando que sus mejillas se encendieran de vergüenza al encontrarse prendida de esos ojos intimidantes.

Respiró suavemente, quitándose el leve nerviosismo dentro de ella.

- ¿Cómo estuvo su día?-preguntó Elsa

- Ha estado bien- comentó el abogado- Salvo por unos incidentes relacionados al caso que discutimos la semana pasada.

- Oh…- dijo Elsa

Habían tenido una discusión en relación a un cliente, Elsa había dado una resolución la semana pasada luego de meditarla y estudiar el posible impacto que podría tener. Era un asunto delicado que le tomó mucho tiempo desarrollar, pero que conclusión había entregado hace dos días.

-Si hubiera hecho lo que le pedí hubiera sido todo más fácil- comentó Hans- Si digo las cosas no es para molestarla, señorita, es para hacer mi trabajo de la mejor manera

Elsa apretó sus manos levemente ante aquellas palabras.

- Comprendo su molestia- observó Elsa bajando la vista- Pero, por favor, póngase en mi lugar, la respuesta debía ser analizada con precaución. No pienso que una respuesta tomada en dos segundos pueda generar mayor impacto de lo que se debería hacer.

- Pero hay respuestas que no deben ser analizadas a contra reloj, más cuando hay plazos estipulados- explicó Hans mientras el ascensor ya estaba en el noveno piso- Hay normativas y plazos que mi área, por cosas jurídicas y burocráticas no pueden esperar tanto y deben tener una respuesta pronta de usted como cabeza de la empresa- el muchacho suspiró- Comprendo su naturaleza y el peso que debe llevar en sus hombros, pero debería comenzar a actuar pensando más en las otras posibilidades que pueden generar sus necesidad de pensar tanto.

- Agradezco su consejo- comentó Elsa.

Hubo un silencio luego de esta respuesta.

Elsa sabía muy bien que Hans no tenía mala voluntad al querer comentarle esas cosas, era su trabajo, como bien dijo. Pero no podía evitar sentirse incómoda ante lo que el joven le decía.

Ya llevaba un tiempo sintiéndose incómoda frente a él. Se sentía insegura y se ruborizaba con facilidad incluso se sentía molesta cuando lo veía coquetear con las secretarias. Parece que era obvio sus sentimientos hacia el abogado.

Elsa carraspeo un poco antes de arreglarse nuevamente su cabello.

- Dígame, ¿ha comido algo?- comentó Elsa lo más cortésmente que pudo- Si no es así ¿le gustaría acompañarme? Se de un buen lugar muy cerca de aquí.- agregó

- Se lo agradezco- dijo cortante el abogado- Pero no creo que sea buena idea hablar de trabajo a esta hora.

Elsa pestañeó. ¿Acaso pensaba que quería hablar de trabajo a estas horas? ¿tan fría y cerrada pensaba que era?

- Con todo respeto… no pensaba en eso cuando le pregunté si quería comer conmigo

- Señorita Arendelle- bufó Hans- Me imagino que debe estar molesta por todo lo que le dije, pero insisto, no hablaré de eso. Simplemente le aconsejo que no piense mucho las cosas la próxima vez por el bien de la empresa.

Ok, había sido la gota que rebalsó el vaso. Elsa era muy precavida en lo que hacía y lo que pensaba. Pero en ese momento, su juicio se nubló cuando su mano fue directamente hasta el botón de emergencia, haciendo que el ascensor frenara tan rápido que ambos casi se caían por el impacto. Hans maldijo, observando a la rubia.

- ¿Qué mierda estas pensando?- dijo el muchacho con ataque al ver como el ascensor se había detenido por culpa del dedo de Elsa.

Ella voltea observando al pelirrojo. Hans traga saliva al observar sus ojos azules y profundos. Su había adoptado ahora una de decisión y podía distinguir otra sensación que no quería adivinar.

- De acuerdo, dejaré de pensar- dijo la rubia bajando su brazo y moviendo su cuerpo hacia el muchacho.

No sabe de donde sacó la fuerza al tomar el cuello de la chaqueta del muchacho y bajó su rostro a un palmo de distancia de ella. Él lo observó extrañado, distinguió como subió su ceja en señal de interrogación. Apenas si le dio tiempo para darse cuenta cuando la rubia presionó sus labios sobre los de él haciendo que este último abriera los ojos de sorpresa.

El beso duró unos segundos más hasta que Elsa, sin aire, se separó a Hans respirando entrecortadamente. El pelirrojo también tuvo que tomar aire, la sorpresa y lo posesivo del beso no le dieron tiempo de pensar.

Vamos, el era quien iniciaba la acción con las chicas y ahora ella, la tímida y fría Elsa le había dado un beso. Subió su mirada para encontrarse con la de ella, que mantenía sus ojos con un semblante de decisión observándolo.

- ¡Me gustas idiota! – exclamó Elsa- ¡ Eso te quedó más claro ahora!

La sorpresa de Hans era obvia, bien lo sabía Elsa al observar su rostro y sentir como sus mejillas se ponían rojas de la vergüenza que estaba sintiendo en el ascensor.

Volvió a poner sus labios sobre los de él de manera demandante poniendo sus manos en el rostro del confundido pelirrojo. Esta vez fue un beso lento y juguetón, mientras movía su boca haciendo que el abogado siguiera su ritmo. Sintió que Hans quería moverse, pero puso su rodilla en su entrepierna quitando cualquier posibilidad de escape.

Por un momento, Elsa olvidó que estaban atrapados, por su culpa ,en el ascensor, de las malas intenciones en las palabras del tipo que estaba besando y de su falta de cordura en aquel momento. Necesitaba estar en ese estado: loco e improvisado, gozando el momento.

El pequeño movimiento en el suelo y la sensación leve de vértigo le dio la señal que el ascensor volvía a su marcha. Despegó su boca de la del pelirrojo sonoramente observándolo.

El rostro de él mantenía la sorpresa del principio. Elsa se alejó un poco, dando pasos hacia atrás, mientras Hans llevaba sus dedos a sus propios labios, todavía asimilando lo que estaba pasando. Cuando posó sus ojos verdes sobre ella. Elsa se dio cuenta lo que había hecho, bajando la cabeza completamente avergonzada.

Agradeció que el ascensor abriera sus puertas al primer nivel. Sus tacones tocaron fuertemente el suelo caminando lo más rápido que pudo hasta la salida dándole la espalda a Hans, quien se mantenía con sus manos tocando su boca y observando a Elsa salir a toda prisa.

Agradecía tener una agenda ocupada ese mes, ya que pasaba buena parte del día fuera de la oficina, evitando ver, aunque sea un momento al muchacho. Llegó tan avergonzada a su casa que se fumó toda una cajetilla de cigarros para calmar sus nervios. Además que su ánimo estaba de lo peor, si alguien dijo que alguna vez era fría ante los empleados, ahora era un gran glacial de hielo.

En el poco tiempo que tenía para reunirse con su familia, la misma Anna y Kristoff la encontraban rara, algo ida.

- Es por el estrés del trabajo- dijo Elsa como si nada-

- Deberías irte de vacaciones- dijo Anna en ese momento- En serio nos estas comenzando a preocupar.

- Tonterías- respondió con una risa la rubia. Escondiendo sus preocupaciones mientras le pedía a su cuñado una nueva taza de té.

Hasta la persona más cercana de la oficina y su único amigo, Jack, la veía preocupada, era la única persona que le podía confiar sus cosas y llegó a comentarle todo.

- Pues veo que lo que hiciste no estuvo mal- comentó un momento en que se juntaron a almorzar- De acuerdo, es socio y se puede ver mal, pero no has hecho nada que pueda ser prohibido, le plantaste un beso a la persona que te gusta.

- Jack, tu sabes que no soy así- comentó la joven con su mano cubriendo su frente

- Lo se, pero no esta mal cambiar un poco y soltarse. Elsa, has sacrificado muchas cosas por ser la cabeza de esta empresa que creo que te hacía falta algo así, necesitas divertirte.

- Pero...- Elsa se llevó las manos a la cara- me da tanta vergüenza pensar que hice eso.

- Lo hiciste sin estar obligada y con alguien que te atrae, no veo nada malo en eso… - Jack revisó su reloj- me debo ir, iba a juntarme con Toothiana luego de que terminara su turno en la clínica dental, nos vemos y por favor olvídate un poco de las preocupaciones y piensa en divertirte y soltarte un poco, hace muy bien a veces.

Jack se despidió de Elsa, dejándola pensando en todo lo que había dicho.

En la oficina, recogió los últimos papeles del escritorio, los necesitaría mañana y quería leerlos antes.

Ordenó los documentos dentro de la carpeta y lo guardó en su bolso dando un suspiro.

Había pasado unas dos semanas del incidente con el abogado y dos de la charla con su familia y con Jack. Debía admitir que su hermana tenía razón, necesitaba unas vacaciones, el trabajo la estaba cansando y haciendo dormir pésimo y que decir de su condición física, comenzaba a agotarse con nada. Tal vez debería ir a un lugar tranquilo, tenía muchas ganas de ir a los Alpes suizos, para ir a esquiar y ver nieve por montones.

Con estos pensamientos, salió de la oficina en dirección al ascensor, lo esperó tranquilamente hasta que vio sus puertas abrirse y entró sin prisa y dando un leve bostezo. Ya eran como medianoche.

Quería llegar pronto a su casa, leería los informes acostada en su cama mientras veía una película y derretía una barra de chocolate en un café caliente.

El ascensor se volvió a abrir en el piso trece. Elsa subió su mirada para encontrarse con la persona que había estado tratando de evitar todo este tiempo, el cual entró al ascensor de manera seria, poniéndose a su lado. Llevaba un impecable traje negro y una camisa del mismo color con una corbata roja. El cuello estaba suelto así como aquel accesorio rojizo, demostrando que ya estaba agotado y el traje lo estaba ahogando. Lo cual era obvio. Elsa también estaba cansada a esta hora y el traje formal estaba cansándola, lo único que deseaba era llegar a su casa, quitarse los tacones y ese traje oscuro de dos piezas negro.

Hubo un silencio terrible mientras la puerta se cerraba, Elsa estaba nerviosa, pero mantenía su coraza de hielo, por el rabillo del ojo, observó los espejos del cubículo, encontrando que la mirada del pelirrojo estaba sobre ella incomodándola de sobremanera.

Elsa casi salta al escuchar la voz del pelirrojo.

- Ese beso- dijo de manera dura y seria.

- ¿Qué?- dijo ella alzando su vista

Hans dejó de articular palabra, desviando sus pupilas al ver como ella lo observaba. Elsa captó que su manzana de adán hizo un movimiento extraño al tragar saliva.

- No fue justo Elsa- dijo finalmente el pelirrojo

Ella alzó una ceja, sin entender a lo que iba.

¿No era justo ser sincera consigo misma? Había reprimido muchas cosas desde que había comenzado ese trabajo y ¿él le decía que no era justo?

- Si quiere olvidar el beso, yo lo haré también- sentenció Elsa- No tiene que hacer un melodrama como si tuviera cinco años…

- No es un melodrama- explico el abogado- Usted no entiende.

Elsa lo observó descubriendo que su mirada parecía algo quebrada.

- ¿Sabe cuanto tiempo he estado pensando en lo que pasó?- comentó Hans- desde que tengo memoria he calculado muchas cosas, aprendiendo a moverme a través de las personas y del trabajo, pero desde que usted llegó no he podido hacer las cosas como quisiera que fueran. Ha sido una persona fuerte, fría, pero además una mujer maravillosa a la cual he llegado a admirar… y me planta un beso.

Elsa pestañeo, ¿esto era real?

El pelirrojo se llevó su mano a la cabeza, la joven descubrió que le estaba generando problemas hablar.

- Elsa… yo debía darle un beso, no usted a mi.

La Gerenta abrió los ojos, intentando de entender lo que trataba de decirle.

Hans tomó su mentón acercándolo a su rostro.

- También me gusta mucho… demasiado, gerenta.

Esta vez fue el quien llevó la mano al botón parando el ascensor para después juntarse con la muchacha y rozar sus labios con delicadeza y ella respondiendo de la misma manera.

El frote de lenguas dentro de sus bocas comenzó a intensificarse, así como sus respiraciones generando una sensación fuerte y agobiante para ambos.

Elsa frotando sus manos en el cabello de Hans y este rodeando a la joven por la cintura acercando sus caderas en una danza lenta y sin música a su alrededor.

Fue Elsa quien dio el primer paso desabrochando completamente aquella corbata roja y abriendo el cuello de la camisa del abogado para besarla con desespero mientras sentía las manos del muchacho sobre sus nalgas pellizcándolas y separándolas suavemente, intensificando sus caricias en su interior haciendo moverse a su dueña y cortando los besos.

Observo al muchacho, quien al ser alcanzado por sus ojos azules detuvo aquella atención.

- Esto… esta mal- dijo Hans

- Esta mal, muy mal – sentenció Elsa

Se separaron un poco, viéndose detenidamente y respirando con agitación, sus ropas estaban medias sueltas y sus cabellos despeinados. Elsa se acercó al muchacho y con aquella misma extraña fuerza lo tomó de los hombros y lo hizo sentarse. Hans simplemente la observaba, mientras ella se ponía a su altura y seguía desabotonando su camisa negra dejando su pecho al descubierto. Acercó su rostro comenzando a besar la piel expuesta con suavidad.

- Así… está …mejor- comentó cada palabra con un beso.

Hans tomó su rostro, acercando nuevamente sus labios a los de ella, sintiendo como el cuerpo de la chica se sentaba, con las piernas flectadas, sobre él, enredando sus finas manos en su cuello, apartando las distancias cerrando al muchacho entre ella y la muralla de vidrio

Las manos de Hans rodearon nuevamente la cintura de la gerenta, perfilando sus nalgas con sus manos sobre la tela oscura de aquella falda ejecutiva que estaba levemente subida por la posición y el movimiento suave y delicado de su dueña.

Elsa sintió aquel tacto masculino recorrerla, bajando cada vez más y levantando lo que quedaba de falda y tocando la piel expuesta.

Ella suspiró ante las manos rozando sus nalgas y más cuando sintió una suave caricia en su intimidad.

- ¿Está bien?- preguntó en un susurro el pelirrojo

El asentimiento ahogado de la joven hizo a Hans sonreírse mientras sentía la tela que protegía la entrepierna de Elsa humedecerse ante el tacto prohibido que estaba dando.

Su otra mano fue hasta la blusa de seda azul de ella, desabotonándola y mostrando aquel sostén negro. Hans lo observó un momento antes de besar aquella tela protectora. Generando un suspiro de su dueña.

- ¿Las quieres? – le dijo al oído la joven.

Hans reaccionó, observando a Elsa, quien tenía sus ojos brillando sobre él, asintió suspirando mientras que ella dejaba en el suelo del ascensor la blusa azul y bajaba los tirantes de su prenda íntima. Tomó las manos del joven haciendo que él, sin creerlo, pudiera terminar de bajar la prenda a su cintura, observando unos blancos pechos, pálidos como la nieve con pezones rojos cual cerezas.

Sus manos fueron guiadas hasta aquella visión presionándolos posesivamente antes de acercar su boca a uno de ellos para besarlo mientras sentía como las manos de Elsa se enredaban en su cuello y cabello.

Extasiado, sus manos volvieron a la entrepierna de la joven, abrazándola por detrás y sin dejar de besar aquel regalo que le había dado para sentir el suspiro ahogado y lujurioso de la dueña de ese cuerpo cuando su mano movió aquella tela que protegía su parte más íntima y la masajeaba dejando su parte trasera completamente desnuda.

Las caricias soltaron a Elsa, abriéndose más mientras frotaba sus manos al cabello pelirrojo del muchacho haciendo que las íntimas atenciones fueran más profundas entrando cada vez más, descubriendo la intimidad de la muchacha, llegando a un punto en que sintió temblar a la rubia.

Había encontrado el punto más sensible de la gerenta.

Presionó nuevamente, siguiendo un ritmo lento mientras veía como el cuerpo de la chica se mecía ante sus caricias, seguida de una respiración entrecortada.

Aumentó el ritmo de aquella caricia haciéndola más fuerte, generando que el cuerpo de la chica se frotara sobre su ya dura hombría y los suspiros fueran más fuertes, convirtiéndose en quejidos lujuriosos llenando aquel cubículo de aquel grito prohibido.

Sintieron un leve movimiento bajo sus pies, el elevador volvía a su estado normal.

Observaron el techo y de manera mecánica se levantaron.

Elsa se ajustó su sostén a su posición normal. Sintió algo en su espalda. Hans le ponía, sobre ella, su blusa levemente arrugada. Ella le agradeció con la mirada mientras se vestía. Hans se encargó de abrocharle, suavemente la blusa, para luego sujetarla cariñosamente de los hombros. Ambos estaban a un palmo de distancia observándose y respirando con una extraña tranquilidad.

- ¿Quieres ir a comer?- preguntó Elsa

- Me encantaría…- respondió Hans

Hubo un leve silencio, roto por el pelirrojo.

- ¿Vamos a mi casa o a la tuya?- consultó el abogado

Elsa lo observó, pensando en la respuesta.

- ¿Tienes preservativos?

El muchacho se le quedó observando un poco, antes de asentir con la cabeza.

- Vamos a la tuya.

Elsa tomó el mentón del muchacho y lo acercó a sus labios, generando un beso suave y lleno de ternura completamente correspondido mientras sentía los brazos del joven rodeándola por la espalda.

El ascensor llegó al subterráneo donde el único auto que quedaba era el del joven abogado. Ambos se dirigieron al vehículo tomados de la mano.

- ¿No sabes donde está?- preguntó asustada Gerda al muchacho albino.

- Gerda, en serio no se nada- mintió Jack ante la pregunta de la secretaria- De seguro se quedó dormida o algo.

- Pero la señorita Elsa no es así- comentó la mujer- debió pasarle algo, hubiera dejado un mensaje… no se que decirle a quienes la buscan.

- Descuida, ya aparecerá- comentó el ejecutivo.

Las puertas del ascensor se abrieron, haciendo que Jack volteara para ver como Elsa emergía, con la ropa de ayer, del cubículo. Detrás venía el socio y abogado Hans, sorprendiéndose, tanto él como la secretaria, de verlos tomados de la mano. Ambos se separaron sin antes darse un suave beso en los labios. El pelirrojo fue hasta su oficina, mientras Elsa se dirigía hacia el pasillo, hasta donde estaba la secretaria y el muchacho.

- Buenos días- dijo la gerenta

- Señorita Elsa, que bueno que llegó- comentó Gerda- ¿Usted y el abogado no estaban…?

- No hablaré de eso Gerda- sentenció Elsa- Me llegaron sus mensajes y me dijeron que podría encontrarla en este piso- comentó- Dirijámonos a la Gerencia para ver el itinerario, ¿de acuerdo?

- Si señorita- comentó la secretaria evitando querer preguntar más de lo necesario.

Elsa se volteo levemente a Jack con una sonrisa en su rostro. El joven le devolvió el gesto con un guiño antes de salir hacia su oficina.

Jack volvió a revisar su teléfono celular, observando el mensaje que muy temprano, Elsa le había mandado.

"Gracias por el consejo, lo seguí y ha sido maravilloso"

El muchacho sonrió feliz por su amiga antes de entrar a revisar lo que debía hacer el día de hoy. De seguro aquella relación sería un interesante chisme en los catorce pisos, pero no le importaba, veía la alegría de Elsa y eso era lo importante.


Hola muchachos, vengo con un cortito de regalo para adrilabelle, se lo prometí en forma de agradecimiento por tan buenos comentarios en mi fic "El Cortejo del Lobo", ya que gracias a ella me di cuenta de unas falencias en como estaba contando la historia y me ayudó mucho a mejorar su desarrollo. Yo siempre agradezco los comentarios y más cuando me ayudan de esta forma y ella merecía un regalo. Todo lo de esta historia fue pedida por ella, desde la temática hasta el rating, todo es culpa de ella.

Esta historia la estaba escribiendo desde diciembre, creo... Me costó mucho terminarla ya que quería que todo fuera acorde a lo que ella me pidió.

Agregué a Jack eso si y creo que fue un buen catalizador para el resto de la historia, hizo entender a Elsa que debía relajarse un poco.

En fin, espero que les haya gustado este AU.

Tengan un buen día.