Descargo de responsabilidad: Skip Beat le pertenece a Nakamura sensei, sí.

Just for fun.


AL POLLO LE GUSTA EL MAÍZ

—¡NO TE RÍAS! —exclamaba Kyoko.

—Tú… Tú… —decía Ren entre risas, revolcándose por el suelo de su apartamento entre el sillón y la mesita—. ¡Tú eres el pollo! —y luego volvió a las carcajadas, para consternación de Kyoko.

—¡Me daba vergüenza! ¡Sabía que te ibas a reír! —se justificaba ella a viva voz y colorada como un tomate. Después calló, se llevó las manos al regazo y bajó los ojos y la voz—. Y luego, bueno…, la cosa se complicó con lo de tu amor prohibido…

—Por supuesto… Eso solo te podía pasar a ti… —declaró él, dejando el suelo para sentarse a su lado, pero todavía con la risa bailando en sus labios—. Cegueras de amor aparte, amor mío —añadió, con divertido aire resignado—, ¿no lo ves? Resulta gracioso si lo piensas...

—¿El qué, Corn? —preguntó Kyoko, ladeando la cabeza un tanto.

Ren exhaló un hondo suspiro antes de contestar. Sus ojos brillaban, pensando quizás alguna malicia o travesura, de esas que hacían que Kyoko recorriera de principio a fin todo el espectro cromático del rojo.

—No puedes negarlo… —afirmó él—. Al pollo le gusta el maíz —Kyoko frunció el ceño, sin entender. Él sonrió de nuevo y le explicó—. Tú eres el pollo, yo soy el maíz, Corn.

—No, no… —se apresuró entonces a responder ella, agitando las manos con su ímpetu característico—. Pero no le gusta de 'gustar', le gusta de 'comer'. No confundas las cosas, por favor.

—Ah, Kyoko-chan… —dijo él, con esa mirada oscura y una sonrisa peligrosa, y Kyoko dio las gracias a los dioses por estar ya sentada, porque siempre hacían que sus rodillas se aflojaran de mala manera—. A mí me encantaría que me comieras enterito…

—¡Ah, no! ¿Pero cómo se te ocurre? —protestó ella escandalizada, sintiendo sus mejillas arder y acompañando sus palabras de un manotazo en el hombro, que por supuesto, solo provocó más risas de Ren—. ¡Pervertido! ¡Yo no podría hacer eso!

—Pero Kyoko-chan… —replicó él, y conteniendo como pudo la risa que bullía en su pecho, adoptó ese pucherito de nivel tres que dejaba a Kyoko incapaz de negarle nada. Y el muy rufián lo sabía—. El maíz solo vive por y para el pollo…

—Bu-Bueno… —suspiró ella, contemplándolo y resignada a lo inevitable…—. Un bocadito antes de la boda no me hará daño, ¿verdad?

Lo último que vio Kyoko antes de besarlo fue la mirada hambrienta del emperador de la noche.

Y al final, ¿el pollo se comió al maíz?

¿O fue al revés?