Esposo Indomable

Argumento: Él quería comprar una casa… ¡y un esposo! A Deidara le desconcertó que Itachi Uchiha, un millonario griego con fama de mujeriego, quisiera casarse con un doncel como el, un humilde jardinero con una casa solariega en ruinas y cargada de deudas. Pero pronto descubrió que lo que Itachi quería no era a el, sino su casa y su cuerpo.

Aun así, tendría que casarse con él si quería conservar aquello que más quería. Pero si su marido no lo amaba, el tampoco pensaba obedecerle…

Prólogo

El millonario griego Itachi Uchiha entró en el lujoso salón de su fabuloso yate donde le esperaba el personal. Eran las siete y media de la mañana. Conscientes de que su rico y dinámico jefe solía empezar a trabajar a las seis y que raramente dormía más de cinco horas, todos hacían un esfuerzo por parecer despiertos.

Su asistente más veterano, Kakashi, le entregó una carpeta. —Espero que le agrade, señor.

Con una expresión de concentración que remarcaba sus hermosas facciones, Itachi sacó las fotografías de Uzushiogakure. La densidad de los bosques ocultaba la casa isabelina desde todos los ángulos excepto el aire. Hasta ese momento, sólo había visto la casa en las fotografías de infancia que conservaba su madre. La increíble definición de las fotografías aéreas dejaba a la vista el gran deterioro que había sufrido en las últimas décadas.

Sus ojos de color ebano adquirieron la frialdad del metal. El tejado tenía agujeros y las paredes estaban a punto de desplomarse. Sin embargo, Mito Uzumaki se había negado sistemáticamente a vendérsela a su difunto padre, Fugaku. El hecho de que la anciana estuviera gravemente enferma hacía que Itachi tuviera la certeza de que pronto podría adquirirla.

Uzushiogakure había pertenecido a la familia de su madre durante varios siglos, antes de que las adversidades económicas les obligaran a venderla. Con el tiempo, la readquisición de Uzushiogakure se había convertido en una cuestión de honor para los Uchiha. Y el honor familiar era algo que Itachi valoraba por encima de cualquier cosa. Su crueldad era legendaria; era un hombre peligroso al que era mejor no enfadar.

Pero aunque era uno de los hombres más ricos del mundo, nunca había olvidado su humilde origen ni lo que había padecido hasta que la fortuna le sonrió, proporcionándoles a Mikoto y a Fugaku Uchiha como padres adoptivos.

Esa deuda era una de las pocas cosas que le hacían perder la calculada frialdad por la que se regía. En los últimos tiempos, recuperar la casa ancestral de Mikoto se había convertido en una obsesión. Tenía que conseguirla a cualquier precio. Y pronto.

Una despampanante pelirrosa, vestida con una túnica transparente que dejaba poco lugar a la imaginación, entró pausadamente. Con dedos acariciadores, describió una provocativa espiral en el dorso de la mano de Itachi.

—Vuelve a la cama —susurró, seductora. Itachi se tensó imperceptiblemente. —Estoy ocupado —masculló.

El personal intercambió una mirada. Ninguna mujer duraba más de un par de semanas en la vida de Itachi. Aquella amante no lo sabía, pero ya formaba parte del pasado.

—Kakashi —Itachi miró a su ayudante—¿quién ha permitido que pusieran túneles de plástico en el jardín cercado?

Kakashi miró la fotografía con sorpresa.

—¿No es eso parte del terreno de Uzushiogakure, señor? Me temo que no tengo ni idea.

Itachi le lanzó una mirada fulminante y pidió que llamara a su equipo de abogados.

Para ellos, el día se convirtió en una pesadilla. Se amenazó con hacer rodar algunas cabezas, tuvieron que deshacerse en disculpas. Prometieron solventar el problema al instante, pero el magnate griego dio la orden de que no hicieran nada por el momento. El decidiría cuándo debían entrar en acción.

Continuara…