04/09/2015
Nota de la autora: Esta es una pequeña idea que se me ocurrió. No hay muchos fics de ellos ejerciendo la paternidad así que pensé… ¿por qué no? ¡Espero les guste! Dejen su opinión, si pueden.
Resumen: A Harry le tomó varios segundos conectar los puntos: un baúl de Quidditch, un bate roto, una bludger hecha polvo, unos hijos asustados y una esposa histérica... y no había nada más aterrador que una esposa enojada, y lo decía el hombre que enfrentó a Voldemort.
Capítulo 1: Juego de Quidditch.
—Ábrela, ábrela, Jamie —urgió la pequeña niña.
Su hermano obedeció y sus manos temblorosas abrieron el baúl, revelando su interior. Y ahí estaban, cuatro pelotas de distintos tamaños que ellos miraban como si se tratara del mismo santo grial.
Aunque sabían las bases del Quidditch, por no decir que se sabían de cabo a rabo el reglamento, y lo jugaban diariamente, nunca habían podido ver los balones oficiales. Siempre jugaban con alguna pelota inflable porque su madre consideraba "demasiado peligroso" que de verdad practicaran el deporte.
— ¡Son muy bonitas!—exclamó Lily con felicidad.
James rodó los ojos.
—No son bonitas, Lil, son geniales —corrigió y sus verdes ojos se fijaron en algo.
Su corazón dio un vuelco al verla… La snitch dorada. Sus dedos temblorosos la tomaron con delicadeza incomparable y ésta extendió sus alas ante su contacto, pero se quedó quieta.
—No creo que debamos estar haciendo esto, Jamie —susurró asustada.
—Un día seré el mejor buscador de Gryffindor, por lo que tengo que practicar —explicó él sin apartar la vista de la diminuta pelota.
— ¿Cómo papá?—preguntó con sorpresa.
James sonrió y asintió, pero su hermana seguía pareciendo insegura.
—Vamos, mamá y papá están en su junta y llegan en la noche, y tío Neville se quedó dormido —le recordó, y al ver que eso no funcionaba, cambió de táctica—. Somos Potter, Lil, y tú también seguirás la tradición, ¿o no?
Lily asintió con efusividad y, como si quisiera demostrar su punto, tomó su pequeña escoba del suelo. James la imitó, colocándose sobre ella.
—Bien, la soltaré a la cuenta de tres, el primero que la atrape gana, ¿lista?—Lily se aferró con más fuerza a su escoba, con el corazón desaforado—. Uno… dos… ¡tres!
Ambos despegaron del suelo después de golpearlo con violencia.
Cuando su padre les contaba las historias de sus asombrosas experiencias jugando Quidditch, nunca mencionó lo condenadamente difícil que era atrapar aquella pelota, es decir, era como si se apareciera.
Después de horas, ambos niños yacían exhaustos en el pasto, cubiertos de tierra, hojas, y lodo de las veces que la snitch había caído en picada al suelo antes de ascender y ellos no habían podido imitarla, por lo que se habían estrellado contra el suelo o algún árbol en su desesperado intento de no perder el equilibrio.
A pesar de todo, tenían una sonrisa bailando en sus labios, extasiados de haber podido atrapar a la famosa snitch varias veces.
James había comenzado a dormitar, por lo que no vio cuando Lily se puso de pie y acercó a la caja que contenía las demás pelotas. La pequeña conocía la grande rojiza, era la quaffle que debía ser metida por los aros de gol, sin embargo había dos más pequeñas y negras a cada uno de sus lados, firmemente sujetadas por cadenas, pero no dejaban de temblar, como queriendo ser liberadas.
La niña no entendía por qué alguien aprisionaría a indefensos balones, por lo que sus manos intentaron liberar a una de ellas de las tiras que la mantenían sujeta.
— ¡Lily, no!
El grito de horror de su hermano la hizo retroceder por mero reflejo. Sin embargo ya era tarde, la pelota negra voló por los aires y se dirigió contra la cara de Lily.
— ¡Jamie!—lo llamó asustada.
Su hermano se colocó delante de ella, con un pequeño bate que había en la caja en las manos, y golpeó con todas sus escasas fuerzas la Bludger.
—Yo te cuidaré —prometió el niño cuando la bola estuvo alejada, aunque su voz se escuchaba cargada de miedo y temblaba.
Lily se pegó contra la espalda de su hermano, viendo con horror como la bola venía zumbando de nuevo hacia ellos con rapidez. James la golpeó sin dudar, pero esta vez no se alejó mucho y volvió a embestir, por lo que tuvo que repetir el proceso varias veces para lograr alejarla.
James estaba exhausto. Sus manos sudorosas se aferraban al bate y comenzaban a dolerle debido a los impactos. Sabía que no aguantaría mucho y que ni de chiste podían devolver la Bludger a su lugar.
Escuchaba a su hermana llorando a sus espaldas, así que, aprovechando que la bola estaba lejos de su posición, susurró:
—Tenemos que ir por tío Neville.
—Yo iré —se ofreció la niña entre sollozos.
Antes de que él pudiera hacer algo, su hermana salió corriendo en dirección a la casa.
— ¡Espera!
La persiguió tan rápido como pudo, pero tuvo que detenerse en seco al ver que la Bludger venía echando fuego en su dirección. Se plantó como su padre le había enseñado, con los pies separados y se preparó para abanicar.
¡Pum!
Si aquella hubiera sido una pelota de béisbol, hubiera sido un jonrón sin duda alguna… pero era una Bludger, así que lo que pasó fue que el bate se hizo añicos.
— ¡Lily, agáchate!—gritó al ver que la Bludger iba ahora contra ella.
Lily, gracias a Merlín, lo obedeció sin dudar y se tiró al suelo, por lo que la pelota sólo pasó de largo. James soltó el mango del bate, que fue lo único que quedó de él, y corrió en dirección a su hermana.
Sabía que huir de la Bludger sería inútil y ya no tenía con qué defenderlos, por lo que lo único que podía hacer fue colocarse sobre su hermana menor, apoyado en sus codos y rodillas, y cerró los ojos con toda su fuerza, preparándose para el impacto.
Bueno, si iba a morir aplastado por una Bludger, al menos sería protegiendo a su hermana.
— ¡Bombarda!
Abrió los ojos con sorpresa al escuchar esa voz que reconocería en el mismo infierno y una lluvia negra, que era la Bludger echa polvo, cayó a su alrededor. No pudo ni siquiera levantarse antes de que lo taclearan.
— ¿Están bien? ¿Se hicieron daño? ¿Les pasó algo?
— ¡Mamá!—gritó Lily y se echó s sus brazos.
Hermione estaba sentada en el suelo, con sus hijos en su poder. Besaba erráticamente sus pequeños rostros mientras los mantenía pegados a ella, intentado borrar sus expresiones apesadumbradas.
—Gracias a Merlín —dijo con el más puro de los alivios impregnándole la voz.
Siguieron así varios segundos hasta que el llanto de Lily finalmente se detuvo. Fue entonces cuando Hermione se puso de pie y colocó sus manos en su cadera a modo de jarra mientras los miraba con severidad, creando la pose más aterradora de todos los tiempos.
— ¿Qué estaban pensando?—gritó—. ¡Saben que no deben jugar con esas cosas! ¿Tienen idea de lo peligroso que fue? ¡Cuando yo o su padre les negamos algo es por su propio bien!—siguió regañándolos y sus hijos agacharon la mirada—. ¿Qué hubiera pasado si no hubiera llegado? ¡Esa Bludger no se hubiera detenido y…!—un estremecimiento la recorrió y no pudo continuar.
Sus hijos guardaron silencio y lo único que se escuchaba eran los sollozos esporádicos de Lily. Se les quedó viendo mientras su corazón se ablandaba sin poder evitarlo.
James, a pesar de sus escasos ocho años, era idéntico a su padre, con aquellos ojos verdes jade, cabello negro azabache y esa sonrisa pícara… sin embargo sus genes seguían latentes, por lo que su tono de piel era más blanco y su cabello no era lacio como el de Harry, sino enmarañado y ondulado, como el de ella.
Y luego estaba Lily, quien era una copia de ella, pero su cabello caramelo era lacio y también tenía los ojos de su padre… sin mencionar esa sonrisa, por Merlín, esa sonrisa que tenían todos los Potter que no anunciaba más que problemas.
Pero eso ese momento, ambos niños lucían aterrados. Incluso James, quien estaba en su etapa de "niño grande" parecía estar a punto de soltarse llorando.
Y ella hubiera dado todo por sólo abrazarlos y decirles que todo estaría bien… pero necesitaba dejarles claro que lo que habían hecho había sido peligroso, por lo que…
— ¡Papi!
Y junto con esa palabra, todos sus avances se vinieron abajo.
Ambos niños treparon a una velocidad alucinante a los brazos de Harry, quien lucía confundido pero los cargó sin chistar.
— ¿Qué está…?
— ¿Que qué está pasando?—tajó Hermione, enojada—. ¡Eso, eso está pasando!—dijo señalando a un punto del patio.
A Harry le tomó varios segundos conectar los puntos: un baúl de pelotas de Quidditch, un bate roto, una Bludger hecha polvo, unos hijos aterrados y una esposa histérica, pero cuando lo hizo, dejó a los niños en el suelo, revisando que no estuvieran heridos antes de abrazarlos contra sí.
— ¿Están bien?—preguntó con preocupación y ellos asintieron.
—Apenas logré deshacerme de la Bludger —le dijo Hermione aun con miedo en la voz.
—Gracias a Merlín —respondió él y su mirada volvió a sus hijos, esta vez con más seriedad—. ¿Quién hizo eso?
Harry señaló al bate hecho pedazos y James agachó la mirada, sonrojado, antes de susurrar tan bajo que apenas lo escuchó:
—Fui yo, papá.
Harry se irguió, aun con esa expresión de severidad mientras miraba a su hijo.
"Esto es todo. Este es mi fin" pensó James y cerró los ojos con fuerza. Pensó que le gritaría, que lo castigaría, incluso que le daría azotes… pero nunca imaginó que le revolvería el cabello con cariño.
—Fue un gran golpe, hijo, lo hiciste como te enseñé, ¿ah que sí?—preguntó con claro orgullo en la voz.
Todos abrieron los ojos con sorpresa, incluso Lily. James sonrió de oreja a oreja apenas salió de su estupor.
— ¡Sí! ¡Lo hubieras visto! Me planté como me dijiste —adquirió la posición mencionada mientras sostenía un bate imaginario en el aire, con cara de concentración—. Y ¡pum!—abanicó con fuerza—, la hubiera sacado del estadio —se jactó y Lily aplaudió mientras reía, encantada.
—Por supuesto que sí —aseguró Harry, después de todo no cualquiera rompía un bate diseñado para Bludgers—. ¿Qué hay de lo demás, eh? ¿Practicaron con la snitch?
Y esa fue la palabra clave, ambos niños comenzaron a hablar sin parar de sus hazañas mientras Harry los escuchaba, con el pecho inflado del orgullo. Es decir, inclusive su pequeña niña, Lily, la había atrapado, ¡tenía el Quidditch fluyendo en sus venas también!
La conversación duró apenas unos segundos, ya que un aura peligrosa hizo que los tres se congelaran. Era claro que a Hermione le faltaba poco para perder la compostura, tenía la mandíbula apretada con fuerza mientras su mirada peligrosa estaba sobre ellos, más específicamente sobre Harry, quien no pudo evitar encogerse de miedo.
No había nada más aterrador que una Hermione enojada, y lo decía el hombre que enfrentó a Voldemort.
Sus hijos se pegaron más contra Harry inconscientemente.
—A sus habitaciones, ahora —ordenó Hermione.
No levantó la voz, sin embargo su tono era tan amenazante que ambos niños salieron corriendo de ahí. Harry tragó saliva nerviosamente al quedarse sol.
—Vengo a casa —comenzó su esposa, acercándose a él—, y me encuentro con que mis hijos sacaron tu baúl de Quidditch y volaron por el patio sin supervisión. Además de que estaban siendo atacados por una… por una pelota poseída por el demonio…
—Bludger —corrigió Harry con sutileza.
— ¡No me importa cómo se llame!—rugió con cólera—. ¡Estuvo a punto de golpear a James que estaba protegiendo a Lily, Harry!—le recordó, intentando que comprendiera la gravedad de la situación—. ¡Y tú te pones a hacerles una fiesta!
—Amor…
— ¡Nada de amor!—cortó, acercándose peligrosamente a él—. ¡Casi les dijiste que no había nada de malo en lo que habían hecho!
—Yo no…
— ¿Tienes idea de lo peligroso que fue? ¡Porque parece que no te importa!
Harry alzó ambas manos, colocándolas como barreras entre él y Hermione, a quien parecía que le faltaba poco para lanzarle algún hechizo.
—Cielo, las Bludgers no matan a la gente, se detienen cuando dejan a los jugadores inconscientes —explicó, pero Hermione bufó.
— ¡Oh, eso lo arregla todo! ¡Los hubiera sólo golpeado hasta dejarlos inconscientes! ¡Fui una…!
Harry hizo lo único que sabía que podría callar a su esposa. La tomó de los hombros, atrayéndola a él rápidamente, y juntó sus labios con los suyos. Hermione se relajó entre sus brazos y, una vez que el beso concluyó, se limitó a mirarlo.
—Ellos están bien —tranquilizó Harry—. No les pasó nada, ¿de acuerdo?
Hermione asintió con debilidad y lo abrazó con fuerza, sintiendo como el miedo comenzaba a desaparecer.
—Sólo… quisiera estar siempre ahí, ¿sabes? Que no les pasara nada jamás.
—Bueno, que tarea más imposible te has dado, cariño —dijo Harry.
Hermione suspiró.
—Lo sé, especialmente teniendo tus genes.
— ¡Hey!—reclamó Harry con fingida indignación y ella sonrió.
—Sólo… ¿no me pudiste dejar uno? Un solo hijo que no fuera amante del Quidditch, ni de los problemas, tú sabes, uno que le gusten los libros y siga las reglas.
Harry rio. Sí, su vida hubiera sido mucho más sencilla si James o Lily no fueran tan parecidos a él… y en ese un momento, la idea de una mini-Hermione corriendo por la casa no se le antojó nada mala.
—Podemos hacerlo cuando quiera, señora Potter —dijo seductoramente sin soltar su cintura.
—Oh, no, no me tienes nada feliz —respondió y se alejó rápidamente de él, aunque su sonrisa y sonrojo decían lo contrario—. Ahora, si me permites —siguió mientras se sacudía el vestido—, iré a regañar a nuestros hijos y a ese niñero.
Harry observó cómo su esposa se alejaba, con una sonrisa bobalicona bailando en sus labios. Compadeció al pobre de Neville y a sus hijos, quienes tendrían que lidiar con una madre sobreprotectora molesta.
— ¡Y espero ver el patio limpio y ese baúl fuera de esta casa, Harry James!—gritó antes de entrar a la casa.
Él sólo rio. Le pondría hechizos para resguardarlo, pero definitivamente no se desharía de él.
Antes de limpiar, recorrió ese día en su cabeza una vez más. En la junta a la que había asistido con su esposa aquella tarde le habían anunciado que sería el nuevo jefe de aurores, y al llegar a casa se había enterado que James y Lily habían atrapado la snitch varias veces; que James había roto un bate de Quidditch y hubiera recibido el golpe de la Bludger con tal de proteger a su hermana menor
Sí definitivamente ellos eran sus hijos.
Y esa era su familia.
