He aquí con otra nueva historia la cual se me ocurrió mezclando como que mensaje principal de dos grandes obras: 'Romeo y Julieta' y 'El mensajero del miedo', ACLARO, no es una mezcla de una con la otra, ni siquiera se le parece, solo quise tomar el mensaje de ambas y hacer mi propio argumento.

"El amor todo lo puede" - Romeo y Julieta

"Hay que olvidar el pasado" - El mensajero del miedo

Esos dos frases son mis unicas referencias e inspiración. Punto. No quiero que haya malinterpretaciones (:

Y si, la canción con la que me inspiré fue con Still de FLOWER, le queda como al hilo, o al menos viendolo desde el punto de una Sakura deseosa de amar.

Sin más aclaraciones les dejo con el primer capítulo.

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Los personajes de Naruto, ya saben, solo son de nuestro adorado Kishimoto, la historia es lo único que me pertenece.

En la historia hago referencia al parecido que Sakura tiene con su madre, Kushina, por lo tanto, Kushina tendrá ojos verdes, no azules.

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Más allá de la nieve


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(NORMAL POV'S)

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Permíteme comenzar presentándote a parte de la realeza.

Al corazón y alma de un reino entero.

De una familia de origen puro, para nada numerosa, esta ella, la pequeña hija menor de los Namikaze. Atenta, curiosa y tan luminosa como los tulipanes que crecen en el jardín del enorme castillo adornado en cada esquina de la insignia representativa de su familia. Aunque ninguno de los llamativos colores que conforman los estandartes del ejército se comparan con su rosado cabello.

Y sus ojos, tan verdes y brillantes como lo vivo dentro de un murmullo de los árboles.

Es, a vivas voces, la vida y la alegría del reino cada día.

—¿Señorita? ¡Señorita Sakura! ¿A dónde va?

Gritan las mucamas persiguiéndola por todo el lugar.

Sakura corre. Vive. Respira sin parar.

Si en sus diminutas manos estuviese el poder de cambiar el enorme comedor del castillo y convertirlo en una divertida sala de juego, lo haría. Y cuan feliz sería. Se desharía también de esa pequeña mesa que tanto odia en su habitación y la cambiaría por un caballete y lienzo para poder pasar sus tardes dibujando cielos. Cambiaría además el horrible tapiz de las paredes de la enorme biblioteca por un sin fin de telas de colores.

Hija de reyes.

Futura soberana de la tierra a la que tanto ama porque de su corazón solo brota amor.

Enloquecida y llena de luz.

Pero a la vez tan pura e inocente como la nieve.

—¡Espere señorita, no salga sin su abrigo!

Por eso este día es especial.

Acostumbrada al verano y a la primavera, su estación predilecta parece que ha decidido adelantarse y tomarla por sorpresa. Y su padre no está ahí para detenerla.

Es normal, para la gente del reino, conocer y vivir la nieve cuando la estación se los provee pero para Sakura, quien siempre es custodiada día y noche como medida de protección al ser hija del Rey, es más complicado de lo que parece. La nieve siempre ha estado a su alcance; al menos así era durante los primeros años de su vida. Con el tiempo el mundo comenzó a secarse y las temporadas frías adornadas de ese blanco puro comenzaron a faltar.

Hoy, luego de mucho tiempo, vuelve a nevar.

Y a Sakura no puede importarle menos las clases de etiqueta que se va a saltar debido a ello.

La magia cubre su ropa en forma de copos de nieve.

—¿Señorita?—tan intrépida como una gacela, propia de su tierna y curiosa edad, se escabulle con facilidad del cuidado de sus mucamas, abandonando tierra de reyes para sumergirse entre la maleza del bosque en busca de páramos tan verdes como lo son sus advertidos ojos.

Poco a poco las voces y los sonidos propios del reino comienzan a desaparecer. Su nombre deja de ser pronunciado contrario de la libertad que comienza a anunciarse. Desde que ha despertado esa mañana lo sabe. Ese sentimiento de que algo grande le espera no la ha abandonado en ningún momento. Con escasos diez años el mundo es tan infinito y ella tan pequeña.

Tantos lugares en los cuales divertirse, para Sakura, quien desconoce el peligro, todo es tal cual tantas veces lo ha soñado.

No hay cadenas que la retengan ni voces ni reclamos que la merezcan.

Sus compañeros, esa tarde, son ese feliz par de conejos y los ciervos que levantan vuelvo ante sus frenéticos pies por conocer lo que el hombre no ha explorado. Acunar al recién llegado de una familia de hurones también forma parte, ahora, de sus recuerdos más felices, grabados en sus esmeraldinas retinas.

La tarde pasa lenta pero es notorio el tiempo que ha transcurrido cuando las tonalidades azafranadas van perdiéndose dando paso al tenue azul de la noche.

Es momento de regresar. Es momento de hacerlo, coger su lienzo, y plasmar todo lo que ha visto en dulces y delicados trazos.

Emprendiendo camino a casa no es consciente del peligro que la acecha.

Porque la naturaleza es virgen pero también incierta.

Los peligros que desconoce, los cuentos y leyendas que en alguna ocasión su padre ha omitido contarle demás sobre la magia que gira alrededor del mundo, finalmente hoy toman forma comprometiéndola a experimentar sus primeros miedos acompañados de una gigantesca y extraña Luna que parece seguirle los pasos.

Esa noche el corazón del reino entero correrían peligro.

E irónicamente, también el mío.

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II

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La misma noche en la que la hija pequeña del Rey se hubo perdido, el miedo se apoderó del reino pero no de su ejército. La línea al frente de los caballeros del Rey, comandada por Hatake Kakashi, esperan órdenes de quien hoy no porta solamente el título de soberano por complacencia sino además es el padre de las dos luces que empiezan a emitir sus primeros destellos a partir de que su amada esposa hubo muerto.

Está angustiado, no lo puede negar, pero parte de su deber como padre y como Rey es mantener la calma, de otro modo estaría vuelto loco desde hace mucho durante cada vez que han intentado atacar a su familia por ser quien es.

Esa noche Sakura no ha regresado a casa.

Y la noche dentro del bosque es demasiado peligrosa para que una niña de diez ande fuera considerando todos los peligros a los que se expone.

—Encuéntrenla —ordena, afligido, sintiendo a un costado suyo como el también pequeño cuerpo de su hijo mayor tiembla debido al miedo. Él está ahí para protegerlo. Para esperar el retorno de Sakura, añorando su bienestar por sobre todas las cosas.

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III

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No puede distinguir sonidos claros más allá de la ventisca que viene y va dentro de sus oídos.

La nieve nunca le ha parecido temerosa. Es decir, nunca le había visto mayor problema a todas esas veces que solía ver, a través de la ventana de una de las habitaciones del castillo, como los niños se lanzaban bolas de nieve como si fueran proyectiles. No veía que les causara mayor daño pero de eso a experimentar una tormenta, es distinto.

Toda su ropa está cubierta de blanco, y pesa. Pesa a montones .

El viento parece aullarle con vigor y ella solo puede continuar corriendo entre la oscuridad porque además no puede ver absolutamente nada. Esperanzada de encontrar algún tronco hueco de un árbol en el cual pueda refugiarse aunque fuese un poco, no es consciente del peligro hasta que oye un aullar distinto, no proveniente del propio fenómeno de nieve.

Lobos.

¿Lobos ahí?

¿Tan cerca del reino?

Entregándose al miedo no se percata en qué momento uno de sus botas se atora en la nieve, haciéndola tambalear y caer varios metros abajo.

El cielo da vueltas.

No. Ella es la que da vueltas.

—N-nieve...—murmura sintiendo pena de pronto. Todo sucede tan rápido que no tiene tiempo de pensar en la tristeza que le generará a su familia si llegase a ser encontrada muerta. Sepultada bajo la nieve. En lo único en lo que piensa es en que...—. "L-la nieve…va a mancharse de sangre" —porque es probable que la jauría de lobos la encuentre. Y ciertamente no quiere pensar qué parte del cuerpo van a desgarrarle primero.

Sin embargo se encuentra más preocupada por como el blanco puro del fenómeno que más ama quedará manchado.

A cambio de su vida.

Cierra los ojos con pesadez. Tiene sueño. Está muriendo. O pronto lo hará.

Papá.

Hermano.

Mamá.

La tierra se estremece una última vez cuando los demás sonidos enmudecen siendo silenciados por el rugido de un solo ser.

El rugido de un lobo que probablemente la va a comer.

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IV

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A pesar de llevar perdida un día, suaves y cálidos destellos que se filtran por la cortina natural de los árboles. Se siente débil pero viva. Está viva. Y no sabe cómo es que ha sobrevivido a la brutalidad de la naturaleza y a lo que ella claramente atribuye como lobos hambrientos.

Como una flor adormitada, el Sol la despierta.

Primero lento, permitiéndole acostumbrar a sus ojos luego de haberse desmayado sin más.

"Estoy viva" —es lo primero de lo que se percata haciendo una instintiva y rápida inspección a todo su cuerpo. Todo está en su lugar. No hay ningún miembro que le falte y eso le hace sentir, de algún modo, aliviada.

Dándole paso a los recuerdos que se amotinan en su mente es que recuerda todo lo acontecido.

La nieve.

La tormenta.

Los aullidos.

No es hasta que el quejido de la persona desconocida que yace a su lado la alerta, que se pone de pie llevándose una mano a la boca para silenciar sus gritos.

El instinto natural de una persona la llevaría a huir sin darle cabida a la pregunta natural del "¿quién es él?", pero es una niña inocente y a sus ojos todo ser herido a sus ojos le ocasiona una genuina preocupación. Su padre se lo ha dicho y repetido hasta el cansancio, sobre lo importante que es mantenerse segura de los peligros, no solo de la naturaleza, sino del hombre mismo pues su relación de familia real atrae siempre malas intenciones de distintos ojos.

Pero a Sakura nada de eso le importa ahora.

Aunque sí está convencida de que tiene un poco de temor al acercarse más a la criatura que yace en el suelo, quejándose.

"Un niño"

Como ella.

Como su hermano.

Como los niños del reino con los que suele jugar de vez en cuando.

Su inocencia es tal que no le permite a malos pensamientos abordar su mente. A sus ojos solo ve a un niño herido con raspones y cortes vistiendo una camisola bastante curtida y unos pantalones negros demasiado gastados ya.

A simple vista se ve como una persona normal, y con ese pensamiento se acerca con cautela a él. Luce dormido y exhausto pero a eso a él no le importa en cuanto oye la imprudencia de Sakura al pisar una rama seca.

Es un niño.

Como ella.

Como su hermano.

Como...

—"Sus ojos..." —son rojos.

Como los tulipanes.

Como las granadas deliciosas que sirven al mediodía en el castillo.

Como el rojo de los estandartes del ejército.

Como la sangre.

De pronto ya no se siente tan segura de acercarse más. No en cuanto ve como se levanta abruptamente y comienza a gruñirle tal cual bestia sintiéndose amenazada.

El miedo que siente es instintivo pero una vez que lo ve volver a la normalidad, y con normalidad se refiere a que el bonito color de sus ojos finalmente se revela, la situación pinta diferente, al menos para ella.

Un adulto, por ejemplo, no lo hubiese pensado dos veces para defenderse y atacarlo. En amordazarlo -porque a simple viste se ve como una potencial amenaza para el reino- y llevarlo a rastras hacia algún miembro del ejército del Rey. Poco o nada importaría que se tratara de un niño, siendo francos. Pero para Sakura, el hecho de ser ella quien se lo topara, es motivo de alegría.

Olvida el miedo. Olvida el peligro. Olvida que en casa todo mundo espera su pronto regreso pues hay algo en el bonito ónix de ese niño taciturno que le emociona bastante.

Sin que se lo pida le consigue agua y comida aunque siendo precavida de no acercársele mucho puesto que, a pesar de que le calcula su misma edad, él luce bastante renuente y enfurecido con la situación. Está debilitado pero eso no implica que desee ayuda o al menos es lo que su semblante duro le da a entender.

No es necesario que hagas esto finalmente habla, y a Sakura no podría emocionarle más que lo haya hecho.

Puedes hablarreafirma lo obvio. Y él no puede importarle menos que esté sonriendo.

Por supuesto asegura en el mismo tono hostil—. Y algo que detesto es que me ayuden ¿entiendes?

Pero no lo hace.

Al menos no en la magnitud que él espera.

Horas transcurren y Sakura pierde la noción del tiempo a lado de su inesperada compañía. En el reino, por otra parte, la búsqueda continúa. Los dígitos se suman y así pasan dos días.

El vestido que tanto ha cuidado, cual fuera su favorito, ahora tiene agujeros y se encuentra curtido, pero percatarse de eso no hace que detenga su labor. A la mañana siguiente consigue más comida recolectada de varios arbustos y algunas bellotas caídas de los árboles. No se explica pero es quizá debido a su corazón puro y gentil que no puede apartarse del niño. Quizá porque lo ve mal herido es que siente la responsabilidad de ser amable con él.

No.

No es responsabilidad.

Es la primera vez en mucho tiempo que comparte hasta el aire con alguien más además de su hermano mayor.

Para ella todo es alegría.

Para él, sin embargo, luce con demasiado disgusto.

No se siente como si fuera a morir, y con algo de horas de sueño su cuerpo se ha recuperado como para decir que puede irse en cualquier momento pero en su lugar sigue ahí. Observando a esa mocosa dar varios viajes en los que cada vez comienza a acumular más cosas inútiles a su criterio.

No quiero sentencia finalmente deteniendo el caminar de Sakura quien luce sorprendida. Aún no ha pisado el claro donde él se encuentra y ya la ha escuchado a tantos metros de distancia.

—¿M-me oíste? pregunta inocentemente más no hay respuesta. El niño yace sentado bajo las faldas de un gran árbol esperando a que se deje ver de entre la maleza—. ¿C-cómo lo hiciste?

—¿Qué no sabes lo que soy? —ella le mira, indecisa. La verdad es que no ha sabido bien qué ha sucedido pero no es difícil de adivinar teniendo en cuenta los acontecimientos recientes—. Eres tan tonta como te ves. Soy un monstruo ¿no te ha quedado claro ya?

—Yo... —la jauría de lobos. La tormenta. Y que haya despertado a lado de un quejumbroso y agotado niño no es mera casualidad. Sin embargo a Sakura le cuesta creer que se trate de algo tan mágico como lo que cuentan los libros (de la sección que su padre le ha prohibido leer en la biblioteca) que a escondidas lee —. "¿Un lobo?"

—¿Qué esperas? —la pequeña pelirosa parpadea, confundida.

—¿E-eh?

—Ahora que sabes lo que soy ¿por qué no corres asustada?

¿Cómo podría?

Es decir, él luce igual que ella. Para Sakura es solo un niño. Un niño algo gruñón pero niño a fin de cuentas. Y está más emocionada por toparse con alguien así luego de tener dos días fuera de casa. Se siente inesperadamente feliz por su compañía aunque él no se la haya pedido. No percibe peligro además de una inmensa curiosidad y cierta empatía por los ojos melancólicos de quien le estuviese observando como si estuviese chiflada.

Es agradable, piensa. El estarle ofreciendo comida y que él no la acepte, incluso es divertido.

—Eres un niño cascarrabias —confiesa, inesperadamente sonriente, ofreciéndole de nueva cuenta la comida que ha conseguido esa mañana.

—Ya te dije que no quiero nada. Entiende.

—Tienes que comer algo o no tendrás fuerzas para regresar de donde sea que hayas venido —contrario al regaño o a la negativa que espera, él permanece en silencio, mirándola detenidamente ahora que se ha acercado hasta donde se encuentra.

—¿Cómo te hiciste eso en el brazo? —sorprendida por la pregunta, Sakura observa el lugar al que él le presta atención. Su brazo sangra un poco, quizá debido a las ramas de los arbustos en los cuales rozó mientras buscaba comida.

—E-eh. No lo sé —y no miente pues realmente no lo recuerda. Pero la importancia que le resta a esos pequeños raspones se la pone al gesto de él por preguntarle, implícitamente, si se encuentra bien. No puede evitarlo pero logra sacarle una sonrisa.

—¿Por qué sonríes? Solo te hice una simple pregunta.

Pero no hay respuesta.

En su lugar solo hay cabida a las sonrisas.

Los problemas, quizá, comenzaron ahí.

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III

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Dos días y medio después, Sakura es encontrada sola sobre una cama de hierbas y flores silvestres en medio del bosque.

Kakashi es quien la acuna sobre su pecho y la protege del viento durante todo el trayecto de regreso a casa.

Sakura, como quien despierta de un fantástico y largo sueño, no escatima en ocultar en contar detalles de su mágica historia. Omite, por supuesto, la parte en la que ha sido salvada -porque así lo cree fervientemente- por el niño de sus sueños. Porque es pequeña, y para ella los príncipes aún no están a su alcance a pesar de ella ser hija de la familia real.

Pero a pesar de que su relato suena alegre y lleno de fantasía, para oídos del reino y de la gente que la conoce, el extravío de la princesa no es más que el primer aviso de que extrañas cosas podrían comenzar a suceder.

El hecho de que bestias salvajes merodeen tan cerca de los perímetros de vigilancia y del pueblo no es motivo para que la gente celebre y acompañe a la pelirosa en su algarabía.

Es inocente.

Es inexperta.

Es una niña.

¿Qué va a saber ella?

—¿A dónde va con tanta prisa, Princesa? —dentro de la gente que no cree en su comportamiento tranquilo luego de haber estado perdida, se encuentra Madara. El hombre más leal y con más tiempo de servicio hacia la familia real: Namikaze.

—Iré a ver a mi amigo —avisa, risueña, pero al hombre no podría parecerle menos misteriosa aquella efusividad repentina.

—¿Qué amigo?

La pregunta no le sabe rara pues desde que tiene memoria ese hombre ha sido la mano derecha de su padre y a los ojos del mundo no hay porqué temerle a quien te cuida. Pero a pesar de ser solo una niña, es bastante perceptiva. Y Madara hace un buen trabajo con intimidarla con solo mirarla. A Sakura no le gusta juzgar a la gente pero es bien sabido, desde siempre, que aquel hombre le pone un poco nerviosa pues siempre está con un semblante bastante serio.

—"Es porque es amigo de Papá" —Sí. Es por eso que debe de mostrar autoridad. ¿Por qué tendría que causarle miedo?

—Le hice una pregunta, Princesa.

—E-eh...A Sa-Sasori.

Sin embargo suelta una mentira.

A nadie le ha contado sobre aquél niño porque, claro, ha preferido omitirlo para, de algún modo, no exponerlo a que suceda algo peor.

Los adultos tienen sus propias leyes y siendo ella heredera directa por línea de sangre, no duda en que sean los propios ciudadanos, guiados por su miedo a lo que no conocen, los que propicien una búsqueda implacable a quien hubiese estado con la Princesa. Y no es como que la hubiese secuestrado pero el argumento de un niño no pesaba nada, aún siendo ella hija de Minato.

Por eso prefiere mentir.

—Ah, ya veo —lo prefiere a dar más explicaciones que la comprometan a tener que decir la verdad—. Supongo que está bien, solo recuerda volver antes del atardecer —dice el adulto, monocorde, y Sakura decide no buscarle tres piernas al gato despidiéndose rápidamente mientras hace una reverencia.

Solo hasta que se siente segura de que nadie la sigue y la mira, siendo intrépida por herencia, se escabulle dentro del bosque una vez más.

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IV

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Y los segundos se vuelven minutos.

Y los minutos, horas.

Y las horas días.

Sakura no es consciente del tiempo que transcurre una vez que se adentra entre el cuidado del bosque y la compañía de ese niño quien, por curiosa casualidad, siempre se encuentra en el mismo lugar donde fue encontrada.

El mismo pedazo de naturaleza que no es tocado por el hombre.

Con el tiempo se vuelven entrañables.

Sakura repite en su mente que no debe ver más allá de él, ni preguntarle qué es lo que es. Ella está conforme así como están ahora, siendo una especie de conocidos que podrían llegar a ser amigos si continúan pasando los días juntos.

—Juguemos a los trabalenguas —propone ella, apartando a un lado la corona de flores en la que ha estado trabajando desde la mañana.

—No quiero —él, a su lado, solo frunce el ceño. Para Sakura siempre luce malhumorado pero aquello solo hace que quiera arrancarle una o dos sonrisas. Sus intensos, a él, le causan sueño pero decir que no le agrada encontrarse con ella y hacer nada (porque prácticamente solo platican) sería mentir. A pesar de que él exprese abiertamente su aburrimiento y mire desinterasadamente a las nubes de vez en cuando, nunca la deja sola.

—¡Anda! Comienzo yo ¿de acuerdo? —la escucha decir; y aunque se oponga no logrará que se calle. Ha descubierto, en los pocos días que llevan de frecuentarse, que ella nunca se calla incluso cuando él no hace más que ignorarla a veces.

Es tan tonta, piensa, riéndose internamente.

—¡Eres muy bueno! ¡Dilo de nuevo! —chilla, incansable. El trabalenguas es tan sencillo para él que no le da mayor problema en decirlo sin dificultades.

—No lo diré de nuevo. Es aburrido.

Es tan tonta, piensa, riéndose internamente.

Y a pesar de que piensa así de ella, igual le parece muy bonita.

Las diferencias entre orígenes, especies, razas, como quieras llamarle, se diluyen como si fuera agua entre sus dedos. No existen. Pero es bastante notorio, por la manera en que ella lo mira, en que por su mente pasan mil preguntas referentes a ese día. La noche de la tormenta.

—Oye… —Sakura se ha detenido a preguntar sobre ello pero pese a que hace el esfuerzo por no dejar que su curiosidad la domine, al final, de manera temerosa cabe decir, se arma de valor—. Tú...

—¿Yo?

—Eres un lobito ¿no?

En el mundo en el que están siempre hay cabida para lo inesperado. Para el peligro. Para lo desconocido. Pero para él, quien ha vivido toda la vida con la idea de que los seres humanos son cerrados de mente, más que tomarle por sorpresa lo que dice, le extraña. Es el dulce tono de su voz y la manera en que sus mejillas se enrojecen que no le permiten pensar con claridad una respuesta para darle.

En su lugar también siente que las mejillas se le calientan.

Porque lo que le ha dicho no suena a que se sienta amenazada por él. Al contrario, luce con mucha ternura; sin miedo a la respuesta.

Y es la primera vez que ve una reacción así.

Una que no viene acompañada de genuino miedo, desprecio y odio.

Y con eso no sabe cómo lidiar.

—¿¡C-cómo que un lobito?!

Ni mucho menos cómo reaccionar.

—¿Así naciste?

Todo es tan nuevo.

Para él.

Para ella.

—Sí —y prueba responderle con sinceridad. No sabe nada de ella, ni ella de él, pero su inesperada conexión es genuina y siente como si no corriera peligro en contarle un poco sobre su vida—. Ha sido así desde siempre.

—Mi papá aseguraba que los seres mágicos no existían.

—¿Tu padre?

—Sí. No te he dicho mi nombre ¿verdad? —hace una pausa—. Soy Namikaze Sakura.

Y, probablemente, ahí comenzaron los verdaderos problemas.

—Eres...la hija del Rey.

Mandíbula tensa.

Ojos engrandecidos.

Colmillos sobresalientes.

Agitación repentina.

Sakura debió prever que algo andaba mal con solo verlo.

—¿Q-qué pasa? —asustada, confundida, completamente inexperta sobre cómo reaccionar ante una situación así es que solamente se pone de pie, imitándolo.

—Largo —por la forma en la que pronuncia aquello, está gruñendo.

—¿Eh?

—¡No quiero verte más! ¡Nunca! ¡¿Entiendes?!

—¿H-hice algo malo?

Sakura supo varias cosas ese día.

Tan corto fue el tiempo juntos pero el suficiente para extrañarse.

Para sentirse heridos.

Para sentirse que algo había salido mal entre ellos.

Sakura no pudo detenerlo ese día. Cuando de manera sorpresiva el bosque comenzó a llenar de llamas y él, tan propio de su especie seguramente, erizo sus vellos y su semblante fue el de alguien genuinamente preocupado. Pero no por ella.

No tuvo tiempo de detenerlo ni de decirle que se detuviera. Que no debía ir hacia el origen de ese incendio.

Pero poco o nada sabía de él como para que sus palabras fueran suficientes e impedir que se fuera.

No después de la manera en la que la había mirado.

—¡E-espera! ¡No vayas! ¡Es peligroso! — por encima del ruido de los animales buscando refugio y de la inmensa nube gris que pronto los cubriría, él se detuvo solo un momento. Pero cantar victoria demasiado pronto al verlo hacerlo le causa más decepción que el hecho de él mirándola con la rareza de esos ojos que han dejado de ser negros, siendo rojos.

—¡No vayas, por favor! —No van a volver a verse. Y si lo hacen ¿hasta cuándo será? —. Por favor, Sasuke...

Pero ni siquiera hay tiempo para despedidas.

Solo para unas últimas miradas cargadas de sensaciones negativas a las que Sakura no les encuentra un por qué en cuanto él la mira por última vez.

Lo último que mira es el recuerdo que la mantendrá con la esperanza de que se vuelvan a ver.

El recuerdo de la silueta de niño-lobo perdiéndose entre la maleza en su forma de bestia.

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Fin del capítulo.

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Fin del primer capítulo! ¿Que les ha parecido? En lo personal siento mucha emoción con esta historia, no se porqué XD , aunque 'Everyday' igual me deja seca de la imaginación.

Tal vez tengan dudas, por favor, no duden en preguntármelas, asi se las aclararé de la mejor manera posible. Otra cosa, si habrá lemon pero no lo puse como advertencia ya que no será tan seguido.Para que los que no han visto 'El mensajero del miedo', trata de un hombre que es manipulado por las mentiras de su madre, volviéndose alguien hipoteticamente malo. (Suficiente spoiler) XD

Sin más por el momento, espero que lo hayan disfrutado.

En el próximo capítulo: Será por amor, Sakura y su padre hacen una promesa, ¿que ha sido del pequeño Sasuke? ¿Porque trató tan mal a la pequeña pelirosa?

No se les olvide pasar por Everyday, se esta poniendo buenísimo )

JA NE!