PESADILLA

15 de Agosto

Oscuridad, frío, silencio, solo el sonido de su propia respiración le acompañaba en la nada. Miraba hacia todos los lados buscando algo pero no había nada, solo ella.

Su pulso comenzó a acelerarse, su respiración cada vez era más agitada, comenzó a sollozar ¿dónde estaba? ¿Cómo había llegado hasta allí? Sus sollozos se cortaron, alguien pronunciaba su nombre, alguien siseaba su nombre.

Tomó aire, quería preguntar quién era pero eso le aterrorizaba sin embargo sintió la necesidad de hacerlo.

-¿Quién eres y dónde estoy? -Ana intentaba distinguir algo mirando hacia todos los lados pero solo había oscuridad.

-Estás dónde tú quieras estar. –El siseo comenzó a hablar. Era una voz profunda, sensual pero terrorífica.

-Pero yo no quiero estar aquí. –Ana seguía sollozando.

-Ahora eso no importa, lo que realmente importa es que estás aquí.

-¿Qué es este lugar?

-Nuestro rincón, un lugar para nosotros solos. Puede ser cualquier lugar y ninguno, será lo que nosotros deseemos.

-¡Por favor! Dime dónde estoy y quién eres. –Comenzó a temblar, tenía miedo, quería salir de aquel lugar pero no podía moverse.

-Tranquila preciosa, eso lo descubrirás muy pronto...

Alguien la agarró por detrás, fuertemente pero sin dañarla, sentía su frialdad, tanto que parecía que se le iba a congelar la sangre y solo pudo chillar.

Se despertó en la cama sudorosa y chillando. Le costó mucho darse cuenta de que simplemente había sido una pesadilla, un mal sueño.

No recordaba que hubiera tenido ninguna pesadilla como esa en su vida, solamente cuando era niña soñaba con seres encapuchados pero nada más.

Aún sentía el frío en su cuerpo, todavía sentía la presencia de aquel ser. El sudor que recorría su cuerpo era frío, cada gota congelaba daba vez más su piel y comenzó a tiritar.

Se levantó y se fue hacia el cuarto de baño para darse una ducha bien caliente, miró el reloj, eran las 3:00 de la madrugada, todavía le quedaban tres horas para levantarse e ir a trabajar.

Comenzó a desvestirse aunque sin saberlo se sentía incómoda, tenía la sensación de que alguien la observaba, tenía la sensación que no estaba sola en el cuarto de baño.

Se miró al espejo, tenía ojeras y aun sudaba. Lo que le sorprendió fue su pelo, que era negro como el tizón y que misteriosamente estaba bien arreglado, acarició su cabello con la mano, nada ni un enredo, ni un pelo mal puesto, nadie se creería que acababa de levantarse de la cama.

Sus ojos marrón verdosos estaban más brillantes que nunca y uno de ellos esta mucho más claro. Siempre había tenido uno más claro que el otro pero solo se apreciaba cuando le daba la luz directamente aunque esta vez estaba notablemente más claro.

-¿Qué me sucede esta noche? –Ana preguntaba al espejo como queriendo que éste le respondiera.

El frío había cesado, la ducha le había sentado bien, se puso el albornoz y comenzó a secarse con una toalla el pelo. Comenzó a recogérselo con las horquillas para que no estuviera muy enredado al día siguiente, al ser ondulado solía enredarse bastante. Uno de los ganchos se le cayó al suelo, lo recogió y cuando se miró de nuevo en el espejo vio una sombra detrás ella.

Ana se paralizó, el pánico hizo que ni siquiera intentara correr, su respiración se aceleró, el corazón comenzó a bombear rápidamente, había alguien ahí y ella ni siquiera podía moverse.

De pronto oyó un siseo pronunciando su nombre, era como un susurro, como una corriente de aire que la envolvía y acariciaba su piel. Ana en un impulso, se giró y la sombra no estaba, no había nadie detrás, no había nada y solo se podía oír el goteo del grifo de la bañera.

Ana cerró fuertemente el grifo y con el miedo todavía en el cuerpo bajó a la cocina a por un poco de agua.

La casa era sencilla, en la primera planta el salón que por medio de una barra americana se separaban la cocina y el salón, en la primera planta había dos habitaciones y el baño.

Para bajar a la cocina encendió todas las luces del camino, estaba asustada y eso de ir a oscuras por la casa no le atraía demasiado. Sacó el agua del frigorífico y se llenó un vaso hasta arriba, cuando se lo bebió se sintió mucho mejor y comenzó a reírse.

-¡Menuda tonta! Estoy muerta de miedo por una maldita pesadilla, soy boba, vamos.

Lavó el vaso y miró el reloj de la cocina. Eran las 5:45 de la madrugada.

-¡Imposible! Este reloj debe estar mal, no puedo haber tardado tanto.

Se dirigió al cuarto para comprobar la hora y obtuvo la misma respuesta. Desconcertada fue a la mesilla de noche para buscar su reloj, el cual le indicaba la misma hora.

-¡Qué pasa! Debo de estar alucinando, es imposible.

Para confirmarlo con certeza se dirigió al salón y encendió el televisor, el noticiario y para sorpresa de Ana le indicaba la hora exacta 5:50.

Se quedó extrañada, la ducha no había sido tan larga como para dos horas ¿Dónde se había ido el tiempo?

No le quedaba tiempo para seguir durmiendo así que decidió desayunar y prepararse para ir a trabajar.

Mientras desayunaba, pensaba una y otra vez lo que había hecho en el baño y calculando el tiempo que había tardado, las cuentas no le salían. Estaba lo de la sombra, pero eso había sido su imaginación o producto del sueño que tenía o que ya estaba predispuesta a ver algo después de la pesadilla.

Recordar la visión del baño dio escalofríos, nunca había sentido tanto miedo, se pensaba que había entrado alguien a robar aunque en ese pueblo parecía imposible.

Ana vivía en Honiton, era un pequeño pueblo al sur de Inglaterra. Vivía sola, siempre había estado sola. Su vida había transcurrido dentro de un orfanato en Londres, nunca nadie quiso adoptarla y nunca nadie le dijo quién fue su familia, simplemente la ignoraron. Solo una Hermana que entró en el orfanato dos años antes de irse ella, había sido cariñosa con ella, todavía seguían en contacto y solían hablar largas horas por teléfono.

En Honiton había encontrado buenos amigos y un buen trabajo, quizá no el mejor pero no se podía quejar.

Trabajaba en una cafetería, eran cuatro compañeras, Carla, Bea, Andy y ella, el jefe solía ir para ver cómo funcionaba el negocio cada mes, eso les dejaba bastante libertad para llevar la cafetería como querían, mientras hubiera buenos resultados podían hacer lo que ellas quisieran, siempre con unas reglas de por medio.

Llegó a las 6:45 a la cafetería que estaba situada muy cerca de su casa, comenzó a prepararlo todo para poder abrir el local a las 7:30.

-¡Hola Ana! –Siento llegar un poco tarde pero es que me he quedado dormida.

-¡Buenos días Carla! Tranquila no pasa nada. ¿Qué tal ayer por la tarde? ¿Mucho trabajo?

-La verdad es que sí, el comedor estaba lleno y no te cuento nada de la terraza, abarrotada, parecía que regalábamos algo con el café. ¡Uy chica! Tienes mala cara ¿no has dormido bien?

-No la verdad es que no, llevo una noche de sobresaltos.

-¿Y eso?

-Nada una horrible pesadilla.

Ana contaba a Carla lo sucedido mientras entre las dos acondicionaban la cafetería para poder abrir.

-Eso es el cansancio, menos mal que dentro de poco te vas de vacaciones.

-Sí eso será, pero era tan real, que todavía siento ese frío.

-¡Voy a abrir! ¿Vale? –dijo Carla sin hacer mucho caso al último comentario.

-Sí, de acuerdo.

El día pasó rápido, tuvieron un montón de trabajo y eso hizo que Ana se olvidara por unas horas de su pesadilla. Aquella noche no tuvo ningún mal sueño y ni los días siguientes.

20 de Agosto.

-¡Mañana, por si alguien no se ha enterado, comienzan mis vacaciones! –dijo Ana riéndose.

-No hace falta que me lo restriegues todo el rato. –le dijo Bea con media sonrisa.

Bea era además de su compañera de trabajo, una de sus mejores amigas, cuando los turnos de ellas coincidían, siempre quedaban para ir juntas al trabajo ya que estaban en la misma calle a pocos metros la una de la otra.

Ya eran las 21:30, habían cerrado la cafetería y comenzaron su regreso a casa.

-¿Tomamos algo? –dijo Ana.

-Por si no lo recuerdas, no todas comenzamos mañana las vacaciones. Me toca abrir y tengo que madrugar, si quieres quedamos mañana por la tarde, estoy libre.

-De acuerdo, te llamo mañana.

-Bien, hasta mañana.

Se despidieron en la casa de Bea y Ana comenzó a caminar hacia su casa, iba concentrada en lo que haría al día siguiente, su primer día de vacaciones pero algo le hizo pararse en seco. Se acercó un poco más y lo vio con claridad, había una silueta frente a su puerta, no se movía pero tenía la sensación de que la miraba fijamente. De pronto se levantó una brisa y Ana pudo sentir y oír de nuevo aquel siseo pronunciando su nombre detrás de ella. Se giró, su corazón latía con fuerza, estaba asustada, con las manos temblorosas comenzó a abrir el bolso para sacar el móvil y llamar a la policía. De nuevo el siseo pero esta vez venía de la dirección contraria, se volvió a girar, la silueta ya no estaba. Sin pensarlo dos veces comenzó a correr hacia su casa. Con el móvil todavía en una mano, intentó sacar las llaves, de nuevo el siseo llamándola, esto hizo que se le cayeran las llaves.

Las recogió rápidamente y después de varios intentos pudo abrir la puerta, volvió a oír su nombre pero ahora más cerca que nunca, pegó un chillido y entró en la casa, cerró la puerta a cal y canto.

Comenzó a llorar, nunca había sentido nada parecido ¿quién le estaba haciendo eso? ¿Por qué a ella?

Con el cuerpo aun temblándole, dejó las llaves y el móvil en la entrada, se dirigió decidida hacia el teléfono fijo y marcó.

-Policía local de Honiton ¿qué desea? –Del auricular salía una voz femenina que parecía más una máquina que una persona.

-Sí, policía.

-Sí ¿qué desea?

-Escuche, vivo en la Avenida 13, número 56 y creo que alguien me persigue.

-¿Puede describir al sujeto?

-Eh, sujeto...sí bueno no, solo vi una silueta pero...

-Pero no puede describir al sujeto.

-No, pero me llama por mi nombre y estaba en mi puerta y...

-¿No es posible que el sujeto se haya confundido de casa?

-Pero no puede ser, me llama por mi nombre con un siseo...

-La llama con un siseo. –La voz parecía más artificial que antes.

-¡Sí, maldita estúpida! ¡Me llama con un siseo!

-Cálmese, señorita, solo apunto lo que usted me dice.

-Perdone, es que estoy muy nerviosa.

-¿Dónde se encuentra ahora el sujeto?

-¿Qué? No sé, ha desaparecido.

-¿Ha desaparecido?

-Sí, cuando volví a mirar ya no... ya no estaba.

-Lo siento señorita pero con esta declaración no podemos hacer nada.

-¿Pero cómo que no? Le estoy diciendo que alguien me persigue.

-Sí señorita, pero no dice nada del sujeto y lo del siseo... Lo único que podemos hacer es mandar una patrulla para que vaya y compruebe si hay alguien rondando por la zona. Lo más seguro que fuera un ladrón o un borracho y al verla a usted acercándose se ha marchado. No podemos hacer más.

-Está bien, lo entiendo. Gracias.

Ana colgó el teléfono no muy convencida de las teorías de la operadora, había sentido auténtico pánico y tenía la certeza de que no era ni por un ladrón y ni por un borracho.

Comprobó la puerta para ver si estaba bien cerrada y comprobó todas las ventanas de la casa, esa noche no dormiría muy tranquila.

Decidió darse un largo baño para calmar los ánimos, subió al cuarto de baño, llenó la bañera con agua caliente, echó sales de baño y se introdujo en ella para relajarse.

Otra vez frío, la oscuridad, cerró los ojos deseando que eso no estuviera sucediendo, "solo es un sueño".

Cuando volvió a abrir los ojos, solo pudo ver una larga mesa, ella estaba sentada en un extremo. Alrededor no había nada, solo aquella mesa de color negro y en el otro extremo una silueta, la misma que vio en su puerta, o eso creía.

La sangre comenzó a bombearle todo el cuerpo, eso no podía estar sucediendo, volvía a sentir el miedo recorrerle por la espalda y una sensación de impotencia se apoderó de ella.

-Te ves bella, esta noche. –De nuevo la voz siseante.

Ana se miró las manos, el cuerpo, sorprendida de lo que veía. Se tocó el pelo y la cara, estaba vestida, peinada y maquillada de época.

-Esto solo es un sueño, solo tengo que despertar.

-¿Eso es lo que crees? –La silueta se levantó y comenzó a acercarse a ella.

-Sí, solo es una pesadilla y no te acerques a mí.

-¿De qué tienes miedo? Solo es un sueño según tú, no tienes nada qué temer ¿no?

-Sí digo..no. –Ana comenzaba a sudar, su pulso se aceleró, ver a aquel sujeto acercándose le infundía pánico. –Sé que puedo despertar si yo quiero.

-En eso te equivocas preciosa, solo yo puedo permitir eso. –La silueta estaba situada justamente detrás de ella.

Ana se giró para verle, quería verle la cara, saber quién era pero ya se había ido y una voz junto a su oreja la sobresaltó.

-Dentro de poco, no me temerás, dentro de poco estaremos unidos al fin.

Ana quiso mirarle pero él se lo impidió.

-Aun no preciosa, aun no puedes verme. –Su mano acarició su cabello.

El frío inundó todo su cuerpo, parecía oprimirla y casi no podía respirar, eso hizo que se despertara.

Se encontraba sentada encima de la cama jadeando, todavía sentía como le faltaba aire a sus pulmones y necesitó bastante tiempo para regular su respiración.

Pronto se dio cuenta en dónde estaba y las cosas no le cuadraban.

-Yo estaba en la bañera.

Corrió hacia el cuarto de baño, se acercó a la bañera y tocó el fondo con un dedo, estaba mojado. Como un acto reflejo fue hacia el albornoz, estaba húmedo.

-No puede ser, no recuerdo nada.

Un grito ahogado salió de su garganta al verse en el espejo, su pelo estaba peinado, tenía un recogido de medio lado haciendo que el pelo cayera en forma de cascada y decorado con flores, su cara también estaba maquillada.

Se despeinó con furia y se lavó la cara para quitarse ese maquillaje, cuando volvió a mirarse al espejo sus ojos comenzaron a humedecerse.

Fue a la habitación, se tumbó en la cama y agarrada a la almohada comenzó a llorar desconsoladamente.

-¿Qué me sucede? –Se preguntaba una y otra vez.

Cuando se calmó un poco, tomó una decisión, iría a un psicólogo, las cosa que hacía y que sentía no eran normales.