Título: Alcanzando la madurez

Autor: Naru

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Resumen: Sabaku no Gaara comienza a experimentar cambios que le desconciertan, ¿qué es lo que le ocurre? ¿por qué se comporta así? El ninja de la Arena descubre su adolescencia y alcanza la madurez. Un fic con contenido ecchi (quizás algo de lemon), un GaaMatsu, por supuesto ^^

No eran uno, ni dos, ni tres, eran hasta un total de 5 asquerosos y repulsivos pelitos que observó en su pecho, a través del espejo mientras se aseaba por la mañana, el 19 de Enero, el día de su cumpleaños. ¿Desde cuando estaban ahí?

Sabaku no Gaara había madurado mentalmente antes que nadie, demasiado temprano. Pero aquel día, los primeros síntomas físicos hicieron acto de presencia o por lo menos fue, cuando se dio cuenta de ello. Bien es sabido, que lo primero que le cambió fue su voz, igualmente demasiado pronto, y es que Gaara fue obligado a madurar y crecer más deprisa que el resto de los niños normales del mundo. Obligado a ser el mejor ninja, obligado a ser la mejor arma, obligado a alcanzar la madurez demasiado temprano.

Se miró con asco delante del espejo, pues en su pecho antes suave y pálido se podían contemplar aquellos repulsivos pelitos que desdibujaban aquel paisaje antes limpio y desértico. Se arrancó uno de ellos y lo miró poniendo gesto de asco. Él no necesitaba aquello. Se restregó aquella zona, ahora dolorida por haberse arrancado el maldito pelo y se puso la camiseta de malla. Ya estaría malhumorado para el resto del día, y encima, era su cumpleaños.

Ahora que había hecho las paces con sus hermanos, no sabía como reaccionarían estos, probablemente ni sabían que día era, pues nunca lo habían celebrado y aquel año no iba a ser diferente aunque él estuviese intentando cambiar, o al menos, eso era lo que él creía, ya que al ir a desayunar, le aguardaba una sorpresa.

Sus hermanos mayores le esperaban en la cocina con sendos regalos, lo que hizo que Gaara abriese mucho los ojos. Temari le regaló un bonito reloj de arena, y Kankuro... en fin, el regalo de Kankuro fue lo que más desconcertó a Gaara. Fue un libro, pero no un libro cualquiera, era un libro para adultos que llevaba el título "Paraíso del coqueteo".

- Yo no puedo leer esto – dijo sin más devolviéndole el libro a Kankuro.

- ¡Oh venga vamos! No es para tanto, ya has alcanzado cierta edad y tienes que empezar en fin... a saber ciertas cosas – Gaara le miró con gesto escéptico, ¿saber algunas cosas? ¿acaso le estaba tomando por idiota? ¿qué más tenía que saber? Lo único que él sabía era que las chicas son un estorbo, ni siquiera se imaginaba en plan meloso con ninguna chica, como veía constantemente a su hermano comportarse. Eso era para idiotas. Él era un ninja y no podía permitirse aquel lujo, solo quería entrenar más y demostrar lo que Naruto le había enseñado. Quería ser reconocido por los demás, pero eso no implicaba "cosas de chicas". Absurdo.

- No.

Pero Kankuro en su obstinación le devolvió de nuevo el libro.

- ¿Sabes quién me lo recomendó? Uzumaki Naruto – mintió Kankuro. Eso hizo que Gaara abriese más los ojos, con interés.

- ¿Él?

- Sí.

- Bueno, le echaré un vistazo... - Kankuro se aguantó las ganas de reír hasta que observó la fulminante mirada de su hermana Temari, a la cual aquello no la hacía maldita la gracia.

- Gaara – intervino – Aunque leas ese tipo de cosas, en fin si tienes cualquier duda... sabes que puedes recurrir a nosotros sin ningún problema, ¿de acuerdo?

- Os lo agradezco, pero creo que sabré "apañármelas solo".

Ese comentario hizo que Kankuro bufase y comenzase a reír sin poder controlarse. Temari sacó el abanico y se lo mostró, amenazante. Y es que cuando un alma está aún atrapada por la inocencia, no se da cuenta de lo que realmente ocurre a su alrededor. Y eso molestaba aún más a Gaara.

Lo que también le produjo repulsividad es que los malditos y dichosos pelitos no crecían únicamente en su pecho, sino que también parecían multiplicarse como una plaga "ahí abajo". De todas formas era un sitio en el que prefería no mirar. Y no solo eran los malditos pelos, era el malhumor tan raro que sentía, más de lo normal.

Y era tal su malhumor, que cuando recibieron a los nuevos alumnos en su ahora nueva escuela, Gaara se veía incapaz de mostrarse amable a pesar de las recomendaciones de su hermana. Que sonriese le había dicho, ¡ja! Como si eso fuese tan fácil. Para colmo de males, eran los alumnos los que tenían que elegir a su profesor, parecía hecho a propósito. Sin embargo, alguien captó su atención, y ese alguien fue la única persona que se interesó por lo que había intentado explicar hace tan solo unos segundos. Aquella chica algo descuidada y torpe se acercó a él y se ofreció para ser su alumna, y fue la única.

Su nombre era Matsuri.

En un primer momento, la aspirante a ninja parecía frágil, indefensa y terriblemente torpe, pero eso a Gaara no le preocupaba, fue la única que le había elegido a él y por tanto la enseñaría todo lo que sabía, costase lo que le costase. Ella se acercó a él sin sentir miedo, a pesar de todo lo que había oído, y ya eso para él fue una satisfacción, un primer paso en su camino para ser reconocido.

Por eso, arriesgó su vida cuando la raptaron, fue la primera vez que sintió lo que le había enseñado Naruto Uzumaki, debía de proteger a su alumna, su amiga... Por primera vez, fue aquel sentimiento lo que le permitió controlar al Shukaku, sorprendiéndose a si mismo, a sus hermanos, a Matsuri y a todos los que se encontraban allí presentes. Gaara del Desierto ya no luchaba para sí mismo, sino que luchaba para proteger a alguien.

Al despertar en el hospital de Konoha ya no se acordaba de los malditos pelos que le crecían sino que se sentía más vivo que nunca. Se puso la mano en el hombro en el que había sido herido, tenía vendas por toda la zona, incluido su cuello. Inconscientemente se tocó también el pecho, y allí seguían los dichosos pelitos, pero ya no le importaba, estaba vivo, había conseguido rescatar a su alumna, era lo único que le importaba en aquel momento.

Tuvo que estar así unos días, en cama, pero no estaba solo, Naruto Uzumaki compartía habitación con él. Le admiraba, sabía que había intentado salvarle, contempló sus dedos vendados, al parecer había intentado sacarle de aquella cosa como fuera. La primera persona que comprendió su dolor, su mejor amigo, y ahora estaban también sus hermanos, y por supuesto su alumna y amiga, Matsuri.

Esta, junto con los hermanos de Gaara, iban a visitarles y un día trajo sendas cestas llenas de comida para él y su compañero.

- La idea fue de Matsuri – dijo Kankuro con sorna. Naruto no le oía, ya se había abalanzado sobre una de las cestas y se puso a engullir como un loco, como si nunca jamás hubiese comido.

- ¡Gbafias Mafbstui! - dijo con toda la boca llena, lo que hizo que Kankuro se partiese a carcajadas, incluso Gaara sonrió un poco.

A Matsuri la temblaban las piernas cuando se acercó a dar la cesta correspondiente a su sensei, el cual se había incorporado un poco en la cama. Al dársela le había rozado la mano, Gaara estaba frío como el hielo.

- Estás helado...

- No te preocupes, estoy bien. Gracias por la comida. - dijo sin apartar la mirada de los ojos de su alumna, la cual estaba como petrificada. Y en silencio, se puso a comer, con más cuidado y más educación que su compañero.

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Una vez que ambos compañeros de habitación se quedaban solos y sin visitas, comenzaba lo que más temía Gaara, los interrogatorios cansinos de Naruto sobre las chicas. Incluso un día su amigo Chouji le trajo una revista "de ese tipo" del cual Naruto se encargó de custodiar bien bajo su almohada. De vez en cuando se iba con ella sonriente hacia el cuarto de baño indicando a Gaara que ahí se leía mejor.

Aún en su inocencia, Gaara no sabía que leer esa revista en el cuarto de baño significaba también otra cosa. Siempre veía a su compañero alegre de acá para allá con la dichosa revista, hasta que un día se la lanzó a su cama, quedando la misma sobre las rodillas de Gaara.

- Bueno, ahora te toca a ti "ponerte alegre", yo ya me la se de memoria, jeje. Pero te aconsejo que eches el pestillo, a mí el otro día casi me pilla la enfermera.

- Es igual, la leo aquí. Gracias. – respondió Gaara preguntándose que tendría de malo leer aquella revista como para encerrarse y encima con temor a ser pillado.

- Pfff!!! – Naruto soltó una risotada – Bueno, tú mismo, pero no te lo aconsejo… a no ser que tengas un buen auto-control.

En la portada de la revista una chica joven posaba semi-desnuda en una pose bastante provocativa. Gaara comenzó a hojear y pasar las páginas. Todo eran fotos del mismo estilo a la portada, chicas en bikini o en ropa interior.

- Son todo fotos.

- ¡¡Pues claro!! ¿Qué esperabas? Jajajaja

Fue entonces cuando lo sintió, ese picor que parecía arder. Justo "ahí". Sin pensarlo si quiera, como un acto reflejo, deslizó su mano por debajo de la sábana para rascarse. Pero era algo más que un picor… notó que aquello le había "crecido", al igual que cuando se despertaba cada mañana.

La teoría para el ninja de la Arena era sencilla, eran las señales de haber alcanzado la adolescencia, igual que los malditos pelos del pecho. Pero había muchas cosas que los libros no enseñaban, por ejemplo como "ponerse alegre" con una revista femenina. Ahora empezaba a comprender, aunque no del todo, aquel misterio que era el hacerse mayor.

Una mañana, era bien temprano cuando Gaara se despertó, y de nuevo, no era solo él el que se había despertado. Pero no reparó en ello y se levantó para poner la televisión compartida que tenían enfrente. Estaba demasiado alta para que Gaara alcanzase el botón de encendido, pero antes muerto que pedir ayuda. Se encaramó de puntillas todo lo que pudo para alcanzar el dichoso botón.

En ese momento la puerta de la habitación se abrió y alguien soltó un leve grito.

- ¡Ah! Gaara… sensei…

En la puerta se encontraba su alumna con un termómetro en la mano y con la otra se tapó la boca de la impresión al ver a su maestro encaramado, intentando alcanzar el televisor y con todo el pijama tipo hospital abierto por detrás, por lo que quedaban al descubierto sus pálidas nalgas. Pero fue aún peor cuando Gaara se dio la vuelta.

- ¡Ah! – dijo Matsuri colorada como un tomate mientras se daba la vuelta. - ¡Sumimasen! (perdón).

Al darse cuenta, inmediatamente Gaara se dio media vuelta, con una mano se cerró y se sujetaba la bata por detrás como podía y con la otra ocultó su evidente erección. Encima, Naruto se había despertado y contempló el espectáculo con verdadero interés, soltando posteriormente risotadas sin parar, fue ya el colmo.

Vergüenza.

Que él recuerde jamás la había sentido. Quizás si hubiese sido su hermana no le habría importado tanto, pero con Matsuri era diferente.

- Por favor, deja el termómetro encima de la mesita. Gracias – dijo Gaara serio, sin perder la compostura a pesar de su cómica postura y justo antes de encerrarse en el cuarto de baño. A continuación se oyó el chasquido de haber echado el pestillo de la puerta. Naruto seguía riéndose a carcajada limpia, pero Matsuri seguía allí plantada con la cara totalmente roja. Al reaccionar, dejó el termómetro donde la había indicado su maestro y se marchó corriendo.

Quedándose pegado contra la puerta, Gaara respiró hondo. Y al cabo de pocos segundos observó que en el suelo, por la ranura asomaba aquella dichosa revista. Pudo oír claramente las risas de Naruto al otro lado.

- ¡A lo mejor la necesitas!

- Idiota… - musitó.

Pasando olímpicamente de la revista, Gaara se quitó los vendajes delante del espejo. Sus heridas prácticamente estaban curadas y allí seguían los malditos pelos. No había recordado estar tan de mal humor y encima Matsuri le había visto así… Además seguía sintiendo ese ardor, y si no hacía algo pronto reventaría. Así que para calmarse un poco, decidió darse una ducha. El agua caliente me calmará, pensó. Pero no fue así, su miembro parecía dispuesto a no rendirse hasta que él hiciese algo. De forma instintiva comprendió lo que debía hacer, pero no se atrevía a hacerlo. Dejó que el agua caliente siguiese humedeciendo su pálida piel, cayendo por su espalda, bajando por su cintura, metiéndose entre sus piernas, deslizándose por sus muslos y llegar a sus pies hasta perderse por el desagüe en su camino infinito hacia dios sabe donde. Pero no era solo la humedad del agua la que sentía el ninja de la arena. Entonces, sacudiendo un poco la cabeza comenzó con el jabón, pero se seguía sintiendo como un volcán a punto de hacer erupción. Extendió el jabón por todo su cuerpo, evitando a propósito "aquella zona" y dejarla para lo último. ¿Acaso tenía miedo?

- Vamos, no puede ser tan malo… - se dijo. Y a continuación deslizó su mano enjabonada por su miembro una sola vez. Fue suficiente para darse cuenta… al llegar al extremo no pudo evitar gemir de placer. Con la mano libre se tapó la boca, quizás Naruto le había oído. Pero ya no podía parar, sentía la necesidad de seguir acariciándose, sentía que así podía aliviar todo el ardor y aquel peso que tenía. Pero no se puso a pensar en las chicas de la revista, ni siquiera se acordaba de la dichosa revista, lo único que se le coló dentro de su mente fue…

**Flashback**

Aquel atardecer en Sunagakure, maestro y alumna habían entrenado hasta el agotamiento. El chakra de ambos prácticamente se había consumido. Pero fue una tarde satisfactoria, pues Matsuri ya había dominado el arma con la que tanto había entrenado y aquella que Gaara había elegido para ella. Durante el camino de vuelta, Matsuri tropezó y cayó al suelo estrepitosamente, torciéndose el tobillo.

- No podemos pararnos, se acerca una tormenta de arena – dijo Gaara serio mientras cogía a Matsuri por la cintura y pasaba un brazo alrededor de su cuello para ayudarla a andar.

Pero a los pocos segundos, Gaara se detuvo.

- Te has debido de hacer algún corte, estás herida…

- No… - dijo Matsuri avergonzada recordando el buen olfato que tenía su sensei y más si era relacionado con la sangre. – Es… ya sabes, cosas de chicas…

- ¿Estás menstruando? – soltó Gaara sin poder evitarlo. Matsuri se avergonzó aún más. Y Gaara, haciendo alarde de todo lo que había estudiado prosiguió – No tienes por qué avergonzarte, es algo natural en alguien que ya ha alcanzado la madurez. – Y dicho esto la sujetó aún más fuerte y siguió cargando con ella hasta que llegaron a la aldea.

**Fin Flashback**

- Matsuri… - susurró con voz ronca mientras seguía acariciándose, ahora más deprisa. Fue algo sádico, acordarse de aquel olor que desprendía su alumna. Pero si algo excitaba a Sabaku no Gaara, era precisamente la sangre, aunque ahora, esa excitación tenía otro fin bien diferente…

A los pocos minutos, un golpe fuerte se hizo audible en la habitación.

Al salir del cuarto de baño, comprobó que Naruto permanecía con semblante serio en su cama mientras veía la televisión. Gaara no dijo nada y se dirigió despacio (cojeando) hacia su cama.

- Primer consejo: no lo hagas en la ducha – soltó Naruto rompiendo el silencio de la habitación.

Algo parecido a un bufido salió de la boca de Gaara, pero no quiso ni por asomo hablar del tema.