Cada año comenzaba de manera distinta, este caso era diferente. Comenzaba su vida universitaria, luego de sangre, sudor y lágrimas Hinata Hyuga había entrado a la prestigiosa universidad de Tokyo a estudiar derecho. Su padre Hiashi estaba orgulloso de ella y a pesar de tener un rostro serio e intransigente era cariñoso con sus hijas. Con determinación Hinata se prometió esforzarse para que su padre la viera graduarse a tiempo. Esto se debía a que tenía un pequeño tumor en la cabeza que podía detonar en cualquier momento, eso lograba angustiarla y generarle crisis emocionales, de noche lloraba hasta dormir, su verano vio a su padre internado en una clínica, lleno de tubos.

No se le hacía fácil asumir una responsabilidad tan grande de pronto. Sabía que su padre tenía propiedades y empresas que irían a parar a sus manos y debía proteger a su hermana de otro gran problema. Hizashi era un hombre demasiado ambicioso y presozo, vivía a costa de su hermano mayor y tenía en mente que luego de su muerte obtendría todo y eliminaría a sus molestas hijas que a sus ojos eran un estorbo. Hinata odiaba a su tío por mirarla de manera tan agresiva y odiosa, podía sentirse ultrajada con esa mirada, sabía que su padre no tenía mucho tiempo y ella se encargaría de mandar sus bienes con mano de hierro y no le daría un solo yen a ese desagradable hombre.

Caminaba por el campus lentamente, chocó con una chica rubia y de ojos azules que parecía perdida, ambas supieron en ese momento que estaban perdidas y buscando la misma clase, su nombre era Ino Yamanaka y venía de una familia de floristas. Caminaron un rato hasta encontrar su salón, era clase de "Derecho Romano" y el profesor se llamaba Uzumaki Naruto, uno de los más grandes académicos de Japón, a pesar de ello era joven.

- Este profesor es super guapo, su signo es libra, su cumpleaños es el 10 de octubre, se graduó hace 5 años, es hijo único y no ha perdido un solo caso en su carrera, a pesar de eso decidió dedicarse a la docencia. Es muy codiciado por las chicas de la facultad - Hinata reía con ese comentario, tenía su información completa haciendola parecer una investigadora profesional.

- Eso significa que te gustaría salir con él - era más una pregunta que una afirmación Ino negó con la cabeza con una sonrisa.

- Hay un chico en la facultad de artes que bueno... - con pequeño rubor miraba hacia arriba - me gustaría salir con él, es 2 años mayor que yo y ya ha expuesto sus piezas, es muy talentoso - en realidad sí soñaba con un chico así, totalmente misterioso y amable, un corazón sensible que le encantaría descubrir.

- Entonces no te rindas Ino-chan, eres preciosa y muy gentil. Ya sé, vamos a una de sus exposiciones y verá que puedes ser su inspiración - la rubia sorprendida de la manera en la que ella la apoyaba hizo que no se sintiera tan asustada de entrar a la universidad sin sus amigas ni nadie conocido.

- Hinata-chan eres muy agradable, espero poder estar contigo en todas mis clases hasta terminar nuestros estudios - Hinata le puso el dedo meñique en frente.

- Es una promesa - uniendo sus dedos con una sonrisa daba inicio una amistad más madura y duradera que cualquier otra.

Con un ambiente ameno y de conversación espectante entraba el tan conocido profesor. Rubio y de cabello corto con unos ojos de color zafiro, usando una chaqueta un tanto formal y unos pantalones azules. Su mirada era reflexiva y su voz profunda. En el aula se podía ver como las alumnas lo devoraban con los ojos. Hinata e Ino no parecían demasiado interesadas en él más que por su corta pero exitosa trayectoria como profesional.

- Bienvenidos muchachos a la universidad. Mi nombre es Uzumaki Naruto y seré su profesor de Derecho Romano, como sospecharán esta materia no es nada fácil, pero con estudio constante dedicandole un tiempo cada día no sufrirán de ataques de pánico a finales de semestre - con una risa mezclada con un "me va a pasar" de parte de los alumnos - ¿alguna pregunta? - en medio de una risa femenina una de las chicas levantó su mano - dime - contestó el rubio.

- ¿La chica con el mejor promedio podrá tener una cita con usted? - la risa se hizo más fuerte sacando de contexto a quien no esteraba un coqueteo tan directo.

- Oh... Eh, bueno. Creo que sus promedios deben ser buenos para satisfacer sus ambiciones, si les soy sincero es la primera vez que me preguntan esto - con una risa sutil de parte de él sacó un plumón y comenzó a anotar pequeños puntos de apoyo para su clase - dejando eso de lado comencemos con la clase - los suspiros se podía oír en todo el salón.

- Que descarada, es una falta de respeto - susurró Hinata mientras tomaba notas haciendo reír a su amiga.

- No se puede evitar, es demasiado atractivo, no me sorprende que todas lo deseen como esposo - Hinata por un momemto se imaginó esa escena con él, no era posible, eran de realidades muy diferentes.

- Pues debería casarse con una chica que lo merezca, que sea tan asombrosa como él - suspiraba con pesadez recordando que hoy debía ir a ver a su padre y a su hermana y hablar de los documentos y cosas que pasarían luego de unos meses y nadie se atrevía decir, la era después de la muerte de su padre.

El día fue agitado y lleno de espectativas, por suerte Hinata e Ino tenían todas sus clases juntas, eran una buena dupla. Posteriormente se suño un chico gordo con otro muy peresozo, otro callado y un amante de los perros. Por un momento todos los problemas de Hinata parecían disiparse, su risa volvía a ser sincera y sin preocupaciones pensando solo en la clase recién pasada y las futuras, opinando de los profesores y los compañeros, unos más agradables que otros. Al despedirse en la estación Hinata sintió el peso en sus hombros de nuevo, debía cuidar de su hermana Hanabi de 14 años. Cuando llegó a su gran mansión dejó su mochila y se dirigió a la habitación de su padre.

- Hola papá - saludó besando su mejilla - ¿estás mejor? - preguntó mientras le daba una taza de té de manzanilla - por favor, toma un poco de té, te ayudará a relajarte - su padre asintió y acepto la taza.

- ¡Papá! - gritó Hanabi entrando en la habitación y acostandose al lado de Hiashi - ¿ya estás mejor? - él asintió y ella feliz besó su mejilla - hoy fui al templo y pedí para que mejorarás - a los dos se les partía el corazón escuchar esa inocencia.

- Ya que mis dos princesas están aquí necesito hablar algo muy impotante - ambas asintieron y se sentaron frente a él - Hanabi, tú eres mayor, debes comprender que yo no soy de fierro, un día no estaré aquí - las dos asintieron, pero Hinata le detuvo.

- Papá, podemos hablar esto después - él negó. Hinata lo hacía con la intención de no mostrarse frágil ante su hermana.

- Pero papá, no quiero hablar de eso. - la niña se acurrucó al hombre en su pecho cariñosamente - es muy triste un mundo sin papá, llovería todo los días y jamás saldría el sol - Hiashi la abrazó con ternura y Hinata trataba de no llorar.

- Es una realidad, por más triste que sea. Como saben poseo un gran imperio y fortuna, quiero decirles que al momento de mi muerte ustedes heredarán mis posesiones y con esto quiero que las dos se cuiden entre ustedes - Hinata mordía su labio mientras Hanabi asentía.

- Protegeré a Hanabi con mi vida papá, no te decepcionaré - tomó la mano de su adorado padre con una mirada fuerte y decidida.

- Yo cuidaré a mi hermana - decía Hanabi con una dulce mirada hacia su padre - por eso no te preocupes y solo mejora pronto - acurrucada en el pecho de su padre este se dejaba querer por sus hijas.

Como siempre entraba un sirviente llamando a Hiashi, por primera vez Hinata se adelantó diciendo que nada era más importante que la salud de su padre y ella se ocuparía del resto. Fue a la sala encontrandose con ese hombre que le revolvía el estómago, tomaba un té de la India que su padre le había traído y tenía sus pies sobre la mesa, con una tos sutil se hizo notar.

- Le rogaría no hacer eso en mi casa y no es restaurant en el que puede pedir cualquier cosa, ese té es mío y solo lo comparto con mi familia - estioca y con un rostro impasible trataba de no perder los estribos, podía sentir como se acercaba un ataque de pánico.

- Pero soy tu familia - decía tratando de abrazarla disimulando muy mal su desagrado - necesito ver a mi hermano - tratando de pasar de largo de ella, sin embargo ella le detuvo con un gesto invitandolo a sentarse.

- Mi padre no está en condiciones de recibir su visita. Ruego se vaya - él hombre con algo más de ansiedad trató de ir de todas formas - Kou está aquí, si no me obedece me veré forzada a llamarlo y sacarlo de aquí - un hombre vestido de negro se puso en la puerta.

- Necesito mi mensualidad, Hiashi no me ha dado el dinero - Hinata trataba de no insultarlo por su descaro.

- Ahora las cosas son distintas - levantandose de su asiento se puso frente a él - con mi padre enfermo soy yo quien cuida de él y no dejaré que su presencia lo altere. Siempre va a llorar con mi padre cuando usted y él tienen la misma edad con diferencia de un minuto. Kou, por favor, llevelo a la salida - antes de sacarlo Hizashi abofeteó a la chica dejando su mejilla roja.

- Eres una mocosa de mierda, volveré y mi hermano se enojará si ve que su hija no le da lo que le corresponde a su amado hermanito menor- con amenazas se retiraba y sin que ella lo pidiera el cuerpo de seguridad le dio un buen escarmiento por golpear a la señorita.

Hinata estaba destrozada, se sentía tan mal que fue a vomitar al baño, entre temblores y mareos se fue a su habitación. Desde que su padre se había enfermado ella sufría de ataques de pánico, vivir con el miedo de que cada día su padre podía no despertar la aterraba, peor aún debía ser la nueva emperatriz de su holding, proteger a Hanabi y defender su honor frente a su tío. Acurrucada en un rincón de su cama trataba de calmarse. Perder a su adorado padre era demasiado para ella, siempre habían sido los tres contra el mundo y ahora todo eso se disolvía con una enfermedad mortal.

Durante la semana las cosas parecían mejorar, Hanabi sacaba a su padre a pasear por los jardines. Hasta iban a comprar al centro comercial por cortos momentos y luego tomaban el té en la terraza. Hizashi llegaba de vez en cuando en horas que Hinata estaba en casa y podía proteger a su familia y sacar a ese hombre. Sus clases le parecían divertidas e interesantes, sus profesores eran muy conocedores de sus materias aparte de amables y empáticos con sus alumnos. Salía por un café con Ino y sus amigos, todos se llevaban bien y sacaban multitud de fotos. Con el mes acabando Hinata llevaba un pastel a casa que vendían en la pastelería de la univesidad, mientras salía de allí se cruzó con su profesor, Uzumaki-sensei.

- Naruto-sensei, buenas tardes - saludó cordialmente con una sonrisa sin mayores espectativas.

- Oh, te llamas Hinata, ¿verdad? - ella asintió - lo vi en la planilla de mi clase y me pareció curioso tu nombre "lugar soleado", tiene un lindo significado - con una sonrisa brillante le daba una pequeña lección, ella debía hacer honor al nombre que le dio su madre.

- Oh gracias - no sabía que más decirle, era cierto lo que le decían de él, era radiante y encantador - que tenga buena tarde sensei - con una pequeña reverencia se fue pero al poco camino vio a Kou corriendo hacia ella.

Miles de posibles razones se le pasaban por la cabeza, en un segundo pudo ver posibles ideas y acciones que debía tomar en un corto plazo de tiempo. Su carga era inmensa, un ataque de pánico estaba muy cerca, cada vez eran más seguidos aunque la intensidad era la misma. Kou era un hombre controlado y formal, pertenecía al cuerpo de seguridad de la familia y protegía a las dos heredeas ganándose el cariño de ambas transformandose en una especie de tío, ese puesto que Hizashi no se tomó la molestia de tomar.

- Señorita, necesito que venga - ella le siguió por inercia pero con un mal presentimiento - su padre y su hermana necesitan de usted - ella se detuvo en seco temblando.

- ¿H-Hanabi? - preguntaba - dime que ha pasado - totalmente pálida, Kou segía callado como una tumba - ¡Dime ahora! - con un susto él asintió.

- Hubo un choque multiple y estaban los dos - no podía gritar ni siquiera llorar - se encuentran en cirugía - no demoró en vomitar - Hinata-san - limpiando su boca la acomodó y la cargó hasta el auto.

Mientras iba el auto a toda velocidad comenzó a llorar recargada en el hombro de Kou, quien ya sabía de los ataques de pánico y le daba calmantes cuando ella se lo pedía. Logró calmarse ordenando su cabello y sus ropas, tenía la mente casi en blanco, no veía un futuro o un pasdo, sino cada momento mientras iba a la clínica, al bajarse caminaba un poco rápido hasta llegar a la recepción de urgencia. Casi gritando exigió saber qué pasaba con su padre y hermana, luego de unos eternos minutos un paramédico se le acercó a explicarle toda la situación.

- Señorita Hyuga, cerca de aquí ocurrió un choque con 5 autos particulares involucrados, su auto estuvo en medio, el conductor y su hermana fallecieron al estar en un mismo lado en que hubo mucho más daño que el resto. Su padre está en una cirugía compleja, solo queda rezar. Siento mucho su pérdida - el joven miró como la chica palidecía y se agachaba sin gritar o llorar, comenzó a vomitar y fue Kou quien la sentó.

No habían palabras para describir todo lo que ella sentía en ese momento. Su hermana, a la que había jurado proteger desde que su madre había muerto. No podría vivir su vida, estar a su lado, verla crecer, pelear por tonterías y luego abrzarse hasta dormirse. Las lágrimas fluían sin parar y su cuerpo temblaba, un terrible accidente le había arrebatado a su amada hermana. ¿Qué le diría a su padre? No lo soportaría, esto lo mataría. De pronto se vio sola frente a un mundo lleno de adversidades, sin el amor de nadie, nadie estaría a su lado, nadie la quería salvo ellos dos y de pronto lo perdería todo. No estaba lista para eso, era demasiado para ella. En medio de temblores y palpitaciones vio como se acercaba el médico ensangrentado, se levantó y con una pizca de esperanza de tener un pedazo de felicidad en su vida se secaba sus lágrimas.

- Señorita Hyuga, lamento informarle que el señor Hyuga no pudo con la cirugía, un tumor en su cabeza reventó durante la operación y acabó con su vida - su esperanza en la vida se desvaneció en ese instante.

Pero no iba a llorar más a sus muertos en un lugar así, necesitaba estar ahí para ellos una última vez. Debía preparar los funerales para los dos, darles una despedida y llevarlos al mausoleo de la familia. Por más destrozado que estuviera su corazón debía aceptar la carga de todo eso por sí sola. Ya no importaba si dolía o no, debía actuar y después lloraría en la tranquilidad de su habitación.

- Bien, agradezco su esfuerzo por salvar a mi padre. Solo le pido que sus cuerpos no tengan sangre, el resto lo haré yo. Firmaré lo papeles y haré todo lo que crea necesario - se dirigió a Kou mientras el doctor se dirigía a cumplir su orden - necesito a Hiruzen, llámalo ahora y que venga aquí - comenzaba a sentir esa mochila que cargaría el resto de su vida, su imperio y su soledad.