Capítulo 1: Noche
Camino solo por las oscuras calles de Glasgow, esperando. ¿Esperando qué? Te preguntarás.
Se podría decir que no soy un tipo muy normal que digamos porque tengo un don algo extraño: Puedo ver espíritus, ángeles y demonios, y comunicarme con ellos.
Ah sí, me olvidé que te estaba contando. Cierro el cierre de mi campera de algodón y pongo las manos en los bolsillos. Estaba esperando a la llegada de mi mensajero; él me trae el reporte de las misiones que hago.
Si bien tengo una profesión algo extraña, todavía soy un novato y mis habilidades no son muy buenas.
John: Al fin llegaste —le dije al espíritu mensajero que estaba detrás de mí. Ellos tienen una presencia que es muy fácil de percibir. Si es un espíritu siento frío, si es un demonio siento calor, y si es un ángel siento un placer indescriptible en todo mi ser.
Espíritu: Estuvo un poco difícil de descifrar el mensaje, pero aquí está —me dio un rollo de pergamino. Los espíritus no tienen una forma humana, solamente son unas pequeñas bolas de luz que flotan en el aire y que son un poco flexibles, pudiéndose modificar para agarrar objetos o atacar, aunque no tienen mucha fuerza espiritual.
John: Gracias, terminaré la misión en cuanto pueda.
Espíritu: Dios cuenta con eso.
Nombre: John Redwood.
Edad: 20 años.
Nacionalidad: Inglés.
Profesión: Cazador de demonios.
Físico: El trabajo me hace hacer mucho ejercicio, y tengo un cuerpo más o menos atlético, aunque no muy musculoso. Morocho y de ojos negros, tengo una marca de nacimiento en el cuello con forma de una cabeza de zorro.
Caminé un poco por las calles oscuras de Glasgow, esperando alguna señal. ¿Señal de qué? De un demonio.
Ellos sí tienen forma física, humana la mayoría de las veces, pero su presencia me incomoda sobremanera. El calor que irradian me molesta y me da un poco de comezón en las manos. Su marca física más distinguidas son unos pequeños cuernos que tienen en la cabeza. De todos modos no entiendo para qué los envían a la Tierra ni por qué tengo este don.
Caminé un poco más y llegué al puerto. Tengo una pequeña intuición acerca de esto, porque al lugar que voy van ellos. Cuando llego al puerto enciendo un cigarrillo, un mal hábito que tengo desde hace dos años. Una de las luces que me iluminaba se apaga, y luego se empiezan a apagar las demás. De pronto siento calor en todo el cuerpo y una pequeña sensación de comezón en las manos, y giro mi cuerpo hacia la izquierda. Un hombre estaba sentado en uno de los bancos que te permitía ver la costa tranquilamente, y se levanta.
John: Éste debe ser —rascándome las manos fui hacia donde estaba el demonio. Estaba vestido con un traje de vestir, de apariencia caro. Tenía el pelo blanco como la nieve, y su cara era pálida.
Tipo: Con que tú eres John, ¿No? —tenía las manos entrelazadas, con los codos apoyados en sus rodillas.
John: Sí, soy yo —dando una pitada al cigarrillo.
Tipo: Hmm, veo que tienes una mala costumbre.
John: Eso no te concierne, ¿O sí? —de mal modo.
Tipo: Creo que no —ríe un poco.
John: ¿Qué haces aquí?
Tipo: ¿Qué acaso un demonio no puede subir a la Tierra? —inocentemente.
John: No perteneces a éste lugar, y yo soy el encargado de que lo que no pertenece se mantenga donde debe estar.
Tipo: Te gusta discriminar, ¿Eh? —riendo un poco.
John: ¿A qué te refieres?
Tipo: A los ángeles no los mandas para arriba.
John: Es diferente, tú no haces el bien en éste mundo.
Tipo: ¿Qué defines por bien? —me miró por primera vez a la cara. Sus ojos eran tan azules como el cielo.
John: Bien, lo defino por las acciones justas que alguien o algo llevan a cabo.
Tipo: ¿Acaso tú defines lo que es justo y lo que no? —con un poco de ira.
John: ¿Es justo acaso que una persona que no cause ningún problema en el mundo sea poseída o herida por un ente del que no se puede defender?
Tipo: Se ve que vemos la justicia de manera diferente.
John: Sí, eso creo. Ahora vuelve al infierno de nuevo. Lo haremos por las buenas o por las malas. ¿Qué eliges?
Tipo: ¿Crees que un cazador amateur como tú va a poder detenerme? —carcajeando.
John: No lo creo, lo sé.
El tipo desapareció y vi que a mi costado aparecía una mano blanca y escuálida con uñas como de 15 centímetros que me rozaban el cuello.
Tipo: Pues veamos qué arma trajo Dios al mundo para protegerlo — me habló en la oreja con una voz macabra. Agarré la mano y la quité, y di un salto para adelante. Me doy vuelta y la apariencia del demonio había cambiado totalmente. Ahora parecía un cadáver andante… más bien flotante, porque flotaba. Saqué mi única arma, un rosario. El demonio se echó a reír.
Tipo: Seguro que vas a matarme con eso —con sorna.
John: No necesito de armas para matar un demonio.
Corrí hacia él y usé una de mis habilidades básicas que es "El sello sacro". Usando un poco del poder espiritual podía activar un sello que no dejaba moverse al enemigo por un rato, pero como no tengo mucha experiencia el tiempo es muy limitado.
En cada una de las bolitas que tiene mi rosario guardo un espíritu puro que me ayuda en la pelea. Puedo manipularlos y usarlos para determinados fines. Los 4 de más abajo los uso para técnicas fuertes, ya sean ofensivas o defensivas; los diez de la derecha para técnicas bajas y medias ofensivas; los diez de la izquierda para técnicas bajas y medias que sean defensivas, y los diez de arriba para crear objetos que me ayuden en la batalla. Mientras más espíritus use, más fuerte es la técnica, y usar diez espíritus de un lado es igual que usar uno sólo de abajo.
Ya usé dos de las esferas de la izquierda. Debo ser cuidadoso porque los espíritus puros son difíciles de encontrar.
Demonio: Estúpido cazador —se liberó al instante de mi sello. Voló rápido hacia mí, y con una rápida maniobra activé una técnica ofensiva media, tirando a fuerte que es el "Destello benigno", en la cual el demonio queda cegado y también daña un poco.
Este tipo quedó ciego y empezó a dar arañazos a todos lados. Era mi oportunidad.
John: Ya terminó… —con un último movimiento hice un sello consagrado con mi rosario y maté al demonio. Cuando mueren se prenden fuego y solamente quedan unas cenizas que guardo en un frasco para demostrar que terminé la misión. Saqué el rollo de pergamino y enrollé el frasco. Luego pronuncio un conjuro y tanto el frasco como el rollo de pergamino desaparecen.
Mi casa no queda muy lejos del lugar, y fui caminando tranquilamente. El calor y el desagrado desaparecieron junto con el demonio, y ahora me sentía contento.
Cuando llego a mi casa encuentro en la puerta un sobre, que era mi recompensa. Lo abro y tenía los espíritus puros que gasté y dinero suficiente para vivir cómodamente. Entro y me saco las zapatillas y la campera, y prendo la estufa. La noche estaba fría, pero yo me sentía feliz en ése momento. Prendí la televisión y me quedé viendo una película medio cursi con la que me quedé dormido.
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Bueno espero que la historia les parezca buena. Hace tiempo tenía la idea de hacer un fic de éste tema y aproveché que me dio un ataque de inspiración. Criticas (constructivas) aceptadas.
