Después de dos años de reconstrucción de la Tierra, la RDF continuaba con su trabajo emprendido con tesón bajo la mirada vigilante del Almirante Henri Gloval y de su equipo. En el puente, las tenientes Sammy Porter, Kim Young y Vanessa Leeds, más conocidas como las Conejitas del puente o Trío terrible, bajo la supervisión de la capitana Lisa Hayes y de la teniente comandante Claudia Grant, así como de los mejores pilotos varitech: el mayor Roy Focker líder del escuadrón Skull y jefe de la aviación del SDF-1, y los miembros del escuadrón Bermellón, los tenientes Max Sterling y su esposa Miriya Parina, al mando del héroe de guerra capitán Rick Hunter.

Los patrullajes en los distintos sectores tenían por objeto impedir ataques de zentraedis descontentos, tanto de micronizados como de aquellos que no, con su situación; reportes de recuperación de áreas naturales o cualquier incidente que pudiera romper el delicado orden existente.

Las vidas personales de las fuerzas militares y los civiles a bordo del SDF-1 habían cambiado drásticamente, ya que cualquier ser vivo fue vaporizado de la faz del planeta tras el ataque de Dolza. Sin familiares directos, los tripulantes del SDF-1 se convirtieron en una gran familia.

Roy Focker y Claudia Grant estrecharon más su relación, Max y Miriya dieron la bienvenida a su primera hija, Dana. Por su parte las conejitas tenían como pareja a los espías zentraedis Rico, Bron y Konda. Lisa y Rick estaban juntos después de indecisiones, peleas, malentendidos y reconciliaciones. Podría decirse que habían superado lo peor, mas no era así.

Rick Hunter, el joven y audaz piloto líder del escuadrón Bermellón, rebelde e indisciplinado para la lógica militar de Hayes, había madurado al calor de los continuos combates contra los alienígenas. Pensaba que Lisa era la mujer adecuada como su compañera de vida. No obstante, se equivocaba.

Los diarios patrullajes aéreos cada vez demandaban más tiempo, lo que provocaba que el cansancio físico y mental estuviera a la orden. Aunque Lisa ya no ocupara de forma permanente el puesto de controladora de vuelo por realizar otras tareas de mayor responsabilidad como servir de enlace entre las distintas organizaciones civiles, el GTU y la RDF; seleccionar a los candidatos para las vacantes de los diferentes puestos en la base Macross y fungir como estratega durante los ataques de los rebeldes; hacían que su vida de pareja casi se anulara por completo debido al trabajo, a no ser por eventuales salidas y convivencias.

Fueron las continuas llamadas de atención por la tacnet o en el hangar, sumadas a la incapacidad de Lisa y Rick para comunicarse, y sus propias inseguridades lo que le dio al trasto con todo. Rick estaba cada vez más harto de esa situación: si estaban en el trabajo porque tomaba cierta decisión en batalla o decía algo de más; si era en casa porque Lisa revisaba sus cosas para ver si tenía fotos o cualquier otra cosa que le recordara a Minmei, le borraba las llamadas de esa "amiguita" o de cualquier rival en potencia de su celular. Los celos de Lisa eran desaforados. Fue su última pelea la gota que derramó el vaso de su paciencia. Lo que sería una noche romántica terminó en noche de espantos cuando Lisa le dijo a Rick algo que lo hirió en su orgullo masculino.

Todo pintaba bien, una cena con fondue y vino tinto a la luz de la luna llena en casa de Rick, un detalle para Lisa luego de verse unos pocos minutos durante tres semanas sin descanso.

Como ya era costumbre, la pareja fue a casa de Lisa en el barrio militar para terminar su cita. Muchas veces, Rick le insistió en pasar la noche en su casa porque quería amanecer con ella. Lisa no se atrevía a bajar la guardia del todo. La razón jamás expresada fue sentirse más cómoda haciendo el amor en su propia casa porque contaba con los productos de belleza adecuados y la suavidad de su cama. Había estado en casa de Rick mil veces, y aún así no se convencía.

Al calor del vino, Rick andaba algo desinhibido. Lisa quería que esa noche fuera perfecta. Desgraciadamente, la inseguridad emocional por su panza reteniendo líquidos, el tamaño de sus senos y su trasero voluminoso le impidió llegar al orgasmo para complacer a Rick. Como en otros tantos encuentros, sentía que tardaba demasiado en reaccionar a sus caricias.

Rick nunca la culpó; le comentó que igual era el estrés del trabajo, pero con lo que el piloto del Bermellón nunca contó fue con la queja de Lisa dicha a bocajarro.

—Eres un egoísta al que le importa más su placer que el mío. No sabes satisfacerme. Y te dices hombre por tenerlo de tan diminuto tamaño.

Rick salió de ahí con la herida más grande que se le puede hacer a un hombre. A Lisa Hayes le pudo pasar que siguiera recordando a su difunto prometido Karl Riber, sus celos por Minmei, sus continuos regaños. Esto simplemente no. Era demasiado.

Fúrico, con el orgullo destrozado ardiendo más que el termorreactor de su VT, Rick entró en el primer bar que encontró. Quería olvidar esa cita y embriagarse era lo único que le quedaba

¿Qué clase de persona eres, Lisa Hayes? ¿No que tanto me amabas? Quizás como controladora de vuelo me cuidas las espaldas, pero como novia definitivamente no.

—Un escocés doble, por favor.

El cantinero, un viejo de cabello y bigote espeso completamente blancos, se acercó a servirle al capitán Hunter.

—¿Mala noche, mi capitán? ¡Trae una cara!

Rick estaba tan ensimismado que no notó inmediatamente las palabras del cantinero. Vio su bebida y se la tomó con avidez.

—Lo que usted tiene se llama mal noviazgo. Se lo digo por experiencia.

—¿Qué insinúa? —hasta ese momento, Rick fijó su atención en el viejo, cuyos ojos cafés brillaban enigmáticamente.

—Para empezar, mi capitán, creo que sus amigos lo orillaron a esto. Dígame, ¿cada cuánto se pelea y se reconcilia con su novia?

—Peleamos casi diario y reconciliarnos, pues… A ver, si por una foto autografiada de Minmei me dejó de hablar un mes, entonces…

—Ahí lo tiene. Mire, joven, ¿lo puedo llamar así? —Rick asintió—. Hay una época en la que hombres y mujeres tenemos un primer amor que nos tiene en la fantasía color de rosa. Nunca lo olvidamos y nos prepara para lo que viene. Luego conocemos a una persona con la que las peleas y las reconciliaciones son harto sabrosas. ¿No me negará que el sexo tras la reconciliación es el mejor? Fuego puro, pero nos quemamos. Es cuando aprendemos a diferenciar la pasión del amor. El amor es fantasía, es pasión, pero nunca dolor. Nadie puede vivir ni de sueños ni en guerra total. Uno se volvería loco.

—Así me siento con…—bruscamente calló.

—No es necesario que me diga su nombre— el viejo cantinero limpiaba unos caballitos para tequila—. Lo que usted busca es una mujer que esté con usted y lo acepte tal cual, lo apoye y lo reconozca.

Aquí donde me ve también fui piloto de combate hace chorromil años. Nada más que nunca fui a la guerra, pero perdí compañeros en acciones contra el narcotráfico o en labores de salvaguarda a la población civil en caso de desastres naturales o humanos. Eso también es igual de peligroso. Verla esperándome era lo mejor que yo podía necesitar después de ver tanto horror.

—¿En qué ejército estuvo para nunca pelear en una guerra? Nunca había escuchado tal cosa.

—Serví en un ejército de defensa, el de México, mucho antes de la maldita Guerra Mundial. Estuve en la Fuerza Aérea Mexicana (FAM). Era maravilloso elevarse para ver esa cordillera nevada con los volcanes amantes, siempre blancos. Viera usted que los pilotos mexicanos tanto civiles como militares destacados en la Ciudad de México tenían la fama de ser los mejores.

—¿Por qué los mejores? —Rick estaba más relajado, no tanto por el alcohol, sino por el relato del viejo piloto.

—La Ciudad de México está enclavada a 2250 metros sobre el nivel del mar en un valle rodeado por montañas, las más altas miden entre 5286 y 5500 metros. Había que subir demasiado para salvar las cimas y luego bajar en círculos para evitar que el embudo de las corrientes nos jalara. Le decíamos "la cazuela". Había que hacer el mismo procedimiento para salir.

En fin, ¿dónde íbamos? Ah, sí, los pilotos militares necesitan la presencia de una mujer cariñosa, comprensiva y carácter firme que nos apoye y que también nos baje de las nubes cuando andamos muy "culecos", o sea sentirnos Supermán. Alguien que nos brinde su hombro para llorar y su oído para contarle nuestras cosas más de aquí —señalando su corazón con el puño—. Confíe en nosotros, no intente cambiarnos y, sobre todo, que no se comporte como nuestra madre.

Rick abrió los ojos de par en par. En segundos vio su relación con Lisa desde que la conoció hasta esa misma noche. Si bien su madre murió cuando era pequeño y su padre y Roy lo terminaron de criar, siempre observó la relación de los pocos amigos que tuvo en la infancia con sus madres. "No me gusta que te juntes con Johnny White porque es mala influencia", "¿Se puede saber qué horas son éstas de llegar", "Ni loca te dejo ir a la escuela con esos pelos largos". "¿Crees que soy tu criada para levantar tu desorden? No, arregla tu habitación", "¿Ah, sí? No sales porque estás castigado y punto".

Lisa sería una mujer muy linda y una controladora de vuelo excelente, una profesional por lo alto. Pero su actitud maternal jamás la había notado.

Es lo malo de ser huérfano de madre. ¿Cómo no lo noté antes?

—Señor, ¿cómo es que usted sabe esto?

—El diablo sabe más por viejo, no por diablo, mi capitán. No sé por qué a las mujeres les da por ser así, les sale naturalito. Aunque también hay otro problema, cuando nos ven como sus padres: eso de pedirnos permiso, dinero. ¿No que ya se gobiernan solas? Una cosa es el miedo y otra muy distinta el respeto.

—Hasta eso nunca la he visto así. ¿Y ahora qué hago?

—¿Quiere seguir teniendo a su madre por novia-amante?

Rick bebía su whisky cuando le escuchó al cantinero esa pregunta y por poco se ahoga. Tardó un poco en reponerse. Cuando recuperó la respiración, por fin pudo hablar.

—¿Cómo se le ocurre?

—Mi capitán, yo hablo al chile, es decir, no me ando con rodeos. He visto a muchos como usted y siempre ponen la misma cara cuando se los cuento. Cuando jóvenes, mis compadres y yo andábamos bien mal, la mera verdad tampoco éramos unas blancas palomitas. Gavilanes polleros que andábamos enamorando a cuanta chamaca veíamos.

Cuando nos casamos con nuestras mujeres, todo iba como miel sobre hojuelas hasta que nos quisieron cambiar por lo que no éramos. Un día el coronel Chapa, nuestro jefe en la base de Cozumel, nos dio una platicadita con la que nos quedaron claras hartas cosas. Hablamos con nuestras esposas y todo empezó a funcionar otra vez. Si ellas no hubieran sido las adecuadas, nos habrían mandado al carajo y ellas se habrían ido a casa de su mamá llorando por no ser buenas esposas.

Pare bien las orejas a lo que voy a decirle. Las relaciones de pareja son como volar: habrá días de sol, otros nublados y otros de tormenta. Usamos nuestra experiencia, pero nadie nos prepara para esto. En la pareja, ninguno va a controlar al otro, se maneja la situación ¿me entiende?

—Señor, quiero entenderlo. Ella no es mi esposa, aunque llegué a pensar que lo sería. Realmente estoy mal, parece que no puedo andar con alguien sin echarlo a perder. ¿Cómo Roy y Claudia se llevan tan bien?

—El mayor Focker era una bala perdida y también escuchó esta plática. Se quitó la careta con la persona adecuada, se hablaron con la verdad y se aceptaron. Ese canijo se tardó mucho en verdad.

Si usted y su novia se pelean más del 70% del tiempo, es una relación basada en la pasión, "amor apache". Y eso, joven, no es sano para ninguno de los dos.

Cada palabra del viejo cantinero le caían a Rick como ladrillos en la cabeza. Dejar a Lisa no era lo que tenía contemplado.

Le gustaba que lo recibiera cariñosa de un vuelo y le preparara la cena o lo reconfortara tras una batalla. Ése era su estado de niña buena, incluso verla enojarse vía tacnet cuando hacía algún comentario pesado lo hacía feliz. Pero en cuanto lo regañaba, criticaba, ofendía y descalificaba, así tuviera razón, ya no se lo toleraba. Se esforzó mucho para hacer el fondue para que Lisa lo hiriera al decirle que no era un hombre por el tamaño de su miembro.

—Si me lo permite, pienso que ya está listo para un amor verdadero, no de niños malcriados. No es por ser indiscreto, pero qué le hizo para que esté así —Rick, apenado, bajó la mirada, susurrándole aquellas frases tan dolorosas. El viejo ni se río ni se estremeció, solamente atinó a decir—. ¡Estas mujeres! ¿Cuándo entenderán que también sentimos? —Rick se sintió comprendido.

—¿Cuál es su nombre, señor?

—Entre mis amigos me conocían como El Norteño porque soy de una ciudad llamada Monterrey. Aquí entre nos, soy el capitán primero piloto aviador Víctor Name, ya retirado. Todavía tengo mis alas, a veces me mandan en misión.

No se crea que vuelo esos cacharros turbocargados que son los VT, mi capitán. Ni se ven cuando despegan. Yo empecé con los primeros supersónicos. Así que haga cuentas de cuando me dio por ser águila.

No eche en saco roto lo que le digo. Nada saco conque usted y su novia rompan, igual dejaría de tener un cliente. Pero un piloto encabronado con su pareja es un peligro para todo su escuadrón, más cuando se es el líder. En sus manos está el ponerle remedio.

—Gracias, Norteño, digo capitán Name. Espero verlo otra vez. Oiga, ¿y cómo sabe que Roy Focker era una bala perdida?

—Hace años mis compadres y yo andábamos de vacaciones por California. Tuvimos la suerte de ver el Circo del aire de los Hermanos Hunter. Nos deslumbraron las habilidades de Mitchell Hunter, Roy Focker y de un chavalillo como de diez años. Al terminar el espectáculo, fuimos conocerlos personalmente. Nos invitaron a su remolque a cenar e hicimos buena amistad. Seguimos en contacto hasta la muerte de Pops, es una lástima lo que le pasó. Cuando nos despedíamos, hablamos con Roy, así como hablé con usted. Es una suerte que no muriera en la guerra.

Rick no pudo reprimir una sonrisa al recordar sus días en el circo aéreo. El Norteño lo reconoció como aquel niño que tanto los había impresionado y simplemente se quedó callado.

—Gracias por el trago y la charla. Había venido aquí a embriagarme y salgo más sobrio que nunca —pagó su bebida y le estrechó la mano al viejo piloto mexicano. Salió de aquel bar sintiéndose más seguro y tranquilo que nunca en aquellos dos años.

Al día siguiente, Lisa se levantó temprano para iniciar su turno en el SDF-2. Se sentía terriblemente enojada con Rick. ¿Cómo es posible que en todo este tiempo de novios no sepa cómo me gusta que me hagan el amor? Hay días que es maravilloso, pero ayer fue el colmo. ¡Dios mío! Y todavía quiere impresionarme con esa diminuta cosa que tiene entre las piernas. Únicamente lo soporto porque besa bien.

Con estos pensamientos. Lisa entró al puente con su taza de café y cara de Reina del Hielo. Claudia notó que su amiga no estaba bien y se acercó.

—Parece que hay problemas en el paraíso —dijo en broma para saber qué le ocurría.

—No estoy para chistes, Grant. Richard Hunter traspasó el límite.

Algo no estaba bien. Nada bien. La única vez que Lisa la llamó por su apellido fue la vez que Roy entró a la barraca que ambas compartían en la base Wyoming y la vio medio desnuda cuando salía de bañarse creyendo que era su novia.

—Debió ser horrible. ¿Y qué fue esta vez?

—¡Rick no sabe satisfacerme! ¡Lo tiene pequeño!

Claudia no daba crédito a los que sus oídos escuchaban. Lisa habló tan fuerte y sin tapujos que Kim, Sammy y Vanessa se quedaron con la boca abierta, hasta el mismísimo almirante Gloval, que ya se iba, estaba fuera de sí.

—¿La capitana estuvo bebiendo porque jamás habla de esos temas? —Sammy preguntó con mucha precaución.

—Sea lo que sea, está irreconocible. ¿De verdad el capitán Hunter lo tendrá como dice? —Vanessa utilizó sus manos para dar a entender que Rick no estaba bien dotado según la percepción de Lisa.

Claudia y Lisa voltearon. La primera les dijo con su mirada de advertencia que ni una sola palabra de lo que acababan de escuchar debía salir de ahí. Lisa fue más sutil, puso su clásica expresión de si hablan las fusilo. Las tres se retiraron a sus lugares.

—Lo único que quiere es estar mete y saca. No lo siento dentro de mí.

—Lisa, cálmate por favor. Quiero intentar ayudarte. Sé honesta, ¿le dijiste algo sobre su "amigo más cercano"?

—Le dije que era un egoísta al que le importa más su placer que el mío, que no sabía satisfacerme y que se dice hombre por tenerlo de tan diminuto tamaño.

Claudia se llevó las manos a la cabeza. ¡Ahora sí lo perdiste!

—¿Te das cuenta de lo que hiciste? ¡Heriste a Rick en lo más sagrado para un hombre! ¡Su pene!

—Yo no tengo la culpa. Soy su mujer y tiene que atenderme igual de bien que yo lo hago.

—Puedo entender que Rick sea un atolondrado piloto bocafloja, rebelde e indisciplinado, pero eso no te da ningún derecho de insultarlo y menos con eso. Lisa, la única responsable de tu placer sexual, eres tú misma, no él. ¿Alguna vez le dijiste dónde tocarte y cómo hacerlo?

—No me vengas con eso, Claudia. ¿Dos años no se te hacen suficientes para conocernos en la intimidad?

—Lisa, eres adulta. El sexo es lo más natural del mundo y tú haces que suceda. Nuestro cuerpo de mujer cambia cada mes, por eso hay que conocernos. Mira, hay días que le digo a Roy que mejor no, pero que acepto una buena sesión de besos y abrazos.

Tu problema es que no puedes comunicarte con Rick. Tu misma rigidez causa estas situaciones. Estás asfixiándolo y no me extrañaría que tomara la decisión de terminar. Créeme esta vez sí es seguro. Te he ayudado muchas veces. Vi como sufrías por la indecisión de Rick entre tú y Minmei. En cambio ahora, el lío eres tú misma y ese orgullo lo sacas para avergonzarlo por ser como es. Confundes lo personal con lo profesional. Así no se puede.

Recapacitando, Lisa se siente fatal.

—¿Qué puedo hacer, Claudia? No quiero perderlo.

—Por lo pronto, esperar a que ambos se tranquilicen. Lo bueno que no estás en la tacnet, porque si no sería el acabose. Envíale un mensaje en cuanto tengas la cabeza fría, pídele que se reúnan. Lo demás depende de él. De una vez te advierto, si Rick ya no quiere seguir la relación, acéptalo.

—Siempre volvemos después de un pleito. Esta vez será igual.

Claudia sabía perfectamente que Lisa cometió un grave error. Rick podría ser terco, arrogante y berrinchudo, pero su orgullo fue herido por la persona que el pensó que lo amaba y aquello era algo muy difícil de arreglar.

Lisa se fue a realizar sus tareas. En cuanto se tranquilizó, envió el mensaje por celular diciéndole que quería hablar con él a las 1700 en el hangar del Bermellón.

Mientras tato, Rick Hunter se presentó a realizar su patrullaje del día. Al llegar al hangar, los Sterling ya sabían del nuevo pleito Hayes vs. Hunter sin conocer los detalles de su gravedad. Ni que decir de Roy Focker, el hermano mayor de Rick. Al verlo dirigirse a su VT, los tres notaron que no traía su habitual ofuscación tras una pelea con Lisa Hayes. Una vez dentro del Bermellón 1 le llegó el mensaje de Lisa, no lo contestó por verse interrumpido por Sammy que le daba sus coordenadas de vuelo. Ella también advirtió que el capitán Hunter lucía demasiado tranquilo.

Ella se lo comentó a Kim y Vanessa, Roy a Claudia. Al cabo de media hora, la base Macross, incluido Gloval, sabían que algo serio pasaría. La calma que antecede a una tormenta.

1700 Hangar del escuadrón Bermellón

Lisa ya esperaba a Rick convencida de que regresaría a sus brazos como un cachorrito buscando a su dueña. En el fondo, pensaba que esa noche tendría el sexo que merecía.

Los escuadrones Skull y Bermellón estaban por aterrizar cuando por canal privado, Roy contactó a Rick.

—¿Estás bien, Rick? En todo el día has estado callado sin hacer mención de cierta comadreja parlanchina.

—Gracias por preocuparte, hermano. No quiero que nadie más se involucre. Hay algo que hace mucho debí hacer.

—No vayas a lastimar a Lisa, sabes de sobra que también es mi amiga.

—Eso no te lo prometo, Roy. Lisa me acaba de herir como no tienes idea. Francamente, estoy harto de esta situación.

—¡Demonios! ¿Con quién estuviste hablando, cachorro?

—Con un viejo piloto de combate de la FAM.

—¿Viejo piloto de combate de la FAM? A los únicos que conocí fue…—Rick lo interrumpió.

—En el circo aéreo después de una función. Eran tres que se volvieron muy amigos de Pops. Me dijo que eras una bala perdida en cuestión de mujeres.

Roy se quedó recordando quién podría ser. Después de la lluvia mortal de Dolza casi no quedaron sobrevivientes sobre el planeta. Al hacer memoria, revivió una charla con esos tres pilotos que años después le haría ver que Claudia era la elegida de su corazón.

—Piensa bien las cosas por una vez en tu vida, Rick. No te vaya a salir el tiro por la culata.

—Descuida, Roy. Gracias por tu apoyo. Bermellón 1 fuera.

Lisa vio descender al Bermellón 1. Creyó que Rick la perdonaría si le hablaba con franqueza. Él era su hombre y no lo dejaría, no después de guardarle años de luto a Karl Riber. Se acercó a la nave esperando que Rick la entregara al personal de tierra.

—Espero que recibieras mi mensaje. Quiero arreglar lo que pasó anoche —Lisa estaba muerta de miedo, pero la ilusión de volver a estar con Rick eliminó sus dudas.

—¡Y vaya que hay que arreglarlo! —se detuvo frente a ella buscando las palabras correctas—. Lisa, ¿te gusta lo que tenemos?

Lisa no se esperaba aquella pregunta.

—¿A qué te refieres?

—¿Regaños, peleas, reconciliaciones y luego tener sexo desenfrenado? ¿Todo eso de manera constante?

—Las caricias saben bien después de perdonarnos.

—Me parece que no estás entendiendo. Desde que nos conocemos los malentendidos han estado a la orden del día. O es porque no dices las cosas como son o yo no las digo de manera correcta. Te molestas conmigo por cualquier cosa. Ya estoy cansado.

—Te sales del reglamento y me respondes sin ningún respeto a mi rango.

—Estoy hablando de nuestra relación de pareja, no del trabajo. Me he dado cuenta que para ti son lo mismo. Mezclas lo laboral con lo personal.

—¡Ah! ¿Crees que mezclo las dos cosas? ¿Qué me quieres decir —Lisa cada vez iba enojándose más y más.

—Quieres llevar nuestra relación como si fuéramos piloto-controlador de vuelo. No son lo mismo. Cuando quieres ganar en una discusión, siempre sacas a relucir tu rango. Y para colmo de males, te comportas como si fueras mi madre. ¿Y sabes qué? Ya tuve una y no necesito otra. ¡Quiero una compañera de vida!

—¡Es absurdo! Lo único que he hecho es preocuparme por ti, guiarte, que te alimentes bien.

—Apreció mucho tus cuidados, Lisa. Que asees mi barraca, laves y planches mi ropa o que me prepares la comida no te da ningún derecho a cambiarme. Te la pasas regañándome por algo que hice o dejé de hacer durante el patrullaje y luego te llevas el pleito saliendo de aquí donde quiera que estemos. ¡Ya basta! Lo de anoche es imperdonable.

—Si pusieras más atención a mis necesidades no estaríamos así —se cruzó de brazos dándole la espalda.

—¿Ahora eres la víctima? Tú dijiste que Minmei era infantil y caprichosa. No te quedas atrás, Lisa Hayes. Y te dices muy madura.

—¿Infantil y caprichosa yo? ¿Y tú quién te crees que eres? ¿Un hombre experimentado?

—No lo soy. Reconozco que tengo mis arranques y que digo mil tonterías sin pensar —se cerca a su oído para susurrarle—. Al menos yo no te he dicho que estás gorda, que tus senos son enormes o de tu gran trasero—. Lisa se puso de mil tonos de rojo, presa de ira y vergüenza.

¿Rick me acaba de decir eso?

—Recordaré los momentos felices que tuvimos. Créeme que a la larga, nos hará bien separarnos. Duele, no lo niego, pero me duele más que nos estemos faltando al respeto. Adiós Lisa Hayes—. Lisa se quedó paralizada en plena pista.

Rick se dirigió a los vestidores, convencido de que había hecho lo correcto. Lisa era una persona difícil de olvidar por su mismo carácter. Fue sincero con su corazón al reconocer que amó a Lisa, pero él también se quería como para seguir viviendo el suplicio Hayes diariamente.